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La guerra contra Estado Islámico (EI) liderada por la coalición estadounidense se enfrenta a su segundo invierno y parece que los aliados locales de Occidente en Siria e Irak, están cobrando una importante ventaja. Claro que lo cierto es que el progreso está siendo mucho más lento de lo que se esperaba inicialmente. Las consultorías del gobierno británico ya han señalado que la victoria en el corazón de la insurgencia podría llevar unos 3 años. A pesar de todo, se cree que la estrategia del Pentágono en la zona, donde se ha cobrado varias victorias en las últimas semanas, avanza hacia la victoria. Aunque lo hace lentamente.
El éxito de los ataques simultáneos a la ciudad siria de al-Hawl y a la iraquí de Sinjar, evidencian cuál es la estrategia del Pentágono, que se ha propuesto dinamitar los vastos y oscuros dominios de EI a fuerza de aislar sus distintos enclaves. La conquista de Sinjar y de al-Hawl podría ser tan significativa como la de Mosul en 2014, en una operación consumada y ejecutada por las fuerzas peshmerga. Al igual que entonces, el movimiento servirá para asfixiar los canales de suministro entre Raqqa y Mosul, las dos ciudades más poderosas estratégicamente. A partir de ahora, los combatientes yihadistas se verán obligados a utilizar las carreteras secundarias del desierto rumbo al sur, lo cual multiplicará su vulnerabilidad.
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Estas conquistas — como otras recientes victorias de los combatientes kurdos sirios de las Unidades de Protección Popular (YPG) en Kobane, Tal Ayad, Suluk, Ayn Issa y Hasakah — solo han sido posibles gracias a los masivos bombardeos estadounidenses. Las fuerzas desplegadas por la administración Obama han dinamitado las defensas de Estado Islámico, tras el avance de las tropas de infantería del YPG y de las milicias cristianas y suníes que luchan a su lado y que han sido rebautizadas como la Fuerzas Democráticas de Siria (SDF).
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De la misma manera, el exitoso asalto dirigido por las fuerzas peshmerga contra Sinjar la semana pasada, delata claramente cual es la fortaleza y cuales son las debilidades de la estrategia de la coalición. Después de 15 meses de gobierno de EI en Sinjar, que han provocado un aberrante exterminio de civiles yazidíes y han descubierto la existencia una red de esclavas sexuales de la misma procedencia a nivel internacional, la proverbial resistencia de la ciudad fue derribada. Los bombardeos aéreos coordinados por las fuerzas especiales estadounidenses y las británicas, sumada a la mayor ofensiva desplegada jamás por las fuerzas peshmerga, han conseguido el objetivo. Se estima, de hecho, que el YPG logró reunir un destacamento de 7.500 efectivos, entre sus propias fuerzas, las de las milicias yazidíes y las del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Así que la batalla contra apenas unos varios centenares de EI, fue menos complicada de lo esperado.
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La desproporcionada ventaja de las fuerzas de la coalición será difícil de replicar en el corazón de los territorios suníes árabes; en gran medida, debido a la fragilidad militar d Occidente en la zona, donde apenas cuenta con un puñado de aliados suníes.
Además, la ofensiva contra Sinjar, ha sido demorada durante semanas por las divisiones entre los peshmerga y el YPG, enzarzadas en el miserable conflicto de repartirse el crédito por el éxito conseguido. La naturaleza atomizada de la política kurda provoca que los kurdos se enfrenten a disensiones internas de distinta naturaleza. Por un lado, pelean por imponer sus propios acrónimos para reivindicar las victorias militares; y por el otro, se enfrenta a las escisiones que generan las arbitrarias fronteras en la zona impuestas por otros. Así que mantener a rayas las divisiones internas a favor de la causa común, no es una empresa tan fácil como pueda parecer a primera vista. El escenario, de hecho, se complica todavía más por culpa de la actual ofensiva que el gobierno turco de Erdogan está dirigiendo en contra del PKK y del YPG tanto a nivel militar como diplomático.
‘Estado Islámico continuará golpeando los intereses occidentales donde pueda y como pueda, decidan lo que decidan los legisladores occidentales‘
Ahora que los peshmerga se han hecho con el control de Sinjar y ha conseguido anexionar el territorio a sus dominios, el gobierno regional del Kurdistán (KRG) ha saciado casi todos sus objetivos miliares. Lo que sigue sin estar claro es qué rol jugarán los peshmerga en la operación militar de reconquistar Mosul, una misión planeada desde hace ya mucho tiempo; casi tanto, de hecho, como el tiempo que lleva siendo pospuesta. Y tampoco está muy claro cuales son el poder y la envergadura de la operación que los árabes suníes y los kurdos iraquíes están tramando. Es muy probable que, en adelante, los peshmerga jueguen, a partir de ahora, un rol predominantemente defensivo en el conflicto, y que defiendan los territorios conquistados de las probables contraofensivas de Estado Islámico (EI). Lo más preocupante para la coalición es, en cualquier caso, que los peshmerga tengan que defenderse de otro probable agresor, las Unidades de Movilización Popular (PMU), de ascendía chiita iraquí. Estás defenderán que Bagdad se vuelva a hacer con el control de Sinjar y de Kirkuk, algo que ya ha quedado manifiesto en los interrumpidos enfrentamientos entre los peshmerga y el PMU por el control de Tuz Khurmatu.
En su intento por construir una coalición más amplia para luchar contra EI, Estados Unidos se las está viendo y se las está deseando para mantener a raya los distintos objetivos políticos de sus aliados. Los reinos suníes árabes que Washington había señalado inicialmente como las víctimas del conflicto a las que había que defender, han ido retrocediendo silenciosamente. Sus intereses han quedado diluidos por otro conflicto en el que tienen más intereses en juego: la guerra del Yemen. Allí se enfrentan al desafío de contener a las fuerzas iraníes, cada vez más implicadas.
El gobierno de Bagadad ha encadenado una serie de triunfos contra los combatientes yihadistas de EI. Ha recuperado el control de Tikrit y de Baiji, prepara un asalto a Ramadi y tiene la mirada puesta en la carretera que va del norte de Baiji hasta Mosul, donde planea futuras ofensivas. Pese a todo, la dependencia militar de Bagdad en las milicias chiitas, financiadas desde Irán — algunas de las cuales han sido consideradas como organizaciones terroristas y cuya ideología es abiertamente antiestadounidense — ha sembrado las dudas en el ejército de Obama. Y las dudas de Obama son recíprocas en el lado chiita, desencantado con el apoyo estadounidense a Irán y Rusia.
Helicópteros de ataque rusos combatiendo contra rebeldes contrarios a Assad en Siria..
Un misil de la armada rusa traza una parábola en su trayectoria hacia Siria.
Es posible que el aliado más conflictivo de Occidente sea Turquía. Por un lado, la proximidad de las bases aéreas turcas de los campos de batalla del norte de Siria, concede a las Fuerzas Aéreas estadounidenses la posibilidad de seguir deambulando sin prisa por el frente en busca de objetivos de Estado Islámico. Por otro lado, la permisividad fronteriza turca con Estado Islámico ha permitido que los guerrilleros yihadistas hayan cruzado de un lado a otro sin problema, y que el propio gobierno turco haya conseguido las vastas cantidades de componentes necesarias para fabricar sus municiones, que son la piedra angular de su poder militar.
Es posible, de hecho, que el mayor obstáculo para que la coalición puede desplegar un ataque contra Raqqa con garantías sea Jarablus, uno de los últimos bastiones de Estado Islámico más allá de la frontera de Turquía. Sin el control de Jarablus, la organización terrorista se quedaría sin la financiación que le reportan las transacciones comerciales en la frontera, sin capacidad para reabastecer su arsenal explosivo, y desprovisto de la posibilidad de lanzar células terroristas rumbo a Occidente sin dificultad.
Sin embargo, una de las ambiciones proverbiales del YPG, que también es una prioridad para las Fuerzas Democráticas de Siria, y que consistiría en arrebatar Jarablus del poder de EI, ha sido repetidamente bloqueada por la misma Turquía. Si no se ha conseguido el objetivo, es más por los impedimentos interpuestos por el gobierno de Erdogan, que por ausencia de capacidad militar. Turquía ha amenazado sistemáticamente a las fuerzas kurdas con no atacar las posiciones de EI en Jarablus, De lo contrario, dicen, desplegarán una ofensiva militar sin precedentes. Turquía asegura que el problema se resolverá con una incursión por tierra de su ejército. El problema es cuándo.
Claro que la sangrienta masacre de EI en París, podría significar el final de esta larga refriega. Que Turquía prefiera a Estado Islámico como vecino antes que a los kurdos, ya no ha dejado de ser una cuestión política turca. Ahora mismo, el desafío consiste en asegurar que Occidente demuestre que es capaz de proteger a sus ciudadanos cuando estos están en casa.
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En un intento por aplacar a Turquía, el intento del gobierno de Estados Unidos por apoyar a la coalición de los kurdos y las Fuerzas Democráticas de Siria (SDF) con ataques aéreos — y ahora lo está haciendo también con cargamentos de munición y con la presencia de las fuerzas especiales de Estados Unidos integradas entre los combatientes kurdos — se ha visto eclipsado por la elaborada y adecuada ficción que cuenta que el apoyo estadounidense está siendo dirigido a la coalición sirio-árabe, un nombre que no se había escuchado en todo el conflicto, hasta que un agente de prensa del Pentágono ha decidido inventárselo.
Pese a todo, no se trata de una ficción absoluta. Los sirios kurdos están muy al corriente del respeto y la tolerancia que su papel despierta entre las poblaciones suníes árabes. Estos esperan que los kurdos les entreguen el gobierno de las nuevas regiones árabes que sean conquistadas. En las zonas del desierto de Hasakah, ese papel ha caído en manos de la confederación Jaish al-Sanaddid, una confederación de guerrilleros beduinos, surgida de la “casta real” de la tribu de los Shammar, cuya bandera roja y dorada, procede de la batalla de Shammar del siglo XVIII, y que ahora ondea junto a la de Hasakah en las tranquilas aldeas del desierto.
‘Estado Islámico está en guerra con Occidente, le guste o no a Occidente’.
En las regiones más pobladas de Raqqa, que ahora se encuentran bajo el control del SDF, domina la bandera rebelde siria. Esta identifica a grupos como la Brigada de los Revolucionarios de Raqqa, que promueven la reconquista de su propia ciudad, ahora convertida en la capital de Estado Islámico. La Brigada de los Revolucionarios de Raqqa había pertenecido históricamente al YPG. Sin embargo, en los últimos tiempos ha llevado a cabo una campaña de reclutamiento coordinado en aldeas árabes que están bajo su control, aunque no siempre lo haya hecho con el consentimiento de los reclutados.
En las últimas semanas, los vídeos revelan una súbita ascensión de la infraestructura militar del grupo, que ha multiplicado sus tropas, sus vehículos y su armamento, gracias al incuestionable y abnegado apoyo occidental. A pesar de las tensiones entre los rebeldes de Raqqa y el Partido de la Unión Democrática (PYD) sobre quien gobernará sobre la ciudad de Tal Abyad, de población árabe y kurda, lo más probable es que la alianza se mantenga siempre que el objetivo de conquistar Raqqa y el apoyo militar estadounidense sigan existiendo.
Para los rebeldes sirios no alineados con los kurdos, la situación pinta mucho peor. La intervención militar rusa en el país, puede haber desequilibrado el balance en gran parte del estado a favor del régimen, por mucho que los rebeldes hubiesen encadenado una cadena de victorias en el noroeste.
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Mientras la propaganda rusa sigue reivindicando que su presencia está concentrada en combatir a EI, y los detractores de Putin aseguran que los cazas rusos están concentrados en eliminar a los rebeldes, uno debería de buscar la verdad de ambas afirmaciones en un punto intermedio. El apoyo aéreo ruso, propició que el ejército sirio consiguiera derrotar a EI en la base aérea de Kweiris, en el interior de Alepo. Y es muy probable que el mismo apoyo conduzca a la reconquista de Palmira, tal y como ha vaticinado la propaganda rusa. Sin embargo, muchos de esos esfuerzos se han concentrado en el noroeste del país, donde EI no tienen presencia alguna. La zona está bajo el dominio de una mezcla de rebeldes moderados apoyados por Estados Unidos, y las facciones de Al-Qaeda. Y las zonas donde no abunda ninguna de las dos fuerzas anteriores, están moteadas por muchas todos los tonos imaginables de guerrilleros islamistas.
La verdad es que es improbable que Estados Unidos llegue a quejarse demasiado si Rusia despliega una ofensiva para debilitar a Al-Qaeda, aún cuando sea a costa de sus poderosos representantes. El brazo militar fundamental de Al-Qaeda, Jahbat al-Nusra, ya ha dinamitado cualquier posibilidad de que ello suceda a costa de acribillar a las milicias favoritas de Estados Unidos en el noroeste de Siria, lo cual ha justificado por la permisividad estadounidense ante los bombardeos rusos. Es posible que todo ello desemboque en una silenciosa división de Siria entre zonas pro estadounidenses y zonas pro rusas. En semejante escenario, los emisarios de la potencia capitalista, como el flamante Nuevo Ejército Sirio y el SDF, consolidarían el dominio estadounidense en el este del país; mientras que Rusia y sus aliados, se quedarían con el control del oeste. Lo más probable es que lo siguiente consista en redoblar los esfuerzos por alcanzar un alto el fuego entre los rebeldes y el régimen. De tal forma, la deposición de Assad orquestada por Occidente quedaría momentáneamente en stand by, y la concentración internacional quedaría focalizada en la guerra contra EI.
‘En casa ya estamos padeciendo las consecuencias, independientemente de que Occidente envíe sus tropas o de que no lo haga‘
Se trata de un golpe bajo para los rebeldes sirios y para los civiles que viven en zonas que están bajo su control. Ellos son quienes han padecido los ataques aéreos más indiscriminados del régimen, cuyas ofensivas han sido mucho más salvajes que las de EI. Sin embargo, se espera que, en última instancia, sean los políticos occidentales quienes concluyan pragmáticamente que la seguridad de sus votantes es más importante que el deber humanitario que le debe el mundo al pueblo sirio, un razonamiento que tanto Rusia como Assad han divulgado indiscriminadamente. Si la intervención occidental termina mal, será juzgada como una traición, aunque es muy probable que la reacción ante la misma no tenga lugar hasta dentro de décadas, antes que en meses o en años.
Ahora mismo, los resultados del 2015 pintan mucho peor para EI. La organización yihadista ha conseguido dos victorias de envergadura este años. La obtenida en Palmira y en el desierto de Homs, en Siria,; y la de Ramadi, en Irak. Claro que, por otro lado, el grupo ha perdido miles de kilómetros de territorio tanto por todo el noreste de Siria como por todo el noroeste de Irak, incluyendo algunas de las zonas urbanas estratégicas de frontera. La guerra de poder contra la organización yihadista está, finalmente, pagando sus dividendos. Aunque lo está haciendo lentamente. Y aún así, tanto los legisladores europeos como los analistas empiezan a considerar lo que antes era impensable: la posibilidad de destacar a sus ejércitos de infantería para librar una batalla directa sobre el terreno contra los terroristas.
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Hay varios argumentos para no hacerlo y la mayoría son, hasta cierto punto, razonables. Parece claro que la administración Obama prefiere dejar la decisión en manos de su sucesor, sea quien sea, habida cuenta del doloroso descalabro en Irak.
Y, sin embargo, los paralelismos entre la invasión de 2003 y la chapucera intervención posterior solo son aparentes. La experiencia iraquí invitaría a pensar que el destacamento de tropas occidentales provocará el inevitable resentimiento entre los sirios. Claro que aquella fue una invasión unilateral, sin apenas ningún apoyo internacional, salvo el de España e Inglaterra, y con un todavía menor respaldo nacional. Y sin embargo, el paralelismo de lo que sería una intervención occidental en apoyo a los aliados locales en el terreno, se parece más al exitoso destacamento en 2003 de las limitadas tropas de Estados Unidos al norte de Irak para respaldar a los peshmerga. Estos, consiguieron, a partir de entonces, y de acuerdo con los estándares regionales, un estado estable y funcional.
Igualmente, la reciente experiencia francesa en Mali, demuestra que reconquistar centros urbanos de las manos de combatientes yihadistas ligeramente armados, es un objetivo fácilmente alcanzable. Claro que la administración del país sin los aliados necesarios sobre el terreno, puede ser de lo más problemática. Si no existe un intento coordinado internacionalmente por finiquitar la guerra entre los rebeldes sirios y su presidente, Bashar al-Assad, cualquier destacamento de tropas occidentales será, probablemente, un fracaso. Si el intento existe y se consuma, entonces es muy posible que la operación funcione. Al menos que funcione tanto como el congelado acuerdo de paz alcanzado en Bosnia; o, incluso, el alcanzado anteriormente en el Líbano.
Por otro lado, un segundo argumento sería el que consideraría poco inteligente destacar la infantería , porque eso es, exactamente, lo que quiere Estado Islámico. Los yihadistas desean enmarañar la posición de Occidente en Oriente Medio, y están convencidos de que será así, como alcanzarán la victoria final. Claro que este argumento solo se sostiene partiendo de la base de que las decisiones estratégicas de EI son validas y sensatas.
Estado Islámico desea que las tropas occidentales se enfrenten a ellos en el terreno. Están convencidos de que ello precipitará el apocalipsis y la batalla final entre Jesús y el falso Mesías. Claro que también es seguro asumir que semejante giro de los acontecimientos no alterará los planes del Pentágono. Cuando EI conquistó Mosul el verano pasado, el mundo se contuvo todo lo que pudo antes de contraatacar. Y no lo hizo hasta que fue obligado hacerlo por los furibundos alegatos a favor de los civiles, orquestados puramente para provocar una reacción. La reacción llegó finalmente. Y su resultado, un año después, es haber dinamitado la capacidad de EI de controlar su territorio y haber subrayado la incapacidad de los yihadistas para conquistar ningún pedazo de tierra más. Y aunque las consecuencias sean dolorosamente lentas, lo cierto es que los ataques han demostrado también el imparable debilitamiento de los terroristas ante los bombardeos de la coalición y el ataque de los ejércitos aliados sobre el terreno. La visión estratégica de EI no es, entonces, infalible, y sus decisiones políticas no son necesariamente correctas.
El tercer y último argumento contra el destacamento directo de fuerzas internacionales es que estas dejarán un reguero de muertes sobre el terreno y que provocarán las represalias en casa. Claro que las represalias ya se están sintiendo en casa, independientemente de que Occidente destine sus tropas o de que no lo haga. Respecto a si es preferible que las muertes se produzcan en el campo de batallad de Oriente Medio, donde los soldados son profesionales y se pueden defender por sí mismos; o si es preferible mueran civiles indefensos en sus capitales de origen, eso es algo que corresponde decidir a la comunidad internacional.
Lo que está claro es que EI continuará golpeando contra posiciones e intereses occidentales donde pueda, cuando pueda y allí donde los legisladores occidentales decidan. La única pregunta es si se prefiere prolongar la actual estrategia y derrotar al grupo en unos años, o reunir a las fuerzas occidentales para impedir que el grupo vuelva a golpear a Occidente en unos meses. EI está en guerra con Occidente le guste o no a Occidente. Y Occidente destruirá a EI como estado, le guste o no a EI. Lo que falta saber es dónde y cuándo.
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