Así es cruzar México como migrante trans

Todas las fotos por Ernesto Álvarez.

Es admirable la entereza con la que soportan los tacones: algunas los traen puestos incluso cuando caminan por las vías, mientras esperan que llegue la Bestia. Al trepar al techo del tren, a cinco metros de altura —una tarea bastante complicada— se los quitan.

Esta es la historia de chicas trans, jóvenes en su mayoría, que huyeron de sirenas y torretas, pagaron a la mafia y pidieron asilo. La libertad y el cuerpo son la moneda para cruzar varias fronteras: las de Honduras y El Salvador con Guatemala y luego la entrada a México, por el Río Suchiate.

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Tecún Umán, Guatemala. Balseros y embarcaciones caseras sobre el río Suchiate, límite natural entre México y Guatemala.

El paso de uno a otro lado está organizado por los balseros, que también están organizados ellos mismos: un día le toca a los mexicanos y otro, a los guatemaltecos. Así todos ganan. Todos pagan una cuota diaria por trabajar, los de ambos lados. El precio para cruzar es bajo y a pesar de la cercanía de los edificios de la migra mexicana, no se dejan ver sus agentes en su orilla del río. El peligro está en las ciudades.

Desde la aplicación del Plan Frontera Sur en México a fines de 2014, que militarizó el camino migrante, una práctica que antes se hacía a la vista de todos, se buscaron caminos alternativos y más peligrosos ante la represión que plantaron. Algunas personas siguen subiendo al tren, pero en grupos más pequeños.

El mayor grupo que se animó a subir a la Bestia en estos último años fue el de la Caravana migrante de este año, en el que también viajó un contingente de mujeres trans.

Chiapas, México. Fotografia tomada en el 2015 a una chica trans que habla sobre los abusos de los agentes del Instituto Nacional de Migración, durante su detención en la estación Siglo XXI.

Yasuri, detenida en Tapachula y deportada

Yasuri llegó a Tapachula cuando la migración no era reprimida abiertamente. Llegó de Guatemala y en 2015, cuando ocurrió el relato que viene a continuación, trabajaba en la ciudad fronteriza mexicana.

Una noche estaba trabajando cerca del río Cuahuacán cuando “un policía federal me detuvo, le habló a la migra y me llevaron al Siglo XXI en Tapachula. Ahí me registraron con el nombre de Isaías Díaz Zúñiga aunque les decía que mi nombre es Yasuri Díaz Zuñiga”

Explica que los migrantes allí detenidos debían “ganarse su comida” a diario, limpiando la celda y los pasillos. “Amenazaban con quitarnos la ropa si nos negábamos”, relató.

“José es uno de los agentes en el centro de detención Siglo XXI que nos maltrataba cada que podía: nos gritaba o nos aventaba agua o cosas. En algún momento decidió que no saldríamos de la celda durante cinco días. Nos dijo que nos tenía aisladas porque no merecíamos salir al patio”.

Sinaloa, México. Gabriela, una migrante trans, después de bañarse en el río El Fuerte de Sinaloa, espera la hora para que el tren siga camino a la frontera con EU. Los largos trayectos e inesperadas salidas del tren hacen que la higiene y descansos sean con lo que está a la mano.

Yasuri comenzó a sentirse mal por la falta de alimento y el encierro. Le dieron ataques, le faltaba el aire, pidió asistencia y se la negaron. “José decía que salíamos sólo porque queríamos ver a los hombres y coquetearle a los doctores. Decía que me tenía que aguantar por haber entrado a su país”. Le negaron contacto con alguna comisión de derechos humanos.

“Después de cinco días estábamos hartas de tanto maltrato. Nos trataban peor que a los perros. Entonces conseguimos unos cigarros y prendimos fuego las colchonetas para exigir que nos dejaran salir. La celda estaba llena de humo y los colchones en llamas y ni así nos abrieron las rejas, sólo llegaron unos agentes y comenzaron a apagar las llamas con el extintor, pero el polvo lo aventaban hacia nosotras, no al fuego. Terminamos intoxicadas por el extintor y por el humo, y ahora sin colchonetas”.

Estuvo tres meses presa en la Estación migratoria Siglo XXI, unas de las grandes que hay en México, que los migrantes apodan “corralón”. Hay más en todos los estados de la República, de menores tamaños. La otra grande está en la Ciudad de México, en la Delegación Iztapalapa, de nombre Las Agujas. Yasuri fue deportada a Guatemala y este relato fue recogido cuando ya estaba de regreso en México, llena de rabia y decidida a llegar al norte:

“Espero sufran cada gota de sangre que nos sacaron, cada hora de hambre que nos hicieron pasar. O mínimo que los saquen de ese trabajo para que no sigan lastimando a más mujeres”.

Baja California, México. Una migrante transexual termina de lavar sus zapatos en uno de los albergues para migrantes que existen en México. Los largos trayectos e inesperadas salidas del tren hacen que la higiene y descansos sean con lo que está a la mano.

Roxana, morir en la frontera

Irving Mondragón viaja con pequeños grupos de chicas trans centroamericanas en la ruta migrante hacia los Estados Unidos, apoyando en la defensa de sus derechos humanos. Acompañó al grupo que viajó en la Caravana Migrante, que se identificó con el nombre “Diversidad Sin Fronteras”.

“Es nuestra oportunidad de pedir asilo político. Somos la comunidad trans de esta Caravana. Nos han abandonado de cariño pero hoy queremos simplemente reenviar este mensaje de paz, no tenemos odio contra nadie”, dijo en el Restaurante el Caracol, en la conferencia que la Caravana dio al llegar a Tijuana, con 30 chicas trans en este contingente.

“Pedimos que la comunidad trans no sea separada porque juntas han caminado hasta acá y así quieren llevar su proceso”, agregó. Algo que finalmente no consiguieron al entregarse a la autoridad migratoria estadounidense.

Ahora, en la Ciudad de México, Irving explica lo que las que se entregaron al pasar:

“Al entrar en los Estados Unidos te van a poner en estas hieleras, en estas jaulas. Entrarás como prisionera con las manos vacías porque todo te quitaron, hasta las extensiones de cabello, zapatillas y productos personales. Estarás incomunicada y vestida con uniforme”.

California, EEUU. Estafanie antes de ser arrestada para analizar su petición de asilo. El proceso de asilo mantiene presas a las solicitantes durante la investigación y aprobación del caso que pude tardar hasta dos años.

A las personas detenidas en estos lugares, como requisito del proceso migratorio obligado al pedir asilo en los Estados Unidos, se les hace llevar “cadenas que van de pies a manos, amarradas por la cintura para no escapar”. A las chicas trans, dice, “también se les registra allí con el nombre de hombre”.

Han hecho que quien está en una posición desventajosa sea maltratado, aunque esté acatándose a los procedimientos que el país mandata para pedir asilo en un puerto de entrada oficial.

“Al pedir asilo en los Estados Unidos”, explica Irving, “hay que estar consiente que te van a humillar, que te van a rebajar y que te van a dar tortura física y sicológica. Aunque seas candidata a asilo, van a hacer todo para que pidas y firmes tu deportación.”

En este proceso se hizo público el caso de Roxana Hernández, una mujer trans de 33 años, originaria de Honduras, que murió estando bajo custodia de la autoridad migratoria estadounidense en mayo pasado.

Baja California, México. Gabriela sobre el autobús que la llevará a la frontera con los EU. Tras la militarización de las rutas ferroviarias en el 2014, la mayoría de los migrantes recorre el país caminando, en autobús o con algún pollero.

“La primera estancia en la hielera es para que tengas frío, para que te enfermes y te sientas mal. Roxana no recibió, desde su país de origen, el tratamiento para la enfermedad que tenía. Cuando cruzó, la reconocieron porque ella ya había sido deportada de los Estados Unidos. Entonces la aíslan en las hieleras porque así es su proceso”.

Roxana tenía VIH y estando recluida en el Centro Correccional del Condado de Cibola, en Milán, Nuevo México, pidió que le brindaran atención médica porque le dolía el estómago y no podía moverse, relata Irving. Y sigue:

“No le hacen caso sino hasta el tercer día. La llevan al hospital y ahí le hacen un examen médico básico y es todo lo que hacen por ella. Frente al doctor ella repite que tiene VIH y de todos modos la regresan a la hielera.”

Irving Mondragón insiste en que la muerte de Roxana en esas condiciones de reclusión y dado su estado de salud es responsabilidad de la autoridad migratoria estadounidense. “A ella la asesinaron, porque eso hizo el gobierno de Estados Unidos con ella. Eso hace dentro de sus cárceles”.

Sonora, México. Estafanie se maquilla antes de salir de viaje rumbo a Baja California, México. Durante el viaje sobre la bestia la ropa cómoda y abrigadora es prioridad.
Ciudad de México, México. Los tacones de Natacha, de Honduras, mientras ofreces trabajos sexuales. Muchas de las chicas trans migrantes tienen que dedicarse al trabajo sexual ya que la documentación migratoria les impide conseguir un trabajo formal.
Sinaloa, México. Liz camina entre los señalamientos del tren antes seguir su camino a la frontera norte mexicana. Los acosos y las extorsiones con trabajos sexuales son prácticas comunes de las autoridades federales.
Jalisco, México. Gema camina sobre el tren la Bestia que la llevará a la frontera con los EU. La ruta ferroviaria fue militarizada en el 2014 para impedir el paso de migrantes en territorio mexicano.