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Cómo detectar las señales secretas de la estética de extrema derecha

Cynthia Miller-Idriss es una socióloga de la American University que accidentalmente pasó a ser experta en la extrema derecha. Todo empezó cuando estaba estudiando las escuelas alemanas de formación profesional a finales de los 90 y principios de los 2000. Inicialmente su intención era explorar cómo construían su identidad los jóvenes alemanes. El Muro de Berlín acababa de caer, unificando el país. Pero la nación también estaba a punto de pasar a formar parte de la Unión Europea.

Durante ese tiempo de cambio cultural, la extrema derecha se mantuvo increíblemente activa. Debido al notable solapamiento de la industria de la construcción con la política extrema, Miller-Idriss acabó pasando un año entero viendo cómo los profesores de una de aquellas escuelas de formación profesional trataban de salvar a sus alumnos de acabar implicados en delitos relacionados con la extrema derecha.

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Después, en torno al año 2009, mientras buscaba una foto de portada para el que más tarde sería su libro Blood and Culture: Youth, Right-Wing Extremism, and National Belonging in Contemporary Germany (Sangre y cultura: extremismo juvenil de derechas y nacionalismo en la Alemania contemporánea), dio con un grupo de fotógrafos que había estado siguiendo a los colectivos de extrema derecha en acontecimientos públicos. Al estudiar su trabajo, Miller-Idriss detectó un patrón, algo que, a su entender, constituía un cambio estético drástico respecto a cómo estos grupos habían vestido desde la década de los 80.

Básicamente, Miller-Idriss se dio cuenta de que en algún punto, los skinheads habían dejado de existir.

“Hay un montón de estilos subculturales que reflejan la ideología de extrema derecha y que están desplegados como parte del movimiento”

Qué los ha sustituido constituye el tema central de su nuevo libro, The Extreme Gone Mainstream: Commercialization and Far Right Youth Culture in Germany. En sus páginas, Miller-Idriss analiza las formas en que la moda puede servir como puerta de acceso a los jóvenes que se ven seducidos por la ideología racista.

En palabras de la autora, el libro también sirve como guía para educadores de otros países que quieran evitar que sus adolescentes terminen uniéndose a estos grupos de odio. Esta fue nuestra charla:

VICE: Con el resurgimiento de la extrema derecha, ¿por qué no vemos también un regreso de la clásica estética skinhead?
Cynthia Miller-Idriss: La estética [no racista] skinhead nació en el Reino Unido y luego fue adaptada [por los racistas] en los 80 y los 90. Fue, por tanto, el estilo subcultural dominante durante aproximadamente dos décadas y media. Estaba por todas partes. Era un estilo totalmente uniforme que servía casi como pase de entrada al movimiento. Todo el mundo sabía que llevaban chaquetas bomber, botas de punta de hierro y la cabeza rapada. Ese era el punto de entrada.

Lo que hemos visto en Europa y EUA durante los últimos diez años o así es una ruptura total entre la estética y la escena que representaba. Esto implica que hay un montón de estilos subculturales que reflejan la ideología de extrema derecha y que están desplegados como parte del movimiento. Básicamente ya no se ven skinheads. Esa estética murió, ya no existe. Las razones son muy diversas. En parte es algo generacional que ocurre con muchas otras subculturas. Se adaptan con el tiempo.


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¿Por qué tuvo que adaptarse la subcultura joven de extrema derecha?
Creo que en cierta medida está relacionado con el estigma que pesaba sobre ella. La nueva generación quiere mezclarse con la tendencia más establecida y afianzar su lugar. Ellos tienden más a la multiplicidad de identidades y a entrar y salir de los distintos grupos. En cambio, los skinheads y otras subculturas eran más de ponerse una etiqueta y quedarse con ella siempre.

¿Alguna vez ha existido una subcultura de extrema derecha que no tuviera una estética, un género musical o un referente cultural que sirviera de nexo?
No lo creo. La movida skinhead [racista] surgió en los 80. Hubo una especie de vacío entre el final de la Segunda Guerra Mundial y la década de los 80 en el que surgió esta escena, aunque no estoy segura de que estuvieran posicionados en una extrema derecha coherente. Dicen que los alemanes pasaron de viejos fascistas a nazis en los 60 y 70 y luego la nueva generación se apropió de la estética de la clase trabajadora británica. Y eso se mantuvo dos décadas.

No es que en Alemania ya no haya un estilo característico, sino que hay varios. Ya no se puede detectar a alguien automáticamente por cómo viste, lo cual, desde mi punto de vista de pedagoga, supone una serie de problemas. Durante muchos años nos hemos basado en la estética para saber con quién hay que tener una charla o en qué casos es necesario intervenir.

“Ya no se puede detectar a alguien automáticamente por cómo viste, lo cual, desde mi punto de vista de pedagoga, supone una serie de problemas”

Entonces, lo hacen para evitar enfrenamientos con las autoridades. Ahí veo cierta negación plausible.
Exacto. Yo lo veo como una forma de pasar desapercibidos, de evitar llamar la atención o al menos de no ser tan obvios. Eso les permite deshacerse del estigma en su puesto de trabajo o en un sitio público. Estoy segura de que esa es gran parte del encanto.

Por otra parte, ¿crees que es beneficioso que una subcultura tenga una estética fácilmente reconocible? ¿La gracia de unirse a una no es precisamente la de tener un grupo en el que sientes que encajas?
Yo me centro en estudiar las señales codificadas deliberadamente por las marcas de ropa para atraer a la extrema derecha. Lo que vemos en Alemania son códigos y señales reconocibles por miembros del movimiento, pero no siempre por quienes son ajenos a él. En los EUA no creo que hayamos llegado a ese punto aún. Tal vez haya ciertas señales sutiles, pero no las consideraría señales codificadas.

Los jóvenes alemanes hablan mucho de que cuando van a un bar o un estadio de fútbol, ayuda mucho ser capaz de detectar lo que ellos llaman “personas afines a nosotros”. No me cabe duda de que la estética skinhead era una forma muy útil de reconocer a los miembros de un colectivo.


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¿Podrías explicar un poco qué ha sustituido la estética que hasta ahora asociábamos con la extrema derecha?
En Europa, la extrema derecha está adoptando el estilo Antifa. Diría que la ruptura del estilo de esta subcultura empezó ahí. Empezaron a hacerlo los nacionalistas autónomos que copiaron la estética de izquierdas, vistiendo todo de negro, cubriéndose la mitad inferior de la cara con bufandas y a veces los ojos con gafas espejadas. Era la misma táctica del bloque negro. Todos van vestidos igual, se mueven en grupo.

Se había visto siempre en protestas europeas de grupos de izquierdas y, de repente, ves un montón de manifestantes de extrema derecha usar la misma estética. Aquello confundía mucho a periodistas y cuerpos de seguridad; a todo el mundo, en realidad. No se sabía quién era quién. Era una forma de desestabilizar y de moverse en grupo evitando a las autoridades. Era casi imposible averiguar quién había arrojado una botella o lo que fuera.

Ahora lo que ocurre es que han aparecido marcas de ropa que venden prendas con detalles codificados de la extrema derecha. Muchas de esas prendas son deportivas o pijas, y otras son más alternativas. Todo eso queda reflejado en cómo aparecen los modelos en los catálogos. En el caso de las prendas más alternativas, llevan tatuajes, piercings y dilataciones en la oreja y están más musculados. Otras se parecen más a las de las artes marciales o presentan colores llamativos, en lugar de centrarse en los colores típicos de camuflaje.

“Uno de los chicos a los que entrevisté descubrió que había un código numérico que estaba prohibido cuando pidió que se lo pusieran en la matrícula de su coche. Era la fecha de su nacimiento, pero al parecer también era un símbolo nazi”

Ante tanta variedad, ¿cómo sabe qué debería ponerse un chaval que quiera llevar la estética de la extrema derecha?
De muchas formas. Hay escuelas, estadios, e incluso parlamentos, que han vetado algunas de esas marcas. Los chavales lo saben porque han tenido que firmar un papel diciendo que no llevarán prendas de esas marcas. Uno de los chicos a los que entrevisté descubrió que había un código numérico que estaba prohibido cuando pidió que se lo pusieran en la matrícula de su coche. Era la fecha de su nacimiento, pero al parecer también era un símbolo nazi.

Otros jóvenes me contaron que cuando iban a manifestaciones, se fijaban en que todo el mundo llevaba las mismas marcas. De algunas de esas marcas se habla en los medios y en los institutos. Hay chavales que están muy al día de cuál es el código de vestimenta de ciertas discotecas y saben qué llevar para que los seguratas hagan la vista gorda y les dejen pasar. Me sorprendió lo bien informados que estaban. Decían que todo eso lo aprendían en el barrio.


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En tu libro aseguras que la existencia de estas marcas vuelve a los consumidores insensibles respecto a las ideas extremistas. Pero ¿cómo ocurre eso si el observador medio no es capaz de captar el mensaje?
En varias ocasiones, los expertos han dicho: “Pero, ¿no se trata solo de ropa? ¿Por qué es tan importante?”. Y es que hay gente que cree que la moda no es importante. He intentado rebatir ese argumento de muchas formas. La moda puede ser una vía para introducirse en la escena de la extrema derecha. Los chicos hablan entre ellos sobre la primera vez que se compraron una chaqueta Lonsdale o Alpha Industries, etc.

Pero ahora también circula por ahí una camiseta muy contemporánea en la que se hace referencia a la crisis migratoria. Tiene un ancla que dice: “Levantad barreras, preparad las hachas”. En la camiseta no pone nada, pero si te vas al sitio web, encuentras toda una arenga en ese sentido. Por tanto, hay todo un elemento de socialización vinculado a la ropa. Hay un dibujo de un tipo colgado de una soga, u otro que dice “Sabemos dónde vives” y tiene el número 88.

Manipulan los códigos como una especie de juego. En otro se hacía referencia a diez asesinatos y a la célula terrorista de derechas responsable de ellos. Lo hacen con actitud graciosa, pensando que las amenazas a una persona son divertidas. Esa es la clase de insensibilización de la que hablo, que los lleva a sacar a la luz atrocidades como esa.

“Las marcas no siempre comparten la ideología de la extrema derecha, pero tienen una cartera de clientes que sí la comparten”

Nos sabía que hubiera marcas de ropa de extrema derecha.
En EUA también las hay, pero en Alemania hacen unas camisetas serigrafiadas de muchísima calidad, como si fueran de J Crew o Abercrombie and Fitch, a las que añaden códigos y símbolos. Es complicado. Además, estas marcas no siempre comparten la ideología de la extrema derecha, pero tienen una cartera de clientes que sí la comparten.

¿Qué diferencia hay con cuando se apropiaron de Fred Perry y Doc Martens?
Creo que empezó por varias razones. Fundamentalmente, porque los logos de la marca de alguna manera seducían a la extrema derecha. En el contexto de Alemania, donde es ilegal exhibir una esvástica, puedes llevar una camiseta Lonsdale bajo una chaqueta con la cremallera subida, mostrando las letras NSDA [acrónimo del Partido Obrero Nacionalsocialista en alemán] y si te para la policía, te la desabrochas y se lee simplemente “Lonsdale”.

Inicialmente adoptaron estas marcas por la representación simbólica que ellos atribuían a sus logos. Luego alguien se dio cuenta de que había un mercado que explotar para crear sus propias marcas y venderlas a sus propios clientes.


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¿Crees que esto es algo exclusivo de Europa porque allí no tienen la Primera Enmienda y tienen leyes contra el discurso que fomenta abiertamente el odio?
Creo que empezó así porque hay leyes más restrictivas respecto a la libertad de expresión. Pero lo que estamos viendo es que a la derecha alternativa también le atrae la normalización y lo generalista. Una de esas marcas, Thor Steinar, ya se ha registrado en Estados Unidos. No tienen tienda física ni sitio web, pero venden a través de un distribuidor. Hay marcas, por tanto, que están intentando expandirse. Que cuajen o no en Estados Unidos creo que dependerá en gran medida de si piensan vender esos códigos que hace referencia a la situación en Europa o si los adaptarán a la situación estadounidense.

La conclusión que saco de esta charla es que es un poco inútil intentar definir la estética de la derecha alternativa porque ahora la idea es precisamente no tener un look reconocible. ¿Es así?
Yo creo que sí. Pero en su día también asociamos la estética skinhead a la derecha alternativa cuando no se trataba más que de un conjunto arbitrario de signos.

Me surge la duda de si, ahora que la extrema derecha se acerca más a lo establecido, le será más fácil ganar nuevos adeptos o si la gente joven verá esta apertura como una falta de cohesión y de uniformidad que les eche para atrás.

Me temo que lo primero. Ojalá sea lo segundo, pero lo dudo. Creo que este cambio hace la extrema derecha más atractiva a ojos de los jóvenes que antes podrían tener sus reparos en dar el gran paso de raparse la cabeza, por ejemplo. Porque cuando haces eso, estás adquiriendo un compromiso permanente. Con este cambio, sin embargo, no te estás comprometiendo de ningún modo.

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Este artículo apareció originalmente en VICE US.