Karl Lagerfeld

Autorretrato de Karl Lagerfeld

Cuando el mes pasado recibí una llamada inesperada de Vice proponiéndome volar a París y entrevistar al káiser en persona, Karl Lagerfeld—director creativo del imperio Chanel, valorado en 10.000 millones de dólares, de la firma Fendi y de la línea que lleva su nombre—, no me lo pensé dos veces. Tengo que confesar que, antes de la propuesta de Vice, mis conocimientos sobre tan legendario capitoste de la moda no eran ni de lejos los de un experto; lo que sí sabía era que, para un marica, aquello era el equivalente de una audiencia con el Papa. Me entusiasmaba la idea de conocer al Hombre Detrás del Abanico (que, como pronto descubriría, sustituyó por el Alzacuellos hace largo tiempo), al gurú de las gafas oscuras, e intentar separar el mito de la realidad.

Lo que pasa es que, tras conocerle y pasar algo de tiempo con él, he podido comprobar que el hombre realmente es el mito. No es que no haya nada detrás del Lagerfeld que vemos; ocurre que, de algún modo, por alguna extraña alquimia, la persona que baja las escaleras de su atelier, multiplicada su imagen por infinidad de espejos, ha trascendido el plano mortal para convertirse en una criatura de pura creatividad. Lagerfeld es como un estudio sobre el movimiento perpetuo, pasando incansable de un proyecto a otro sin dejar en ningún momento de devorar la historia y el presente efímero, el zeitgeist. Voraz lector y observador de la vida a través de los libros y la cultura popular, filtra el mundo hacia la costura y otras empresas creativas como si fuese un superordenador. En la entrevista que sigue, Lagerfeld coincidió conmigo cuando le sugerí que tal vez padezca el síndrome de Aspeger, una rara forma de autismo caracterizada por un “trastorno” obsesivo-compulsivo que se manifiesta en una especie de genio.

Mientras hacía mi investigación, lo que más me llamó la atención fue lo cercanos que estaban algunos intereses de Lagerfeld con los míos. A pesar de poseer un avión privado y varias casas de lujo, es antimaterialista y mantiene una actitud de indiferencia respecto a sus posesiones que se agudiza más y más a medida que avanza en su madurez. Tiene un sano aprecio por lo que ciertas personas consideran “la mala vida”—prostitución, promiscuidad… esas cosas—y es decididamente antiburgués, lo cual explica su desagrado por la idea del matrimonio gay.

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Para romper el hielo, cuando nos conocimos le presenté una lista de diez cosas en las que ambos creemos. Lagerfeld se mostró cálido y cordial desde el primer momento. Sin embargo, tengo de admitir que me embrujó. Durante la hora y media que estuve sentado con él, me sentí como si estuviera en un sueño, bajo hipnosis: relajado pero en trance, incluso ligeramente extático. Lagerfeld es un gurú, es cierto. Y no sólo de la moda.

Vice: Está usted muy ocupado, como de costumbre.

Karl Lagerfeld: Siempre lo estoy, pero es que estos son tiempos ajetreados. A mí me gusta el ajetreo.

He estado viendo documentales sobre usted. A medida que iba sabiendo cosas sobre usted, me sorprendía cómo ha ido destilando su filosofía.

Más realista.

Sí, muy realista.

Realismo sofisticado.

Eso es casi una paradoja, pero le entiendo.

Me encantan las paradojas.

Y a mí. Creo que todo tiene que ver con las paradojas. Hay gente que no lo pilla; creen que uno está siendo contradictorio, pero dos cosas opuestas pueden existir simultáneamente. No hay misterio en eso.

La verdad es sólo una cuestión de punto de vista.

Me gusta que deje claro que no desea ser fotografiado ni filmado sin sus gafas de sol. A mí tampoco. ¿Y a quién sí?

Son mi burka.

Exacto. Un burka para los ojos.

Un burka para el hombre. Soy algo corto de vista y las personas cortas de vista, cuando se quitan las gafas, parecen perritos que quieren ser adoptados.

Yo soy miope de un ojo e hipermétrope del otro.

¿Y no te puedes operar?

No. Me han dicho que nunca necesitaré gafas porque utilizo un ojo para ver las cosas que están lejos y el otro para las que están cerca.

Eso es perfecto, ¿no? Yo prefiero ver mal de lejos, de lo contrario tendría que ponerme gafas para leer. Pero no las uso porque quiera hacerme el interesante. Yo lo hago todo sin gafas, excepto hablar con desconocidos. Sobre todo si también llevan gafas.

A mí me revienta cuando los fotógrafos me preguntan “¿Podemos hacerle una foto sin las gafas?” ¿Y por qué? Ellos pueden verme perfectamente.

Una vez tuve que hacer una entrevista con una periodista alemana; una mujer fea, horrible. Fue durante los primeros días tras el comunismo, puede que una semana después. Ella vestía un jersey amarillo que se transparentaba. Llevaba un sujetador negro enorme, porque sus tetas eran enormes. Me dijo, “Esto es una descortesía; quítese las gafas”. Y yo respondí, “¿Le he dicho yo que se quite el sujetador?”

Hay que tener cuidado con lo que se pide. Una cosa que usted hace y también trato de hacer yo es conceder igual importancia a todos los aspectos de la creatividad. Moda, fotografía, libros… Lo que sea. Todo procede del mismo sitio.

Sí, exacto. Todo viene de la misma cabeza. Las tres cosas que más me gustan son la moda, la fotografía y los libros. Hay muchas más cosas que me gustan, pero no estoy dotado para ellas. No tengo dotes para la música. No estoy dotado para cantar. Y no me gusta la actuación porque mi vida ya es en sí una pantomima.

Bueno, las dotes que sí posee le han ido muy bien.

Soy perfectamente feliz, y lo mejor es que puedo hacer las cosas que quiero. No tengo ningún problema con los asuntos del día a día, con las cosas más mundanas; actualmente puedo hacer todo lo que hago en las mejores condiciones. Mi negocio de modas, Chanel, es la mayor marca del mundo de ropa de confección de lujo. Y Fendi forma parte del grupo LVMH, que también es muy grande.

Usted hace mucho que es famoso, pero el panorama de la fama ha cambiado radicalmente en los últimos años.

Eso es parte de nuestra vida y de nuestra cultura.

¿Cree que la fama se ha convertido en algo tóxico?

Sí, pero contra eso no se puede luchar. Hay un precio que pagar por la fama, y la gente que no está dispuesta a pagarlo puede tener problemas. Yo acepté la celebridad gracias a una expresión francesa: “No puedes tener la mantequilla y conservar el dinero de la mantequilla”.

Hay que elegir entre una cosa y la otra.

Y ahora no puedo ni cruzar la calle. No puedo ir donde me dé la gana.

¿Y no le importa estar solo y aislado?

Tengo guardaespaldas. Y tengo grandes coches.

¿Viaja usted con guardaespaldas?

Sí. Pero no viajo en vuelos comerciales. Si tengo que ir a algún sitio, voy en avión privado.

¿Y a un nightclub o algo así?

No voy. Nunca voy solo a ningún sitio, ni siquiera de aquí al Quai Voltaire, donde vivo. Nunca, jamás. Siempre hay gente esperándome delante de la puerta.

¿Cuánto tiempo lleva siendo así, lo de tener fans a las puertas de casa?

Los últimos diez años. Antes era más soportable. Y cuando era más joven, la gente ni me conocía. Tuve ocasión de ser joven y no tener problemas por este tipo de cosas.

Karl y Bruce en el estudio de Karl en París. (Foto de Olivier Saillant)

Ahora las estrellas jóvenes son devoradas y destruidas, y eso es triste, de alguna manera. Pero, si he de ser sincero, a mí las estrellas no me preocupan. Me preocupan más las personas corrientes que pasan demasiado tiempo pensando en los famosos.

Si yo fuera pretencioso diría que no soy una persona corriente. Pero sé a qué te refieres.

Sé que le importa, porque a usted le interesan tanto la alta como la baja cultura.

Eso es porque sólo hay una cultura. A mí me gusta saber de todo. Me gusta estar informado. No estoy siendo pretencioso. Puedo hablar varios idiomas. Y leer en muchos más.

La palabra “pretencioso” suele usarse de forma peyorativa, pero yo no creo que ser pretencioso sea necesariamente algo malo. En fin, también sé que trabaja usted muy duro. Esa es otra cosa que tenemos en común. Yo odio las vacaciones. No va conmigo eso de ir a tumbarme a la playa.

Yo, de joven, fui muy playero.

Sus años mozos. Usted ha declarado que fue en esos tiempos cuando lo aprendió todo sobre la vida. ¿Qué hacía?

Todo lo que uno pueda hacer para saber la clase de vida que desea. Lo que te gusta, lo que no te gusta, lo que funciona para ti. No tardé en averiguar que había muchas cosas que no eran para mí, pero con las que no tengo nada en contra. No tengo prejuicios. Ni uno solo. No juzgo.

Ser alguien que trabaja tanto no es muy distinto a ser un monje.

Pero trabajar duro es como ser políticamente correcto. Sé políticamente correcto si quieres pero no fastidies a los demás con conversaciones sobre ser políticamente correcto porque ahí termina todo. ¿Deseas provocar aburrimiento? Pues sé políticamente correcto en tus conversaciones.

¿Qué significa para usted ser políticamente correcto?

Significa gente hablando sobre actos de caridad. Hazlo, sé caritativo, pero no conviertas eso en tema de conversación porque vas a matar al mundo de aburrimiento. Es desagradable. No salgo demasiado, de todos modos, así que tampoco tengo que exponerme mucho a los demás.

¿Y estar aislado no es un problema?

Ningún problema. Ése es el milagro de mi vida. No existen los problemas, sólo las buenas y las malas soluciones.

Usted está en contra del matrimonio gay. Estoy totalmente de acuerdo con usted.

Estoy en contra por una sencilla razón: en los 60 los gays decían que teníamos derecho a ser diferentes. Y ahora ellos, de repente, quieren tener una vida burguesa.


Normalizarse.

Me cuesta imaginar a uno de los papás en el trabajo y el otro en casa con el niño. ¿Cómo sería eso para el niño? No lo sé. Veo más lesbianas casadas y con hijos que hombres casados y con hijos. Y creo más en las relaciones madre-hijo que en la relaciones padre-hijo.

Deduzco que usted no quiere hijos.

De estar interesado, sería padrino. O madrina. No me gusta la idea de sacar a nadie de su vida y su contexto. Si quisiera adoptar a un niño, lo que haría sería localizar a su familia y darles dinero para pagarle una educación. Dentro de su vida y de su contexto.

¿Qué hay de famosos artistas gay como Francis Bacon o Wilhelm von Gloeden? Ambos mantuvieron relaciones que fueron casi como matrimonios.

Conocí a Francis Bacon. Era el hombre más dulce sobre la faz de la Tierra. Como una dama inglesa bebiendo té con el meñique tieso en Monte Carlo. Mi mejor amigo, que ya murió, tenía una gran amistad con Bacon. Bebían y apostaban juntos.

¿Bacon iba con su protegido? ¿O es que eran amantes?

Creo que ya estaba muerto por entonces. El famoso.

Ah, George Dyer.

A Bacon y a mi amigo sólo les vi bebiendo mucho y apostando fuerte.

Su mejor amigo está…

Muerto también.

¿Qué le pasó?

SIDA. Fue hace 20 años.

¿Cómo sobrellevó aquel periodo? Ya sabe cuántas grandes personas fallecieron a causa del SIDA.

No deseo volver sobre aquello. Contraer la enfermedad era entonces un caso sin esperanza.

Una sentencia de muerte.

Puede que seas demasiado joven para recordarlo. Fue horrible. Más que horrible.

Diezmó el mundo de la moda.

Acabó con toda una generación.

Fran Leibowitz dijo que el SIDA acabó con toda las personas que molaban.

Sí, exacto.

Estoy de acuerdo. Afectó sobre todo a la gente que experimentaba y vivía la vida al límite.

Puede que las cosas fueran demasiado lejos. Pero es que ahora quieren ser burgueses. Demasiado burgueses.


Es como si los oprimidos se estuvieran convirtiendo en los opresores.

En cierto modo, es así. Exacto.

Ser el tipo de gente que siempre les marginó.

De niño le pregunté a mi madre qué era la homosexualidad, y ella dijo—esto fue en Alemania hace 100 años; ella era una mujer de mente muy abierta—”Es como el color del pelo. No es nada. Hay gente que es rubia y gente con el pelo oscuro. No tiene importancia”. Una actitud muy sana.

Fue usted afortunado.

Hay gente que convierte la tendencia sexual en un drama. No lo entiendo. No es un problema. No existe. Carece de importancia. Para mí nunca la tuvo.

¿Cómo era usted de niño?

Parecía un adulto. Tengo fotos en las que llevo corbata y ya era igual a como soy ahora. Y, claro, tenía mucho éxito entre los pedófilos. Lo supe a los diez años.

¿Se aprovechó de eso conscientemente?

Bueno, yo no diría tanto. Tocarme era imposible. Echaba a correr y le contaba a mi madre que alguien a quien ella conocía, como el hermano de un marido de mi hermana, pues… No sucedió nada, pero mi madre me dijo, “Mira, querido, la culpa es tuya. Ya sabes cómo te comportas”.

¿Llegó a practicar el sexo con un adulto?

No. Las cosas nunca llegaron tan lejos.

El cómico Chris Rock dijo una vez que cuando estaba en un picnic familiar y uno de sus primos o tíos intentaba sobarle, él se lo decía a su madre y ella le decía, “Aléjate y se pasará”.

Una versión menos sofisticada de la mía. He ahí por qué cosas así deberían haber dejado hace tiempo de ser un tema noticiable. A los niños se les debería informar mejor.

¿Qué hay de su relación con los movimientos políticos gay?

No tengo nada que ver con ellos. La orientación sexual es una parte de la vida normal. Sólo eso. El 20 por ciento de personas que son gays, porque Dios o quien sea los ha hecho así, son como se supone que tienen que ser. ¿Qué problema hay?

El argumento podría ser que cuanto más organizados y politizados, mejor preparados estarán para luchar contra la violencia homófoba y cosas por el estilo.

Yo nunca me he encontrado nada de eso. He estado sobreprotegido toda mi vida. ¿De qué va esa lucha? A mí nunca me ha pasado nada. Ni le ha pasado a la gente que conozco.

Como dice Marianne Faithfull, “¿A favor de qué luchas? Esa no es mi realidad”.

Exacto. Estoy loco por ella. Es maravillosa.

Me preguntaba si los movimientos gay han tratado alguna vez de enrolarle.

Sí, pero es que yo ni siquiera voto. No he votado en mi vida. Por ningún tipo de política. Aquí soy un extranjero. Y en Alemania soy un extraño. Sólo estoy de paso.

La política, en general, está demasiado orientada a los negocios.

Yo me dedico a la moda. La política no es mi trabajo. Ni siquiera voto en Francia, donde los extranjeros pueden hacerlo. No voy a votar en mi vida. Podría votar por mí mismo porque lo sé todo sobre mí. Puedo engañar a todo el mundo pero no puedo engañarme a mí mismo. Como mi madre solía decir: “Si eres honesto y tienes cierta educación, conocerás tanto la pregunta como la respuesta”.

¿Trabajó usted con Carla Bruni, la mujer del primer ministro francés, cuando ella era modelo?

Oh, sí. Era una de las diez supermodelos.

Yo estaba obsesionado con ella. Recortaba sus fotos de las revistas. Y cuando a principios de los 90 estaba editando una película, miraba una foto suya que tenía pegada en la pared. No sé por qué. Tenía algo.

Tiene una gran educación y habla varios idiomas. Es perfecta para el trabajo de primera dama. Hasta la fotografié desnuda.

¿Sacó la prensa a la luz esas fotos cuando llegó a primera dama?

Sí, pero eran fotos elegantes y ella no tuvo nada en contra. De hecho, no pudo importarle menos. Eran hermosas, te las puedo enseñar. Las hice en 1998 para Visionaire. Todo el mundo sabe cómo está hecho un hombre o una mujer, todo el mundo va a la playa. Por tanto, ¿dónde está el problema?

Usted tampoco lo tiene con la pornografía.

No. Admiro el porno.

Otra cosa que tenemos en común.

Personalmente sólo me gustan los escorts de clase alta. No me gusta dormir con gente a la que de verdad quiero. No quiero hacerlo porque el sexo no perdura, pero el afecto es para siempre. Esto es sano, me parece a mí. Y, debido al modo en que viven las personas ricas, posible. Pero el resto del mundo necesita la pornografía. Además, creo que actuar en el porno es mucho más difícil que para un actor fingir una emoción.

Sí, hay una cita suya en la que dice que hacer una mamada ante una cámara es más difícil que simular grandes emociones, que se pueden confundir unas con otras. Estoy de acuerdo. Creo que la gente no da a los actores porno el crédito que merecen. Lo que hacen no es sencillo.

Admiro a los actores porno.

Y yo. Y a las prostitutas. Hay arte en lo que hacen.

La frustración es la madre del crimen. Sin las prostitutas y las películas porno habrían muchos más crímenes.

Usted, a principios de los 90, tuvo problemas por emplear a una estrella del porno en uno de sus pases de moda.

¿Pero a quién le importó?

A Anna Wintour.

Sí, pero aún tenemos una buena relación.

Hay mucha hipocresía alrededor del porno. Mucha gente lo ve y sin embargo menosprecia a las personas que lo hacen.

Y ya no existen los cines porno. Al menos no tantos como en los años 70.

En Toronto, de donde soy yo, queda uno sólo.

Yo nunca he ido a uno. Me parece una situación bastante sórdida.

Tiene su encanto.

No estoy seguro de querer sentirme encantado.

Como a Karl le gustan las caricaturas de él, le encargamos a Johnny Ryan que hiciera ésta.

En cuanto a la figura femenina, ¿Beth Ditto, de The Gossip? ¿Qué opina de su imagen?

Es muy buena. La conozco muy bien. Tiene carácter. No encaja con la clase de persona que empleamos en nuestros pases pero tiene verdadera personalidad.

Vi a The Gossip en Berlín y ella me pareció increíble. Se critica mucho la moda y los cuerpos escuálidos , pero a usted obviamente también le encanta lo voluptuoso.

Sí, totalmente.

Hablemos de las pieles. Yo crecí en una granja. Mi padre era trampero y cazador.

También yo. Mi padre no era granjero pero pasé mi infancia viajando por el país, así que lo sé todo de la vida en el campo.

El mío solía poner trampas para atrapar visones, castores y ratas almizcleras.

No hay otra cosa que atrapar en esas áreas.

Era parte de sus ingresos.

Por eso siempre digo, cuando la gente defiende no vestir pieles, “¿Eres lo bastante rico como para dar parte de tu dinero a la gente del norte que vive de la caza? ¿De qué quieres que vivan cuando no tengan otra cosa?”

Esa es la razón de que me parezca extraño el movimiento antipieles. Mi familia vivía en parte de eso.

Son los granjeros los que tratan bien a las vacas y los cerdos y luego los matan. Más hipócrita que lo de los cazadores. Al menos los cazadores no engañan a los animales. Recuerdo la matanza del cerdo de cuando era niño. Aún tengo el ruido en mis oídos.

¿Es usted vegetariano?

En realidad no. Tengo que comer carne una vez a la semana porque mi doctor lo quiere así, pero prefiero el pescado. No me gusta que los seres humanos maten a los animales pero tampoco me gusta que maten a otros seres humanos, que es algo muy popular en el mundo de hoy.

Es usted irreverente con respecto al asunto de las pieles.

Si no te las puedes permitir, mejor que las olvides. Y no las utilices como inversión para mostrar a la gente lo rico que eres, sino como una prenda. Ni más ni menos. Es como una piedra grande. Bien por ti si puedes tener una piedra grande, pero si tenerla te provoca problemas financieros, no tengas la piedra.

Esta es otra paradoja que me gusta de usted. En cómo hace las cosas no hay ostentación.

Si te lo puedes permitir, perfecto, pero si crees que es una inversión, olvídalo.

También su relación con la tecnología es interesante.

Bueno, odio los teléfonos. Prefiero los faxes, me gusta escribir.

¿Y a quién se los envía? Ya casi nadie utiliza fax.

La gente con la que tengo verdadera amistad sigue teniendo fax. Anna Wintour tiene uno. Hablamos vía fax. Y en París mando cartas a la gente.

Un arte perdido.

Tengo a alguien para que entregue mis cartas a cualquier hora del día.

Entonces envía notas.

Sí, envío notas.

Eso es muy Victoriano.

Sí, pero es que la era Victoriana no tenía nada malo. Para mí, eso era una vida civilizada. Yo no soy un ayudante de cámara al que puedas llamar en cualquier momento. Hoy, ya sabes, la mayoría de la gente actúa como si trabajara en la centralita de un hotel.

La cultura de los teléfonos móviles, los mensajes de texto y la mensajería instantánea es impersonal y distrae mucho la atención.

Yo no trabajo en una centralita. Tengo que concentrarme en lo que estoy haciendo. La poca gente que tengo en mi teléfono ya es demasiada. Cuando estoy al teléfono hablo, pero lo que realmente querría es estar solo para poder hacer bocetos, trabajar y leer. Leo como un loco, me gustaría saberlo todo.

Creo que podría tener el Síndrome de Asperger. ¿Sabe lo que es? Una especie de autismo. Algo parecido al idiot savant.

Eso es exactamente lo que soy. De niño quería ser adulto. Quería saberlo todo. Esto no es algo que me guste mucho contar. Odio las conversaciones con intelectuales porque a mí sólo me interesa mi opinión; lo que sí me gusta es interpretar las construcciones mentales abstractas. Es extraño.

Me suena bastante cercano al Asperger. En YouTube hay un vídeo de un chico de 20 años al que llevaron a sobrevolar París en helicóptero. Nunca antes lo había hecho. Después le llevaron a un estudio y él dibujó toda la ciudad. Edificio por edificio, calle por calle.

Yo puedo hacer eso con el mundo griego antiguo.

Eso había oído.

Si tuviera que escoger de nuevo, elegiría estudiar lenguas y civilizaciones antiguas.

¿Ha estudiado latín?

Sí, pero es fácil para quien ya habla alemán. La gramática y la pronunciación es la misma. Para los francófonos es mucho más difícil. A los 10 ó 12 años de edad podía hablar latín igual que en inglés. Pero no puedo hablar latín con los franceses. No logro entender su pronunciación. En mi opinión, no lo hacen bien. Pero sí, me encantan las lenguas muertas. Los de Homero fueron algunos de los libros con los que aprendí a leer. Creo que La Ilíada es uno de los mejores libros que se han escrito.

Usted ha dicho que las propiedades son una carga y que uno no debe sentir mucho apego por los objetos, que poseer cosas te aprisiona y convierte en víctima.

Es agradable poder permitirte comprar cosas, pero debes despojarte de ellas en cuanto te conviertes en víctima suya.

Diciéndolo usted, parece contradictorio.

Es como las personas que dicen no gustarles el dinero. Sé rico primero y entonces sabrás si te gusta o no. No sabes qué es el dinero si nunca lo has tocado. Y si lo tienes y no te gusta, líbrate de él. Es fácil.

Es lo que podríamos llamar “la levedad”.

Sí. Eso es lo más importante para mí, la levedad. Nada de excesos. Librarse del peso excesivo, ya sea en el cuerpo o en el cerebro.

Esto tiene que ver con distanciarse.

Totalmente. A mí me educaron para distanciarme de las cosas, para ser desprendido. En el mundo hay muy pocas cosas importantes, y las posesiones no son una de ellas.

El yoga es ahora una tendencia. Hay un montón de gente rica estudiando yoga. Oí la historia de un famoso maestro de yoga que enseñaba a una mujer muy adinerada. Ella estaba en su mansión, él entró, cogió un jarrón Ming y lo dejó caer, rompiéndose en mil pedazos. La mujer perdió los estribos, pero fue la primera lección que recibió sobre no sentir apego por el mundo material.

Es la mejor lección, porque yo no creo mucho en el yoga. Es otra cultura. No es mi cultura.

La gente se lo toma como un ejercicio. No hay en ello una dimensión espiritual.

Sí, ya sé. Uno de mis mejores amigos lo practica continuamente. No es mi cultura porque no tengo mucho tiempo.

Lo cual nos trae de vuelta, supongo, a lo de evitar las distracciones en la era digital.

No sé cómo la gente puede concentrarse con tanto teléfono móvil sonando y todo eso. A mí me gusta estar con mi música, mis libros, papel para abocetar y poder pensar las cosas. Lavarme el cerebro yo mismo y escribir cartas. Nunca tengo la sensación de estar solo. Para mí, la soledad es cuando eres viejo y estás enfermo, no tienes dinero ni nadie que te acompañe. Pero si eres vagamente conocido y no eres pobre, por decirlo de un modo suave, entonces es el colmo del lujo.

¿Le resulta difícil encontrar tiempo para sí mismo?

Tengo que luchar para estar solo, pero necesito tiempo para recargarme las pilas. Soñar despierto es lo más importante para mí. Sería una pesadilla no soñar despierto.

La música también es importante para usted. He estado intentando convencer a su ayudante de que usted debería pinchar en los clubes.

Lo hice una vez, con el DJ Michel Gaubert.

¿Y le gustó la experiencia?

Sí, pero no es realmente lo mío. Demasiado trabajo. Prefiero escuchar.

Alguien podría hacer el trabajo y usted sólo seleccionar las canciones.

Acostumbro a comprar CDs. Los compro y luego hago una selección de canciones. También tengo un iPod.

En eso consiste ser DJ, ni más ni menos. En hacer un lista de temas para el iPod. Pero luego está lo de pincharlos en directo y que la gente baile.

Demasiado difícil para mí. No es que esté en contra, pero es que yo no bebo ni tomo drogas. Y no he fumado en mi vida.

¿Nunca lo ha hecho?

No

¿Nunca ha experimentado con drogas de ningún tipo?

Nunca.

¿Pero nunca, nunca?

He visto a otros hacerlo y no puedo decir que para ellos fuese un éxito.

¿Ni siquiera ha sentido curiosidad?

No. Hubo un hombre famoso que escribió sobre las moscas y los insectos, y yo soy exactamente así; el que observa a los insectos. Prefiero ver los efectos que las drogas provocan en los demás. Y no puedo fumar cigarrillos. Necesito mis manos para otras cosas. Cuando tenía 14 años quise hacerlo porque mi madre fumaba como una loca. Yo quería fumar para parecer más mayor, pero mi madre me dijo, “No deberías. Fumar hace las manos menos bonitas de lo que podrían ser”.

Y eso le causó a usted una impresión que ha durado hasta hoy.

Sí. Nunca he fumado, gracias a Dios. O gracias a ella. Fumaba como una posesa, y cuando no tenía cigarrillos se ponía de pésimo humor. Malo de verdad. Tanto, que hacíamos lo que fuese por conseguírselos. A veces intentaba no fumar tres días seguidos.

¿Cómo era la relación entre su padre y su madre?

No era el primer matrimonio de ninguno de ellos. Se peleaban mucho. Mi madre le dejó varias veces; mi padre era un hombre muy dulce pero un poco aburrido. Era mayor que mi madre y ella una persona muy difícil, y también divertida. Se pasaba la vida haciendo bromas a costa de mi padre. Él tenía 60 años y ella 42 cuando nací yo. Pero no creo saber nada de las vidas de mis padres. No creo que nadie deba saber de los suyos.

Otra forma de distanciamiento.

Sí. Sé que me querían, pero sus vidas privadas no eran asunto mío.

No entiendo a la gente que se pasa la vida persiguiendo la aprobación de sus padres. Y lo mismo con los gays que buscan la aprobación de la sociedad.

Nunca tuve la sensación de que no hubiera aprobación. Ni se me ocurría que no pudiera haberla. Mi padre solía decir, “Pídeme lo que quieras pero no delante de tu madre, porque hará un chiste”. Mi padre decía sí a todo lo que yo quería. A los 20 años me regalaba coches deportivos; es decir, que me echó a perder. Si le pedía algo a mi madre, ella decía: “Pregúntale a tu padre”.

Karl en el film L’Amour, 1973. (Foto de The Films of Paul Morrissey de Maurice Yacowar; Cambridge University Press, 1993)

Hablemos de sexo. No sé si lo ha leído, pero recientemente apareció un interesante artículo de Louis Menand sobre Andy Warhol en el New Yorker.

Sí, me gustó el artículo.

Era bueno. Hablaba de la vida sexual de Warhol. Me resultó chocante que dijeran que a principios de los 60 era realmente bueno en la cama.

Nadie debería recordar ese tipo de cosas.

Y que su voyeurismo no tenía que ver con la asexualidad. Era más bien interés por el sexo en público.

Entonces era algo nuevo. Lo que hacía se podría considerar porno, pero ahora es arte porque el mundo cree que es arte erótico. Yo no sé dónde está la frontera entre pornografía y arte erótico. Fíjate en los atributos de una cosa y la otra; has de ser muy intelectual para apreciar línea divisoria alguna. Yo participé en una película de Warhol. Se titulaba L’Amour. Le conocía y conocía a la gente que le rodeaba. Era algo divertido y moderno de hacer por aquel entonces.

¿Quién más salía?

Patti D’Arbanville, Jane Forth, Coral Labrie, Donna Jordan, yo y Paul Morrissey. Me acuerdo más de las chicas.

¿Qué tenía que hacer?

Tenía que besar a Patti D’Arbanville.

¿Y ya está?

No, hice un montón de cosas más.

¿Ellas iban en topless?

Sí, en esa escena iban en topless. Puede que incluso con menos ropa.

¿Y tuvo usted que salir desnudo?

A veces. Digamos que no demasiado vestido.

Me gustaría ver esa película.

Me puedo imaginar como aquella criatura de pelo largo.

¿Usted tiene una copia?

No.

No creo que se pueda alquilar por ahí o algo por el estilo.

Era algo divertido de hacer. Y estoy en la moda, no soy un mojigato.

¿Cómo era su relación con Warhol? ¿Eran amigos?

No creo que nadie fuera realmente amigo de Andy. Era muy dulce, muy agradable. Pero aquella vida no era la mía. Yo no tomaba drogas ni nada de eso.

Él tampoco.

No, pero empujaba a otros a hacerlo. Yo era, en cierto modo, demasiado sofisticado para todo aquello. Un extraño dentro de ese ambiente. Nunca quise que me hiciera un retrato, porque a mí los retratos no me importan. Ya me han hecho bastantes, de Helmut Newton a Irving Penn. Los tengo todos, pero lo único que me interesa conservar son las caricaturas. Son mucho más divertidas. Pero Andy era muy agradable, igual que Fred Hughes, que tuvo una muerte terrible. El drama es que Andy era un correcto ilustrador que se convirtió en un gran artista, mientras que Antonio López, que era mucho más habilidoso y un artista magnífico, intentó introducirse en el mundo del arte y no lo logró.

Cuando Warhol hizo las cajas Brillo estaba copiando el trabajo de James Harvey, un artista que trabajaba en el campo de la ilustración comercial.

Pero James Harvey no era un relaciones públicas tan bueno. Andy era perfecto promocionándose a sí mismo. La película en la que aparezco era de Paul Morrissey, que ahora está muy viejo y enfermo. La gente dice que no es una película de Warhol, que es de Morrissey, pero sin Warhol la película no existiría. Los dos estuvieron ahí.

Bueno, lo que pasa con las películas de Paul Morrissey…

¿Qué son sus películas sin Andy?

Hizo Beethoven’s Nephew.

No me pareció tan buena. Me gusta Paul, puedo hablar de cine mudo con él. Soy experto en cine mudo alemán, y él sabe mucho de eso. Es un tema que podemos compartir.


También hizo Forty Deuce, que va de un chapero. Salía Kevin Bacon.

Sí. Esas películas no son tan famosas como las que hizo con Andy. Flesh y Trash y todo eso.

Casi parecía como si Morrissey estuviera siendo condescendiente en esas películas, cachondeándose de los transexuales. Pero los transexuales estaban brillantes. Eran agudos y divertidos.

No debería decir esto, pero físicamente era repulsivo.

¿Quién?

Andy.

Aquel artículo del New Yorker más o menos sugería que quizá fuera un poco más atractivo sexualmente cuando era joven.

No era guapo.

Se lo montó bien. Bueno, no hace mucho estuve viendo dos películas sobre usted, Lagerfeld Confidential y Karl Lagerfeld Is Never Happy Anyway.

A la gente le gusta esa imagen mía de hombre solitario. Había otra titulada Un Roi Seul [Un Rey Solitario]. Una película muy buena, aunque el título sea una estupidez.

Su transformación me dejó fascinado, antes de perder peso y siempre sosteniendo un abanico.

En mi juventud era muy delgado.

Tuvo sus altibajos, ¿no?

Empecé a ganar peso a los 35 años. Tuve que empezar a vigilar eso pero más tarde me aburrí.

¿De hacer ejercicio?

De joven hice ejercicios de entrenamiento, y un día lo dejé porque ya estaba aburrido. Me dedicaba a eso antes de que lo hiciera el resto de la gente. En los años 60, finales de los 50.

¿Y qué le hizo decidirse a perder peso?

Bueno, salió una nueva línea de Hedi Slimane, de Dior, que para poder vestir era necesario estar delgado. Fue como un mensaje: “¿Quieres vestir esto? Pues vuelve a marcar huesos”. Y así fue. Perdí lo que me sobraba, unos 40 kilos, y nunca los he vuelto a recuperar.

Uno de los documentales estaba hablado en alemán y el otro en francés. Hay algo interesante en la forma en que usted habla francés.

Soy otra persona. Soy tres. Cuando hablo en inglés soy una persona, cuando hablo en francés soy otra, y cuando hablo en alemán, otra. Me alegro de que hayas captado el mensaje.

De todas formas, su filosofía queda más clara explicada en francés.

No soy Kierkegaard. No lo llames filosofía.

Pero todo el mundo tiene una filosofía.

Sí, pero yo soy más bien pupilo de Spinoza.



Me gustó que citara a Marcuse en Lagerfeld Confidential. Algo así como “La felicidad y una vida cómoda son indecentes”.

En cierto modo lo son, si haces ostentación de ellas.

¿Cuál es su relación con el comunismo?

Sólo hay que revisar la historia para hacer recuento de víctimas. Los nazis alemanes, que fueron lo peor que le sucedió al mundo, eran pobres principiantes al lado de los comunistas, que mataron a más de 30 millones de personas.

Está hablando de los soviéticos.

Sí, de los soviéticos y de otros países que no se mencionan porque el régimen sigue vigente. Corea del Norte y lugares así. Y bien, ¿qué quieres que piense al respecto?

El comunismo estuvo de moda en Francia en distintas épocas, a menudo entre los intelectuales.

En Francia, después de la guerra, el comunismo se convirtió en una corriente esnob entre los intelectuales acomodados pero no abiertamente ricos.

Los Socialistas de Champán.

No, eso vino más tarde. Estoy hablando de lo que los franceses llaman gauche caviar. Es más suave.

¿Se convirtió en una moda?

Sí, una moda. Lo siento, pero ninguno de ellos vivía como predicaba. Tras la guerra sólo hubo una filósofa consecuente con lo que decía, Simone Weil. Era la hija de un banquero rico y regaló todo su dinero para vivir como los comunistas pobres que defendía. Murió de tuberculosis por vivir en malas condiciones. Esto es algo que admiro.

Una especie de mártir.

Sí. Y los burgueses comían bien y bebían mejor mientras hablaban de “cambiar el mundo”…

Hipocresía.

Sí. Lo siento pero eso no va conmigo. Hay que ser coherente.

Las palabras han de ser refrendadas con hechos.

Regala todo tu dinero y vive la vida por la que estás luchando. Así es como debe ser. Odio a a la gente rica que pretende ser comunista o socialista. Me parece obsceno.

La razón de que mencionara a Bacon al principio de nuestra conversación es que un chapero se convirtió en su musa e hijo sustitutivo.

Y von Gloeden pagaba a chicos para que le dejaran hacerles fotos. Es vergonzoso.

Tenía un asistente llamado Il Moro que también era su amante.

Mirando esas fotos ves que no son sexys. Tienen los dientes feos y visten de manera asquerosa. Es el ambiente lo que quizá pueda resultar interesante.

Eran campesinos a quienes estaba fotografiando.

Gente con grandes barrigas, dientes feos y a la que no arreglaron convenientemente.

Así pues, no le gusta la fotografía de von Gloeden.

Entiendo el ambiente pero nunca tendría una foto suya en mi pared.

Pero también inventó el turismo sexual, hasta cierto punto. Todo el mundo le visitaba en Taormina, donde él vivía, en Sicilia.

¿Has estado en Taormina? A mí me parece un sitio deprimente.

Se ha vuelto demasiado turístico.

Estando allí cogí la gripe y tuve que quedarme en el hotel, dos semanas en cama. Nunca volvió a gustarme el sitio.

¿Alguna vez ha tenido usted la clase de relación que Bacon tuvo con alguien que se convirtiera en su musa?

Sí, pero no eran prostitutos. Eran modelos profesionales.

De acuerdo. Mencionaba antes a Spinoza. ¿Qué pensamientos suyos tienen una resonancia especial para usted?

Spinoza dijo, “Toda decisión es una negativa definitiva”. Yo vivo de acuerdo a eso.