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El 24 de septiembre de 1895, en la sexta página del New York Times, los lectores se encontraron con este titular increíble: “La señorita Annie Londonderry llegó a la ciudad por la mañana después de dar la vuelta al mundo en bicicleta”.
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Londonderry fue la primera mujer en hacerlo. Había partido del edificio del Boston State House el 20 de junio de 1894 montada en una de las pocas bicicletas construidas para mujeres en aquel entonces. Llevaba vestido y una bici de 18 kilos. A su regreso, vestía pantalones y estaba sentada en una bicicleta diseñada para hombres que pesaba la mitad.
Además de un pasaporte lleno de sellos, Londonderry regresó con un brazo fracturado —”resultado de una caída en un pueblo occidental”, según el Times— y alguna que otra aventuras demasiado buena para ser real, incluyendo la vez que pedaleó por China durante la primera Guerra Sino-Japonesa.
Sin embargo, lo más increíble fue la cantidad de dinero que Londonderry declaró haber ganado. Como explicó el Times, había ganado una apuesta de diez mil dólares contra dos empresarios misteriosos y anónimos. Tenía que completar el recorrido en 15 meses o menos. En el camino también ganó tres mil dólares adicionales dando charlas y vendiendo publicidad. Además de ser una pionera feminista, era una buena publicista —de hecho, adoptó el apellido Londonderry después de vender los derechos del nombre a la compañía Londonderry Lithia Spring Water Company por cien dólares.
Las supuestas ganancias que consiguió durante los meses que duró la aventura -de Boston a Chicago, pasando por Francia, Oriente Medio, Sur de Asia, China y Japón- serían equivalentes a más de 300 mil euros.
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Londonderry continuó con su vida diaria después de cumplir la apuesta. Ella y su marido tuvieron un cuarto hijo, se mudaron al Bronx en Nueva York y escribió una columna para el New York World. Después no se supo nada más de ella. La historia de la primera mujer en cruzar el mundo en bicicleta —demostrando un nivel de ingenio y habilidad física que en aquel momento se pensaba que no poseían las mujeres— quedó silenciada.
Pasaron décadas, y el nombre de Londonderry aparecía en los libros de historia, pero los detalles de su logro se perdieron hasta que, en la década de 1990, un investigador encontró a Peter Zheutlin, tataranieto de Annie. Zheutlin y su familia desconocían la historia pero investigó hasta que consiguió escribió un libro sobre ella.
Y descubrió a un personaje mucho más misterioso de lo que todos habían imaginado.
Lo que hacía a Londonderry tan intrigante era una pregunta básica teniendo en cuenta su edad y su situación personal: ¿por qué dio la vuelta al mundo?
Comenzó el viaje a los 24 años, siendo la mujer de un judío ortodoxo y con tres hijos pequeños. Es decir, las mujeres en su posición prácticamente no salían de casa en 1984, por lo que ya era bastante peculiar el hecho de que tuviera un trabajo vendiendo publicidad en Boston antes de comenzar el viaje. ¿Y lo de la bicicleta? “Escandalizó a muchas. Una madre con tres hijos -de cinco, tres y dos años de edad- que desaparece durante 15 meses para hacer un viaje en bicicleta”, comenta Zheutlin a VICE Sports. “En 1890 ni siquiera se escuchaba sobre esas cosas”.
Londonderry dijo que lo hizo por diez mil dólares pero Zheutlin no pudo demostrar que fuera por la apuesta. “A medida que avancé la investigación me di cuenta de que era una grandiosa narradora de historias. En realidad exageraba sus aventuras y trataba de hacerse conocida”.
Entonces, si no fue por el pago de una apuesta, ¿por qué lo hizo? La respuesta de Zheutlin es sencilla: la fama. “Había tres corrientes sociales importantes y con el viaje se las arregló para explotar las tres”.
La primera, según Zheutlin, fue la creciente popularidad de la bicicleta, que le daba a la gente una libertad de movimiento que nunca había tenido. Una bicicleta era menos costosa y fácil de mantener. Por si fuera poco, a finales de 1800, los desarrollos de diseño hicieron que el ciclismo fuera más seguro y fácil que nunca. En una época previa a los automóviles, las bicicletas cambiaron el mundo.
La segunda corriente social era un interés en los eventos mundiales. Los viajes internacionales seguían siendo muy costosos, pero gracias a inventos como el telégrafo y los barcos de vapor, las noticias globales circulaban más rápido que nunca. La gente estaba fascinada por la grandeza del planeta, y empezaba la globalización.
La tercera, claro, era el feminismo, y el inicio de la batalla por el sufragio femenino. Hoy en día, Londonderry es recordada como una héroe feminista, pero Zheutlin la describe como una “feminista por conveniencia”. Puede que estuviera más interesada en usar el movimiento para llamar la atención con su viaje que por conseguir el derecho al voto o buscar la libertad de las ama de casa.
“No era feminista como Gloria Steinem haciendo campaña por los derechos de la mujer, manifestándose o presentándose en el congreso”, dice Zheutlin. “Lo usó como beneficio personal porque no soportaba las restricciones tradicionales de la época”.
The New Woman: Annie “Londonderry” Kopchovsky (trailer del documental) de Gillian Willman en Vimeo.
Envió a sus hijos a una escuela católica, y su hija mayor se volvió monja. “Si lo piensas, es una manera de rechazar a tus padres, especialmente si son judíos devotos, ya que la conversión es como la muerte”, explica Zheutlin.
Su historia es la de un personaje complicado pero como dice un viejo refrán, “las mujeres que se comportan bien rara vez hacen historia”.
Sin importar por qué Londonberry decidió recorrer el mundo en su bicicleta, la cuestión es que lo logró. Ganó fama y lo hizo con sus propios medios consiguiendo un logro admirable. Una pionera que perdurará en los libros de historia como un ejemplo de valentía y perseverancia, y para Zheutlin, también como un personaje que fue más allá de los límites de la capacidad humana y pagó un precio con el olvido de su propia familia.