Cuando nos sentamos ante un telediario sabemos bien que hay que tomar ciertas precauciones. Desde hace tiempo, al llegar el informativo, me transformo en Michael Jackson: doy unos pasitos hacia atrás y me pongo una mascarilla para evitar virus. Toda precaución es poca cuando se trata de enfrentarse a un espacio que dice pretender -ni más ni menos- informarte todos los días a la misma hora.
La desconfianza ante el telediario, por suerte, está bastante generalizada, lo cual es síntoma de sociedad adulta. Sabemos que los ingredientes informativos que consumimos vienen precocinados ideológicamente y lo asumimos con la normalidad del que se enfrenta a un juego.
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Hasta hace unos años, las trampas del telediario en este juego eran fáciles de detectar. Uno ponía la cadena equis sabiendo de antemano si en ella eran más del partido fulanista o del menganista. Y si alguno no lo sabía, la cadena se lo ponía fácil: los políticos buenos salen más veces y más guapos que los malos. Era bastante sencillo. Con un par de precauciones bastaba para no acabar infoxicado. Últimamente, sin embargo, la cosa se ha complicado: los telediarios ya no venden partidos políticos, sino estados de ánimo entre la población. Algo parecido a la tendencia que impera en publicidad, el product placement. Uno ya no centra el anuncio en la marca en sí -grupo político en el caso de los informativos-, sino en el espíritu de ésta. Y ahí, nuestras precauciones, nuestras mascarillas y nuestros pasitos hacia atrás empiezan a perder la efectividad protectora que siempre tuvieron.
El estado de ánimo más vendido, el mejor colocado en las estanterías de los hipermercados de la información a día de hoy, es el miedo y la inseguridad ante lo desconocido. Se vende solo, nos diría orgulloso el de la tienda.
Hoy es habitual el telediario que nos muestra la grabación hecha en plena calle de algún suceso desagradable o violento, siendo convertido en información. Sin ir más allá de los segundos grabados, sin profundizar, ni matizar, ni explicar. Un ejemplo se repite en los últimos tiempos: los informativos nos muestran como una realidad la supuesta violencia de los manteros que venden productos falsificados en la calle. “Vemos cómo estos manteros atacan a un turista en Barcelona”, comentan los presentadores de un informativo las imágenes de una grabación de móvil en la que no se aporta el mínimo contexto necesario para que aquello pueda llamarse información. “Esta gente es muy violenta”, concluye lógicamente cualquier espectador que ande con la guardia un poco baja. “Una mujer, herida grave tras ser arrollada por una estampida de manteros en Madrid”. Los manteros, arrollando en estampidas, como arrollan las manadas de animales. Qué miedo. Será una costumbre salvaje en el sitio de donde vienen.
Los telediarios ya no venden partidos políticos, sino estados de ánimo entre la población
Cuando uno profundiza más allá de las grabaciones con teléfono móvil a las que el telediario les da estatus y difusión de noticia de ámbito nacional, se encuentra con que a la historia le falta una parte fundamental: el contexto. En el caso de Barcelona, aquellos manteros senegales no daban palizas -complicándose aún más la vida en su ya complicado día a día de trabajo- por su condición violenta; aquello que veíamos era solo un fragmento de una pelea que comenzó antes: los manteros habrían sido atacados previamente con botellas por unos turistas bebidos. Al ver la pelea, el norteamericano agredido en la imagen (único fragmento grabado y que vemos repetido una y otra vez) se habría acercado a los manteros con gritos racistas. Al vídeo, además de contexto, también le falta análisis: ¿Cuántas peleas se producen al día en España? ¿Quién protagoniza estas peleas? ¿Los manteros suelen ejercer violencia o más bien son ellos los que la reciben diariamente por su condición de inmigrantes? Datos necesarios si queremos llegar a la conclusión de si esto que vemos en la imagen es algo extraordinario que merece el estatus de noticia nacional o es sólo una anécdota amplificada y disfrazada de información que pretende vendernos miedo hacia un colectivo.
En el caso de Madrid, los manteros que “arrollaron durante una estampida” a una mujer, estaban huyendo de la policía. No fue por deporte ni por costumbre salvaje. Tampoco fue técnicamente “arrollada por un grupo de manteros”. Lo cierto es que la mujer fue arrollada por una sola persona, un mantero, que corría por la calle y tuvo la mala suerte de chocar con ella en la huida, haciéndola caer. En el suelo, la mujer recibió los pisotones de personas que, como quien chocó con ella, también escapaban de la policía. Nada que no suceda cuarenta veces en cada edición de los encierros de San Fermín de Pamplona sin que le demos estatus de noticia ni le demos cobertura prioritaria al parte médico de los heridos por politraumatismos.
¿Cuántas peleas se producen al día en España? ¿Quién protagoniza estas peleas?
Como en cualquier anuncio publicitario que pretende vendernos algo, es fundamental el testimonio de un cliente satisfecho: “a mí me funcionó ”, “me cambió la vida”, “es el que más blanca deja mi ropa”. El que recomienda el producto debe ser alguien del mismo perfil que el potencial comprador: una persona normal que podría ser tu vecino de abajo. Como en toda venta de producto, el cliente satisfecho con el miedo tampoco falta a la cita con el telediario. Tras cada una de las informaciones anteriores relacionadas con los manteros, toca la aparición de gente normal que, ante el micrófono de las redpectivas cadenas, opina que los manteros perjudican al pequeño comercio. Gente normal que se siente insegura. Gente normal que, preguntada, dice tener miedo de que una estampida de manteros pueda llevarlos a la UCI. Gente normal, blanca, de aquí, a la que la lógicamente la violencia -en oposición a los supuestos gustos de los manteros-, no les gusta. Gente de bien, gente como tú, gente que tiene miedo. La posibilidad de que un informativo llamase a una persona experta en estadísticas o a un sociólogo o a un experto en migraciones que explique si es representativo ese vídeo que vemos convertido en noticia, es algo que se descarta. No lo verás. No habría noticia.
Como pasa en publicidad, si el producto informativo que te venden (miedo al diferente) es gratis a diario, es que el producto eres tú.
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