La habitación está limpia y salpicada de colores primarios brillantes. Estoy sola, sentada en una de las siete sucursales de Swig que hay en Utah, cuna de estas bebidas sucias. Swig es una de varias empresas fundadas bajo el concepto de mejorar los refrescos normales con jarabes dulces Torani. El local está vacío, pero las seis chicas detrás del mostrador están batiendo un refresco tras otro como una fábrica de autos en cadena.
Mi orden por fin está lista e intento no hacer muecas cuando bebo el primer sorbo del espumoso y dulce elixir. Es rosa Barbie. Comienzo con el Missionary, homónimo de los mormones de Salt Lake City. Es la primera vez que pruebo estas bebidas icónicas de Utah. Un litro de Sprite, crema de coco y una saludable dosis de jarabe de sandía, fresa y coco de Torani. Es tan sacaroso como suena. Trato de distinguir los sabores individuales en la bebida, pero solo puedo imaginar un algodón de azúcar líquido, carbonatado y mezclado con un poco de concentrado de coco.
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Lo que distingue a un refresco normal de una soda dirty es muy simple: según la gerente de Swing, Rachel Read, solo “añades saborizante de coco”.
Está bien, suena muy básico, pero las variantes de estas bebidas han invadido varios establecimientos de todo el estado. Todos con un ambiente alegre y cromático, llenos de mujeres jóvenes con coletas que mezclan rápidamente jarabes para la fila de clientes interminable.
En un sitio donde casi todas las sustancias adictivas están prohibidas por los mormones (mayoría religiosa en Utah), podemos asegurar que el azúcar reina. Las dirty sodas se han ganado un séquito de seguidores, la mayoría fieles a una sucursal en concreto —los principales jugadores son Swig y Sodalicious—. La pasión entre rivalidades es comparable a los equipos de futbol locales.
La mayoría de los clientes con los que puedo conversar dicen que vienen una o dos veces al día para conseguir su dosis. Read reconoce que parece actuar un elemento adictivo, que para muchos clientes “rompe la rutina o les hace el día”.
Además del obvio rush que provoca el azúcar de las dirty sodas, estos establecimientos parecen haber asumido un papel de cafeterías matutinas y centros con ‘hora feliz’ durante la tarde, son lugares de reunión para la población en busca de alguna indulgencia.
Mientras bebo tranquila mi Missionary, le pregunto cuántas calorías tiene una bebida como ésta. Sacude la cabeza, “Ni siquiera quiero saber”.
Platico con Mike Yates, quien visita este sitio casi todos los días para comprar la orden especial de su madre (no incluida en el menú): Sprite de dieta, puré de frambuesa, cuatro limones eureka recién exprimidos y cuatro limones verdes. Sin el coco, técnicamente no es una dirty soda, pero es lo suficientemente convincente.
Inspirada, a continuación escojo una Candy Girl: Mountain Dew, cuatro golpes de jarabe de coco, fresas y limones. Quizá sea mi paladar poco refinado para estos menesteres, o mi intolerancia a la fructosa, pero después de probar cada soda, el líquido se convierte en una mezcolanza de sabores sin sentido, típica de la infancia. Aunque existe una amplia diversidad de recetas, me parece que estoy comiendo paquetes de dulce y Sprite sin control.
A pesar de mis sentimientos adversos hacia estos líquidos del vicio, debo admitir que se trata de un producto religioso muy ingenioso y un modelo empresarial para los habitantes de Utah, donde el 60 por ciento de la población es mormona.
Cuando Brigham Young y otros mormones aventureros se establecieron en el estado en 1847, trajeron consigo el estricto código ético contra el tabaco y bebidas calientes conocido como “La Palabra de la Sabiduría”. Por más de un siglo, se han generado enormes debates sobre el significado de “bebidas calientes”, muchos lo interpretan como una restricción de las bebidas cafeinadas.
Sin embargo, en 2012 la Iglesia de los Santos de los Últimos Días aclaró en una declaración explícita que la doctrina de la iglesia no prohibía la cafeína, sino solo las bebidas calientes. Los productos de Coca Cola fueron entonces bienvenidos por la comunidad. Quizá solo sea una coincidencia, pero desde que aparecieron las dirty sodas hace cinco años, las franquicias han crecido como espuma. Estos brebajes se han convertido en más que una novedad; se han mezclado con la cultura local. Las tiendas de dirty sodas son los sitios a donde se va después de un partido escolar, donde invitas a salir a la persona que te gusta en la primera cita, donde te detienes por las mañanas y donde vas después del trabajo para consentirte después de un largo día.
La ciencia dice que cuando consumimos azúcar, nuestro cerebro libera una cantidad enorme de dopamina y los efectos son muy adictivos. Así que, si bien no soy la fanática más devota de estas bebidas azucaradas, puedo entender perfectamente la necesidad de satisfacer un vicio diario.
