Medio Ambiente

Cosas que haces para salvar el planeta pero que solo lo joden aún más

plastične kese vs. cegeri

Este artículo se publicó originalmente en VICE Canadá .

Se dice que “el camino al infierno está lleno de buenas intenciones”. Bien, pues este refrán se aplica mucho a las cosas que hacemos por intentar ser más ecológicos. Y es que muchos de esos actos en apariencia sostenibles pueden no serlo tanto como creías.

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Esto se debe a que es muy fácil ganar dinero comercializando artículos como respetuosos con el medio ambiente, sin importar si realmente lo son. Hans Hoogervost es el director de una organización de normas contables internacionales que hace un seguimiento de hasta qué punto son sostenibles las operaciones de empresas de cotización oficial y ha advertido de que la práctica del greenwashing (usar un falso ecologismo como argumento de ventas) está tremendamente extendida y de que las corporaciones priorizan los beneficios sobre el bien del planeta.

Con tanta desinformación, no es fácil distinguir qué productos son realmente inocuos para el medio ambiente. Para ayudarte, hemos hablado con expertos que nos han explicado qué cosas deberíamos dejar de hacer o usar por el bien del planeta:

Bolsas de algodón

Se ha declarado una guerra contra los artículos de plástico de usar y tirar. Son muchos los países que han empezado a tomar medidas para reducir el uso de plásticos, pero tal vez sea un error pretender sustituir, por ejemplo, las bolsas de plástico comprando otras de algodón.

Las bolsas reutilizables de algodón pueden parecer un buen sustituto y, de hecho, lo son, pero solo si las reutilizas de forma constante durante al menos 11,5 años. Según un estudio danés, usarlas por un tiempo inferior a ese no compensaría el hecho de que para su fabricación se contamina 606 veces más agua que en la fabricación de bolsas de plástico.


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Todd Myers, director de medioambiente del Washington Policy Center, nos recuerda que no debemos “ignorar las consecuencias de la fabricación de bolsas de algodón, menos obvias pero mucho más perjudiciales”. Un estudio del Gobierno de Reino Unido corrobora el hecho de que las bolsas de algodón y lona producen la mayor huella de carbono ya que requieren más recursos para su producción y distribución.

Todos hemos visto esos vídeos e imágenes de playas antaño prístinas y hoy cubiertas de desechos de plástico, de cómo la fauna y flora marinas están sufriendo las consecuencias de toda esa basura que generamos. Sin embargo, en lo que respecta a la contaminación del aire y el agua, las bolsas de algodón son peores. A no ser que las utilices durante más de una década, pero por lo general eso no suele ocurrir.

Maquillaje biodegradable y toallitas de bebé desechables

Elegir productos etiquetados como “biodegradables” puede parecer una opción obvia para quien se preocupa por el planeta, pero resulta que las toallitas están entre los peores artículos en cuanto a vender algo que no es.

Un equipo de investigadores de la Universidad de Ryerson publicó un informe este mes con las conclusiones de un estudio de 101 productos desechables (23 de los cuales se vendían como aptos para ser desechados por el inodoro). Los expertos descubrieron que ninguna de las toallitas “se deshacía o dispersaba adecuadamente en el sistema de alcantarillado, lo cual puede tener implicaciones negativas para el sistema de tuberías de los hogares, la infraestructura del alcantarillado municipal y, por tanto, el medioambiente”.

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Foto vía Universidad de Ryerson

Las autoridades responsables del sistema de alcantarillado de Canadá, por ejemplo, calcula que cada año se gastan 250 millones de dólares (165 millones de euros) en todo el país para eliminar taponamientos en el alcantarillado provocados principalmente por toallitas desechadas en el inodoro. Pero la cosa es aún peor: estas toallitas supuestamente “verdes” contienen fibras sintéticas muy perjudiciales para el agua y la fauna.

Lamentablemente, la alternativa es bastante incómoda: sustituir las toallitas por paños reutilizables o las manos.

Aplastar latas de cerveza y refresco

La inmensa mayoría de las latas de bebidas están fabricadas con aluminio. Lo bueno es que son totalmente reciclables y pueden procesarse y reutilizarse infinitas veces a no ser que se hayan contaminado.

Pero para que puedan ser recicladas, debemos resistir la tentación de aplastarlas. Resulta poco intuitivo, ya que si las aplastamos, ocupan menos espacio y podemos almacenar más cantidad en el contenedor. Sin embargo, la mayoría de las instalaciones municipales de clasificación utilizan un sistema automatizado que categoriza los objetos por su forma y tamaño, por lo que una lata aplastada podría acabar en la sección equivocada, ya que el sistema podría confundirla con papel.

Es muy importante reciclar las latas de aluminio, ya que cuanto más tiempo se haga, mayor será la compensación de su enorme huella de carbono. La minería de aluminio genera productos tóxicos que contaminan el suelo y el agua, y el proceso de refinado usado para darle la forma de una lata consume mucha electricidad, afecta a las masas de agua y provoca deforestación.

Compartir vehículo

Aunque pueda parecer mejor alternativa que ir sola en tu coche o en un taxi, hay investigaciones que sugieren que los servicios como los que ofrecen Uber y similares no necesariamente son beneficiosos para el planeta. Es un tema no exento de debate, en cualquier caso, ya que este tipo de empresas suelen ser muy recelosas con sus datos y no es fácil hacerse una idea de la situación. Pese a ello, el rápido ascenso de este tipo de servicios en otros países ha provocado que la gente utilice menos el transporte público.


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Los culpables del aumento de las emisiones son todos esos kilómetros muertos que hacen los conductores de estos servicios cuando no llevan pasajeros. En las grandes ciudades, como en el caso de Nueva York, esos desplazamientos constituyen la mitad de la distancia que recorren con pasaje desde 2013. Esto se traduce en más emisiones y más atascos, que a su vez generan más emisiones aún.

Las propias empresas de desplazamientos en vehículos compartidos reconocen que podrían incorporar prácticas más sostenibles. Uber ha dedicado 10 millones de dólares a estudiar el impacto de sus servicios sobre el tráfico de las ciudades. Si bien esta empresa no ha tomado la vía más limpia, sí que ha empezado a ofrecer incentivos a aquellos conductores que se cambien a vehículos híbridos o eléctricos, medida que, según representantes de Uber, contribuiría a reducir en gran medida su impacto medioambiental.

Dicho impacto es objeto de un intenso debate. El estudio más exhaustivo al respecto se llevó a cabo en 22 mercados estadounidenses y mostró que la llegada de este tipo de servicios ha supuesto un descenso de aproximadamente un 12,7 por ciento en el uso del autobús en los primeros ocho años.

Un estudio reciente de la Universidad de Toronto señala que el efecto Uber depende de la zona en la que vivas: concretamente, el servicio reduce el uso de transporte público en las ciudades pequeñas y lo incrementa en las grandes. El estudio también sugiere que Uber provoca un aumento del uso del autobús y un descenso del uso del tren.

La mejor forma de abordar este problema probablemente sea hacer un uso responsable de este tipo de servicios. Siempre que sea posible, comparte coche con el mayor número de personas y procura no hacer esperar mucho al conductor, contribuyendo a la contaminación y malgastando el tiempo de la gente (esta regla se puede aplicar a todos los aspectos de la vida). Por último, usa Uber o Cabify como último recurso si dispones de transporte público.

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