El fotógrafo neozelandés Danial Eriksen viajó 8 mil km para fotografiar Smokey Mountain, un vertedero filipino que alberga a miles de personas. Pero cuando empezó a tomar fotografías, los funcionarios de gobierno lo corrieron de inmediato.
Sin plan de respaldo, Danial partió a una isla cercana, donde escuchó sobre el Cementerio del Norte, un cementerio previamente explorado por VICE Japón. ¿El giro de la historia? En el cementerio vive gente que saca huesos de las tumbas para construir “departamentos”. Es una comunidad llena de pandillas, fugitivos, prostitutas y obreros que están entre las personas más pobres de todo el mundo.
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En plena escasez de vivienda de Manila, el cementerio se ha vuelto un refugio seguro para muchas familias que vivían en la calle. Está muy loco que vivir entre basura y restos humanos parezca una mejor opción.
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Durante una semana, Danial vivió en el Cementerio del Norte y se hizo amigo de los lugareños. Vio a mujeres tendiendo su ropa entre los mausoleos, jugó cartas con los ancianos y asistió a peleas de gallos con familias locales. En el último día en el barrio, por fin sacó su cámara. VICE platicó con Danial para saber qué se siente vivir entre los muertos.
VICE: Hola, Danial, dime cómo terminaste viviendo en un cementerio después de que te corrieron de Smokey Mountain.
Daniel: Pues, me rendí y me fui a surfear a una isla que se llama Siargo. Un día, fui a un bar y escuché a alguien hablar sobre un barrio dentro de un cementerio en Manila. No podía dejar de pensar en eso. La gente de provincia llega a este lugar y lo vuelve su hogar. Por eso decidí salir a buscarlo.
¿Cómo describirías las condiciones en las que vive la gente en el Cementerio del Norte?
Tardé un poco en procesarlo. Apenas llevaba 10 minutos ahí cuando conocí a un chico de 18 años llamado Genre. Traía una moto rosa y hablaba poco inglés. Me subía a la parte trasera de su moto y me llevó a recorrer el lugar. Después me enteré de que Genre vive en la calle desde los siete años de edad.
Ver a la gente dentro de las tumbas y a los niños saltando de una tumba a otra fue algo surreal. Había huesos apilados en los rincones o dentro de costales. No había ningún señalamiento. Eso era muy molesto.
Qué loco. ¿Hay alguna superstición local sobre interferir con los muertos?
En realidad ya no hay ninguna superstición relacionada con la muerte. Nadie estaba asustado. Para ellos es normal. Un anciano me dijo “Los muertos no te pueden hacer daño” y se me quedó muy grabado. Aunque creo que les molesta que saquen los huesos y no los etiqueten.
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Los filipinos de las aldeas vecinas siguen utilizando el cementerio para enterrar a sus familiares fallecidos. Eso significa que tienen que pagar renta para alojar los restos. Si no pagan la renta, las autoridades sacan los restos y los trasladan a otra parte o los tiran. En las tumbas más grandes había gente que dormía sobre ataúdes abiertos que todavía tenían restos humanos en su interior.
¿Te afectó ver todos esos restos humanos?
Fue raro. Pero como había tanta gente alrededor, parecía algo cotidiano. Lo que más me sorprendió fue conocer a uno de los residentes del cementerio en el ring para peleas de gallos que está en el vecindario. Los gallos son como la realeza y todos hacen apuestas. El hombre que conocí me pidió que conociera a su familia y me llevó a su casa. Cuando llegamos, vi a su hija pequeña en una casita conectada a las tumbas. Se me derritió el corazón cuando vi a la niña rodeada de juguetes y huesos.
Debió ser muy surreal ver a toda la gente llevando su vida normal en un entorno tan extraordinario.
Totalmente. También me invitaron a la celebración del cumpleaños número 80 de una señora. La fiesta se llevó a cabo en una cueva de tumbas. Creo que su esposo estaba enterrado ahí y pusieron el pastel de cumpleaños encima de su tumba. Daba un poco de miedo. Todas las tumbas estaban abiertas y vacías. En serio parecía que estaba en otro mundo.
¿Los habitantes del Cementerio del Norte son hospitalarios? ¿En algún momento trataron de sacarte dinero?
¡Para nada! Nunca se portaron mal conmigo. Por lo visto, no hay mucha delincuencia en esa zona. Diseñaron su propio sistema de seguridad. Creo que están muy agradecidos. Se sentía una felicidad verdadera y mucho, mucho amor.
¿Esta experiencia cambió tu forma de ver la vida en Nueva Zelanda?
Por eso hago todos estos proyectos. Me ayudan a valorar lo que tengo en casa. Después de un tiempo me di cuenta de que no tienen mucho pero son felices. No creo que importe donde vives o de donde vienes, si tienes una familia y un fuerte sentimiento de comunidad en que apoyarte, es posible ser feliz.
Entrevista por Beatrice Hazlehurst. Síguela en Twitter.