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Pasé una semana comiendo únicamente productos 'fit'

No era cuestión de ponerse fuerte, solamente quería saber qué sabor tenía toda esa mierda.
bodegón de comida fit
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Vivimos en tiempos de fit. Ya no es que casi todos tus amigos se hayan apuntado al Duet Fit o al puto gimnasio que sea, ahora es que incluso los supermercados tienen su zona de “comida fit”, con barritas proteicas, quesos especiales sin grasas y gente rondando por ahí comprando yogures de queso batido. Adolescentes, pollaviejas, traperas de treinta años y ancianos, todos quieren ponerse fuertes, sanos y resistentes; todo por la salud, el bienestar del cuerpo y la felicidad, algo que no tiene nada que ver con el miedo atroz a desarrollar un cuerpo que se aleje un poco de los cánones que exige la gente a la hora de follar.

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Más por afán empático que por querer ponerme fuerte —a estas alturas de la construcción, el edificio ya es irrecuperable—, quise vivir cinco días en la mente de una de estas personas que se alimenta a base de comida proteica para ciclarse; solidarizarme con ellos a nivel gustativo para saber cómo perciben la experiencia de comer, qué sabores estallan en su boca al engullir todo eso, qué horrores emergen y qué placeres experimentan. ¿Sufre esta peña? ¿Es una comida increíble? Esto es lo que quería saber.

tipo posando con comida fit

Aquí, posando con la que sería mi comida tras el momento unboxing, observado por media redacción

Hice un pedido enorme a una web de esas de comida “especial” en la que todos los productos tenían un extra de proteínas, ínfimas calorías o niveles muy bajos de grasas saturadas, aparte de un packaging increíble ilustrado con muchos estímulos visuales —colores llamativos, mucha información nutricional y tipografías horteras como de logos de super héroes—, me sorprendió ver que había una cantidad ingente de productos procesados y ya listos para comer, como si la gente que quiere fibrarse le dedicara tanto tiempo a su cuerpo que no tuviese ni un minuto para hervir pasta o hacer algo parecido a cocinar.

LUNES

comida fit pavo en lata y ensalada

Uno se levanta un lunes con muy pocas ganas de vivir pero ese día sabía que me esperaba el inicio de una gran semana, mi gran semana fit. El menú del mediodía consistía en una ensalada enlatada llamada French Bistro, manufacturada por ST. Dalfour, una empresa de esas que lo hace todo sin conservantes ni mierdas. Es como una de esas ensaladas Isabel enlatadas pero un poco más gourmet (esta comida es jodidamente cara, colegas). La mía tenía salmón y vegetales pero sabía como una enorme bola de eneldo, por lo que, evidentemente, me pareció exquisito. Lo volvería a comer todas las veces que hiciera falta. Repetitivo pero correcto, como el sexo o las bromas sobre independentistas en las reuniones familiares.

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Me sorprendió ver una cantidad ingente de productos procesados y ya listos para comer, como si la gente que quiere fibrarse le dedicara tanto tiempo a su cuerpo que no tuviese ni un minuto para cocinar

Acompañé este asunto con una pechuga de pavo enlatada (lunes, el día de las latas) servida sobre unas tostaditas integrales que no tenían mucho sabor pero a quién le importa eso cuando sabes que estás comiendo cosas sanísimas. El pavo enlatado era altamente desagradable.

Creía que este producto no existía por lo que al verlo en la web esa donde compré toda esta mierda no pude evitar comprarme una. Al abrir la lata apareció como un feto acurrucado (el pavo) lleno como de grumos de semen (una imagen, sí, desagradable). Eso era la salmuera. Estéticamente desagradable y invisible a nivel gustativo, era como comer un trozo de cartón mojado. Matar a un pavo para eso, para no disfrutar ni un solo mordisco porque no es NADA. Podrían haber matado una lechuga o un tronco, pero como esta gente vive de las proteínas, tuvieron que sacrificar algo vivo para obtenerlas. El tema es que a los humanos que les interese la experiencia del sabor este pavo muerto les resultará una gran decepción.

salsa Alfredo Walden farms fit

Por la noche comí la cosa más asquerosa que he comido en mi vida. Me hice un plato de pasta “Protein Penne Rigate” son salsa Alfredo “Guilt Free” (sin grasas, sin calorías, sin azúcares, carbohidratos, sin gluten). Al abrir el bote de salsa Alfredo se me inundó el cerebro de un hedor letal. En ese momento ya lo habría tirado directamente a la basura. La calenté y la mezclé con la pasta y, joder, al engullirlo instantáneamente tuve que sacármelo de la boca porque era terrible, puro veneno.

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Parecía como un producto de carpintería, un pegamento tóxico, gomoso. No era comida, eso seguro. Me entraron unas ganas de cagar inmediatas, mi cuerpo necesitaba sacar lo que quedaba en mí de esa salsa demencial. Después de beber agua como un mono resacoso, el olor seguía volviendo a mí, una y otra vez. Este producto me había manchado para siempre, un hedor que no se iría nunca de mis entrañas. Eso es lo que pensé en ese momento, ahora, una semana después, ya no noto nada, estoy liberado de las garras de Alfredo. Finalmente me comí la pasta sola, que era como integral, o sea, terrible. Una de las peores cenas de mi vida, y mira que he llegado a comer basura.

kippah

Al limpiar la sartén, vi como la pasta sobrante se había como resecado, formando una especie de kippah que no dudé en posar sobre mi calvicie. Alfredo, el judío de Badal. Ese era yo.

MARTES

Después de la experiencia fatal de la noche necesitaba ir a lo seguro, así que al mediodía me metí un pollo al curry que estaba metido en una especie de wok de plástico. Me fascina la cantidad de mierda precocinada que pueden llegar a meterse estas personas buscando la perfección del torso. Aquí poca cosa a reseñar, poco sabor, era como un plato precocinado de mierda normal, solo que con mensajes raros en el packaging: “NutriPak”, “38 g Portein”, “Protein meal” y todo eso. La obsesión. De postre me casqué un snack de chocolate que era como tener sangre en la boca.

pulled pork
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La cena fue a mejor. Abrí una lata de pulled pork con sabor a BBQ que derramé en unas rebanadas de “protein bread” con pocos carbohidratos. Que no falte la maldita proteína, claro que sí. Añadí tomate y cebolla para no comer tanta mierda y el resultado fue tremendamente exquisito. Se lo recomiendo a todo el mundo, viviría en esa maldita lata.

MIÉRCOLES

pasta precocinada fit

A las oficina de VICE me traje otro plato preparado, esta vez una pasta picante precocinada. Al abrir la caja el panorama era desastroso, había unos paquetes con la salsa y la pasta que parecían más bien esas bolsas que utilizan para cagar y mear las personas con problemas en el aparato digestivo.

comida fit

Pese a todo, no estaba nada mal, le doy un 8 sobre 10. Me encantan estas mierdas precocinadas que te podrías comer crudas si algún día te quedaras atrapado en el bosque o en el sótano de algún pervertido. La pasta ya cocinada era bastante elástica por lo que en el envase avisaban de que las personas a las que les costase tragar pasta bebieran mucha agua, ya que podían atragantarse y morir. Vaya.

fitzza, la pizza fit

Por la noche me casqué una buena “fitzza”, o sea, la pizza fit. Bien jugado el nombre, ¿no? Si bien ciertamente empalagosa y densa, seguía siendo útil para soportar y almacenar verduras y jamón cocido. Requiere acostumbrarse con el producto para conseguir elaborar una masa adecuada, aun así, el sabor es bueno, quizás un poco demasiado ahumado, ya que era “sabor barbacoa”. Una pizza pocas veces puede salir mal así que le doy la aprobación, pese a que puede llegar a cansar debido a su intenso sabor a FUEGO.

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JUEVES

El jueves me estaba esperando una bolsa de “Indian Bombay potatoes”, un plato que, de hecho, tampoco rezumaba filosofía fit por ninguna parte. Estaba realmente bueno, con un fuerte sabor a comino. Realmente esto podría estar en la estantería de cualquier restaurante, lejos de la zona fit. Hay veces en las que estos dos mundos —fit y no fit— colisionan y viven en perfecta armonía.

comida fit

De postre intenté prepararme un muffin instantáneo (os juro que toda la comida de esta peña funciona así, con mierdas que se hacen en un momento en el microondas) pero fracasé estrepitosamente. Solo conseguí engendrar una especie de magdalena de consistencia espumosa, algo que terminó, a mi pesar, en la basura.

pechuga de pollo en lata fit

Por la noche me fabriqué unas tostadas de esas redondas con una lata de pechuga de pollo. Con la experiencia de esa primera pechuga de pavo con forma fetal me esperaba lo peor pero, inexplicablemente, el pollo enlatado era mucho mejor que el pavo enlatado, que ya me diréis qué diferencia hay; ambas son dos aves, desagradables, que no saben ni encender una tele. Puede que la imagen de ese tipo musculoso en el cartón que contenía la lata afectara terriblemente mi percepción del producto, con ese torso musculoso sirviéndome la comida podría haberme comido 250 gramos de heces que habrían sabido igual de deliciosos.

VIERNES

Ya quedaba poco. La semana tampoco se había presentado muy jodida, con excepción de la salsa Alfredo infernal y de la lata esa de pavo, las dos ovejas negras de la semana fit. Sí que tenía la sensación de haberme pasado varios días comiendo mierda precocinada y enlatada (que básicamente es lo que había hecho).

Al limpiar la sartén, vi como la pasta sobrante se había como resecado, formando una especie de kippah que no dudé en posar sobre mi calvicie

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Más que sentirme “fit” me sentía un saco lleno de comida basura, pese a que los alimentos que había ingerido eran de cierta calidad. El hecho de haber sacado comida de bolsas y haberlas calentado casi todas en un microondas ya me generaban la sensación de haber estado comiendo bazofia. Supongo que la elaboración de la comida es importante a la hora de percibir la comida que se engulle.

soja roja adzuki

En fin, al mediodía me peté unos buenos espaguetis de azuki (soja roja), que no estaban nada mal. Básicamente es un producto que, por defecto, se rechaza porque no estamos acostumbrados a él, pero que realmente no está nada mal. A veces hay que salir de la zona de confort y comer cosas nuevas, conocer gente nueva y dejarse meter un dedo por el culo al practicar sexo. Por suerte rocié la pasta con una salsa de tomate que tenía por casa. Me negué a utilizar de nuevo ese pegamento llamado Alfredo.

pollo tikka masala

La despedida de mi semana fit se acercaba, el plato final, el que me devolvería a la comida de la gente normal —la que no quiere ser fuerte como para levantar camiones llenos de cerdos—, era un plato preparado de pollo tikka masala. Estaba de puta madre, demasiado bueno como para ser una comida casi inmortal.

ingredientes pollo tikka masala

Me explico, el asunto es que la comida que había dentro de esa bolsa caducaba en febrero de 2019. Demasiados meses de vida, no puedo comprender cómo algo que no tiene ni un solo conservante (todo estaba hecho con ingredientes más o menos naturales) puede durar tanto tiempo. Os garantizo que esto es la comida del futuro, porque además no había ni que conservarla en el frigorífico, ¿cómo se explica eso? NO LO ENTIENDO, porque tampoco estaba envasado al vacío. Era auténtica comida de astronautas, de astronautas de un planeta llamado Músculo, un planeta que no llegaría a visitar en toda mi vida.

Terminados estos cinco días, fue un placer volver a cocinar y dejar de calentar en e microondas cosas sacadas de bolsas. Entiendo que la peña fit no come siempre estos productos de comida rápida pero es revelador que en la tienda online, más o menos un 40 por ciento de los productos que había en venta eran de este palo. Gente muy grande y fuerte apretando pequeños botones de microondas. Esta es la imagen.

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