Este artículo forma parte de nuestra Semana del Hip Hop. Reportajes, entrevistas, conteos, tutoriales y más, en un especial sobre el hip hop latinoamericano.
En Latinoamérica existe rap en sentido estricto desde hace más de treinta años, y en ese tiempo hemos discutido a cabalidad quiénes son los mejores MCs de la historia, siempre referido al hip hop gringo; ya sea por demostrar pertenencia, o por genuina obsesión, que si Biggie y Tupac, que si Kendrick y MF Doom, pero rara vez nos sentamos a celebrar los arquitectos que han formado la identidad del hip hop latinoamericano, los artistas que pusieron las piedras con las que construimos la casa.
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En 2018, para quien lo consume, es fácil dar por sentada la calidad de nuestro hip hop, porque hay una buena cantidad de artistas prolíficos en muchos países, cada uno con una visión auténtica y original; existen muchas y diversas escenas; hay un público cautivo de literalmente millones; y el rap como práctica se ha estandarizado, tanto en la música como en otros espacios, ya sea educación, publicidad, e incluso gestión pública o religión. El rap es una cosa que está ahí, al grado de haberse vuelto muchas veces invisible. Y su aparente facilidad para ejecutarlo, lo ha hecho ubicuo en los contextos donde la expresión artística es un tabú, no se incentiva, o no existe, como es el caso de la gran mayoría de los vecindarios marginados de las ciudades latinoamericanas.
Para un sector gigante de nuestras sociedades, este hip hop local sigue siendo algo desconocido. Mucha gente sabe quién es Nas, pero cuánta sabe quién es Aczino o Canserbero, dos de los nombres más reconocibles de nuestra lista. Y es verdad que hace diez años era justificable que los aficionados conociéramos todo sobre el rap anglosajón y poco sobre lo que sucedía en países vecinos; pero en 2018, ese neocolonialismo (cultural, claro) no tiene razón de ser.
No sabemos si estos son los mejores MCs que ha dado Latinoamérica. Hablamos desde una postura real, en tiempo y espacio, y esperamos que esta baraja llene las expectativas, pero lo que realmente queremos es celebrar un patrimonio vivo y que nos involucra a todos. Nosotros somos la primera generación de periodistas que crecimos escuchando hip hop; que en el discman era obligado traer a Aterciopelados y a Control Machete; que tuvimos que aprender los códigos de esta cultura, a cuentagotas y por supervivencia, en la secundaria, cuando más importa. Y esa huella nos forjó el carácter de un modo distinto a anteriores colegas en el oficio.
Por eso hacer un conteo así, tiene la siguiente implicación: La discusión de quién es el mejor rapero de la historia ha sido un eje narrativo para la promoción y expansión del hip hop, y estamos convencidos de la necesidad de comenzarla en América Latina. Nuestro ideal, en última instancia, es generar una guerra de rankings.
Así, tras álgidas discusiones hasta altas horas de la madrugada en la redacción, resolvimos seleccionar los que a nuestro criterio, han sido los mejores 13 MCs del continente, en términos de impacto cultural, de qué tanto el rap latinoamericano se parece al de ellos, de qué tanto se puede entender esta escena sin su aporte, y haciendo la salvedad de que toda lista es subjetiva y caprichosa, y de que nos centramos en individuos y no en grupos, y reconocemos la importancia vital de actos como La Etnnia y AlcolirykoZ en Colombia, Orishas en Cuba, Caballeros del Plan G en México, Sindicato argentino del hip hop en Argentina (y muchos más), como pioneros o innovadores.
De igual manera habrá muchos que quedan fuera. Hacemos estas siguientes menciones especiales: Ali aka Mind / Alika / Apache / Cevladé / Dtoke / El B / Elote El Bárbaro / Eptos Uno / Fermín IV / Gabylonia / Hordatoj / Lápiz Consciente / Matiah Chinaski / McKlopedia / Melymel / Muelas de Gallo / Mustafa Yoda / Pedro Mo / Rebeca Lane / Rulaz Plazco / Sie7e Nue9e / Tempo / Wiso G / Ximbo.
Lee abajo el listado definitivo de Noisey en Español de los mejores MCs de Latinoamérica.
13. Norick
Norick no es un seudónimo. Es el nombre propio e inusual con el que Braulio Norick Gamarra Guevara se ha presentado ante un público cada vez más grande con transparencia radical. En 1999, inspirados en el rap latino, compañeros de último año del colegio estatal Scipión Llona en Miraflores, Lima, formaron Rapper School (RS), un nombre más que adecuado para una de las instituciones más importantes del rap sureño. Fueron parte de los adolescentes que fundaron el movimiento de hip hop peruano, juntándose cada fin de semana en el Parque Kennedy de Lima. Para el 2004 junto a DJ Pawn lanzaron el demo Puliendo el micro en Radikal Sound Studio, en el que empezarona develar una forma de componer con letras sinceras y críticas, pero sin caer en el panfleto. En tiempos de Internet lento y privativo, Norick se armó de una computadora y se convirtió en uno de los primeros beatmakers peruanos, responsable también de ser uno de los productores del compilado Rap peruano vol 1 en 2005. Produjo las pistas del primer disco de RS, Cronikas al tiempo lanzado en 2006, que tendría una edición especial el 2009 con La Placa y IA KCH Récords. En ese punto, Rapper School había logrado calar en los barrios de Lima como uno de los máximos exponentes del rap local.
Su importancia no se puede desligar del colectivo que ha sido fundamental para entender el sonido peruano y su alcance por fuera del país. Es por eso que al llegar a un nuevo techo como Rapper School, Norick y Warrior lanzaron sus primeros discos solistas, afirmando sus propios sonidos e identidades líricas. RS logró números de mayor impacto que cualquier artista peruano de otro género musical. En plena consciencia de estar representando a su país, el segundo disco de Norick se tituló como el vals criollo Alma, Corazón y Vida. El recorrer América Latina y el interior del Perú, llevó a Norick a alcanzar uno de los sueños más difíciles en su país: vivir de la música. La experiencia de RS ha llegado a niveles de fanatismo irreal, a medida que el rap se ha afirmado como el nuevo sonido de los barrios del Perú, junto a la cumbia y la salsa.
Esto, contrario a lo que pasa con muchos, llevó a que Norick y sus compañeros en RS hayan tomado una posición de humildad, casi como una posición ética, política y estética, que es uno de los aportes más importantes que han dado a la generación de una identidad latinoamericana en el hip hop. Porque eso es lo que está detrás de la trascendencia de RS y sus integrantes: La gente los quiere porque son de verdad y en sus letras encontramos cosas que nos han pasado. Reciben lo que dan. Por eso que el tercer disco solista de Norick se tituló Karma. Norick ha buscado avanzar a cada paso, y no hay un track suyo que no nos muestre evolución y el cuidado trabajo de un artesano, un dedicado obrero del hip hop. —Camilo Riveros Vásquez
12. Aczino
Cuando Red Bull Batalla de los Gallos comenzó en 2005 en Puerto Rico, el hip hop en nuestra región era otra cosa, y esa entidad que conocemos como “las batallas” no existía. La gente hacía freestyle, pero como se entiende en un contexto de desarrollo normal del hip hop: el primer paso que da cualquier persona que quiera rapear, (no importa si eres Jay Z o MC Dinero), un gimnasio, un divertimento; pero no tenía un valor en sí mismo. Trece años después, las batallas son uno de los bastiones del hip hop en América Latina, con varias ligas internacionales y un grupo de artistas viajando de país en país participando en ellas (y que son el objeto de un diálogo público en el que participan millones). Hay diversas modalidades de batalla, un ranking internacional de freestylers, apps para calificar los rounds, un imponente ejército de Youtubers, cuentas de todo tipo hablando sobre batallas en todas las redes y más videos de batallas en YouTube que malditos granos de arena en la playa. Este nuevo tipo de MC tiene en Arkano, Skone, Chuty, BTA, Wos, Sony, Dtoke, Teorema, Nitro, Kaiser, Jony B, Dominic, RC, Jota, Lancer, Danger, y varios más, a una verdadera élite, súper dotados con habilidad para generar objetos verbales en tiempo real y que tengan una vida útil de años en la mente de miles de personas, en lo que cada vez más parece un deporte del futuro, y menos un género musical; y además, en la primera escena de hip hop netamente hispanoamericana, pues involucra a gente desde Islas Canarias a La Patagonia.
El Thanos de este universo es Mauricio Hernández alias Aczino, un originario del Estado de México que fue a competir en 2012 a la Final Nacional de Batalla de Gallos de Colombia y a partir de ahí ha cimentado una reputación como el mejor MC de batallas que ha habido en América Latina, y uno de los mejores freestylers. Una reputación basada en haber ganado la mayor cantidad de torneos, recibir la aprobación unánime de sus pares y ser un ejemplo de tenacidad, sencillez y talento. Mau es la cara del hip hop en la actualidad: es un referente a nivel continental, es independiente, su reputación está basada en algo extra discográfico y su talento como rapero es un regalo en el que todos nos solazamos. Aczino es el último capítulo en la construcción de la identidad del hip hop latinoamericano. —Feli Dávalos
11. Portavoz
El rap en español inevitablemente llegó a un momento en su desarrollo donde generó un MC de ascendencia indígena, que rapea en su dialecto, representa una población enmudecida por el mundo moderno y además cumple con los estatutos básicos de calidad rapera, en cuanto a sus posibilidades como producto cultural. Ninguno de estos raperos que ha unido la tercera raíz con la flor que germinó en el concreto, ha alcanzado el nivel de Portavoz, MC de ascendencia mapuche que ha llevado una de las luchas sociales más importantes del sur del continente a los escenarios, y que ha ayudado a hacer más visible el rap de comunidades originarias de Chile.
Mezclando rimas en español y mapudungun, Andi Ferrer ha sobrepasado las expectativas del rap consciente, filtrándose no solo en la escena chilena sino en toda Latinoamérica con uno de los mensajes de resistencia más poderosos y artísticamente valiosos de la actualidad. Su colaborador frecuente DJ Cidtronyck ha perfeccionado los beats de música tradicional andina, convirtiendo el proyecto en subgénero de rap auténticamente mapuche. El camino recorrido por Portavoz no se limita al rap militante, algo que también lo que lo ha distinguido de otros MCs con discursos similares, ya que puede hacer Ft. con otros raperos en español, participar con crews y proyectos colectivos como Salvaje Decibel y no perder de vista su origen y la misión principal de su voz. Después de su obra mayor, Escribo Rap con R de Revolución, seguimos a la espera de un nuevo disco de Portavoz para la conexión generada con su cultura y su entorno, se vuelva cada vez más fuerte, contagie a más artistas, y sea la punta de lanza de una renovación de la participación indígena en nuestras sociedades, a partir del hip hop. —Joey Muñoz
10. Lil’ Supa
El orgullo de Maracay. El sensei del Dojo. El artista marcial lírico de Venezuela, Lil Supa es lo que está a la mitad entre el jeet kune do de Bruce Lee y “Kick, Push” de Lupe Fiasco, uno de los referentes indispensables del hip hop en América Latina para esta década: identidad continental en las letras, y un estilo fresco, sucio e imparable. Quien haya seguido de cerca la carrera de Marlon Morales en los últimos años sabe que su reputación es merecida. Tal como lo expresa la intro de José Ignacio Cabrujas utilizada en su tema “Culto”, Lil Supa no ha mostrado titubeo alguno al usar el derecho a la cultura que le otorgó la historia, pues su música es eso: un programa para pacificar el espíritu latinoamericano en tiempos de distracción absoluta por el smartphone, una de las voces más auténticas no para recuperar el espíritu profundo latinoamericano, sino para renovarlo. Marlon es importante porque nos recuerda, incluso solo con su mirada, que en el fondo de esta espiral hay una flor que merece cuidado, que la esperanza también viene en forma de karatazo rapper.
Luego de recorrer las calles del continente entero como el señor Uanteik, Morales decidió dejar en casa su patineta y juego de marcadores para elevar su estatus de MC a otros terrenos sensoriales. Y el 3 de febrero de 2017 lanzó su primer trabajo en largo, un álbum audiovisual al cual decidió titular SERIO. Compuesto por trece temas, el trabajo nos mostró al rapero venezolano intercambiando papeles con Lou Fresco, su alter ego megalómano, quien por tramos toma el papel de protagonista, realizador y escritor real de uno de los discos más importantes hechos en América Latina en esta década. SERIO, a su vez, se convirtió en el punto de encuentro de Supa con El Dojo, una camada de samurais líricos y productores trascendentales que están llevando la luz del rap venezolano a cuanto oscuro rincón exista, en una de las narrativas de migración y música popular, también más importantes de la actualidad. Filosofía zen con túnicas de Polo Ralph Lauren: estás en el templo de Zú. —Cristian Cope
9. Al2 El Aldeano
Decir que el rap y el hip hop son herramientas políticas de cambio social se ha convertido un concepto inocuo, que se repite irreflexivamente. Pero en el caso de Al2 El Aldeano, esta es la mejor forma de describir su obra: reportando desde La Habana, su carrera lo consolidó como un periodista en lucha constante contra la censura del régimen castrista, narrando e iluminando temas como la desigualdad y las limitaciones de los derechos civiles a través de un estilo de rap consciente que se terminó por convertir en un estándar de la retórica rapera latinoamericana.
A pesar de que la ley llegaba a cerrar a sus conciertos como parte de Los Aldeanos junto a El B, y de que las adversidades logísticas de una Cuba bloqueada dificultaban la grabación de música, es notable que Aldo haya podido publicar más de 15 álbumes, que se escucharan en todo el continente, y que se consolidara como uno de los exponentes imprescindibles de la historia del rap latinoamericano de este siglo. Su lírica colorida y llena de detalles, que encontraba lo bello en la escasez de su barrio Nuevo Vedado (“los grillos me hacen un sample y el ventilador del techo un hi-hat”, dijo en “La Cacharra”), ha permitido a miles de personas imaginarse que están con él, o que pueden ver esa mística de un pasado latinoamericano cada vez más olvidado, aquel de una revolución social justa para todos. La retórica crítica de Al2 ha impulsado el espíritu de lucha de quien lo escucha; sus habilidades sobre el beat confirmaron que el rap de competencia no queda por fuera de su rango; la forma en que ha abordado el amor y las relaciones lo volvieron canon (“a veces pienso que tú no piensas en mí, y que para estar junto a ti no nací, quizás sea así, pero cuando los ojos abro y te veo a mi lado pienso ‘Amanecí frente a un milagro’”, dijo en ‘A veces’).
La calidez con la que escribe, la manera en que cuenta sus experiencias y sus opiniones, el lenguaje cercano pero preciso que utiliza, hacen que logre conectarse emocionalmente con su audiencia, a través de la rabia o de la alegría. Además, el sabor caribeño intrínseco a su música lo ha diferenciado de otros sonidos latinoamericanos más rectos, elevando así su estrella. —Santiago Cembrano
8. Akapellah
Es difícil no ver a Akapellah, lo sabemos. Su físico lo hace visible. Pero mucho más complicado es hacerse el sordo y no escuchar su absurda capacidad para hacer del español un instrumento de percusión. Recuerdo que la primera vez que escuché al de Turmero, Aragua, fue viendo videos de freestyle en YouTube a las 2:00 de la madrugada. Akapellah tenía una facilidad con las palabras que logró que destrozara a su pobre oponente, y al escucharlo se sentía como si cada oración estuviese hilada por mantequilla. Todo lo que salía de su boca resbalaba y lograba que movieras la cabeza. Luego busqué más sobre él y encontré el primer tema que hizo que se pusiera en boca de todos, “Rueda de prensa”.
Akapellah llegó tumbando y desordenando todo. El rap venezolano había pasado por buenos momentos, La corte, Vagos y Maleantes, Cuarto Poder, Guerrilla Seca. Y claro: Canserbero. Pero era un género más representado por grupos que por solistas con excepción de Can. Con “Como antes” dio el primer paso (y bien pesado) en cimentar su nombre para toda persona que quisiera rap venezolano. Con “Como nunca” se convirtió en uno de los mejores del juego y con “Como siempre” se convirtió en el mejor rapero vivo de Venezuela, justo al mismo nivel de Lil’ Supa. Akapellah no tiene rival escupiendo palabras, pareciera que estudió en la costa oeste toda su vida, tomó mucha soda de naranja y creció escuchando a 2pac diario.
Hoy está a nivel de los más grandes de Hispanoamérica. Se juntó con las grandes ligas (Maffio, Fat Joe, Akon, DJ Khaled) y está haciendo featurings que ningún rapero latino había logrado de esa manera. No se dejó guiar por comentarios idiotas que decían que “se vendió”. Pasó del boom bap al trap como una evolución necesaria y obligada. Luego cruzó el charco llevando su música al otro lado del mundo y, como demostró en “Gordo funky”, le sigue sobrando el flow y sabor para hacer lo que le de la puta gana.
Observen a Pedro mientras puedan. Asistan a sus conciertos. Porque antes que podamos decir “los gordos” y cerrar nuestra boca, se convertirá en un fenómeno mundial. Su ambición es estar al mismo nivel de sus propios ídolos, como él mismo lo dijo. O como dice en Milki: ¿Por qué DJ Khaled sí puede? Akapellah y puede y podrá. —Diego Urdaneta
7. Rxnde Akozta
El cubano Rxnde Akozta tiene más de dos décadas de trayectoria como MC y más de la mitad de su experiencia la ha repartido buscándose la vida en países como Canadá, Finlandia, Venezuela y España. Actualmente reside en Barcelona, pero a sus treintipico, el rap le ha permitido recorrer, conocer y ganar amigos por prácticamente todo el continente latinoamericano y parte de Europa. Edgar Randy Acosta Cruz es un consciente habitante del mundo que ha explorado. Su entendimiento de éste bajo las condiciones de ser un trotamundos con origen cubano, son particularidades que han acompañado su madurez en el circuito musical de la última década, en la que su nombre y líricas nómadas empezaron a golpear y entrar con propiedad en el consciente popular e influencia del rap latino, siendo al día de hoy una de las definiciones más equilibradas y justas de sabiduría y experiencia en nuestra escena underground, así como uno de los primeros responsables de que el rap de los distintos países del continente maneje un código común, lo que va más allá del idioma.
En la diáspora moderna que experimentamos, fruto de transformaciones y colapsos sociales, y donde el rap ha jugado un rol clave en el intercambio de realidades, la figura de Akozta es la de una aguja enhebrando y zurciendo los lugares y personas que han acompañado su propio recorrido. Su recién editado último álbum, Qué Bolá, Asere (QBA), donde comparte créditos con los principales referentes del circuito, es una clara confirmación de ello, siendo una obra que por su naturaleza y contenido se vuelve crucial no sólo para su carrera, sino también para el devenir del rap latino y su progresiva influencia en la cultura popular, pues consigue ser ese noticiario que no encontramos en ningún sitio, pero un género como el rap está atacando, no necesariamente con lamentaciones ni denuncias, pero sí como agentes de cambio social desde sus propias trincheras hacia el resto del mundo.
Rxnde Akozta reúne un poco de todo eso, ya sea por las propias experiencias o por codearse con los que escriben la historia, y porque además con su ejemplo ha demostrado que así de efervescente y conectado es como está el hip hop, un lugar en que los sueños pasaron a ser decretos, las posibilidades y los límites son criterios autoimpuestos y, desde esa premisa, toda una generación lo entendió y comenzó a accionar al respecto. Para Rxnde cada año simplemente es una experiencia por vivir, logros por desbloquear, visas por conseguir, nuevos países con más amigos por conocer y nuevas bombas en forma de canciones que detonar. —Darío Gutiérrez de Laceldadebob.cl
6. Rocca
“Se las dan de malos bravos, andan en banda y siempre alzados; gritan, forman bulla por todos lados, los verdaderos caminan callados”. Este verso, tan lúcido como provocador, es uno de los coros más representativos del rap parido en América Latina. Detrás de dicha estrofa se encuentra el MC colombiano-francés Rocca, pilar esencial del grupo Tres Coronas, quien cocinaría junto a Reychesta y P.N.O. en el condado de Queens, Nueva York, a comienzos del siglo XXI, lo que para muchos se convertiría una de las muestras más fieles que ha habido del rap en español.
Cuando en Colombia las calles habían encontrado voces propias a través de grupos pioneros como La Etnnia y Gotas de Rap, Tres Coronas logró izar bandera en el mercado estadounidense, con un gran despliegue de barras y producciones genuinas, que nada le envidiaban al gangsta rap gringo de la época. Pero mucho antes de toda la invasión anglo, Sebastián Rocca Uribe ya había conquistado la escena del hip hop francés; inaugurando así una de las conexiones más importantes en la identidad porosa de nuestro hip hop, y haciendo de él un vínculo imprescindible en el mapa del rap afrolatino a nivel mundial.
Nacido en París en el calor de un hogar 100% colombiano, Rocca encontró en los suburbios de inmigrantes africanos parisinos una hermandad única que años más tarde lo llevaría a formar parte de la era dorada del rap galo. Sin sobrepasar en aquel entonces los veinte años, Rocca se convertiría en una pieza fundamental del legendario grupo francés La Cliqua, calificado por muchos como el “Wu-Tang francés”, donde contribuyó con su letra pesada y sutil en trabajos memorables como Conçu Pour Durer y La Cliqua. Pero fue en 1997 con su primer álbum en solitario, Entre Deux Mondes, que Rocca revolucionó la manera de rapear en el epicentro europeo del género, y desde el título, dejó claro el programa de mestizaje y conquista a la inversa en el corazón de su legado. Así que si vamos a hablar de artistas innovadores en el rap latinoamericano, Chief Rocca en definitiva es un nombre imprescindible. —Cristian Cope
5. Tego Calderón
Legendario y excéntrico, cúmulo de agilidad verbal y presencia escénica; a veces fundador, a veces abanderado del reggaetón, son características que cualquier MC latinoamericano quisiera tener, pero son pocos los que satisfacen un par de ellas y solo uno cumple con todas. Tego Calderón bautizó su estilo como “lírica que arde”. No se refiere a un lenguaje que se consume en un estallido, sino al ardor del piquete, el ardor que no caduca en segundos, sino que te jode semanas, meses, años después de haber sido expuesto a sus efectos.
Un MC finalmente, ha ser también, ante todo, un vocero de las libertades y estiramientos que el lenguaje puede –y debe– sufrir para mantenerse vivo. Y solo los mejores comprenden esto. Tego es quizá el más indicado para hablar de la vitalidad que una palabra necesita para ser presentada ante el público latino. Desde su álbum debut hasta su cuenta de Twitter, existe en él una tensión fundamental: sólo un lenguaje como el español de las Américas puede dar a conocer un problema-panorama como el latinoamericano; ese español difícil de medir, coloquial y profundo a la vez, enemigo de las formas hechas y especialista en el malabarismo de los significados. Y si un legado será –si tuviéramos que escoger uno– dejar que el mal español retumbe más allá de las estructuras que lo reprimen. Subvertió la vieja idea del correcto hablar para hacer hits internacionales al respecto. Supo escuchar ese español y heredarlo a la –hoy día– larga tradición de MCs latinos. Más que coloquialismos extraídos del barrio, más que un ejercicio de apropiación, lo de Tego está escrito desde adentro, en las entrecalles y los asentamientos hechos sin plano, pertenece a la lengua que florece y se reescribe a diario. Al escucharlo uno tiene la impresión de que se mueve, que varía, que se adapta. Es un hecho, si se siente vivo, es porque efectivamente lo está. —Luis Arce
4. Ana Tijoux
Reconozco que no me resulta fácil entender el fenómeno mundial que es hoy en día Ana Tijoux, sin desprenderme del recelo por querer mantener todavía aquella noción local, por ende, más propia, con la que su aguerrida y concienzuda lírica adolescente impactó e influyó en la memoria colectiva de la generación a la que pertenezco, desde hace ya dos décadas. Partiendo de que en el contexto actual esa pequeña huella podría considerarse casi ridícula, para el Chile de aquel entonces, que no se desmarcaba del todo de su reprimido y aún fresco pasado dictatorial, el legado que dejaron publicaciones como Vida Salvaje y Aerolíneas… junto a sus compañeros de Makiza, fue fundamental; y es por lo mismo que también creo que hasta ahora nos cuesta hablar de ella sin referirla de un modo nostálgico como la ex-Makiza, proyecto que solo fue puntapié de una trayectoria con la que su voz sigue revolucionando rincones del planeta a un paso avasallador.
Ana es la hija prodigio del hip hop chileno, la femcee más importante que ha dado América Latina y es un hecho incuestionable el orgullo que nos causa su manera única de haber llevado esa raíz hacia los principales circuitos de la industria musical. Sin embargo, su principal triunfo me parece que está en haber logrado que sus propias verdades se convirtieran en el lenguaje de una generación universal abierta a la discusión y el cuestionamiento, aun cuando los cánones del mercado apuesten por lo contrario, pero que en su caso es capaz de seguir haciendo sold outs en países como Alemania, Inglaterra y España.
Ana es una voz que sacó de la marginalidad realidades invisibilizadas y conflictos sociales, la lucha de nuestras raíces originarias, la esperanza y convicción por un mejor mañana de cada madre que guerrea desde la soledad. Ana es en sí misma todo eso y más, la secuela de la vida salvaje que en sus primeros pasos nos desnudó con sus rapeos protestantes y que, tras veinte años de ejercicio y un inagotable espíritu explorador en los caminos de la música, defiende con su esencia aquella corona como una de las primeras referencias en el continente, dentro y fuera de una escena históricamente machista, como lo ha sido el hip hop. —Darío Gutiérrez de Laceldadebob.cl
3. Vico C
Vico C es un MC que pertenece a un mundo que ya no existe. Las herramientas con las que hizo una serie de canciones que, sin saberlo o no, influyó a prácticamente todos los que vinieron después, eran discursiva y materialmente otras. No podríamos colocar al filósofo del rap (o del reggaetón, según quien lo diga) en un género en específico. Su música tampoco era para cierta clase social, él siempre lo dijo: elaboraba música para la gente, sin importar sus características. Más que rap o reggaetón, el filósofo fue y será siempre la voz del pueblo.
Para 1988 cuando comenzó su historia, el rap latino era tal vez imposible de imaginar, lo cual hace del legado de Vico C algo aún más extraordinario, y razón por la cual estuvo siempre un paso delante, desde su primer disco La Recta Final, hasta clásicos como Misión la Cima y, por supuesto, a principios de los 90 con éxitos como “Me Acuerdo” que seguro habrá llevado a muchos al cansancio mediático, así como también el legendario disco Desahogo, pero que a la postre se convirtieron en referentes indispensables de la canasta básica del rap latino. El pionero indiscutible del rap, además, tuvo una historia personal que es un reflejo del género en Latinoamérica: supo combatir los problemas a su alrededor, como su adicción a las drogas, aquel accidente que lesiono su pierna por un par de años, o su paso por la cárcel.
Nacido en Brooklyn NY pero criado y forjado en Puerto Rico, su conexión con el Caribe lo ha hecho explorar diferentes ritmos afro descendientes, dando cátedra lo mismo en un reggeaton de letra consciente, que con un rap de beats poderosos. Vico C es el papá de los pollitos, el primero que entendió las posibilidades infinitas de un rap con identidad latinoamericana, y también representa esa escuela de rap en español que es la esperanza de muchos en los barrios, aun cuando se pensaba que esta música pasaría de moda, o que sería un divertimento sin trascendencia. El Hector Lavoe del rap latinoamericano, Vico representa el vínculo más natural entre ese pasado mitológico de la música caribeña, y una actualidad donde el reggeatón blanqueado es el género comercialmente hablando más importante. Su legado está más vivo que nunca. —Carlos Vargas
2. Canserbero
Pocos raperos en la historia de Latinoamérica han tenido la combinación de rimas de competencia, introspección, crítica social e historias oscuras de vicisitudes letales como Canserbero. Y ninguno ha tenido la conexión emocional con toda una región a través de su acercamiento a la muerte desde distintos ángulos, a emociones como la venganza, el rencor y el desespero, como lo hizo el venezolano. En su carrera, truncada en 2015 por su muerte en una situación confusa que agregó misterio a una figura ya enigmática, siempre exploró nuevas temáticas, apoyado en su inteligencia, estudio y conocimiento, que se hacían evidentes en sus canciones, que eran mucho más que palabras que rimaban entre sí.
Su voz rasgada, como si la dura vida la hubiera marcado preventivamente desde la cuna, siempre fue distintiva. Conforme avanzó, pasando de su grupo Basyco a Guía Para la Acción y Can+Zoo Índigo y llegando a la dupla complementaria de Vida y Muerte, Can encontró formas de que sus alaridos identificaran a una juventud latinoamericana que encontró en sus raps una versión vulnerable —aunque igualmente agresiva— del hip hop que amaban. Pasó de ser Tyrone González, con letras más políticas o cercanas a sus vivencias, a confirmarse como Canserbero, un juglar del averno, que articulaba imágenes tan vívidas que daba miedo pensar que él las hubiera sufrido.
Esa trayectoria —en la que, aún vivo, se convirtió en leyenda— le dio una inyección de energía al rap latinoamericano que funcionó como un punto de inflexión. Llenaba conciertos y consiguió una fanaticada ferviente y apasionada que lo veneraba e incluso trascendía al rap mismo: varios no escuchaban rap pero sí a Canserbero. Por sus relatos de muerte que, según la óptica, pueden funcionar como premoniciones de su final, se ha olvidado que era mucho más que un poeta maldito, un MC de temáticas de puñales, infiernos y cementerios. Aun si estos fueron los puntos más altos de su carrera (y abrieron discusiones necesarias sobre salud mental en el rap), trabajos como Apa y Can —el último que publicó— evidencian la capacidad y disposición de divertirse y rimar a un nivel superlativo con todo tipo de flows que tenía Tyrone.
Si el hip hop en nuestras sociedad, es una incubadora de mitos personales en la era del individuo, el mito de Canserbero es fundacional para comprender el hip hop latinoamericano, y su legado es inmortal. —Santiago Cembrano
1. Residente
Residente encabeza nuestro listado porque hizo que el rap fuera aceptado en la idiosincrasia mental de las sociedades latinoamericanas. Gracias a su estilo aparentemente sencillo y educado, a su capacidad para ser poético a la vez que sagaz, de utilizar un español arraigado en la identidad latina, y de tratar temas urgentes de un modo honesto y artísticamente edificante (sin ser excesivo en la cursilería, ni querer regañar al que escucha), Residente le dio la mayoría de edad al rap latino.
La primera vez que en América Latina el status quo estuvo dispuesto a escuchar el discurso de un rapero, solo por el discurso mismo, no porque representara algún tipo de A) causa social, B) artilugio cómico, o C) identidad barrial, sino porque sus palabras tenían un valor en sí mismas, y eran dignas de ser citadas, estéticamente bellas, edificante de algún modo, fue con René. Y esta es una de las características esenciales del rap como disciplina artística: ser un espacio público para la poesía. René hizo eso, le devolvió su carácter de público a la poesía en América Latina, gracias a su muy particular fórmula de rap, a la mitad entre el pop y la revolución, entre la denuncia y el chiste, donde lo soez tuvo el mismo peso que la moral; todo en un producto que supo darle algo al más estricto de los escuchas, sin olvidar al más distraído.
Y aunque no se le reconozca como tal, el hecho de haber sido el primer rapero al que se le dio este chance de ser un poeta público general, hizo que se afinaran las tuercas en el entramado del hip hop a nivel continental, y abrió las puertas al momento actual que vive, que es sin duda el más importante que hemos tenido, con la explosión de artistas y escenas diferentes más relevante de nuestra historia.
Calle 13 es la antesala de esa cosa que ahora llamamos música urbana. Empezaron haciendo reggaetón sucio y tremendamente punk, y le dieron al mundo uno de los clásicos más queridos de la década pasada en “Atrévete te te”, para luego en su segundo disco quemar para siempre las naves del reggaetón y comenzar una de las rachas más importantes para la música popular moderna, en la que otorgaron una identidad de fusión latina a sus canciones y una profundidad literaria, pocas veces vista en un producto musical moderno, que terminaría por ser el ejercicio rapero de mayor influencia en la historia; porque además, si no fueran suficientes los premios Grammy, el éxito comercial, y la celebración crítica universal, cuando ha sido necesario, René se ha subido al ruedo de las tiraderas, haciendo lo que hacen los MCs, e incluso ha fungido como juez de Batalla de Gallos.
Puede no ser el mejor técnicamente, y tampoco fue el primero. Definitivamente es un MC controversial en muchos sentidos, y donde muchos ven a un artista peso pesado, otros ven al Bono del Caribe. Lo que es innegable, es que Residente es imposible de ignorar, que es un artista necesario en la actualidad, y una de las voces más importantes que ha habido en la música popular en español. —Feli Dávalos
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