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Enric: Sí, pero me gusta más llamarlo ex conectado. Hasta hace poco también era un adicto como tú.
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No fue de repente. Es un proceso lento y complicado. Lo hice progresivamente. Primero quité las notificaciones, ya no me molestaban, después salí de las redes sociales y poco a poco fui ganándole terreno a internet y viendo cuales son las herramientas que me ofrecen una ventaja y cuáles no.¿Y con qué cosas te has quedado y has decidido no eliminar del todo?
Tengo un teléfono que sólo recibe llamadas y un ordenador, pero sólo utilizo el correo electrónico, que creo que es una magnífica herramienta, y el navegador. Eso sí, lo utilizo para consultas muy ocasionalmente y siguiendo unas normas muy estrictas. Normalmente cuando entramos a Google, entramos buscando algo, tenemos una pregunta en mente que queremos que internet nos resuelva, pero por la propia lógica de Google basada en la espiral del hipervínculo, empiezas a pasar de una página a otra, y a otra, y al cabo de diez páginas ya no sabes lo que estabas buscando. Queremos hacerle una pregunta a la tecnología y es internet quien acaba generándolas.¿Te sientes más libre ahora? ¿Le has ganado la batalla a Google?
Sí, realmente sí. Google está programado para invertir la lógica de poder y ser ella quien genere las necesidades. Ahora cuando utilizo el navegador siento que soy yo de nuevo quien tiene el poder. Tengo una pregunta y una vez que tengo la respuesta, se acabó.¿Eres un caso único o podríamos hablar de tendencia? ¿La tribu urbana de los desconectados?
Son sobre todo las generaciones más jóvenes las que de alguna forma están de vuelta de todo esto. Son ellos los que han acuñado el término de Mombi, la idea de ser un zombi con los smartphones y los primeros que se están dando cuenta de que conviene poner límites. Lo curioso del caso es que en el momento que hay esa vuelta generacional, que la gente más joven está entendiendo que quizá no todo son ventajas, son la generación de sus padres las que de alguna forma les están forzando a utilizar las nuevas tecnologías por miedo a que no desarrollen sus competencias digitales y todo ese rollo.
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En mi libro hablo de casos extremos porque quería crear un contradiscurso, enseñar el otro lado de la moneda frente al discurso imperante que nos dice que internet es la gran maravilla que puede solucionar nuestros problemas sociales, personales, políticos, etc. Pero entre un extremo y el otro, cada uno tiene que encontrar su punto crítico.Me has hablado de las ventajas de la desconexión, pero al mismo tiempo, ¿no te limita en otros sentidos? ¿No echas de menos, por ejemplo, el Whatsapp?
Realmente no, al revés. He logrado volver a comunicarme de verdad con mucha gente con la que antes sólo me comunicaba por Whatsapp y mantener mi relación con normalidad. Además, me puedo concentrar mucho más, no tengo ninguna dependencia ni ansiedad digital si no tengo el móvil en el bolsillo y no me están interrumpiendo constantemente. Desconectar me ha ayudado a reconectar con el mundo."Desconectar para reconectar", me gusta. Mientras nos vamos, ya sin grabadora, Enric siguió hablándome de las bondades de su nueva vida, con días más largos, más tiempo libre y relaciones más reales. Por primera vez, me sentí tentando yo también a probarlo y seguir su consejo, quizá un tiempo sin móvil me vendría bien. Así que, de vuelta a la consulta del coach desconector, accedí someterme a una de las terapias que propone el Programa Desconecta: La terapia de cuerdas.