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Es mediodía en Ciudad de México y Adam Bridle apenas acaba de despertarse tras una larga noche de peleas, viajes y sueños desvelados. En su cabeza, y en su cuerpo entumecido, todavía pesa el combate de anoche en Tijuana, cuando disfrazado de su alter ego Angélico peleó contra algunos de los mejores luchadores del panorama de la AAA, la principal promotora de lucha libre profesional mexicana.
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Bridle, de 29 años, es un luchador singular. Nació y pasó su infancia en Sudáfrica, pero vivió su adolescencia en Inglaterra y los veranos en España. Con 18 años, se marchó de casa de sus padres —un inglés y una sudafricana—, que una vez jubilados habían trasladado la familia a Torredembarra, un pueblo costero de la provincia de Tarragona, Catalunya.
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“Echo de menos Torredembarra, estar en la plaza tomando un café con leche y unas patatas bravas bajo el sol”, comenta Adam a VICE Sports antes de soltar una carcajada. “Siempre se burlan de mí y me dicen que cómo soy capaz de comer papas y beber café al mismo tiempo. Sé que es algo raro, pero me encanta. Me gusta estar allí, en casa, y ver a mi gente”. Debido a su intensa agenda, entre combates y viajes, no puede visitar a la familia ni dos semanas al año.
Adam, o mejor dicho, Angélico, es uno de los referentes de la lucha libre mexicana y ha llegado a recibir ofertas para trabajar con la WWE estadounidense, la empresa más potente del mercado. De momento ha rechazado los cantos de sirena. “Siento que no es mi momento, y quiero lograr algo inédito en México, que es ser considerado el mejor luchador de lucha libre allí a pesar de ser extranjero. Cuando logre esa meta, ya veré lo que sigue. Quiero ganar campeonatos, y también ganarme a la prensa, a los aficionados y el respeto de los propios luchadores”.
Todavía tiene tiempo y cuerda, ya que la lucha libre es una disciplina en que los protagonistas llegan al cénit de su carrera con 35 años. Adam, sin embargo, tampoco quiere alargar su carrera más allá de los 40, lo que le da diez años más para seguir cumpliendo un sueño que empezó de bien chiquito. “Lo tenía decidido desde los seis años, aunque parezca difícil de creer. Siempre tuve la idea, desde niño, de que yo iba a ser luchador, y nunca se me quitó la idea de la cabeza. Mi abuela me llevó a ver un evento de lucha libre, y me obsesioné por el deporte”.
La lucha libre, sin embargo, es más espectáculo que deporte, según reconoce él mismo. “Se trata, principalmente, de una actuación. Nunca tiene que ver con una pelea de verdad, nunca intentas matar al contrincante, sino dar un espectáculo”, asegura. “Siento que somos superhéroes, como Spiderman o Batman, pero en directo”. Angélico cree que el fenómeno de la lucha libre se explica porque cuenta “una de las historias más viejas del mundo”, que no es otra que “la del malo contra el bueno”.
Que Adam haya llegado tan lejos y pueda vivir exclusivamente de la lucha libre es una proeza. Con 10 años se trasladó al Reino Unido junto a su familia por la situación de inestabilidad en Sudáfrica, que vivía los últimos coletazos del apartheid que dividió durante décadas el país. Mientras en su país de origen sí había una mínima cultura de lucha, inspirada en la tradición estadounidense, en Inglaterra y España había pocas oportunidades para aprender este arte inspirado en los combates populares en la Europa del siglo XIX y potenciado por los circos y vodeviles de los Estados Unidos de principios del siglo XX.
“Cuando tenía 18 años ya estaba viviendo en España, y quería entrenar pero no había donde hacerlo. Tuve que regresar a Sudáfrica para encontrar una escuela de lucha libre, y cuando regresé no había nada serio ni a tiempo completo en Europa. “En una de las empresas europeas estaba Último Dragón, un tipo muy conocido en el mundillo que tenía su propio gimnasio en México. Al ver que tenía aptitudes para volar y hacer cosas espectaculares me invitó a entrenar en su escuela. En principio eran tres meses, pero vi una gran oportunidad y decidí quedarme más tiempo”. Y ahí sigue Adam nueve años después.
“Cuando te labras un nombre y alcanzas cierto nivel, no es que sea fácil pero si que puedes vivir bien. Hay muchas oportunidades, pero cuando estás empezando está muy complicado abrirse las puertas”, reflexiona. “En España y Sudáfrica no tengo un impacto real por mis logros, pero siento que dentro del mundo de la lucha libre, los verdaderos fans, si que saben ubicarme bien”. Angélico es conocido por sus espectaculares vuelos y por su estilo híbrido, que combina su aprendizaje en Sudáfrica, Europa, México y Japón, donde se practican las principales modalidades de lucha libre.
“Mis ídolos siguieron los pasos que he seguido yo, eran tipos que dominaba todos los estilos de lucha libre”, comenta. Habla de gente como Rey Misterio, Eddie Guerrero, Chris Benoit y Chris Jericho, auténticos referentes de la escena global.
Adam ha ganado varios campeonatos en Sudamérica, sobre todo en lucha por parejas junto al estadounidense Jack Evans. A pesar del espectáculo y la preparación, no se trata de una disciplina libre de peligros. Adam ha sufrido se ha fracturado el codo y las costillas, y también ha sufrido un esguince del ligamento cruzado; por suerte, la cosa no ha ido a más. “No quiero ser un señor de 60 años que casi no puede caminar”, comenta al pensar en cómo han terminado sus vidas otros luchadores.
Precisamente, el futuro es una incógnita para él, ya que desde bien pequeño solo ha tenido entre ceja y ceja la lucha libre. No estudió en la universidad, aunque su familia le aconsejó (con acierto) sacarse al menos el título de entrenador personal. “Si pasa cualquier cosa, siempre puedo al menos trabajar de esto. No me gusta, pero es algo que va con la vida del luchador, ya que todo el día entrenamos nuestros cuerpos”.
De momento, Adam se conforma con disfrutar de su pasión. Comparte vida con su novia, de Cancún, y se entretiene en los ratos libres con más deporte. Desde los 15 años practica skate, y dice que se defiende bien en las calles del Distrito Federal. “Hago skate, snow, fútbol… Ahora hace un par de años que no me subo a una tabla en la nieve, pero con el skate acostumbro a salir de madrugada, cuando no hay ni tráfico ni gente, me gusta tener la ciudad para mi solo”, explica.
Bridle, que tiene un español impoluto que ha absorbido el acento latino, asegura que le gustaría volver a Torredembarra cuando termine su carrera profesional. En España, reflexiona, la lucha libre podría dar el salto mediático que necesita en cualquier momento. “Ahora en Barcelona y Madrid ya hay un par de instalaciones de primer nivel, la cosa ha cambiado muchísimo desde que yo empecé. La lucha libre, a nivel mundial, está en un momento increíble; en Europa ha crecido muchísimo, y en Inglaterra y Alemania ya puedes trabajar a tiempo completo. En España, si los luchadores se ponen las pilas, la cosa irá creciendo poco a poco”.
Cuando vuelva a casa, dentro de unos años, Angélico será quizás mucho más que un referente en las Américas y sea uno de los pioneros e impulsores de esta disciplina en España, un superhéroe de película de carne y hueso. Quién sabe.
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