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Es una femme fatal. Chaparrita, piel canela, sensual, norteña y venenosa. Como mamba: la mamba negra del rap mexicano. Bang, bang, bang, bang, my baby shot me down. Patricia Polet González espera sentada como niña regañada en un salón de clases. Ataviada de negro, sonríe como cómplice de alguna travesura. Es el sótano de un bar al sur de la Ciudad de México. Se acercan las 23:00 horas y en un rato subirá las escaleras del fondo hacía el escenario. Y ya no será Patricia sino Hispana, quien repartirá veneno adictivo, como crack. Puro fuego, money, karma, maña, kilos, miel y fruta fresca, flow. Bang.
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La venganza de Beatrix Kiddo
Antes de que Hispana me cuente que creció entre los maizales de la casa de sus abuelos en el Ejido 8 de Enero —a 14 kilómetros de Monclova, donde nació en 1988— leo en mis apuntes un fragmento de “Puro Fuego”, como si ella me estirara una tarjeta de presentación: “Una gorda de letras, una obesa completa./ ¿De dónde carajo me sale esta mierda? / Mi lengua tambalea, el beat me menea, / en este cuerpecito, menos de 1.60 […] / Tengo virtudes que a la vista no se notan, / pero éstas brotan cuando abro la boca. / Vengo del desierto sudando rap en gotas”.
Hay dos Hispanas: Mamba Negra y Patricia Polet. Porque Hispana es el tipo de rapera que entra en combustión cuando toma un micrófono y el DJ pone a girar los platos. Arriba de la tarima es furia, jode con sus “besos de serpiente”. Debajo es una chica relajada y camarada como tu amiga de la universidad que te pasaba las tareas. Patricia sabe que una mamba vive dentro de ella desde que, a los 6 años, se puso a escribir, infectada por el virus del lenguaje. Quizá, como decía Burroughs, éste llegó de otro planeta. Patricia lo pescó en un paseo lejano al desierto.
En “Infancia no regresas”, rapea: “Hoy solo queda el recuerdo de aquella niña, del dolor dónde me alimento. / Yo soy tú, soy un espejo, un lobo al acecho. / Escribir mi consuelo. / Dibujo palabras en cabezas planas: / 27 años partiendo esperanzas”. Frente a la grabadora dice que lo que le llamó al rap fue una necesidad tremenda de expresarse. “Eso fue fundamental, que saliera todo. Es algo que está ahí y solo espera un chispazo para salir, como lumbre”.
A mitad de este año entrevisté a Hispana por teléfono. Uno de esos phoners que los músicos se ven forzados a hacer previos a algún concierto o festival importante y que tienen la misma trascendencia que una entrevista “banquetera” a algún diputado de la asamblea legislativa. No funcionó. La llamada se grabó mal, pero de todo aquello recuerdo que me dijo que en ese momento estaba con su perra, una pitbull de dos años de edad que se llama Luna. También que hacía la llamada desde Puerto Vallarta, donde vive desde los 11 años.
Fue en Puerto donde Hispana comenzó a hacer rap. “Empecé entre el 2000 y el 2004, cuando me subí por primera vez a una tarima. Recuerdo que en ese entonces la escena allí la hacíamos poquitos, unas 10 personas. Yo comencé a escribir mis primeras canciones en la secundaria, donde conocí a un amigo que tenía un amigo que tenía un amigo que tenía un ‘estudio’ en su casa. No imaginaba qué era grabar una canción, ni que yo lo iba a hacer. Fui a su casa y este estudio era una computadora y un micrófono de popotito. Eso fue el inicio”.
“Nací en Monclova, pero hasta los 8 años estuve yendo y viniendo a Puerto Vallarta, porque mi mamá vivía allí, mientras que mi papá estaba en Coahuila. En Monclova lo que hay es acero. Es un pueblito fantasma con una de las industrias más fuertes del acero, Altos Hornos, y no hay más. Yo crecí cerca, con mis primos, en el [Ejido] 8 de Enero. Entre los maizales y las vacas, con mis abuelos. Aunque no lo creas hay parcelas y todo. Luego vino la playa. Me quedo en Puerto porque tengo a mi familia cerca y es más cómodo moverse. Las ciudades grandes me aturden. Ese tráfico de allá afuera… ¡No, no, no!”, dice contrariada por la noche chilanga.
En 2012 Hispana publicó su debut formal, Mamba Negra. Siete tracks de boom bap con buena producción y que muerden con estilo directo. Como Beatrix Kiddo despertando del coma clamando venganza contra Bill y todo lo que se ponga en frente. El estilo de la Mamba ya se advertía por su crudeza y su feminidad de amor tipo Sabines siendo cholo en una realidad paralela. “Represento a la mujer, a la real, a la cabrona, a la latina, vine a comerme a México entero”. Hispana en la rima, Patricia en la vida. Nena que fuma yerba y sabe manejar sus problemas. Bang.
Mudando de piel (2015) y el EP 88 (2016) son las placas con las que Hispana ha acrecentado su base de seguidores y le han permitido rolar por la geografía mexicana. Esta reciente etapa se ha consolidado con el soporte de JB Entertainment, una de las casas productoras de hip hop independiente relevantes del país, sello de MCs como Gera MXM y Bipo Montana. La producción de DJ Phat, mago-hombre-música detrás de su sonido, también ha sido clave para que los himnos jazzy como “Amapola” o la melancólica “Puro fuego” la hayan elevado a la luna.
Anger Is An Energy
Leo en la pequeña biografía del Twitter de Hispana: “La verdad que escribir constituye el placer más profundo, que te lean es solo un placer superficial”. La frase es de Virginia Woolf. Hispana dice que, de la escritora, crítica y referente internacional del feminismo, le fascina esa figura de independencia. “No en el aspecto material, sino en el del desapego, ese que te planta en tu lugar frente al mundo a la hora crear. Y, como decía antes, para mí escribir es como respirar, sea una canción o no; un desahogo, que algo quede plasmado más allá de mí”.
La Mamba trabaja duro, pero se rehúsa a creérsela. “Aún no he llegado, no he logrado todo lo que quiero, pero estoy dando cada paso a la vez, como esta noche. Bueno, de alguna manera sí me la estoy creyendo, jajaja. Es el momento en que he entendido que esto es y debe ser profesional”. Hacer rap en esa posición, agrega, es difícil porque el artista independiente siempre se cuestiona sobre esta idea de no ser un “vendido” a la vez de abrir su propuesta a un público más amplio. “Me metí a este juego y eso es lo que estoy haciendo, jugando”.
Le pregunto por su idea de ser mujer en una escena en la que han ponderado los machines. Me interrumpe: “Te ponen las mismas trabas, eh, al menos en el hip hop. Para mí ha sido lo mismo, no puedo decir que por ser mujer me ha costado más trabajo, mentiría; porque ha sido igual que a los demás. Quizás he tenido un poco de suerte, no lo sé, pero si es así se debe a que mi música ha gustado y la gente se identifica con ella. Y esto no ha sido gratis, siempre he estado de pie, haciendo las cosas. Es un buen momento para ser rapera”.
DJ Phat me dirá después que para él el rap de Hispana es serio, muy propio. “No se va con las modas, tiene su esencia y defiende su estilo. Como productor, eso se me hace muy profesional, que siga su línea como ella solamente lo puede hacer. Esto es algo que la diferencia de otras raperas: porque todo esto es ella, no se podría entender si no fuera por la Mamba”. Sobre su estilo, Hispana ha dicho que pretende hacer música atemporal, que se pueda escuchar en 30 años.
Hablamos de la figura del llamado ego trippin en el rap. Dice que trata de que éste no la sobrepase, aunque es un fenómeno inherente al rap. “Creo que todas las primeras canciones de todos los raperos del universo son y van a ser totalmente egocéntricas. Trato de no utilizar o sobre explotar este discurso, pero sí lo hago, y en parte no está mal. Porque mi música es autorreferencial y la mayoría de las veces no hay barreras entre el personaje y la persona”. Quizá, agrega, esto obedezca a que el artista tiene que crearse un personaje. “Claro que, a nivel personal, considero que soy una persona tranquila. Al final, todos somos iguales, humanos. Uno crece y aprende cosas. Mis primeras canciones eran pura ira. Pero ese sentimiento se fue calmando, el rap me ayudo. Ahora canalizo toda la energía en la música”.
Los González
Patricia quería ser maestra de kínder. Trabajó como asistente de un grupo de profesoras durante cinco años, pero el rap se la llevo a dar clases a otro lado. “Ahora, como dices, soy maestra, pero de ceremonias”. Tres metros sobre nuestras cabezas el lugar ya retumba con Mariel Mariel. (Es la primera fecha del Ciclo 8 de la gira Circuito Indio en la Bipo San Ángel). Hispana y Mariel Mariel rolarán por 11 ciudades a partir de esta noche. Pero si la chilena prende el carbón, cuando sube Hispana se enciende el infierno. Abajo, la mayoría son morras, también veo cholos rapados, morros-ojos-rojos que parecen venir a una noche de San Judas Tadeo y clasemedieros a los que Hispana ha picado con su lengua.
El próximo disco de Hispana se llamará Los González, por su apellido y porque estará dedicado a sus dos hermanos menores. Esta noche es la primera vez que suenan algunas piezas del álbum. “Estamos trabajando con beats e instrumentales de otros productores. Los González explorará ritmos que no hemos usado. Ahora tenemos poco más de la mitad y estoy contenta”.
Hispana es una de las raperas con más energía y proyección de la escena actual. Recuerdo cuando en el circuito subterráneo del hip hop de la ciudad solo había una o dos que sostuvieran una propuesta firme. Mucho antes de que el tema fuera protagonista en una revista como Gatopardo, por ejemplo. Mientras muevo mi cuerpo cerveza en mano y Cecilia, la fotógrafa, me hace guiños para hacerme saber que le gusta lo que escucha, pienso que Hispana es el revés de cierta corrección política y que su leitmotiv no está sujeto a un feminismo explícito y hueco.
DJ Phat suelta el beat de “Los González” y de la nueva canción apunto en mi libreta una línea que me vuela la tapa de los sesos: “No me comparo con un astro, soy el universo entero, para ser exactos”. Bang. “Quisiera hacer un dancehall”, me suelta para terminar, ahora sí, la entrevista. “No se lo había dicho a nadie”. Le pregunto, por último, cuál cree que sea el fin de todo esto. “Creo que transmitir sentimientos, crear, inspirar a otros a crear y hacer más amena la vida. No, la vida loca”, me dice.
Cuando baja de nuevo al sótano que funge como backstage, la Mamba ya es Patricia. La bestia quedó allá arriba, en la electricidad de la música. En las escaleras hay una larga fila de personas para sacarse una foto con ella. Patricia se amarra el cabello, está roja, cubierta de sudor. “Quiero una cerveza”, dice. Le alcanzo una, la destapo, se la doy y me pierdo hacía la salida. Bang, bang, bang, my baby shot me down.