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Morir en Ecobici

A un año de la primera muerte en Ecobici, la historia se repite. ¿Acaso tenemos que aceptar que estas muertes son una consecuencia natural de la movilidad urbana?
Foto por Lucas Alamo.

Anoche, volvió a ocurrir. Algunas notas periodísticas usaban la foto del accidente de mi cuñado, pero ahora se trataba de Monserrat, una usuaria de Ecobici de 21 años atropellada por una unidad de transporte público en Paseo de la Reforma mientras circulaba por la ciclovía.

Pudo haber sido en cualquier bicicleta. Pudo haber sido cualquier otra persona. Pero no lo fue. Fue conocido como la primer muerte en Ecobici; para mí, era y será mi querido y necio cuñado.

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Fue un poquito antes de las doce del mediodía cuando recibimos una llamada en la Sultana del Norte. Mi hermana mayor había quedado viuda aproximadamente cuatro horas antes, y mis sobrinas de 3, 6, y 10 años habían perdido a su padre. "Yo quería que él me caminara en mi boda", fueron las primeras frases que dijo la de diez.

Un poquito antes de las 8AM del 14 de noviembre de 2014, Gerardo Pedroza le daba un beso a su esposa antes de subirse a la Ecobici, cuya estación está justo afuera de su edificio. "Está muy bien ubicado, hay un supermercado y Ecobicis afuera del depa", fueron algunas de las emociones que expresaron cuatro meses antes cuando se mudaban de Monterrey a la capital para hacer crecer su tienda de diseño y galería de arte, también conocida como el cuarto hijo.

Alrededor de las 8:15AM, los 32 años de Geras —como la mayoría lo llamábamos— finalizaban en el cruce de Avenida Chapultepec y Lieja luego de ser atropellado por un autobús de transporte público. La palabra pesadilla queda corta al describir las infinitas y tortuosas horas que siguieron en la delegación y en el SEMEFO, y en los 364 días de peleas y denuncias contra instituciones y autoridades, en las cuales no profundizaré por razones legales. No hay indemnización ni decisión jurídica que regrese vidas, pero sí hay muertes que pueden cambiar futuras decisiones.


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Meses después siguieron Luis Manuel Villa Cárdenas, un segundo usuario luego de ser arrollado por un tráiler en la zona de Polanco; José Antonio Vázquez Gutiérrez, atropellado por un microbús y Rafael Guerrero, atropellado por un conductor ebrio . Cada año, 200 ciclistas mueren en accidentes viales en México, según el Consejo Nacional para la Prevención de Accidentes (Conapra) . No conocí a Luis Manuel, ni a José Antonio, ni a Rafael, pero sí a Geras, y creo que la vida de ese cuñado cuyo último momento que compartimos fue quebrarnos huevos de confeti en Día de Muertos no puede quedarse en una estadística más. Ni la de los otros 199.

Hace siete meses me vine a vivir al DF, y no fue hasta hace tres semanas que me atreví a subirme a una Ecobici. Me llené de imágenes, todas esas visualizaciones que asumo todos en mi familia hemos tenido en este año pero que no nos atrevemos a expresar por no hacer más doloroso esto: la sensación de libertad en cada parte de su cuerpo, el impacto del camión, las cuatro llantas atravesando sus huesos, esos segundos después del hecho y antes de morir.

Hasta el momento, cada pedaleada es sentirlo: paso de la emancipación que me da la bici al temor a repetir patrones familiares en la batalla que se vive en los pavimentos de esta ciudad. Con tres semanas de experiencia, no pretendo hablar de la discusión de carros versus bicicletas versus peatones, ni proponer una mejor infraestructura o nuevas políticas. Pero algo tenemos que hacer ¿o no?

Trato de no pensar en el chofer; él seguro también está viviendo su propio cambio de vida. Hace unos días, un chofer de un micro intentaba pasarse el rojo cuando sus frenos impidieron que golpeara a una mujer en su bici, después vi un ciclista peleándose con un peatón, y luego un peatón atravesándosele a un ciclista.

Como toda revolución, la revolución urbana de la bicicleta ya tiene sus muchos muertos. Nos tocó a nosotros hoy, le tocó a la familia de Monserrat y no somos los únicos en el país, ni en el mundo. Las calles de Nueva York y Londres también tienen sus propios muertos, y también sus movimientos ciclistas luchando por cambiar las ciudades, como Coalición Visión Cero3 en la Ciudad de México cuyo objetivo es establecer mecanismos eficaces para lograr que en veinte años ningún ciudadano muera por transitar por la ciudad. Veremos en 20 años. Por el momento me duele mucho Geras, me duele Monserrat, Luis, José, Rafael…¿Acaso tengo (tenemos) que aceptar que estas muertes son una consecuencia natural de la movilidad urbana?