En el interior de un club LGTB en Kuala Lumpur

De la columna ‘PhotoEspaña 2015’

Leafhopper Project son Blanca Galindo y David Simon Martret. David empezó Filosofía y estudió fotografía en el IEFC y Blanca estudió Comunicación Audiovisual en Barcelona y California, y más tarde se especializó fotografía. “Nos conocimos en el Festival Emergent de Lleida en 2011 cuando los dos presentábamos nuestros trabajos, y a raíz de allí empezamos a intercambiar opiniones e ideas y nuestro trabajo”.

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A mediados de 2012 Blanca ayudó a David en la realización de su proyecto Krokodil y después de ese viaje a San Petersburgo, de manera natural y espontánea, surgió un primer proyecto conjunto con impresiones sobre la ciudad. “Desde 2013 empezamos a viajar al sudeste asiático y a trabajar a medias entre aquí y allá abordando diferentes temas humanísticos desde una perspectiva documental y siempre con un punto de vista muy cercano respecto a los individuos que fotografiamos. A lo largo de estos tres años nuestro trabajo ha sido seleccionado en distintos festivales internacionales y publicado en varios medios”.

Ellos son los autores de Blue Boy KL, un trabajo ambientado en el club de Kuala Lumpur al que hace referencia el título. “Empezamos en 2013, y se ha ido desarrollando a lo largo de nuestras tres estancias en Malasia que en total suman casi 11 meses y cuya última etapa acabamos de concluir hace una semana. Al llegar a Malasia la primera vez y vivir especialmente en Kuantan que es mucho más tradicional y la población más malaya musulmana, nos empezamos a preguntar cómo sería la escena gay en KL (la capital), ya que en Kuantan era inexistente. Por casualidad conocimos este club, y nos atrajo desde el primer momento porque allí todo el mundo tiene cabida y la realidad interior del club se representa tan surrealista casi como la realidad política exterior pero muchísimo más simpática. Nos enamoramos del local, de los personajes y de la escena”.

Además de las fotografías, Blanca y David han generado ciertos “lazos emocionales” con los asiduos al club. Son tres años visitando el Blue Boy y la clientela se repite. Incluso pertenecen a un grupo privado de Facebook que ellos tienen: “Nos han aceptado a la perfección. Nos seguimos mutuamente con muchos en Instagram y en Facebook y existe admiración mutua, y eso mola”. ¿Qué les llevo a la puerta de este club? “Mostrar que existe este tipo de lugares en Malasia por mucho que haya leyes absurdas contra la sodomía o la transgeneridad. Sobre todo nos interesa que en este club se va más allá del género y no es para nada excluyente, allí se reúnen tanto gais como trans, drags, adolescentes que quieren ser bailarines y piensan que son gais, algún occidental perdido…”.

En el fondo, lo que se genera de puertas adentro del Blue Boy es una especie de familia, los nexos van más allá de los contactos. Es un club donde los lazos se establecen por encima de los géneros y del sexo. “La libertad de expresión más allá de la moralidad y las leyes religiosas. Mucha gente de Malasia ha flipado cuando han visto el trabajo porque no sabían que hubiera un lugar así en su país, y sin embargo este lugar lleva operando desde los 80 a base de sobornos a la Policía”.