El vídeo de Albert Rivera oliendo a un perro demuestra que aún no lo habíamos visto todo en campaña electoral

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La campaña de Albert Rivera está siendo una auténtica locura. Desde los “liberales ibéricos” al “cajón de los sueños”, Rivera ha estado haciendo una campaña tan ridícula como memética a la altura de la que nos ofreció hace cuatro años, pero su último vídeo ha superado todas las expectativas.

Por si aún no lo habéis visto se trata de un vídeo de Instagram que dura unos doce segundos en el que aparece el candidato de Ciudadanos presentándonos a Lucas, un perrete monísimo que le regala una cobra a Albert cuando este le intenta besar. Me imagino a la persona que ha diseñado la campaña diciendo: “Necesitamos humanizar más a nuestro candidato: que huela a un perrito y que diga que aún huele a leche, que es un bebito”.

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El vídeo se ha viralizado y se ha editado tan rápidamente que, de hecho, la primera versión que he visto de Rivera con su “arma secreta para el debate”, no era la original, sino un montaje estilo Pornhub.

La pieza en sí es una poesía en mayúsculas, una maravilla de la narrativa audiovisual, un documento que pasará a la historia de los programas de zapping y será recordado como el día que Albert Rivera esnifó un caniche canela. Por eso hemos decidido descuartizar frame a frame el vídeo para apreciar todos los detalles que han pasado desapercibidos. Vayamos por partes.

Primer plano interior sede: El busto de Albert Rivera rompe con el naranja del rollup y el candidato pronuncia las primeras palabras sin que se descubra la sorpresa. Ni siquiera pestañea. Aguanta la mirada fija al objetivo durante casi cuatro segundos antes de bajar la mirada. “Os presento a mi arma secreta para el debate”, dice mientras mueve las cejas de forma pretendidamente misteriosa, “Lucas”, señala esbozando una sonrisa.

Es entonces cuando en un movimiento perfectamente orquestado la cámara realiza un zoom out descubriendo al cachorro. La forma que tiene de sujetarlo es verdaderamente inquietante. Con la mano izquierda le agarra por debajo de las patitas pero a la vez le empuja el mentón hacia arriba para que se le vea bien la carita. Con la derecha le acaricia la orejita con una pose ortopédica más propia de cuando agarras a un recién nacido y no sabes muy bien cómo cogerlo.

Seguidamente nos desvela lo que todo el mundo estaba esperando: saber quién es el dueño del can. Su propietario, según asegura Rivera, es Pablo de Sarrión, candidato por Madrid, un histórico defensor de la gestación subrogada y alguien capaz de bautizar a su mascota con uno de los nombres más populares entre los niños nacidos a partir de 2017.

A partir de ahí, el vídeo no hace más que mejorar, convirtiéndose en todo aquello que necesita un vídeo para convertirse en viral. Es un ejercicio de surrealismo puro, con unos gestos y un acting del candidato tan brillantes que ni preparándolo a la perfección se podría superar. Era en definitiva el vídeo que España necesitaba justo antes del debate.

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Captura de pantalla vía Instagram de Albert Rivera

“Es para comerselo”, asegura Rivera. Y allí, en un intento de acercar su cara a la del perro, suponemos que con la intención de olerlo o besarlo, el personaje canino da un giro inesperado en el guion esquivando su achuchón. Mueve la cabeza sacudiéndose, parece que aquel mimo no le ha gustado demasiado y decide rechazar un gesto que a simple vista podría parecer conciliador.

A Albert no le ha gustado eso, su cara le delata. Mientras sus palabras pueden considerarse tiernas, su expresión es más bien de rechazo o desagrado. A pesar de ello Rivera se esfuerza en conservar el tono y las formas, lo que ha llevado a algunos tuiteros a compararlo con Cruella De Vil en 101 dálmatas sobreimpresionando algunos topos encima de Lucas.

Pero es lo que dice a continuación lo que no me puede gustar más, lo que ha causado más impresión: “Aún huele a leche”. Pero no a dulce de leche o a minimilk en formato helado. En su rostro se puede más bien intuir que la leche de la que habla es la de la acidez del vómito de bebé que se reconcentra en su papada en una bandana y aunque te autoconvenzas de que es algo normal su olor es tan desagradable que puede provocar náuseas incluso a los progenitores de la criatura.

“Es un bebito”, justifica Rivera. Y de todos los diminutivos y apelativos cariñosos que existen para referirse a un cachorro elige el de “bebito”, una palabra muy estudiada teniendo en cuenta el intento ganarse el voto mostrando su ternura, empatía y su lado más humano. Los guionistas Simpson ya predijeron en su día, como tantas otras cosas que han visionado, que algún día un candidato mostraría un cachorrito delante de una cámara para destapar su faceta más dulce y darla a conocer al electorado.

La frase final también es digna de ser recordada. “Así que quien me ataque en el debate ya sabe, se tendrá que enfrentar a Lucas”, advierte con una mirada penetrante. Inmediatamente después de tan “terrible amenaza”, dibuja una inquietante sonrisa evitando nuevamente el pestañeo. Algo que poco se ha comentado. De verdad, intentad hacer lo que hace él sin pestañear, es admirable esta capacidad que tiene. Por mucho que mire el vídeo repetidas veces no deja de sorprenderme.

Hoy Lucas se ha convertido en trending topic. Algunos le han dedicado memes y montajes en plan parodia, pero Ciudadanos, sí el partido político le ha abierto una cuenta real en Twitter que aún no ha sido verificada. El pobre perrete de Pablo de Sarrión ha sido el eje que ha dado que hablar justo antes del debate.

Rivera ha intentado jugar todas sus cartas también a través de las redes e internet. Hoy estará contento porque todo el mundo estará hablando de Lucas y de su vídeo. Y es posible además que haya superado al vídeo más patético que se le recuerda: el del chopped y mortadela.