A 17 años de la humillante y fabulosa “Lambretta” de Djalminha contra la defensa del Madrid

Djalma Feitosa Dias, mejor conocido en el argot pambolero como Djalminha, terminó su carrera de la manera menos digna posible para un jugador de su envergadura. Después de debutar con el Club América en 2004 y anotar el gol del empate contra Santos Laguna, el brasileño decidió marcharse por dignidad luego de cinco jornadas jugando para las Águilas: “Vine a colaborar pero las lesiones no me dejaron, creo que mi salida es la mejor decisión”, afirmó Djalminha con una honestidad casi inexistente hoy en día en el futbol.

Djalminha deslumbró al mundo con sus habilidades durante su paso por el entonces poderoso Deportivo de inicios del 2000. Si hay algo que distingue a un futbolista brasileño cuando porta como apodo el diminutivo de su nombre real es su habilidad con el balón; Djalminha no fue la excepción.

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Corría el 6 de febrero de 2000, un domingo cualquiera para los aficionados de la primera división del futbol español. Riazor recibía al siempre altísimo Real Madrid, cancha que los Blancos preferirían evitar todos los años de ser posible. Djalminha colaboró con la segunda anotación de un encuentro que terminaría en goliza a favor del local, pero más allá del resultado (ganarle a los Merengues, como sea y cuando sea, es siempre motivo de alegría) el partido quedaría en la memoria de todo espectador por la jugada bautizada como “Lambretta” nacida de los pies del brasileño.

Apenas corría el minuto seis de la primera parte, el marcador empate a ceros, cuando Djalminha ya desdeñaba a la defensa del Real Madrid con una jugada sólo vista, hasta ese momento, en los juegos de vídeo. El brasileño recibió un rechazo de Sanchis con la cabeza, se acomodó el balón de tal forma que pudo levantarlo con su pierna derecha y pasarlo por su espalda y, así de “sencillo”, con este sutil gesto de un nivel técnico inimaginable se libró de la marca de cinco jugadores Blancos.

La “Lambretta” había nacido y desembocaría en el primer tanto de Makaay para el Dépor. El Madrid saldría humillado de Riazor, pero con la satisfacción de haber estado en primera fila para contemplar la magia de Djalminha.

17 años después, esta genialidad sigue siendo insoportable para el fanático en la actualidad, ya que el futbol moderno parece haber perdido una porción importante de esta fantasía.