Hay cosas que solo pueden pasar en las fiestas de pueblo

Las fiestas de los pueblos son como los bebés y como los pisos de protección oficial, todas parecen iguales. Pero si te fijas un poco, si vas un pelín más allá de El Venao sonando en la verbena un año tras otro desde el 95, la fiesta de la espuma o la paella popular te das cuenta de que no.

Cada pueblo tiene sus usos y costumbres festivas, sus movidas de jarana. Sus programas de fiestas, sus pregoneros, sus charangas. Y últimamente también sus discusiones al fresco sobre si habría que abolir o no lo de la reina y las damas de las fiestas por ser una costumbre patriarcal.

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Para rendir homenaje a la diversidad del festejo en nuestro país, le hemos pedido a jóvenes con pueblo que nos hablen de qué tienen de especial las fiestas. Que nos hablen de esas cosas que solo pueden pasar en las fiestas de pueblo, como ver al comunista del pueblo comiéndose un choricillo en la caseta del PP o a un antitaurino corriendo delante de una vaquilla cuando ya clarea.

LANZAMIENTO DE CHURRASCO

El Furón es una fiesta que se celebra en Muros, Galicia, en la que pagas 15 euros y tienes barra libre de churrasco, mejillones, empanada, cerveza y vino. El lugar en el que se celebra esta fiesta es un campo de fútbol sala en el que caben 500 personas, aunque cuando lo ves sin carpa parece que caben 20.

Toda esta velada está amenizada por un dúo musical que hace versiones de canciones míticas pero de una manera bastante amateur, aún así hacen que la gente se venga arribísima, sobre todo cuando cantan la canción de Titanic (empiezan a coger a gente en volandas y a pasarla). En esta fiesta te puedes encontrar a tu ligue de verano, a tus amigos de toda la vida y a tus padres, todos ellos bajo el efecto de esa barra libre y de copas a 2,50. Para acabar la noche se sortean 2 gallos y lanzan los restos del churrasco como si fuesen el ramo de flores de una boda. Básicamente una fiesta que se basa en comer y beber hasta morir, es decir, todo muy gallego.

Bea, Muros (A Coruña), 8.834 habitantes.

Guillermo García.

PEDIR UN BURRO EN VEZ DE UN UBER

En las fiestas de mi pueblo pasa que, cuando acaba la orquesta, volviendo a casa con todos tus primos, decides saltar a un prado para montar a burro (que no a caballo) y de la borrachera que llevas se te olvida cerrar el portón. Te caes del burro, el burro se escapa y uno de tus primos sale corriendo y vuelve montado en sus lomos como si de Sancho Panza se tratase. Esto no pasa “alguna vez”. Esto pasa con frecuencia.

También es habitual que cuando termine la verbena decidas acercarte a la panadería para coger una barra de pan recién hecha y que en lugar de hacerte un bocadillo en casa compenses el PH y los excesos saltándote un huerto para coger un tomate y hacer un original pan tumaca.

Jaime, Sorihuela (Salamanca), 236 habitantes.


CORRER DELANTE DE UNA CARRETILLA DE PETARDOS PASADOS LOS DOS CUBATAS

En mi pueblo, Barrax, las fiestas se celebran en las mismas fechas de casi todos los pueblos ibéricos, alrededor del 15 de agosto. No hay nada especial excepto por el Toro de Fuego. Por favor no me linchéis, no son toros de verdad: es una persona metida en un cajón de madera que suelta carretillas (buscapiés o petardos gigantes que vuelan). La gente que “corre” el toro es muy diversa, adolescentes que intentan chulearse frente al fuego, adultos que lo ven pasar con absoluta pasividad, gente muy preparada con casco de moto y mono de trabajo, y, cómo no, borrachos en pantalón y manga corta que no sueltan su cubata aún con la piel abrasada.

Un amigo fue, hace no mucho, uno de estos últimos. El toro decidió descargar las carretillas dentro de una caseta. Mi amigo entró en ella. El fuego volaba sobre él, y su decisión fue utilizar las manos cómo pistolas y “disparar” a los petardos que explotaban a su alrededor. Las consecuencias, quemaduras por todo el cuerpo y que terminara por llamarlo David Pistolitas.

Juan, Barrax (Albacete), 1903 habitantes.

CONCURSO DE PICAILLOS

Si alguien piensa que un 15 de agosto a +40 grados en plena sierra de la Subbética cordobesa no se puede hacer nada sin morir en el intento es que no ha venido a Carcabuey. Ese día se celebra un concurso en la plaza del pueblo en el que nos organizamos en grupos para conseguir hacer el mejor picaíllo – un plato típico con productos 100% de la huerta-.

La gente se lo toma muy en serio. Quedamos para comprar los ingredientes el día de antes, preparamos mucha comida y bebida para acompañar y todo el pueblo se pasea por las mesas para probar ese manjar. Los jóvenes competimos contra nuestros padres y todos intentamos comprar al jurado.

Es el primer momento mágico de las fiestas. Otro de mis favoritos es cuando por la tarde, todos los que estamos en la caseta coreamos el nombre de alguien popular (por motivos varios) seguido del mítico “lalalalala” y la persona responde bailando en el escenario sin camiseta. Y no hay feria sin acabar desayunando churros o un buen mollete con aceite y jamón con el último cubata o recenando un bocata grasiento en Hermanos Cañete, los únicos que montan su puesto de comida en el recinto ferial.

Laura, Carcabuey (Córdoba), 2529 habitantes.

EL BAILE DEL SANTO

Santa Cruz de Grío es la excepción, las fiestas en verano son para los cobardes. Vete tú a las fiestas a un pueblo perdido entre las montañas la primera semana de febrero. Temperatura máxima 4°C, que aunque no lo parezca tienes sus ventajas: en medio de la plaza siempre hay encendida una hoguera, la que es muy útil para:
– Darte vuelta y vuelta si estás por la calle y tienes frío.
– Que la comisión invite a parrilladas populares (que eso siempre renta)
– Cuando vuelves de fiesta con los más reventados de cada peña y haces la recena allí, uno se encarga de traer la parrilla, otro el pan, otro los huevos, la carne… lo que sea, a esas horas todo bienvenido.

Pero lo más top de Santa Cruz y sus fiestas es el “Baile del Santo“, en nuestro caso es San Blas. Seas creyente o no, tengas 6 años o 73, te va a gustar. Consiste en, como su propio nombre indica, bailar el santo por todo el pueblo acompañados por una charanga y un bailecito potente. Es complicado pero imagínate un Santo típico de procesión, unos 200 kilos aproximadamente, dando botes que si para arriba, para abajo, media vuelta… al ritmo de una charanga. Obviamente, nos quedaríamos tiesos de frío con la típica procesión a una velocidad de 2 kilómetros por hora, así que hay que entrar en calor de alguna manera, con cuatro capullos que llevan escobas para darte en la cabeza y a su vez la buena gente que ofrece sus casas para hacer paraditas y así reponer fuerzas mientras te ofrecen pastas, moscatel, empanadillas… Un buen piscolabis, vaya, hasta terminar en el pabellón y empezar la rifa. Hay que recordar que es invierno y el tiempo muchas veces no acompaña, pero si llueve o nieva se le pone un buen chubasquero al santo y a darlo todo. Como dicen por allí, es toda una experiencia indescriptible. Pero el que viene, repite.

Nuria, Santa Cruz de Grío (Zaragoza), 91 habitantes.

UN PUEBLO ENTERO DISFRAZADO DE YE-YE

No hay mejor forma de empezar las ferias y fiestas de un pueblo que la que tiene el mío. Y no es por alardear, pero quien ha estado en la fiesta Ye-Ye de Campo de Criptana sabe de lo que hablo. Se trata de un flashback a esos guateques de mediados de los 60 en España, a los tiempos de las plataformas, los estampados de margaritas y los pantalones campana. La noche da para mucho: primero se queda en casa de un amigo para prepararse. Eso implica vestuario, peluquería y parafernalia. Después se va al botellón, en el cual las disputas musicales quedan de lado y todo el mundo está de acuerdo en compartir las canciones de Los Brincos, Marisol o Fórmula V.

Bien entrada la noche se sube a la Sierra de los Molinos -sí, los del Quijote- para ver amanecer. Lo que pase de ahí en adelante solo lo saben ellos. Pero para que os hagáis una idea puede ser desde que tu amiga la líe encendiendo un extintor en el after hasta encontrarte a un forastero que suda alcohol haciendo flexiones a a las 10 de la mañana pasando por un grupo de gente intentando arrancar el Fiat 500 del abuelo de alguno.

Como la noche ha sido larga y el Sol pica buscas un bar que te prepare un bocata de calamares y una ración de castillos -pollo empanado- para que tu cara vuelva a ser tuya y llegues a casa medio reconocible. Porque aunque intentes escapar, tu yaya va a estar esperándote para decirte “pero hermosa, ¡mira qué horas son!”.

Isabel, Campo de Criptana (Ciudad Real), 13.949 habitantes.

LAS CARAVANAS SON PARA EMBORRACHARSE

Ahora se ha puesto muy de moda todo el tema del camping. Que si ir con caravana, furgoneta…. con la casa a cuestas. Pues en las fiestas de mi pueblo las caravanas no tienen este uso. En la zona donde encontramos el escenario principal de conciertos, justo al lado encontramos un gran terreno de tierra y en ella con un sinfín de caravanas de colores, dibujos, tuneadas…a primera vista parece que hagamos una feria, pero no.

En mi pueblo cada “colla” tiene su propia caravana, la maquillamos, la ponemos bonita y la usamos como nuestro centro neurálgico de bebidas y cocktails. Lo podríamos etiquetar como “el local social” donde cada grupito de amigos tiene allí su almacén de alcohol para todas las fiestas. Lo más gracioso de todo es que tú no puedes elegir donde aposentar tu “casa de ruedas” ya que es aleatorio, y es muy probable que tu vecino sea un familiar con el que llegues a compartir borracheras de una noche de verano.

Gemma, La Seu d’Urgell (Lleida), 12.185 habitantes.

ASÍ SON LAS FIESTAS DE UN PUEBLO DE MENOS DE 2O HABITANTES

Martín Muñoz de Ayllón es un pueblo pequeñito de Segovia rodeado de montañas (tan pequeñito que solo cuenta con 20 habitantes). He pasado allí todos los veranos de mi infancia y todos ellos hemos vivido en familia las fiestas del pueblo, en honor a San Luis, por lo que se hacen coincidir con el sábado más próximo al 25 de agosto. Nuestras fiestas duran exactamente 1 día, pero lo damos todo todo todo. Hay varias cosas que siempre están por muchas modificaciones que se hayan hecho a lo largo de los años.

La primera es la comida del pueblo: todos los habitantes del pueblo (más todos aquellos que vamos en verano, lo que nos convierte en unos 80) nos juntamos en un prado a comer. El menú ha ido variando con los años, desde que se prohibieron las barbacoas en el campo hemos pasado por pollos asados, paella… El caso es comer todos juntos en mesas enormes (como una boda campestre) y llegar al café y a la crema de orujo para pasar al bingo, que es otro de los imprescindibles. Otra cosa que nunca falla es la banda. Hemos recibido a diversas bandas que han tocado éxitos de todos los tiempos para nuestro gozo y disfrute: Electropelvis, Los moscones, El canto del bobo… en los últimos años nos conformamos con un DJ que nos pone de todo hasta que ya no nos acordamos. Con los años han ido mejorando algunas cosas y ahora tenemos puesto de mojitos y de perritos calientes (todo hecho por gente del pueblo).

Pero si algo es especial de las fiestas del pueblo es que nos unen a todos, unas 15 familias. Uno de los mejores momentos que he vivido fue el año pasado, cuando pedimos el cumpleaños feliz para mi abuela (que siempre coincide) y todo el pueblo la rodeó para cantar. La mujer estaba tan emocionada que empezó a abrazar a unos niños que habían venido de otro pueblo y parecía Teresa de Calcuta. Bajo los efectos del alcohol esta escena fue incluso más épica.

Ana, Martín Muñoz de Ayllón (Segovia), menos de 20 habitantes.

APORREAR LA VENTANA DEL PANADERO HASTA QUE ABRE

Da igual que seas de fuera, que lleves un año sin venir o que sólo te una algún lazo familiar al pueblo. Las fiestas en Gea de Albarracín te atrapan, y durante cinco días y cinco noches, compartes la plaza como pista de baile con amigos y conocidos. Esa verbena que pensabas que jamás escucharías se vuelve la banda sonora de tu noche. Cuando llegan las 6 de la mañana y los primeros rayos de sol te impiden ver más allá de la barra (porque los siete gin-tonic que te has bebido no tienen nada que ver, claro), tú y tu grupo de amigos os convertís en dignos personajes de ‘The Walking Dead’ que siguen el rastro de olor a paninis recién hechos. La costumbre en este pueblo es agolparte a la ventana del panadero y aporrear la puerta hasta conseguir que te abran la panadería en exclusiva (en ese momento te comerías hasta la harina a cucharadas).

El resto de horas hasta el encierro se resumen en divagar de sofá en sofá, de una peña a otra mientras intentas sobrevivir a la resaca. Hasta que el “Tírate de la moto, de la moto tírate”, entre otros grandes clásicos del repertorio de charanga, se cuela por las calles despertando a todo el mundo. Son cinco días de reencuentros, reuniones de amigos y familiares, que sólo podrán entender los que tengan la suerte de ir a las fiestas de su pueblo.

Jesica, Gea de Albarracín (Teruel), 387 habitantes.

PEREGRINACIÓN, HOGAZAS Y ALCOHOLES VARIOS

Durante las fiestas de Pozoblanco, a las 6 de la mañana, centenas de peregrinos de todas las edades se meten el palizón de andar 14 km con una sonrisa y una mochila cargada de alcohol, bocadillos y el famoso hornazo para llegar a la ermita de “La Virgen de Luna”, un sitio perdido en medio del campo con una virgen que, además, se comparte con otro pueblo porque hubo trifulcas y no se la quedó ni uno ni otro. Movidas.

A esta virgen, que es madre de todos pero en especial de estos dos pueblos enfrentados, se le ofrecen los famosos hornazos, que son bollos con uno o dos huevos coloreados encima -y si eres afortunado te los compras de huevos Kinder- porque realmente de ofrenda tiene poco: lo compras en la pastelería y te los comes tú.

Tras pasar un día entero poniéndote hasta arriba de cerveza, cubatas y demás sustancias tóxicas, la gente vuelve andando detrás de la virgen otros 14 km, a pesar de haber autobuses que pone expresamente el Ayuntamiento para ahorrarte ese masoquismo. La fiesta finaliza con unos dolores de pies que duran semanas y una resaca monumental. Viva la Virgen de Luna.

María, Pozoblanco (Córdoba), 17.200 habitantes.