Este artículo apareció originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres
¿Tirarse un pedo vaginal o no tirárselo? Esa no es la pregunta. En realidad, no hay nada que te acerque más a la persona con la que lo estás haciendo que un momento tan humano.
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Aire: todos lo necesitamos para vivir, pero a veces puede ser tan cruel, tan grosero y en algunos casos tan poco excitante y tan inoportuno que… bueno, ya sabéis a qué me refiero.
Escurridizo y con afán de protagonismo, el pedo vaginal es el hermano perdido del pedo. El inoportuno pedo vaginal durante el sexo suscita toda clase de reacciones: vergüenza, incomodidad, diversión, confusión e incluso excitación. Pero es muy normal, no deberíamos montar un escándalo por eso ni sentir vergüenza. Sin embargo, para muchas de nosotras, entre las que me incluyo, un pedo vaginal suena mucho más fuerte que tus gemidos y gritos orgásmicos. Lo cual nos plantea el interrogante: ¿Si algo suena como un pedo, es un pedo?
Los pedos se consideran desagradables porque (generalmente) huelen mal. Por eso nos dan tanta vergüenza. Bueno, por eso y por el hecho de que, cuando te los tiras, es muy probable que estés lanzando diminutos residuos de heces al aire que compartes con otras personas. No estoy contando nada nuevo. También está el ruidito gracioso que sale de tu trasero y te pilla por sorpresa. (En mi opinión, un pedo solo da vergüenza cuando no es intencionado. Cuando te tiras uno a propósito, al margen de lo maleducado u ofensivo del acto, el elemento de la humillación desaparece de forma automática.)
No puede faltar el tipo cínico que afirme que los pedos vaginales son desagradables y que el cuerpo los creó para romper el momento de sensualidad y hacer que se baje su preciosa y frágil erección.
Un pedo vaginal suena igual que un pedo, como cuando exprimes un envase y salen las últimas gotas del contenido, pero ninguno de los dos tiene que ver con el ano (el cual, por cierto, cada vez es más sexual y menos tabú, pero eso es un tema que tocaremos en otra ocasión). Además, no huele mal. De hecho, no huele a nada.
Según el siempre fiable Urban Dictionary, un pedo vaginal es «una expulsión de aire de la vulva durante el coito». La igualmente útil Wikipedia utiliza el termino más, eh, culto «flatulencia vaginal» y señala que también puede ocurrir durante el estiramiento o durante la práctica de otros tipos de ejercicio. Claro, ¿por qué no? (Wikipedia también me informó de algo horrible llamado fístula rectovaginal, que es una herida que conecta la vagina con el colon, pero estoy divagando otra vez). Los pedos vaginales se han incorporado al discurso de la cultura popular: los británicos los llaman fanny fart ; en 2009, South Park emitió un episodio titulado «Come, reza y chichipedos», donde las mujeres del pueblo se quejan de la doble moral sexista sobre los pedos vaginales de las mujeres y los pedos de los hombres; y la rapera estadunidense Awkwafina sacó una canción titulada «Queef», cuya letra dice «tienes que aceptar tus pedos vaginales» y que estos «van a salvar al mundo».
Hay muchos puntos de vista respecto a este tema. Varios hombres que conozco me han dicho que «es sexy», mi punto de vista favorito. El factor de excitación siempre me ha parecido muy comprensible; en primer lugar, se necesita un objeto fálico para provocar un pedo vaginal y a los hombres les encanta que sus pitos provoquen cosas. Pero uno de mis amigos respondió algo mucho menos obvio cuando le pregunté por qué le encantaban los pedos vaginales durante el coito. «Cuando mi pene está dentro de una chica y le sale un pedo vaginal, vibra y la sensación es genial. Es como una mamada. Nunca me han hecho una, pero supongo que debe de ser parecido».
Y claro, no puede faltar el tipo cínico que afirme que los pedos vaginales son desagradables y que el cuerpo los creó para romper el momento de sensualidad y hacer que se baje su preciosa y frágil erección. La misma clase de tíos que dicen, «Pedorrearse es normal. ¿Qué cojones son los pedos vaginales? ¿Ruidos de la vagina? Eso sí que no es normal. Si una chica se tira un pedo por la vagina, le diría que se apartara y que se largue». (No cabe duda de que estas son palabras de una persona que no folla. Y sí, conozco a esta persona, lo cual disminuye mi credibilidad.) Solo los capulos piensan de esa forma. Así que, felicidades a las que saben de antemano la opinión de sus chicos con respecto a los pedos vaginales, a menos que nunca les haya ocurrido hasta después de haberse casado con un capullo inseguro, y en ese caso, seguro que ya no les importa lo que piensa su marido.
No se trata de buscar culpables, pero si fuer así, el 90 por ciento de las veces es culpa del pene. El pene es que el que mete aire ahí dentro. ¿Por qué deberíamos avergonzarnos cuando es obvio que la culpa la tiene el pene?
Por desgracia, no podemos echarle toda la culpa al miembro viril, y la verdad es que las pocas veces que me ha pasado, en ese momento solo piensas en que te trague la tierra. Sí, ya sé que es normal y que no es fin del mundo, pero preferiría que no pasara, porque no sé cómo reaccionar. Si decido hacer como si nada y él lo ha oído, no funciona, porque soy de las que insiste en que es mejor reírse de uno mismo cuando te caes, para alivio del público, en vez de volverte a levantar y seguir como si nada, toda llena de arañazos en las rodillas.
Pero si lo reconozco, si sacudo la cabeza y cierro los ojos con fuerza mientras arrugo la nariz un instante y suelto una risita (gesto que creo que me hace parecer tierna durante la agonía de la pasión interrumpida), entonces estoy dejando que mi pedo vaginal cobre protagonismo. Y si el chico no lo había notado, va a preguntar «¿Qué? ¿De qué te ríes?», y empezará a sentirse inseguro. Pero por lo general, consigo que se les pase. Normalmente, los pedos vaginales solo ocurren después de que te den por detrás con fuerza. Si cambias de posición muy rápido, con las piernas muy juntas mientras aprietas la vagina como si hicieras ejercicios de Kegel y repites «Por favor, no; ahora no» en tu cabeza, es casi seguro que vas a poder amortiguar el sonido, si es que se produce alguno.
En el transcurso de mi investigación, me topé con una respuesta (de un hombre) para la cual no estaba preparada: «¿Qué es un pedo vaginal? ¿Soy yo el que lo provoca?» Después de tocar este tema con más personas de las que habría deseado, aprendí que a) casi siempre provoca una risita y una mirada de complicidad entre todas las mujeres presentes, y b) muchos no saben qué es un pedo vaginal. Ni siquiera mi madre. Tuve que explicárselo. Entonces, o hay vaginas más propensas a los pedos vaginales o la gente no se mueve mucho durante el sexo (…me arrepiento de haber metido a mi madre en esto). Yo creo que pueden ser las dos cosas. Tal vez haya chicas a las que nunca les ha pasado. Felicidades. Por cierto, deberían tratar de agacharse más cuando les dan. La sensación es genial.
La realidad es que el sexo es bastante asqueroso. Es sudor, saliva y otros fluidos que provienen de los orificios más profundos mezclándose y goteando.
Recordad, siempre podéis levantar las manos y decir «¿Y qué? ¿A quién le importa?» Esta opción es muy útil para la mayoría de las molestias que da la vida, incluyendo los pedos vaginales. A fin de cuentas, los pedos vaginales son molestos únicamente si ocurren durante un encuentro casual que esperas que se repita o que se convierta en una relación, o si te estás currando una imagen de mujer sensual y enigmáticamente glamurosa. No hay nada que eche por tierra un momento sexy más rápido que un cuerpo actuando como… pues como un cuerpo y no como un objeto de piel sedosa, deliciosamente formado, que provoca erecciones, salivación, incita deseos y da un placer incontrolable.
Podemos engañarnos a nosotras mismas todo lo que queramos con respecto al sexo, que si con la «persona indicada» se considera “hacer el amor”; que puede ser superromántico —con velas, tacones, ligueros y nata montada— o superporno —diciendo cochinadas, tragándote el semen y con la piel toda húmeda y aceitosa—. Pero la realidad es que el sexo es bastante asqueroso. Es sudor, saliva y otros fluidos que provienen de los orificios más profundos mezclándose y goteando hasta que los participantes quedan reducidos a un revoltijo de miembros, algunos más peludos que otros. Hay que aceptarlo. Esas cosas pasan.
En realidad, no hay nada que te acerque más a la persona con la que lo estás haciendo que un momento tan humano. Vale, sí, estropea el momento, pero ese pedo vaginal también proporciona un alivio cómico y rompe la seriedad del acto sexual. Ríete y sigue. Las cosas solo son vergonzosas si tú lo permites, ya sea a propósito o no. ¡A la mierda la vergüenza! Además, ¿qué tiene de malo sentir vergüenza? No es más que humildad con un toque negativo. De todas formas, a todos nos hace bien un poco de humildad de vez en cuando.