Viajes

El turbio mundo del turismo de cirugías plásticas

Artículo publicado originalmente por VICE Indonesia.

¿Alguna vez has considerado ir de vacaciones y hacerte una pequeña cirugía plástica mientras tanto? Definitivamente no estás solo. Desde descansos con aumento de senos en Europa Oriental hasta escapes lujosos que ofrecen tratamiento de cinco estrellas en algunos de los destinos más solicitados del mundo, el turismo médico es cada vez más popular. Y si tienes dinero para gastar y un apetito por el dolor autoinfligido, hay peores formas en las que puedes mejorar tu estética.

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Tomemos como ejemplo uno de los spas médicos reconocidos mundialmente de Bali. Un día típico implica levantarse, montar en elefante, senderismo por un bosque y darse inyecciones con botox; todo antes del almuerzo.

Pero tal vez prefieras ir a Corea del Sur por cirugía facial. El país del Este de Asia ahora cuenta con la tasa más alta de cirugía plástica por persona en el mundo, gracias a la inmensamente popular estética “aeygo”; que es, una cara tierna y linda como de bebé con ojos anchos, y rasgos tipo filtro de SnapChat. La cirugía ahí es barata y eficiente y la gente viajando desde el extranjero es un contribuyente significativo en el PIB del país.

Corea del Sur tiene la tasa más alta de cirugía plástica por persona en el mundo. Ilustración: Blake Kirpes

Mientras tanto, en Tailandia, compañías como Gorgeous Getaways ofrecen el paquete completo. Por diez mil dólares puedes quedarte por todo el tiempo que quieras, disfrutar de hospitalidad de primera clase, y obtener una apariencia completamente nueva mientras te estás asoleando en privacidad total.

De Asia viajamos a África, donde Ciudad del Cabo se está poniendo cada vez más en el mapa como destino de turismo médico. Ahora puedes agendarte para un “safari bisturí”. Itinerario de viaje: semana uno, levantamiento de rostro. Semana dos, ver a los cinco grandes de Sudáfirca. O tal vez quieras hacerlo al contrario, para así no espantar a la fauna.

Por supuesto, si lo que buscas es un trasero más grande, tienes que ir a Brasil. En 2012 el gobierno convirtió en deducible de impuestos a la cirugía plástica y cirujanos experimentados son tanto asequibles como costeables. Si hay algo más arriba sobre lo que quieras trabajar —tu nariz, tal vez— Irán es tu mejor opción, donde la rinoplastia es la especialidad.

Brasil es famoso por su cirugía de glúteos. Ilustración: Blake Kirpes

Una avalancha de titulares trágicos internacionales han sacado a esta próspera industria a la luz; muertes en Turquía y Río de Janeiro se han vuelto noticia en las últimas semanas. Ambas relacionadas con aumento de glúteos.

Alrededor del mundo, mujeres —y casi exclusivamente mujeres— están poniendo sus vidas en riesgo en manos de doctores para “mejorar” sus cuerpos. O en muchos casos, para acercarse a una creciente idea homogeneizada de cómo debería lucir una mujer. No culpemos a Kim Kardashian todos al tiempo ¿O deberíamos hacerlo? Como recientemente señaló Jameela Jamil; se están comenzando a parecer bastante a agentes dobles del patriarcado.

Esta no es ninguna exageración; como revela una mirada rápida a las cifras. De acuerdo a una investigación de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética, tan solo en 2016 las mujeres representaron el 86,2 por ciento —o 20.362.655— de los procedimientos cosméticos en el mundo.

Los cinco procedimientos más populares son el Aumento de Senos (Implantes de Silicona), Liposucción, Cirugía de Párpados, Abdominoplastia y Levantamiento de Senos. En ese mismo año los hombres significaron únicamente el 13,8 por ciento de pacientes cosméticos con 3264.254 procedimientos realizados alrededor del mundo.

La labiaplastia (vaginas de diseñador para ti y para mí) mostró el incremento más grande en número de procedimientos de 2015, con un aumento del 45 por ciento. Y, ¿pueden adivinar cuál fue la cirugía plástica menos popular ese mismo año? Agrandamiento de pene. El número de procedimientos también se redujo por un 28 por ciento.

Cirujanos plásticos experimentados en el Reino unido han expresado su preocupación por la falta de regulación para la cirugía plástica en el exterior. Ilustración: Blake Kirpes

“Hay muy pocos mensajes saludables ahí afuera” dice el Dr. Gerard Lambe, un cirujano plástico y de reconstrucción de senos basado en Manchester. “Los diseñadores de vaginas están en aumento y he visto eso y lo hago. Definitivamente es una moda, y hay varias mujeres jóvenes que la quieren”.

Ir al exterior por razones de salud —o para involucrarse en mejoramientos personales quirúrgicos o no quirúrgicos— no es nada nuevo. Están las clínicas Mayr de Suiza, que prometen resetear tu estómago y tu vida luego de una semana agotadora de existir con nada más que pan de soda, agua y limpieza de colon (hay que admitirlo, si uno no está interesado en la salud estomacal, es porque tan solo quiere perder peso y tener mejor piel).

Hay innumerables retiros de yoga, campos de entrenamiento y desintoxicaciones en las que puedes pagar una pequeña fortuna para que alguien más tome control de tu salud por siete días enteros. Incluso los centros de rehabilitación son destinos ahora; ¿por qué ir al priorato en la lluviosa y gris Londres cuando puedes gastarte un dineral en Crossroads en Antigua?

Pero la enorme y muy importante diferencia entre centros de tratamiento quirúrgico y clínicas de rehabilitación costosas es que las últimas han entrenado a personal médico, hablan en inglés y, crucialmente, tienen programas que garantizan la seguridad de sus pacientes y continúan rastreando el camino hacia la recuperación mucho después de que los pacientes han dejado las instalaciones. No se puede decir lo mismo de los muchos cirujanos plásticos renegados que ofrecen arreglos baratos para sus prácticas en los códigos postales cuestionables de ciudades extranjeras.

Dr. Lambe es firme en que la clave de un tratamiento exitoso es reunirse con el paciente al menos dos veces antes de aceptar operar. “Si tengo alguna duda, la pongo en un cuestionario de examen. Son 14 o 15 preguntas que pueden ser contestadas muy rápido y que me dan una idea de qué tan cerca están de tener dismorfia corporal”. La idea detrás del mínimo de dos reuniones es que el doctor lo puede evaluar a uno correctamente, pero también le da la oportunidad de cambiar de opinión.

Los levantamientos faciales son un gran negocio en determinados sectores de la industria viajera. Ilustración: Blake Kirpes

Sin embargo, si ya has gastado una fortuna para viajar al otro lado del mundo, probablemente no vayas a hacer eso ¿Entonces qué pasa si te encuentras en las instalaciones y te acobardas? Has llegado muy lejos para arrepentirte.

“Es horrible, si vas a Corea, no entiendes el idioma, no todos te hablarán inglés de primera clase”, dice Lambe, quien durante su carrera de 20 años se ha preocupado cada vez más por la falta de regulación de industria mundial del turismo médico. “Eso te hace sentir aislado, eso te hace sentir vulnerable. Si vas hasta Corea del Sur, lo harás. No te van a convencer de no hacerlo, incluso si eres un mal prospecto”.

No son las clínicas costosas de las que surgen los titulares trágicos. Vienen de las compañías que engañan a las personas con estafas de marketing inteligentes y etiquetas de precios increíblemente pequeñas. Si reservas unas vacaciones baratas en Turquía para una elevación de glúteos y pagas menos de mil dólares, lo más probable es que no recibas un buen servicio.

Tampoco volverás a ver al mismo médico nunca más, y si surgen complicaciones de vuelta en casa, tendrás que intentar encontrar un cirujano con experiencia en el tipo de cirugía al que te hayas sometido ¿Y si encuentras a alguien a tiempo? No tendrán ninguna de tus notas de tratamiento ni sabrán qué tipo de operación has tenido. En resumen: estás bastante jodido.

“Las tasas de complicaciones pueden ser altas” con procedimientos extranjeros, de acuerdo a los expertos. Ilustración: Blake Kirpes

“Lo que las personas no ven es que las tasas de complicaciones pueden ser tan altas como de un 30 por ciento incluso en centros de buena reputación; y hay muchos de ellos en el exterior”, dice el Dr. Jim Frame, un profesor de estética plástica en la Universidad Anglia Ruskin en Londres y el presidente de la Asociación de Cirujanos Plásticos de Reino Unido.

Frame es otro peso pesado de la industria que ha notado el aumento de las redes sociales y su influencia en las mujeres jóvenes y el turismo médico. Sin embargo, no está seguro de que se merezca la mala prensa que obtiene.

“La rinoplastia en mujeres jóvenes se ha disparado en mi práctica y esto demuestra el poder de los medios”, explica. “Operé a una mujer de TOWIE y ella apareció en televisión nacional solo unas pocas semanas después, mostrando claramente un gran beneficio emocional gracias a la cirugía con la que se relacionaron muchos oyentes”.

Cualquiera que ejerza influencia sobre las mujeres jóvenes tiene un nivel de responsabilidad, y hay mucho que sucede en el turbio mundo del Insta-marketing, que está lejos de ser responsable. “He visto chicas en Instagram y casi con toda seguridad sé que tienen dismorfia corporal, están teniendo un procedimiento tras otro, la forma de su cuerpo está muy por fuera de lo que yo llamaría normal”, dice el Dr. Lambe. “Están buscando ajustes adicionales, pero nunca mencionan los riesgos que están tomando. Es una forma completamente incorrecta de promoverlo, y se está aprovechando a las personas que son vulnerables”.

No es todo condenación y tristeza. Ocasionalmente, también hay algunas buenas historias que surgen de este mundo enormemente amoral. Tomemos como ejemplo a Ivo Pitanguy, quien falleció en 2016. El padrino de la cirugía plástica en Brasil era conocido por sus famosos pacientes, y por convertir a su país de origen en un líder mundial en cirugía plástica. La lista de clientes que se rumorea visitó su isla privada Angra dos Reis para tener su toque mágico incluye a Jackie O, Elizabeth Taylor y Sophia Loren. Pero además de tratar el 0,01 por ciento, también operó a miles de mujeres —que tenían quemaduras y deformidades importantes— de forma gratuita.

Resulta que algo bueno puede surgir de nuestra obsesión con vernos perfectos.