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'Tenemos la carne': la película mexicana que te enfrenta a tus instintos más grotescos

En quienes pueden terminarla, despierta una especie de voyerismo de la decadencia humana, de la inmundicia en la que se pueden hundir los deseos carnales.

Un chico conoce chica, se enamoran, hay problemas, los resuelven, terminan felices. A veces pareciera que en las películas vemos la misma historia repetirse incontables veces sólo con personajes de nombres distintos. Parece cada vez más difícil inventar historias que no hayan sido contadas antes, o encontrar ángulos nuevos a los temas de los que se ha venido hablando desde que el humano es humano.

Emiliano Rocha es un cineasta de 26 años que está por estrenar su ópera prima Tenemos la Carne, que el año pasado fue mostrada en festivales de género como Rotterdam y Sitges. Es una película muy peculiar que se desarrolla por caminos poco explorados de la narrativa del cine mexicano y ha demostrado ser una pieza para un público igual de arriesgado.

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La película empieza con un hombre extraño, en un lugar extraño, haciendo cosas extrañas, y ese es el comienzo de un viaje que no termina hasta el último minuto de la película. En medio de un México postapocalíptico, dos hermanos buscan sobrevivir. Durante su camino se encuentran con este hombre que poco a poco se empieza a convertir en una especie de consciencia primitiva. ¿Qué hacemos cuando no hay más reglas sociales que seguir? ¿Qué pasa cuando nos entregamos completamente al instinto?

Con esta película Emiliano forza los límites de lo aceptado, toma riesgos narrativos y visuales, y hace un cine libre, le guste a quien le guste. No le interesa complacer a la industria, es rebelde, un verdadero cine de autor.

A lo largo de los 80 minutos de proyección pasamos de la lujuria, al incesto, la necrofilia, el canibalismo, la más burda depravación de la voluntad. Lo grotesco nos incomoda y nos provoca. Es una película que nos enfrenta a los pensamientos de los que normalmente huimos, a eso que evadimos. A aquéllos que puedan quedarse hasta el final de la película, les despierta una especie de voyerismo de la decadencia humana, de la inmundicia en la que se pueden hundir los deseos carnales.

Alguna vez Emiliano me comentaba que  "esta película es una carta de amor al cine y a sus posibilidades". Y ciertamente lo es, es una obra experimental, un arte audiovisual. Es como un sueño extraño del que despiertas confundido. Verla se convierte en una experiencia súper sensorial, el sonido, las imágenes, el contexto, todo te está diciendo algo.  Emiliano nos presenta una manera distinta de ver la realidad; eso es lo bello del arte, la variedad de interpretaciones que un mismo tema puede derivar.

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Cabe resaltar que no por ser un cine grotesco y cerdo está mal hecho. Es una película donde cada secuencia está perfectamente pensada; la locación es surreal, un lugar no lugar que los mismos personajes van construyendo y que termina siendo la cueva de sus perversiones primitivas. El diseño sonoro nos lleva del susurro a la explosión, utilizando zumbidos y sonidos que provocan reacciones incontrolables. Es una película en la que definitivamente no te puedes quedar dormido. Emiliano nos ofrece una poesía incómoda, una belleza desagradable.

La película fue bastante escandalosa en la pasada edición del festival Sitges donde hubo récord de espectadores desertores que se salieron durante la función. Al ingresar a la sala le pedían al público identificación para comprobar su mayoría de edad. Las funciones iniciaban con salas llenas y acababan con unos cuantos espectadores y esporádicos aplausos. Esta película es ciertamente una experiencia a la que debemos decidir si nos queremos entregar o no.

Tenemos la carne es una exploración que nos lleva de vuelta a los orígenes, al instinto. En teoría, el humano pudo vivir en el paraíso hasta que comió del árbol del conocimiento, y eso nos impuso todas estas barreras, complejos y reglas con las cuáles tenemos que vivir. En esta película los personajes dejan de vivir bajo los estándares sociales y se dejan arrastrar por sus impulsos más primitivos, más cercanos al origen, llegando a un paraíso muy al estilo de Marqués de Sade.

Estamos envueltos en demasiados miedos y prejuicios, por eso cualquier cosa que se sale de ese estatus nos parece rara. ¿Por qué nos molesta lo raro? ¿Por qué nos incomodan los instintos? ¿Está bien? ¿Es parte del orden? ¿Y si nos salimos del orden?

Es una de las representaciones carnales más claras de la tensión entre Eros y Tánatos.  Definitivamente una película no apta para cardiacos, mochos, miedosos. Si te intriga, vela, ya luego me dirás qué te pareció.

@IvonneGtzz