El delfín Dolly murió de desamor. Al menos, eso es lo que piensa Malcolm Brenner.
Los hay que tildarían a Brenner, que hace más de cuarenta años mantuvo relaciones sexuales con Dolly, de pervertido, maltratador de animales o, cuando menos, perturbado. Pero a día de hoy Brenner sigue creyendo que aquel encuentro fue una experiencia hermosa y casi espiritual. Ahora, la historia vuelve en forma de documental.
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Ambos se conocieron en 1970, cuando a un joven Brenner, alumno del New College of Florida, le habían hecho su primer encargo como fotógrafo autónomo. Tenía que hacer fotos para un libro sobre Floridaland, en Sarasota, una de esas horribles atracciones que salpicaban el Estado del Sol antes de que los parques temáticos multimillonarios los relegaran a un segundo plano. Al poco tiempo, el delfín había logrado cautivar a Brenner.
Dolly nadó hasta el lado opuesto del tanque la primera vez que aquel humano desconocido con gafas de pasta y melena rizada saltó al interior. Al final se acercó, asegura Brenner, que pasó nueve meses fotografiando al delfín. En una ocasión, mientras le acariciaba el lomo, Dolly giró sobre sí misma y le mostró los genitales a Brenner. Después empezó a frotarse los dientes contra el brazo del fotógrafo de una forma que él describe como muy erótica. Al no darle lo que buscaba, Dolly se cobró su venganza empujándolo casi 4 metros hacia el fondo.
“Los delfines hembra son muy rotundos en lo que respecta a su sexualidad”, me explicó Brenner. “Lo expresan de forma totalmente desinhibida, en contraste con la pasividad de otros animales.”
En su relato, Brenner afirma que siempre se había sentido atraído por los animales. Según cuenta, cuando era niño su psicólogo abusó de él. Más o menos en esa misma época, su padre lo llevó a ver una película de Disney titulada El extraño caso de Wilby , en la que un niño se convertía en perro. A pesar de contar solo con cinco años, Brenner tuvo una erección, momento que recuerda como decisivo en su vida. Pero su zoofilia se desarrolló varios años más tarde, a la edad de 11 o 12 años, cuando mantuvo relaciones con el caniche de la familia, aunque afirma que después se sintió sucio.
Fue su segundo encuentro con un animal –el delfín Dolly- el que acabó convirtiéndolo en el portavoz de los que creen que es posible el sexo consentido con animales. Por primera vez, la historia de Brenner se lleva a la pantalla gracias al trabajo de los cineastas Joey Daoud y Kareem Tabsch. El resultado, Dolphin Lover, es un corto de 15 minutos que se estrenó el 25 de enero en el festival Slamdance.
Tabsch empezó a interesarse por Brenner en 2013, mientras estaba buscando opciones de ocio en San Francisco. Leyendo un diario alternativo, le llamó la atención la historia de un tipo que se había enamorado de un delfín. “Dejé de buscar cosas que hacer y me puse a leer la historia”, me dijo. Me sorprendió mucho lo ocurrido y el hecho de que estuviera dispuesto a contarlo.”
Poco después, Daoud y él se reunieron con Brenner en la costa oeste de Florida y le hicieron una exhaustiva entrevista de cuatro horas en la que, básicamente, cubrieron su vida entera. “Su única condición fue que no usáramos el tema principal de Flipper en su documental”, dijo Daoud.
Aunque en 2009 Brenner había escrito una novela de ficción sobre su relación con Dolly, nunca había hablado abiertamente sobre cómo había ocurrido todo. Según lo que cuenta en el documental, Dolly estaba sola en la piscina con otro delfín macho, pero se alejó de este para poder tener cierta intimidad con su pretendiente humano. Después de unos 30 minutos de preámbulos, Brenner penetró la cavidad vaginal del animal, que describió como una serie de complejas válvulas.
Fue un acto difícil de consumar (tuvo que mantenerse en posición vertical mientras el delfín estaba en horizontal), pero Brenner asegura que la experiencia fue delicada y erótica. “Sentía la intensidad del contacto con ella en todos los aspectos”, explica en la película. “Fue como si dejáramos de ser dos criaturas distintas y nos convirtiéramos en un solo ser.” Brenner afirma que los dos se corrieron.
Tras este encuentro, Brenner se mudó a Olympia, en Washington, y Dolly fue trasladada a otro parque en Mississippi. Tiempo después, le comunicaron que el delfín se había suicidado. Como relata en la cinta, aún hoy Brenner cree que lo hizo porque la abandonó.
Pero no es la única persona que se ha enamorado de un delfín. Margaret Lovatt acabó manteniendo relaciones sexuales con uno de estos animales, Peter, durante un experimento financiado por la NASA en la década de 1960. En aquella ocasión, el delfín también se suicidó cuando terminó la relación.
Un aspecto que se echa mucho en falta en Dolphin Lover es la opinión de un psicólogo que aporte una explicación sobre si realmente los delfines pueden acceder a practicar sexo, tener orgasmos o sentirse tan tristes tras una “ruptura” como para quitarse la vida.
Inicialmente, los directores planeaban incluir en la película entrevistas con defensores de los derechos de los animales, pero finalmente descartaron la idea. “Nosotros queríamos narrar la historia tal como él la recordaba”, explicó Daoud. Lo que pudieran decir los expertos sería lo que el espectador medio pensara. Espero que con esta película la gente vea que detrás de ciertos actos con los que podemos no estar de acuerdo hay seres humanos.”
Hoy, Brenner vive en Florida Occidental y, aunque se ha hecho famoso por ser el hombre que folló con un delfín, estuvo casado dos veces después de mentalizarse para que le gustaran las mujeres. Incluso ha criado a una hija.
Asegura no haber vuelto a mantener relaciones con ningún animal desde lo de Dolly y tiene esperanzas de que algún día se reconozca a los zoófilos como ocurre con el colectivo gay, aunque sabe que llevará mucho tiempo. Brenner no comprende por qué sus inclinaciones sexuales suponen tanto problema para los demás y, en cambio, el personaje de Brian de Padre de familia tiene tan buena acogida. “La misma gente que me llama monstruo es la que luego se ríe con los chistes de Seth McFarlane sobre perros que se acuestan con mujeres”, dijo.
Pero Brenner, inmune a las críticas, asegura ser muy activo en varias páginas de citas. No le importa que se publique el documental ni convertirse en la cara visible del sexo con animales. Al parecer, son otras las trabas que le impiden conocery entablar relaciones con mujeres.
“Por aquí no hay muchas mujeres ateas”, se lamenta, “pero acabo de inscribirme en una página de citas solo para ateos, así que espero que esto cambie”.
Traducción por Mario Abad.