Las personas que gastan una fortuna en los funerales de sus mascotas​

Salah satu peti mati hewan peliharaan yang amat mewah di Bangkok sesuai ajaran Buddha

Artículo publicado originalmente por Amuse Estados Unidos.

Kraisee prefería comer fideos en la cena. Su cabello blanco al rape y su paso elegante lo volvieron la envidia de muchos en su barrio Chatuchak, en Bangkok. En sus paseos diarios al parque, las abuelas ancianas y encorvadas y los grupos de niños hiperactivos se acercaban emocionados para poder obtener un vistazo de él. Conocido por su físico y su seriedad, su nombre le encajaba perfecto: traduce del Thai “valiente como un león”. Kraisee era el mejor amigo de todos.

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Pero nadie amaba a Kraisee más que su familia. Es por eso que, cuando en un fatídico día sufrió una insuficiencia renal, Prija y Sirikit fueron tomadas por sorpresa y terminaron devastadas. Sus mundos se transformaron de pies a cabeza.

“Un ejecutivo amaba tanto a su golden retriever que pagó 10.000 libras esterlinas por un evento con 60 monjes, 80 invitados, una caravana con el cortejo fúnebre, y un extravagante ataúd chapado en oro y hecho a la medida”.

Como budistas devotas, para quienes es costumbre despedir al fallecido en una ceremonia encabezada por un monje vestido con túnicas color azafrán, solo había una forma en la que se podían despedir de Kraisee. Es una práctica milenaria que ha sido transmitida por muchas generaciones. Sin embargo, la diferencia es que Kraisee no era un humano, sino un perro de 13 años, y Prija y Sirikit, madre e hija, no eran sus parientes de sangre, sino sus dueñas.

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Una familia con su tazón de pétalos y cenizas. Foto: Peter Yeung

“Nos dio mucha felicidad. No puedo imaginar cómo será la vida sin él”, dice Sirikit, mientras llora en silencio junto al crematorio en Wat Noi Nok, un templo en las afueras del norte de Bangkok. “Somos budistas, así que esta es la ceremonia que él se merece. Es lo normal que tenemos que hacer”.

Kraisee descansa sin vida y con la boca abierta, envuelto en una sábana de flores de caléndula brillantes y rociado con agua bendita, mientras el monje calvo dice las plegarias y los encantamientos. “Si te he hecho mal, por favor perdóname. Si tu me has hecho mal, yo te perdono”, entona.

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Un paseo en bote lúgubre, compartido comunalmente por dueños en luto. Fotos: Peter Yeung

Las exposiciones de flores más bien kitsch, combinadas con una escasa audiencia de dos personas le agregan surrealismo al asunto, que se balancea en el filo del cuchillo entre la tristeza genuina y la hilaridad digna de carcajadas. Después de un rato, el monje consola a los afligidos, y Kraisee es llevado a una habitación al fondo para ser cremado, comenzando así su lento paseo hacia la vida siguiente.

Cientos de funerales de mascotas ahora son llevados a cabo todos los meses en Bangkok. Los perros y gatos son los animales más comunes, pero también han recibido el honor lagartos, cerdos, caballos, monos, e incluso peces. Muchos templos ahora ofrecen funerales diarios para mascotas, con la opción adicional de un paseo en bote para que los dueños esparzan las cenizas de sus mascotas en el río Chao Phraya, devolviendo así simbólicamente sus restos a la naturaleza.

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Un amado pez mascota, enterrado con montones de dinero. Foto: Peter Yeung

De acuerdo a la creencia budista, los funerales tradicionales son una manera de ganar buen karma para el amado fallecido, al igual que darle limosna a un monje, mejorando sus posibilidades de reencarnar como algo mejor como parte del ciclo samsara de nacimientos y muertes. Lo que se espera es que las mascotas tengan una oportunidad de volver a la vida como humanos. Pero una vez se gana el mérito suficiente, incluso puede llevar al nirvana, el estado final trascendental del budismo que es la liberación del sufrimiento y la felicidad completa.

, por supuesto, tiene un costo. Los precios para un funeral estándar de mascotas van desde las 50 libras, pero pueden llegar a ser hasta miles. Un ejecutivo thai amaba tanto a su golden retriever que se dice que pagó 10.000 libras esterlinas para cubrir el costo de un evento con 60 monjes, 80 invitados, una caravana con el cortejo fúnebre, y un extravagante ataúd chapado en oro y hecho a la medida (Lo cual podría convertirlo en el dueño de mascotas más loco de la historia, hasta que Whoopi Goldberg decidió organizar una “boda” para su “perro-nieto”).

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El ataúd ornamentado de color rosa pastel de un perro fallecido. Foto: Peter Yeung

Theerawat Sae-Han, el fundador de Pet Funeral Thailand, dice que su compañía crema casi 400 animales al mes; el equivalente a cinco cada 15 días. Él montó la empresa hace una década y ahora el negocio está rugiendo, por así decirlo.

“Bangkok es una ciudad extremadamente religiosa”, dice. “Y esas creencias se extienden a todas las partes de la vida. La mayoría de nuestros clientes se dan cuenta de que sus mascotas no pueden ganar méritos suficientes en esta vida por sí mismos, así que depende de ellos ganarlos en su nombre. Los funerales son una elección obvia”.

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Un momento de luto, y una última oportunidad para despedirse. Foto: Peter Yeung

Pero aunque algunos funerales son ostentosos, saturados en las redes sociales —y quizás una oportunidad para demostrar la riqueza extrema— otros muestran bondad humilde de parte de dueños pobres. Sae-Han dice que recientemente un grupo de comerciantes del mercado se repartieron el costo de un funeral para un cachorro callejero que frecuentaba sus negocios, oliendo las casetas y buscando sobras. Incluso le compraron comida para que se alimentara en el más allá. Fue uno de los cerca de 100.000 perros callejeros de la ciudad.

En Wat Krathum Suea Pla, al oriente de la ciudad, se levanta otro centro funeral de mascotas. La gran cabeza de plástico de un San Bernardo con orejas flácidas marca la entrada. Una familia de seis personas se lamenta por la pérdida de su perra salchicha, Suda. Fue atropellada por un carro. En una ciudad como Bangkok, con su tráfico salvaje y su población densa, es demasiado común.

“Aunque estamos tristes, sabemos que tuvo una buena vida”, dice el padre de la familia.

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Cenizas y pétalos siendo esparcidos en el Chao Phraya. Foto: Peter Yeung

Poco después, la ceremonia que se lleva a cabo es la de un pug gordito llamado Lucky. Sus dueños lo vistieron en un traje amarillo de tigre junto a una caja con cuatro zapatos Converse para bebé. No faltaron las selfies para conmemorar su fallecimiento. Lo que es prueba de que estas ocasiones no siempre son rígidas y serias.

Sin embargo, Phrakru Soponpihankij, un monje en el templo, cree que los funerales de mascotas son tanto un signo —y un síntoma— del hecho de que los residentes de Bangkok se están acercando más a la religión en una era de capitalismo acelerado y de globalización.

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Un pug, enterrado con sus cuatro zapatos Converse rosados. Foto: Peter Yeung

“Creo que ayudan a las personas a darse cuenta de lo que hace falta en sus vidas, y del papel importante que la religión tiene para ellos”, agrega.

Cualquiera que sea el razonamiento tras ellos, estos funerales de mascotas son eventos fascinantes —y a veces entretenidos sin intención— que proveen una pausa para pensar y brindan una visión única de la vida thai moderna.

Peter Yeung es un periodista nómada freelance. Conéctate con él en Twitter.