Vayamos por partes: no, no soy un “facha españolista”, no digo gilipolleces como lo de “España una y no cincuenta-y-una” ni cosas por el estilo. Incluso voté “Si-Si” en el pseudoreferéndum del 9-N pensando que meterle un poco de caña al tema serviría para que la gente se pusiese las pilas, pero esto del independentismo ya me ha superado.
Veo cada día a gente luciendo con orgullo sus VamCats, esas zapatillas que son como las Munich de toda la vida –o sea, feas– pero con una estelada –o sea, aún más feas– o cualquier otro producto de merchandising indepe. Tengo que aguantar cada día los cientos de mensajes en las redes sociales que me dicen lo perfecto que será el mundo cuando el amado líder –Artur Mas– nos libere del yugo español y nos traiga el paraíso terrenal que será la Cataluña independiente. En serio, hay gente que está viviendo estos días muy a fuego, como si el puto mundo se fuese a acabar si el 28 de septiembre Cataluña no es ya un estado independiente miembro de la Unión Europea y con una silla en el G-8.
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El borreguismo y el victimismo siempre me han dado mucho asco y, no nos engañemos, el nacionalismo catalán es experto en el tema. A los nacionalistas les gusta hacer cosas como recordar una derrota –la del 1714– sin recordar que quien le declaró la guerra a Felipe V fue la Generalitat para intentar rascarle aún más derechos al Archiduque Carlos –que se note que soy historiador joder– o dedicarle un espacio a un héroe militar que se pasó toda la Guerra de Sucesión metido en una superfortaleza sin pegar un tiro y se rindió sin luchar; el único acto heroico fue que lo decapitaron –lo que no quita que el españolismo se haya inventado cuentos iguales o peores. Pero si hay algo peor que un nacionalista quejándose, es un nacionalista sacando pecho y utilizando todos los tópicos –por ridículos que sean– para convencernos de que tienen razón.
Quizás es que cuando uno aún no tiene un estado todas las cosas ridículas de su nación se convierten en algo sagrado, o quizás es que el mundo está lleno de gente hortera, el caso es que el spot electoral de la coalición independentista Junts Pel Sí –Juntos por el Sí– formada por Convergència y Esquerra Republicana de Catalunya merece ser analizado para que nos demos cuenta de lo cutres podemos llegar a ser los catalanes cuando nos lo proponemos.
PEP GUARDIOLA
Pep Guardiola, nuestro Pep, el entrenador que más orgasmos deportivos –y no deportivos– le ha dado a los barcelonistas, el modelo de catalán, el hombre tranquilo, DIOS, es lo primero que ven nuestros ojos al darle al play. Y no solo tenemos a Pep, sino a Pep hablando, dándonos una de sus charlas magistrales que dejan a Coelho a la altura de Acción Poética.
Esto sería la hostia si no fuese porque el ex-entrenador del Barça ocupa el último puesto en la candidatura independentista, es decir, que a no ser que Junts Pel Sí arrasen absolutamente en las elecciones –cosa que no se prevé– no saldrá elegido y por lo tanto no tendrá que renunciar a su sueldo millonario como entrenador del Bayern de Munich para ser un diputado más en el Parlament. No nos precipitemos a juzgarle duramente ni a criticarle por su falta de patriotismo, nos está dando a todos una lección de catalanidad: la pela sigue siendo la pela amigos.
CATALANES DE COLORES
A los catalanes nos la pone durísima un inmigrante integrado: da igual que lleve velo o un traje tradicional africano, si hablan catalán es de lo nuestros –ya ni hablamos del tamaño de la erección que se nos pone si, además, bailan sardanas, son castellers o alguna mierda así. Después de décadas llamando charnegos a los hijos de los inmigrantes del resto del estado por el abominable crimen de mantener su idioma y sus tradiciones en una tierra extraña, el nacionalismo catalán se ha abierto a las aportaciones de los inmigrantes africanos –del norte y del sur– a quienes se intenta atraer a través de organizaciones como la de Nous Catalans (Nuevos Catalanes).
Durante los años del boom de la inmigración, el gobierno de CiU priorizó a los inmigrantes árabes y subsaharianos por encima de los sudamericanos porque creían que serían más fáciles de catalanizar al no utilizar el castellano como lengua materna. Al margen del absoluto error de cálculo –los inmigrantes que prefirieron traer siguen hablan mayoritariamente en castellano– se han convertido en un símbolo del catalanismo integrador y en este vídeo no podían faltar: podemos verlos trabajando –en algo así como pasador de fruta- o como parejas de una catalana “autóctona”. ¿No es bonito el progresismo? Escenas con niñas rubias abrazadas a niñas negras, una pareja con un hijo adoptado –o ilegítimo, nunca hay que hacer presunciones-, “ebonyand ivory“, “blackor white” y todos esos rollos joder.
Sería bonito si no fuese algo más que paternalismo mal disfrazado. En el fondo en Junts Per Sí están los mismos que luego utilizan argumentos raciales para justificar la independencia -¿la Cataluña multicultural sigue siendo genéticamente diferente a la España igual de multicultural Señor Junqueras?- y que hace dos días decían que serían incapaces de tener un presidente de la Generalitat sin apellido catalán, o cosas aún más recientes, como por ejemplo las críticas e insultos que le llovieron al hermano de Mor Sylla –el sengalés que murió en una redada policial en Salou este verano– por decir que prefería a la Guardia Civil y a la Policía Nacional que a los Mossos.
No nos engañemos, los catalanes somos igual de racistas que el resto del mundo, solo que nos gusta decir que no y poner a uno o dos inmigrantes de atrezzo mientras no molesten; el toque exótico para parecer los más avanzados, pero que no pase de ahí o nos empezamos a poner tensos y nos da por dejar a las puertas del Parlament a Plataforma Por Cataluña, otra vez.
FANTASÍA NEO-RURAL
¿Lo habéis notado? ¿Habéis olido ese tufillo rancio? Es exactamente el mismo que despiden los anuncios veraniegos de Estrella Damm: un ambiente rural, tradiciones, un poco de fiesta, ese vasito corto de vino, deporte, sonrisas, amistad, ¡yuhu!
Da igual que la mayoría de la población catalana viva en horrendas ciudades suburbanas que se extienden como tentáculos que lo pudren todo desde Barcelona hasta cincuenta kilómetros a la redonda, da igual que la mayoría no hayamos ido a una masía en nuestra vida y que los castellers, las grallas –ese instrumento que suena como una grulla estrangulada- y las sardanas nos parezcan un soberano coñazo, es SU Cataluña y se la imaginan como quieren. Este es el tipo de gente que escucha Manel, el tipo de gente del que tu madre te decía que no aceptases caramelos.
Al final lo que vende este vídeo es exactamente lo mismo que te venden los políticos a los que pretende promocionar, una Cataluña de cartón piedra, una nacionalismo a base de clichés y de futurología mesiánica, cuando más que al futuro, los catalanes deberíamos mirar al pasado, a los 30 años que Convergència tuvo para hacer todo lo que dice que harán si ganan ahora y más, durante los que gobernaron Cataluña como un coto privado, haciendo y deshaciendo a voluntad, ¿y todo para qué? Para sacarse unas buenas comisiones y engordar sus cuentas en Suiza mientras nosotros pagamos peajes privados –de empresas con curiosas conexiones con los convergentes- que llevan 25 años amortizados. Con Junts Pel Sí y con anuncios como este quieren hacernos creer que nos pueden hacen pasar al Romeva como el Varoufakis catalán, que si cambian el envoltorio nos comeremos igualmente su mierda de caramelo –y parece que de momento les funciona– cuando lo único que nos espera si ganan son cuatro años más de lo mismo, por que en fin, si en algo nos parecemos los catalanes a los habitantes del resto del estado es en nuestra increíble capacidad para elegir siempre la peor opción y creernos que estamos salvando la patria.