La noche del 15 de mayo de 2011 estaba con mi amigo Marcos patinando. Cuando llegué a Sol para coger el tren de camino a casa no entendía nada. Un puñado de jóvenes protestaban en la plaza y cuando me acerqué oí cómo planeaban pasar la noche allí. Aún no sabía que dos colectivos llamados Juventud Sin Futuro y Democracia Real Ya habían convocado una manifestación que había acabado en cargas policiales y habían tomado una decisión que marcaría un antes y un después en la agenda política de nuestro país: acampar en la plaza para seguir protestando.
La noche del 15 de mayo de 2011, cuando fui a Sol para coger el tren de camino a casa no sospechaba que aquella protesta constituiría un punto de inflexión en la vida política española. No imaginaba que después vendrían las Marchas de la Dignidad, la Marea Verde, la Marea Violeta y la Blanca, que vendrían Manuela y Ada y vendría la ruptura de un bipartidismo que había sembrado la desafección en toda una generación: la nuestra.
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Ninguno de los que, durante los días posteriores, dormimos en el kilómetro cero, notando la vibración del metro bajo nuestras cabezas lo imaginábamos. Sentíamos que estábamos haciendo algo importante, que poco a poco las plazas de decenas de ciudades, dentro y fuera de nuestra geografía, se iban llenando de jóvenes que reclamaban que les devolvieran su futuro. Que gritaban que no eran mercancía en manos de políticos ni banqueros, que por fin salían a la calle para poner de manifiesto que éramos el 99 por ciento y que no nos representaban.
Siete años después, le pido a siete jóvenes que formaron parte de ese movimiento que me hablen de aquella primavera. Y todos comentan, en algún momento de nuestra charla, que, aunque el 15M quizá no fue la revolución que esperábamos, desde 2011 España no es la misma.
Pablo Padilla
El 15 de marzo de 2011, Pablo quedó con sus compañeras y compañeros de Juventud Sin Futuro, organización que convocó, junto a Democracia Real ya, la manifestación que fue el germen de la acampada en Sol. Los días posteriores los pasó entre la fundación en la que trabajaba como becario y el kilómetro cero. Ahora es diputado de Podemos en la Asamblea de Madrid.
VICE: Buenas, Pablo. ¿Qué sientes cuando recuerdas aquella primavera, los días del 15M?
Pablo Padilla: Dicen que la nostalgia es contrarrevolucionaria, pero cuando pienso en el 15M es un poco inevitable sentirla. Tengo un muy buen recuerdo de esos días. De todo lo que hicimos juntos y juntas. Aprendí mucho, creo que aquello no solo alteró la vida de los actores políticos tradicionales sino que también nos dio un toque de atención a quienes veníamos de militar en movimientos y centro sociales y asambleas y colectivos universitarios.
“Recuerdo alguna encuesta que hablaba de un apoyo ciudadano del 70 u 80 por ciento a las reivindicaciones del 15M” – Pablo
Nos hizo darnos cuenta de que no valía con los que estábamos convencidos, de que para conseguir cambios duraderos, transformaciones estructurales e irreversibles, hacía falta contar con muchos y muchas que no iban a esas reuniones semanales ni a esos encierros que habían sido nuestra escuela política. Creo que aprendimos a mirar más allá.
Ahora eres diputado de Podemos en la Asamblea de Madrid. ¿Eras partidario en 2011 de la vía institucional?
No, la verdad es que en 2011 era bastante reticente a ella. Lo que pasa es que de 2011 a 2013 hubo un ciclo de movilizaciones que yo creo que no se había vivido en este país desde la Transición. No solo es que hubiera cientos de personas en las calles, sino que ocurrió en todas las provincias de nuestro país, no fue algo centralizado. Además, eran unas manifestaciones y unas reivindicaciones muy trasversales.
Recuerdo alguna encuesta que hablaba de un apoyo ciudadano del 70 u 80 por ciento a las reivindicaciones del 15M. Después de todo aquello, de cientos de manifestaciones, el PSOE y el PP hicieron oídos sordos. Y, ante ese bloqueo institucional, decidí participar en la creación de algunas de las herramientas municipalistas que tenemos a día de hoy, como el germen de Ahora Madrid, Ganemos. Luego decidí entrar en Podemos, concurrí a las elecciones de 2015 y salí elegido diputado. Ahora estoy trabajando en cuestiones de Juventud, televisión pública e Igualdad. Creo que a España le vino bien el 15M, pero como ciclo de movilización, como acontecimiento político, duró lo que duró y de nosotros y nosotras depende que seamos capaces de incorporar todo lo aprendido a las nuevas herramientas política, no repetir los viejos errores y permitirnos el lujo de tener otros nuevos.
Andrea Briz
En la primavera de 2011, Andrea cumplió 18 años. “El 15M coincidió con un momento de ruptura para mí. Hice la selectividad y tuve que elegir qué carrera estudiar. Que coincidiese con todo aquello acentuó más aún la sensación de grieta. Creer que podíamos cambiar la situación actual era mejor que tener carnet de conducir, que poder entrar a discotecas. Era algo que me proporcionaba una responsabilidad mayor y una ilusión infinita”. A la par que Sol se llenaba de jóvenes, Andrea decidió estudiar arquitectura y ahora ejerce como arquitecta. Nunca militó en ningún partido político.
VICE: ¿Qué hay, Andrea? ¿Cómo viviste el 15M con 18 recién cumplidos?
Andrea: Puede que bajo una mirada súper inocente. Realmente creía que íbamos a reinventar la democracia, a construir un sistema político donde los ciudadanos estuvieran más cerca de las decisiones que se tomaban. WhatsApp acababa de llegar a nuestros móviles, la evolución tecnológica me permitía imaginar que podríamos extrapolar cualquiera de nuestras asambleas y consensos a la vida rutinaria. No recuerdo que pensase que no podríamos conseguir nada, todo era factible. Todo podría ser reconstruido con mucha creatividad y sensatez.
El año 2011 me dio dos valores que siempre me acompañarán. El primero aprender a escuchar, es la única manera de entender que vivimos en sociedad. El segundo es que hay que cuestionarse constantemente qué está pasando y a dónde nos va a llevar. Son dos valores bastante elementales, pero solo se pueden adquirir en una plaza.
¿Hay algo que recuerdes especialmente de aquellos días?
Recuerdo que una de las primeras noches había una tensión enorme porque la policía quería desmontar el campamento de madrugada porque así no sería un desalojo televisado. Llovía a mares pero bajo los toldos azules la plaza estaba llena. Había miles de personas. Aguantamos hasta que amaneció.
No pasó nada, o nada más que eso. En el tren de vuelta a casa no me podía dormir, acababa de entender que aquella noche había sido una enorme metáfora de todo lo que estaba pasando. En mi país estaba cayendo la de Dios y nosotros habíamos decidido sentir la presión de todo aquello bajo un pequeño y efímero toldo de plástico. Algo de una resistencia milimétrica nos proporcionaba una seguridad total.
Íñigo Errejón
El 15 de marzo del año 2011, Íñigo acababa de aterrizar en España tras dos semanas dando clase en la universidad de Quito. “Tenía que aguantar sin dormir para pasar el jet lag, así que pregunté a los amigos y compañeros de Juventud Sin Futuro si había algo que hacer y me dijeron que me pasase por la manifestación que había convocada esa tarde. Eso hice”, cuenta.“Los días posteriores me debatía entre ir a admirar el fenómeno cultural y político que se desarrollaba en la Puerta del Sol y preparar la defensa de mi tesis doctoral, que hice el 18 de mayo de ese año”. Ahora es Diputado en el Congreso y miembro de Podemos, formación política que contribuyó a fundar.
VICE: Hola, Íñigo. ¿En qué hemos avanzado desde 2011 y qué nos queda aún por andar?
Íñigo: España hoy es más amplia, más diversa y es consciente de ello. El país real ya no puede ser invisible: los pensionistas, los precarios, el feminismo y las mujeres que dicen basta, quienes sufren pobreza energética, quienes han tenido que emigrar de su país por culpa de la política económica injusta del gobierno…
“El acuerdo social de convivencia está roto por arriba y lo debemos recomponer nosotros. Hay profundas transformaciones ecológicas, feministas, democráticas y sociales que están aún pendientes” – Errejón
Muchas de esas reivindicaciones y esperanzas se han anudado en proyectos de cambio político que hoy gobiernan las ciudades más grandes del país. Sin el 15M no se entendería que tengamos hoy a Manuela como alcaldesa de Madrid, por ejemplo. Pero nuestro país sigue atravesado por un desequilibrio brutal de riqueza, poder y oportunidades entre una minoría privilegiada y la gran mayoría de los españoles. El acuerdo social de convivencia está roto por arriba y lo debemos recomponer nosotros. Hay profundas transformaciones ecológicas, feministas, democráticas y sociales que están aún pendientes y que necesitan gobiernos comprometidos con hacer de este un país más justo.
¿Cómo viviste aquella primavera? ¿Cuáles eran tus esperanzas entonces, qué veías posible y qué no?
Viví aquello con euforia y mucha curiosidad intelectual. Preguntándome qué estaba sucediendo y cómo cambiaba eso lo que podíamos esperar de nuestro país. Fueron días de un enorme goce de estar en la calle, de ver la fraternidad entre gente que no se conocía, y a la vez de una frenética voluntad de entender. También había un hermoso sentimiento de reconciliación con una España que había sentido demasiado entumecida o paralizada y que ahora demostraba su potencial. El pueblo y el país se reconciliaban.
Como muchas y muchos otros, soñamos entonces con que aquella sacudida democrática fuese un antes y un después en el rumbo de nuestro país, un momento de implicación popular masiva en la política para reequilibrar un país oficial que daba (y da) la espalda al país real.
Viví con más dudas que certezas cómo aquella oleada de esperanza y movilización se podía convertir en un proyecto de país que incluyera a las mayorías perjudicadas durante los años de la crisis. Pero siempre sospeché que el 15M suponía un cambio drástico del sentido común de la época, de lo tolerable y de a lo que nos atrevíamos a aspirar. Uno de esos momentos de aceleración histórica en la que una semana puede transformar lo que durante una década parecía inamovible.
Sarah Bienzobas
En 2011, Sarah colaboraba con La Tuerka como productora y trabajaba de “puerta” en un bar de Lavapiés por las noches. “Tras el 15M, la rutina de mucha gente cambió para pasar el mayor tiempo posible en la Puerta del Sol”, comenta. “En mi caso, por la noche me iba a trabajar y luego volvía a Sol un rato. Por la tarde me pasaba por las asambleas y actividades que había o simplemente estaba allí, sintiendo que formaba parte de algo que los que veníamos de participar en colectivos de la ciudad, jamás pensábamos que fuera a pasar nunca”. Actualmente trabaja como Coordinadora de Campañas de Comunicación en el Ayuntamiento de Madrid.
VICE: Hola, Sarah. ¿Cómo fue vivir la primavera del 2011 en Madrid?
Sarah: Intenso y emocionante. De pronto, en una ciudad en la que parecía que no cabían muchas esperanzas, se le dio la vuelta y parecía que cabía todo. Además no era una cuestión local, sino que estaba sucediendo en todo el país y en muchas partes de Europa y del mundo. En ese momento fue cuando empecé a participar en Juventud Sin Futuro, y con el tiempo me he dado cuenta que ha sido mi mayor aprendizaje militante y político.
Era un colectivo formado por unos pocos universitarios muy jóvenes y muy brillantes en muchos sentidos. Con el tiempo y la distancia te das cuenta de que fue un colectivo pionero en hablarle a todo el mundo y no sólo a sus “seguidores” cosa que después se convirtió en una moda en el nuevo ciclo político que abrió Podemos. Esa fue una de las claves del 15M, comprender que había demandas transversales a la ciudadanía y que era esta quien tenía ocupar el papel protagonista, todo lo demás se volvió viejo esa primavera.
¿Estamos ante un año similar al que fue 2011 a nivel de protesta y movilización social? En pocos meses hemos visto protestas masivas: los pensionistas, el 8M, las concentraciones contra el machismo implícito en el tratamiento judicial del caso de La Manada…
Estamos ante un periodo que es consecuencia de lo que fue el 15M, sí. No creo que estemos ante un periodo igual, el contexto era otro, incluso el contexto europeo y el mundial eran otros, la economía era otra y las demandas de ahora, si no son otras, sí que están articuladas de otra manera. Pero sin duda, hay que quedarse con una consecuencia sin precedentes que hace que haya una articulación de demandas tan ilusionante como lo fue el 15M como es el movimiento feminista.
“Hay que quedarse con una consecuencia sin precedentes que hace que haya una articulación de demandas tan ilusionante como lo fue el 15M: el movimiento feminista” – Sarah
Esta ha sido una década de señalar privilegiados, levantar alfombras, de democratizar la política y de reconocer una diversidad en este país sin precedentes. Ahora viene una década que va a ser nuestra, la de las mujeres. Hemos dado un paso adelante, hemos compartido sucesos entre todas (#MeToo) y respondemos juntas; estamos aprendiendo y enseñando a la vez una cosa preciosa. Estamos construyendo un lugar donde sentirnos seguras, ser libres y tener las mismas opciones. Es una época más pedagógica y experimental, pero creo que es un paso colectivo muy firme y sin vuelta atrás. No somos el 99%, pero somos el 50% sin duda. Se acabó el tiempo de los señores.
Marina Avia
La tarde del 15 de mayo de 2011, Marina acudió con un grupo de amigas y amigos a la manifestación que habían convocado Democracia Real Ya y Juventud Sin Futuro. Al acabar cogió el metro para volverse a casa pero de camino, su mejor amigo la llamó y le dijo “date la vuelta y vuelve, está pasando algo grande”. Y eso hizo. Al día siguiente volvió a Sol con dos esterillas y tres sacos de dormir que encontró en su sótano. “Cada uno aportó lo que tenía a mano y al cabo de unos días, habíamos construido prácticamente una mini-ciudad”, recuerda. Tras tres años trabajando en política, Marina volvió al mundo de la gestión cultural y la historia del arte.
VICE: Hola, Marina. ¿Qué significó para ti la primavera de 2011?
Marina: Creo que fue una etapa que no voy a olvidar nunca. Antes nunca había militado en ninguna asociación, plataforma o colectivo concreto. Fueron unos meses (durante la acampada, pero también después) de actividad frenética. Yo recuerdo ir de la universidad a la plaza, de la plaza a ducharme a casa y luego volver a empezar. Y después, con un poco menos de frecuencia pero fue un periodo igualmente intenso, con las asambleas de barrio, las marchas y demás.
Me gustaría haber escrito un diario de esos días. Haber hecho más fotos. Haberme empapado aún más de todo lo que ocurría en la plaza y fuera de ella. Creo que todas las personas que estuvimos en las plazas sabíamos que estábamos haciendo historia, pero estábamos demasiado ocupadas y los acontecimientos se sucedían a un ritmo tan vertiginoso que era muy difícil documentar lo que estábamos viviendo.
Más que creer que un cambio era posible, lo sentías. Era imposible estar allí y no darte cuenta de que algo estaba cambiando, de que nos estábamos despertando después de varios años de una actividad muy reducida en las calles. Se estaba tejiendo una conciencia social sobre la importancia que teníamos nosotros y nosotras, como ciudadanas normales y corrientes, en el futuro de nuestro país. Ya no queríamos ser sujetos pasivos, ni asumir nuestra participación ciudadana se resumía a acudir cada X años a meter una papeleta en una urna. Yo veía posible que nuestro país cambiara, y creo firmemente que cambió.
¿Crees que finalmente cambió? ¿No nos dejamos nada por el camino?
Creo que la sociedad española ya no es la misma después del 15M. Somos una ciudadanía más crítica, menos conformista, con más capacidad de organización y de influencia en la agenda política. El pueblo español se despertó esa primavera y ahora sigue con los ojos bien abiertos.
Antes del 15M mi generación sufría una desafección política fortísima, el “no nos representan” era de los únicos elementos que nos identificaban pero tampoco había una alternativa real que dibujara un horizonte con más esperanzas. Ahora mismo, si bien pienso que muchos de los principios básicos del 15M no se mantienen en las opciones políticas que surgen a partir del movimiento de los indignados (principios de horizontalidad, unanimidad, participación directa, etc.), creo que han cambiado radicalmente las formas de hacer política. Queda mucho por andar, pero creo que seguimos en el camino.
Eva Muñoz
El 15 de marzo de 2011 Eva acudió a la manifestación convocada bajo el lema ‘Sin Casa, Sin Curro, Sin Pensión, Sin Miedo’.“Tras la manifestación, las cargas, la acampada esa noche y el desalojo, al día siguiente algunos compañeros nos dijeron que esa tarde se había convocado una Asamblea en Sol. Cuando llegamos, prácticamente no podíamos entrar a la plaza. Recuerdo nuestras caras de sorpresa. A algunos se nos escaparon las lágrimas”, cuenta. Eva trabaja actualmente en una ONG centrada en temas relacionados con los de derechos de la infancia desde un enfoque de género. También participa en varios colectivos feministas y en la Asamblea del 8M.
VICE: Eva, ¿qué esperabas que pasara tras aquella acampada, por qué participaste en ella?
Eva: Esto siempre es complicado de responder. Creo que al principio me conformaba casi con que cada vez más gente expresara su indignación ante la situación, con que la población asumiera que la crisis tenía responsables y que lo que miles y miles de personas del país estaban sufriendo como consecuencia tenía soluciones políticas y debíamos exigirlas.
Supongo que en algún momento de mucha intensidad, como varios de los que vivimos en Sol, pensé que estábamos viviendo un cambio histórico en el país, y que podría traducirse en cambios políticos e institucionales. Luego el PP volvió a ganar las elecciones y creo que ahí muchas y muchos entendimos que el proceso para cambiar las cosas en nuestro país iba a ser más largo.
“Luego el PP volvió a ganar las elecciones y creo que ahí muchas y muchos entendimos que el proceso para cambiar las cosas en nuestro país iba a ser más largo” – Eva
Yo formé parte de ese grupo de gente que pensó que el sedimento del 15M podía generar alternativas institucionales que produjeran algunos cambios en la vida de la gente. Recuerdo como un momento muy clave en esa reflexión, el rechazo del PP a la ILP de la PAH que había conseguido miles y miles de firmas. Ahí vimos que pese al gran nivel de movilización en la calle, y el cambio en la opinión pública, había un bloqueo institucional y que las organizaciones políticas tradicionales no servían para intentar abrir una brecha en el aparato institucional. Me vinculé a Podemos y a Ahora Madrid durante un tiempo, aunque hace ya tiempo que me he desligado de esos espacios.
Como militante en colectivos feministas, ¿crees que estamos ante un “15M feminista”, como llaman algunos a las movilizaciones que vienen produciéndose en los últimos meses?
No lo sé. Creo que quizá tienen similitudes en que en ambos casos lo que se pone sobre la mesa no es una demanda concreta si no la evidencia de que el orden político, económico o social no sirve para garantizar la igualdad y los derechos de una parte importante de la población. De la misma manera que el 15M supo identificar que la economía o las instituciones políticas no estaban puestas la servicio de los intereses de la mayoría de la gente, el feminismo está evidenciando que ni las instituciones, ni la economía ni desde luego la justicia, están libres de machismo ni son aún capaces de garantizar que las mujeres tengamos vidas dignas, libres e iguales en derechos que los hombres. Por eso en ambos casos, el horizonte de cambio que se dibuja, es mucho más grande.
Siete años después del 15M mi vida sigue siendo precaria, sigo pensando que somos una generación a la que se nos vendió, pero estoy enormemente ilusionada con las posibilidades que el feminismo está abriendo. ¡Quién nos iba a decir hace años que sería el feminismo, que seríamos las mujeres, la mejor esperanza para cambiar este país!
Miguel Ardanuy
El día 15 de de mayo de 2011, Miguel estuvo trabajando para preparar la manifestación convocada por Juventud Sin Futuro, organización de la que formaba parte. “Pasé el día trabajando y después disfrutando de ver toda la gente que había salido a la calle y el buen ambiente que se respiraba”, cuenta. “Los días posteriores los pasé yendo a las convocatorias que se anunciaban y a instalarme en la Plaza, en la que estuve casi permanentemente durante las siguientes tres semanas hasta que decidimos descentralizar la acampada a los barrios haciendo asambleas barriales”. Ahora es Diputado en la Asamblea de Madrid por Podemos.
VICE: ¿Qué le dirías a tu yo de 2011, Miguel?
Miguel: Me diría: “calma”. Me diría que los cambios profundos son cambios que necesitan su tiempo. Que hay momentos para avances concretos y hay otros para avances más grandes y profundos, y aunque muchas veces son más invisibles y menos valorados, son sin duda los más importantes.
Aún me acuerdo del día en el que estuvimos 12 horas seguidas en una asamblea en una plaza cercana a Sol discutiendo sobre si debíamos consensuar unas pocas propuestas de mínimos que pudiéramos publicar para que la sociedad española pudiera entender bien cuáles eran algunos de nuestros objetivos. Ahora me diría que no hacían falta esos mínimos, que en ser capaces de expandir el margen de lo posible y extender muchos discursos alternativos a lo largo de la sociedad nos jugábamos algo mucho más importante, que sacar esos mínimos era reducir lo que debía ser inconmensurable. Por suerte quienes defendíamos esa posición perdimos esa asamblea.
¿Qué esperabas del 15M?
Mi esperanza en aquel momento era el poder dar un golpe encima de la mesa que consiguiera activar a la sociedad española. Hay que recordar que desde el inicio de la crisis habíamos vivido una serie de recorte de derechos muy importante, y un intento de instalar el relato, por parte de las élites políticas y económicas, de que la culpa de todo ello era de las propias víctimas de esa recesión económica por “haber vivido por encima de sus posibilidades”. Desde que comenzara todo aquello en el año 2008 no se había originado aún un movimiento de contestación fuerte, y cuando los actores sociales y sindicales tradicionales lo habían intentado no habían conseguido muchos resultados. Por ello se puso mucho esfuerzo en intentar hacer una convocatoria novedosa, que partía de nuevos actores como Democracia Real Ya! o el mismo colectivo Juventud Sin Futuro, y considero que justamente por ello fue capaz de interpelar y congregar a tanta gente aquel 15 de mayo.
Mi esperanza era justamente originar ese movimiento de contestación ante las duras medidas de recortes de derechos que se estaban originando, frente a la miseria a la que estaban condenando a buena parte de la sociedad y ante los discursos que encima echaban la culpa a las víctimas de todo aquello. Una contestación social, pero también un discurso y una generación de ideas que pudiera ensanchar los márgenes de lo posible en un momento en el que desde las élites económicas y políticas se insistía una y otra vez en que no había alternativa a esa situación, que no había otro camino que el de la austeridad. Lo que sí, en su momento pensaba que era prioritario marcarnos unas metas y unos objetivos, y hacer presión por alcanzarlos. Años después pienso que fue un error.