Kaitlin* lleva cinco años siendo vegana, pero a veces se salta las reglas al comer miel o llevar la ropa de piel que tenía desde mucho antes de adoptar este estilo de vida. Hace poco, además, se compró un par de zapatos a precio de ganga y no los devolvió cuando se enteró de que eran de piel. “Seguramente no coincido con la definición estricta de vegano”, me explica. “No soy perfecta, tengo vicios, como todo el mundo”.
Kaitlin tomó la decisión de ser vegana hace cinco años, y lo hizo de golpe. Todo empezó con una apuesta para perder peso. Antes de adoptar el veganismo, Kaitlin comía mucha carne, por lo que el cambio fue realmente brusco.
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Después de unos seis meses alimentándose a base de verdura, Kaitlin empezó a informarse más sobre el maltrato animal en las granjas industriales y lo que vio y leyó la hizo llorar y tomar una decisión drástica: no solo iba a ser vegana por razones de salud, sino también por cuestiones éticas. “Pensé que podría comer otros alimentos sin hacer daño a los animales”, afirma. “No veía ninguna necesidad de seguir comiendo productos derivados de los animales”.
Tres años después de haber adoptado la dieta vegana, las circunstancias económicas de Kaitlin cambiaron, permitiéndole el lujo de comprar y probar drogas recreativas. Así empezó a consumir sustancias que nunca antes había probado, como la cocaína. Le pareció que su consumo no era incompatible con la dieta vegana. ¿Cómo podían sufrir los animales con el cultivo de la marihuana, la psilocibina o la coca, o con la síntesis de MDMA, 2CB o LSD? No podían, supuso. Entonces, ¿podríamos decir que la cocaína es, técnicamente, vegana?
Tres años después de haber adoptado la dieta vegana, las circunstancias económicas de Kaitlin cambiaron, permitiéndole el lujo de comprar y probar drogas recreativas. Así empezó a consumir sustancias que nunca antes había probado, como la cocaína
“Seguramente tiendo a racionalizar las cosas convenciéndome a mí misma de que en la fabricación de cocaína no se daña ni a los animales, ni a las personas ni al medio ambiente, sobre todo si se hubiese fabricado legalmente en laboratorios”, señala. “Si su fabricación fuera legal, podrían evitarse todos los aspectos negativos que la rodean, ¿no? En un mundo ideal, podría haber un cultivo ecológico y sostenible de plantas de coca y podría controlarse el vertido de los productos químicos necesarios para la elaboración de la droga. Podría regularse la venta y eliminar toda la violencia asociada a este negocio”.
La fantasía que describe Kaitlin dista muchísimo de la realidad del cultivo de coca y de las redes encargadas de su producción y distribución, realidad que Kaitlin admite no conocer demasiado. El eterno debate sobre si la cocaína puede considerarse un producto apto para veganos ha sido objeto de discusión de infinidad de foros desde hace años, una ilusoria línea de pensamiento que suscriben muchos veganos y consumidores de cocaína, pese a que se ha rebatido en infinidad de ocasiones por su impacto negativo desde el punto de vista ético y medioambiental.
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“No sé… ¿se puede decir que el ácido sulfúrico, el permanganato de potasio, el carbonato de sodio, el queroseno, la acetona y el ácido hidroclórico son aptos para veganos?”, me pregunta Kendra McSweeney. “Porque, además de las hojas de coca, se necesitan esos productos químicos para producir cocaína”.
McSweeney es profesora del Departamento de Geografía de la Universidad Estatal de Ohio y ha centrado su trabajo en la región hondureña de La Mosquitia, donde la producción y el tráfico de cocaína ha provocado la deforestación de grandes extensiones de territorio en Centroamérica.
El eterno debate sobre si la cocaína puede considerarse un producto apto para veganos ha sido objeto de discusión de infinidad de foros desde hace años
“Que te importe o no supuestamente dependerá de si eres un vegano ético, preocupado por el bienestar de todos los seres vivos, o un vegano medioambiental, que cree que cualquier tipo de alimentación no vegana es perjudicial para el planeta”, me aclara McSweeney. “Si eres de los últimos, entonces no, la cocaína no puede formar parte de tu dieta vegana. Quizá en el primer caso puedas justificarlo”.
La cocaína se extrae directamente de la planta de la coca; se recogen, muelen y pulverizan las hojas y se mezclan con una base que suele estar formada de cal sodada y queroseno. La solución resultante se filtra y se seca hasta que forme una pasta, y el producto residual se desecha en masas de agua cercanas.
Dicho de otro modo, “cada paso de la cadena de producción conlleva cierto grado de degradación del medio ambiente”, me cuenta Liliana M. Dávalos-Álvarez, del Departamento de Ecología y Evolución de la Universidad Stony Brook. “Los cultivadores de coca sitúan sus plantaciones en pendientes de difícil acceso para ocultarlas”, añade Dávalos-Álvarez. “Por los datos de que disponemos, se sabe que para el cultivo de la coca se usan más herbicidas para preparar la tierra que con cualquier otro cultivo. El procesamiento se suele llevar a cabo en laboratorios levantados en las cercanías y los residuos se vierten en masas de agua próximas, sin tener en cuenta el bienestar de la comunidad local”.
Dávalos-Álvarez ha centrado su investigación en los efectos nocivos del cultivo de la coca en Colombia sobre las poblaciones de animales más vulnerables, ya que, según afirma, no cabe duda de que la fauna también sufre los daños colaterales de la red que alimenta la demanda de la droga.
“Justificar el consumo de cocaína alegando que no contiene ingredientes procedentes de animales me parece que es tergiversar la ética medioambiental” — Liliana M. Dávalos-Álvarez, investigadora
“Esas redes de tráfico que antes se especializaban en la cocaína ahora también trafican con madera, oro y fauna silvestre, agotando los recursos y diezmando la fauna de los ya mermados bosques del Amazonas y los Andes”, explica. “Por eso creo que justificar el consumo de cocaína alegando que no contiene ingredientes procedentes de animales me parece que es tergiversar la ética medioambiental”.
Pese a ello, cuando expliqué estos argumentos a varios veganos consumidores de coca, la mayoría de ellos se mostraron verdaderamente perplejos, incluso aquellos que creían mantenerse muy fieles a sus principios.
Así, Kaitlin duda, por ejemplo, cuando le hablo de una polémica reciente sobre veganos que consumen cocaína y argumenta que, tal vez, quienes se regodean desmontando el concepto de cocaína para veganos representen más bien un sector de la sociedad que desprecia a los veganos y que aprovecha cualquier oportunidad para criticar sus hábitos.
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“¿Se impone a los veganos unos estándares más estrictos que al resto de la sociedad?”, me pregunta. “¿Se debe eso a que los veganos suelen ser tan críticos con la alimentación de los demás que sentimos la necesidad de darles de su propia medicina, y con más ganas, ante cualquier decisión que toman?”.
Arnold estudiante de segundo grado de 20 años, lleva un año y medio siendo vegano. No duda en alabar este tipo de dieta, y es que desde que la sigue ha perdido 45 kilos, pasando de pesar 102 a quedarse en 63, y su índice de masa corporal ha pasado de 37 a 23. Su devoción al veganismo es tal que desde hace poco se plantea sumarse al activismo.
Tal vez, quienes se regodean desmontando el concepto de cocaína para veganos representen más bien un sector de la sociedad que desprecia a los veganos y que aprovecha cualquier oportunidad para criticar sus hábitos
Arnold me explica que también ha consumido bastante cocaína desde que iba al instituto, y aunque no la considera un producto propiamente vegano, tampoco ve ningún dilema moral o ético en su consumo. De hecho, compara la cocaína con otras “movidas no veganas”, como los teléfonos móviles fabricados con minerales extraídos por mano de obra infantil en China… Una cadena infinita de discrepancias éticas relativamente inevitables que él no considera que entren en conflicto por su amor por los animales.
“El veganismo se centra más en disuadir del consumo de alimentos, ropa y entretenimiento”, insiste Arnold. “Hay otras cosas, como las drogas y los aparatos electrónicos, que no son tan prioritarias”.
Tampoco le conmueven los argumentos sobre el perjuicio medioambiental. “A fin de cuentas, el veganismo consiste en proteger a los animales”, me recuerda. “Hago otras cosas que no están bien, como ir en coche o fumar un montón de marihuana. Tus actos siempre van a tener alguna consecuencia poco ética. Yo me contento con no comer 200 animales al año; me parece mucho más beneficioso para ellos y el medio ambiente que abstenerme de consumir medio gramo de coca”.
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Ese pretexto de que la ignorancia es felicidad, de que no se puede culpar al consumidor por las negligencias en la cadena de suministro, es una cantinela que he oído esgrimir a otros veganos que tampoco consideran que consumir cocaína sea una hipocresía.
“Es como eso de que hay bebidas alcohólicas que no son aptas para veganos porque en su elaboración se han utilizado vejigas de animales”, me explica Mackenzie, otra mujer vegana. “A ver, yo lo que no quiero es comerme la vejiga de un animal, pero si el vino que me estoy bebiendo ha estado en contacto con una, pues puedo vivir con ello”.
Algo similar opina Aaron, de 24 años: “Si alguien me dijera que mi licor favorito lleva algún ingrediente no vegano, no dejaría de beberlo. Seguramente no sea un pensamiento muy lógico, pero no pienso renunciar a las cosas que me gustan”.
El pretexto de que la ignorancia es felicidad, de que no se puede culpar al consumidor por las negligencias en la cadena de suministro, es una cantinela que esgrimen varios veganos que tampoco consideran que consumir cocaína sea una hipocresía
Esto también está vinculado a cierta sensación de impotencia y, por consiguiente, futilidad, que conlleva intentar resistirse a todo: “La cocaína no va a desaparecer porque yo deje de tomarla. Mi aportación no cambiaría nada”, me dijo otra persona.
Para John Joseph McGowan, estas argumentaciones no son más que chorradas. McGowan saltó a la fama hace tres décadas como el vocalista de la legendaria banda neoyorquina de hardcore Cro-Mags, y hoy es uno de los activistas más comprometidos con el fomento de las dietas basadas en el consumo de verdura para tratar el alcoholismo. Incluso ha publicado un libro titulado Meat is for Pussies (La carne es para las nenazas) .
McGowan, que hoy tiene 55 años, empezó a consumir alimentos crudos en 1981, cuando empezó a trabajar en una tienda de alimentos naturales. Empezó a consumir coca en 1987, un mal año para los Cro-Mags y una época en la que Joseph se relacionaba con gente que se drogaba.
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“Nunca lo olvidaré”, recuerda, en alusión a su primera experiencia con esta droga. “Lo primero que dije fue, ‘Ahora entiendo por qué Bruce Lee se metía coca’”.
La noche que la probó, se quedó a dormir en casa de un conocido en Florida; el tipo había robado cocaína a un grupo de hombres a los que no conocía prácticamente. Al día siguiente, el dueño de la cocaína apareció con dos AR-15 y vació los cargadores disparando a la habitación en la que dormían. McGowan se libró de milagro de recibir un balazo en la cabeza.
Pese a aquel incidente, McGowan no dejó la cocaína, y pronto su apetito insaciable por la droga lo llevó por el camino de la violencia y a las mismas puertas de la muerte. “Tuvieron que pasar dos años y varias experiencias negativas más para decir, ‘Tengo que dejar esta puta droga o no sobreviviré”, recuerda.
“No solo están deforestando selvas para que paste el ganado; también las están jodiendo para satisfacer la demanda mundial de cocaína” — John Joseph McGowan, cantante de Cro-Mags
Durante esa etapa, McGowan comía de forma irregular, pero se ciñó a su dieta vegetariana. Se pasaba tres o cuatro días despierto a base de coca y luego sufría recaídas. Cuando se recuperaba, se tomaba gran cantidad de zumo de agropiro para intentar “desintoxicarse”.
“Creo que esa fue lo único que evitó que mi salud se desmoronase”, reconoce. “Todo lo que comía seguía siendo de origen vegetal”.
En 1990, McGowan finalmente logró superar su adicción. La experiencia le hizo desarrollar una especie de rabia contra las personas veganas que ven aceptable el consumo de cocaína.
“Como vegano, no es ético que estés a favor del consumo de cocaína”, añade.
Según él, existen tres clases de razones para hacerse vegano: éticas, medioambientales y de salud personal. El consumo de cocaína no es justificable najo ninguno de esos tres pretextos.
“Mira lo que la cocaína está causando al medioambiente y a los delicados ecosistemas y las selvas que aportan la mayoría del oxígeno a nuestro planeta”, señala. “No solo están deforestando selvas para que paste el ganado; también las están jodiendo para satisfacer la demanda mundial de cocaína. Si lo quieres ver desde el punto de vista compasivo, esos animales están bebiendo agua contaminada. Si lo haces por salud personal, ¿qué cojones haces metiéndote esa mierda en el cuerpo?”.
McGowan habla sin tapujos de lo que él considera una sarta de mentiras que se inventa la gente para justificar el daño que se están causando en el cuerpo. “Esa mierda no tiene nada de vegana, tío”, concluye.
*Se han cambiado los nombres para proteger la identidad de las fuentes.