Este robot, de ojos verdes y sólo veintitrés centímetros de alto, ha llegado para fungir como el alter ego de las personas y una solución que el gobierno japonés espera que ayude a las legiones de ciudadanos japoneses que se encuentran en aislamiento social extremo en el país.
El robot llamado OriHime está siendo utilizado en Japón para ayudar a quienes luchan con la ansiedad causada por las interacciones sociales. Los usuarios pueden operar el robot desde sus dispositivos a través de una aplicación, lo que les permite comunicarse con el mundo exterior sin siquiera tener que abandonar la comodidad de sus hogares.
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Los funcionarios de la ciudad de Kobe dijeron la semana pasada que a los hikikomori, o personas en aislamiento social extremo, les prestarían el robot OriHime a partir de diciembre. Es el primer gobierno municipal del país en emplear un robot para ese tipo de servicios.
Las preocupaciones con respecto a la población japonesa de hikikomori surgieron en la década de 1990, cuando se acuñó el término. La atención en el problema se renovó durante la pandemia de COVID-19 a causa de un aumento en los suicidios y los problemas de salud mental, por lo cual los gobiernos prometieron hacer más para combatir la “soledad”, un problema general del que forman parte los hikikomori. A principios de este año, Japón nombró a su primer “ministro de la Soledad”, cuya labor es hacer frente a los problemas de aislamiento.
No existe una definición clara de hikikomori. En 2010, algunos investigadores estimaron que alrededor del 1,2 por ciento de la población del país sufría de aislamiento social extremo, lo que ha sido definido como la permanencia en casa durante más de seis meses sin participar en la sociedad. Es decir, que no salen ni para asistir al trabajo o la escuela.
Con la intensión de integrar a los hikikomori en la sociedad, el gobierno japonés y algunas organizaciones independientes han ideado una serie de soluciones.
La organización sin fines de lucro New Start, por ejemplo, ofrece “hermanas o hermanos” en alquiler. Se trata de empleados que las familias de los hikikomori pueden reclutar para que hablen con sus seres queridos en aislamiento. Con un costo de 100.000 yenes mensuales por una visita semanal de una hora, se dice que estas interacciones ayudan a reducir la sensación de aislamiento y el estrés provocado por la interacción con el mundo exterior.
En la ciudad de Kobe, donde el robot OriHime está siendo utilizado, los funcionarios han establecido 13 centros comunitarios de transición donde los hikikomori pueden socializar de forma segura. A veces, las personas interactúan con el personal de forma remota, mientras que otros que ya han empezado a salir poco a poco de sus hogares pueden visitar físicamente el centro. OriHime hará su debut en uno de esos centros.
“Se trata de nuestro esfuerzo más reciente por crear un espacio seguro para los hikikomori”, le dijo a VICE World News Emiko Sakai, directora del centro de apoyo hikikomori de la ciudad de Kobe.
Cerca de 6.600 personas en la ciudad de Kobe, aproximadamente el 0,4 por ciento de sus 1,5 millones de habitantes, sufren de aislamiento social extremo.
El robot OriHime, desarrollado por la empresa japonesa ORY Laboratory, tiene dos brazos, que se mueven expresivamente mientras habla. En lugar de utilizar sus propias voces, los usuarios escriben frases en la aplicación que luego el robot lee en voz alta.
Con menos de 30 centímetros de altura, OriHime es mucho más bajo que un adulto promedio. Pero según Sakai, ese es el punto.
“Es mucho más portátil, por lo que los miembros del personal pueden colocar fácilmente al robot en una mesa y otras superficies. De esa manera, el robot estará a la altura de los ojos de las personas con las que los hikikomori se estén comunicando”, dijo Sakai.
El gobierno de la ciudad planea usar un itinerario para que los hikikomori puedan pedir prestado el robot, sin costo alguno, de acuerdo con sus necesidades.
A diferencia del chat en línea, el atractivo de OriHime es que permite a los usuarios interactuar con otras personas usando un cuerpo que imita al de un humano, lo que permite que haya señales de comunicación no verbales.
“Esperamos que esto ayude a los hikikomori a sentir que no se encuentran solos”, dijo Sakai.