A horas intempestivas de la noche, mi habitación podría perfectamente ser la sede central de algún incipiente think tank interdisciplinar. Desde que se pone el sol hasta que sale, me puedes encontrar dibujando un retrato de Sade, reorganizando los muebles, elaborando un plan de negocio para un food truck convertible en minibús o soñando despierta sobre qué locales del barrio podrían modificarse si las próximas Olimpiadas se celebraran en Brooklyn. Mientras tanto, las responsabilidades de la vida real, mucho más acuciantes, esperan a ser resueltas antes del amanecer. Y por lo general también las despacho.
Ya sea por haber procrastinado o por tener una agenda demasiado apretada durante el día, es por la noche cuando más ganas tengo de afrontar las tareas y cuando me asaltan epifanías creativas aleatorias y totalmente innecesarias.
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Claro está, lo de tener picos de productividad después de la media noche no encaja demasiado bien con el ciclo de sueño de la mayoría de la sociedad moderna, que gira en torno a una jornada laboral de 9 a 18. Por lo general, a la gente madrugadora se la suele considerar muy responsable y exitosa.
Muchos de nosotros, criaturas de la noche, conocemos a un madrugador impertinente que citará a algún filósofo griego para alabar las virtudes de levantarse temprano mientras lo miramos con los ojos entrecerrados, todavía intentando adaptar las pupilas a la luz del día. Estoy segura de que si Aristóteles o Benjamin Franklin hubieran tenido electricidad, habrían colado unas cuantas horas de productividad en horario nocturno.
Varias investigaciones confirman que hay diferencias fisiológicas entre quienes se levantan cuando canta el gallo y los noctámbulos. Estos últimos podrían tener un retraso en el ritmo circadiano, que es el reloj interno que envía señales para regular el ciclo de actividades como despertar, comer, dormir, etc. Algunas de esas señales se dan en forma de fluctuaciones en la melatonina, la temperatura corporal o los ciclos del sueño.
Hay personas nocturnas que deben resignarse a que las tachen de perezosas y descuidadas cuando no pueden hacer nada para remediarlo porque están a merced de su proceso biológico
“La melatonina es esencialmente una hormona nocturna que se suprime cuando la persona está expuesta a la luz del día”, explica Daniel Kripke, profesor emérito de Psiquiatría en la UC San Diego. “La melatonina influye en la somnolencia; la temperatura corporal desciende poco antes de que aparezca el sueño y empieza a subir unas dos horas antes del momento de despertar”.
Para establecer una analogía, podríamos decir que estos mecanismos “actúan como mensajeros para otras partes del cerebro, contribuyendo a que todos los instrumentos de la orquesta estén afinados”, explica Brant Hasler, profesor adjunto de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh. “El aumento de la melatonina y el descenso de la temperatura corporal están estrechamente vinculados al incremento de la propensión a dormir cuando llega el final del día”.
Hay personas nocturnas que deben resignarse a que las tachen de perezosas y descuidadas cuando no pueden hacer nada para remediarlo porque están a merced de su proceso biológico, una versión con retraso del de los madrugadores. Se cree que este retraso en el sueño es, en parte, hereditario. De hecho, un estudio reciente incluso revela que puede deberse a una mutación genética, si bien la investigación en ese terreno no se ha concluido.
Por otro lado, hay un motivo biológico por el cual, en general, la gente tiende a madrugar más cuanto mayor se hace.
Pero bueno, volvamos a esos ataques de creatividad máxima que nos entran a algunos en medio de la noche. ¿A qué se debe? Muchas veces, durante el día, me siento mentalmente torpe, pero ese estado cambia bien entrada la noche, cuando mi imaginación se vuelve febril y me mantiene despierta. Hasler me explica que el córtex prefrontal, que es la parte del cerebro asociada a la concentración, empieza a flaquear cuando el sueño se apodera de nosotros al final del día.
Para algunos, esto abre una ventana a una forma de pensar más flexible y, por consiguiente, más creativa. “Al haber menos control desde arriba hacia abajo y menor ‘inhibición cognitiva’, se propicia el pensamiento divergente, que a su vez permite establecer nuevas asociaciones entre conceptos distintos más fácilmente”. Hasler afirma que este efecto, combinado con lo que los estudios sugieren que es un pico de positivismo en el estado de ánimo durante la segunda mitad del día, puede contribuir a la aparición de ideas creativas.
La fase REM del sueño está asociada a un estado cerebral alterado vinculado a la creatividad
Otro estimulante en potencia de la innovación nocturna es el sueño REM, la última etapa de la fase del sueño en la que se producen los movimientos de los ojos de lado a lado. Esta parte del ciclo del sueño se asocia con un estado cerebral alterado vinculado a la creatividad, según me cuentan los expertos a los que consulté. Hay numerosos ejemplos de científicos, artistas y escritores cuyos descubrimientos se produjeron en un sueño, que también sirve como catalizador para las ideas creativas.
Hasler también me explicó qué consecuencias tiene para las criaturas nocturnas vivir al revés que los demás para luego reengancharse al horario “normal” durante el fin de semana. “Esto provoca lo que se llama ‘desajuste circadiano’, o también ‘jet lag social’”, señala.
Un ejemplo de persona increíblemente activa durante la noche es el expresidente de EUA, Barak Obama. Durante su mandato, dedicaba las últimas horas del día a sus asuntos personales y a estar solo, bien para trabajar o para ver ESPN. Esto puede aplicarse también a los que no tenemos ese ritmo de vida tan estresante y lleno de responsabilidades. Ya sea porque vives en un hogar lleno de gente o en una ciudad muy ruidosa, el mero hecho de tener gente alrededor puede suponer una distracción, y a veces un rato a solas no es tal si no está todo el vecindario en la cama, durmiendo.
Lo mismo le ocurre a Mictian Carax, de Brookly College: “Prefiero escribir por la noche porque me gusta la soledad. Nunca tengo la sensación de verdadera soledad viviendo en Nueva York a no ser que absolutamente todo lo que me rodea está en calma”. Al margen de lo poco conveniente que resulte, para algunas personas el grado óptimo de claridad mental está directamente relacionado con la calma de la noche.
Luchar contra eso puede significar luchar contra una parte esencial de los mecanismos de tu cerebro, por lo que tal vez sea mejor seguir haciendo lo que haces. Siempre habrá madrugadores orgullosos, pero tú y yo seguramente no estaremos despiertos para tener que aguantarlos.