Artículo publicado originalmente por VICE Países Bajos.
Las trabajadoras sexuales de Países Bajos pudieron regresar a trabajar a principios de julio, después de cuatro meses de inactividad. Muchas personas habían estado esperando con ansias este día, que transcurrió con alegría para la comunidad local de trabajadoras sexuales, ya que varias habían tenido dificultades para pagar el alquiler y las facturas durante el cierre del famoso Barrio Rojo de Ámsterdam, conocido localmente como De Wallen.
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Durante los primeros meses de la pandemia, las trabajadoras sexuales que alquilaban ventanas calificaron para recibir ayuda del gobierno. Pero las escorts y otras personas que trabajan en clubes sexuales no obtuvieron estos beneficios, lo que significa que una gran parte de las trabajadoras sexuales en Ámsterdam no había obtenido ingresos en meses. Esto se debe a que trabajan bajo la llamada regulación “opt-in” de Países Bajos, lo que significa que las trabajadoras no son consideradas independientes ni tampoco obtienen beneficios, pero deben pagar impuestos. Para ellas, la reapertura de De Wallen significa algo de luz al final de un túnel muy largo.
“Grité de alegría cuando escuché que podíamos volver a trabajar”, dijo Foxxy, trabajadora sexual y portavoz de PROUD, una organización de apoyo a las trabajadoras sexuales en Ámsterdam, que trabajó en el Barrio Rojo durante años, pero ahora atiende a sus clientes en su propia casa.
A pesar de la emoción, De Wallen, que normalmente está abarrotado de turistas en esta época del año, luce un poco vacío. “Nos permitieron regresar a trabajar con una semana de anticipación, lo cual fue inesperado”, dijo Foxxy. “Muchas trabajadoras sexuales necesitaban tiempo para prepararse: querían arreglarse el pelo y las uñas o no contaban con habitaciones listas para trabajar”.
La mayoría tendrá que esperar a que sus clientes regresen lentamente, pero no todas. “Para algunas mujeres, esa primera noche fue la más lucrativa que jamás han tenido”, dijo Foxxy. “Solo estaban disponibles unas cuantas ventanas, así que todos los clientes que llegaron fueron atendido por esas trabajadoras”.
Pim van Burk también ha sido testigo de esta lenta reapertura. Es el dueño de My Red Light, una organización que alquila habitaciones a trabajadoras sexuales y garantiza que puedan hacer su trabajo de manera segura.
“Comparado a antes de la pandemia, solo se alquilan la mitad de las habitaciones [por trabajadoras sexuales] por noche. Durante el día alquilamos casi la misma cantidad que antes”, dijo Van Burk. “Es difícil predecir cómo resultarán las cosas. Muchos de nuestros inquilinos de Europa del Este primero deben tomar un avión hacia Países Bajos”.
Según Van Burk, el comportamiento del consumidor también está alimentando la incertidumbre. “Algunos de los clientes estaban tan emocionados que volvieron al Barrio Rojo de inmediato. Pero cuando miras a Bélgica, puedes ver que los primeros días estuvieron ajetreados, pero desde entonces ha habido una desaceleración porque el turismo se ha detenido”.
De Wallen también depende en gran medida de los turistas, y no ha regresado a las cifras previas a la pandemia. Foxxy dijo sentirse en un dilema. “La mayoría de los turistas, como alemanes y británicos, provienen de países donde los números [de coronavirus] no son excelentes en este momento. No creo que sea seguro dejarlos entrar todavía. Espero que los clientes [locales] que normalmente evitarían el centro de la ciudad porque hay demasiado ajetreo vengan a De Wallen ahora”.
Anna* es una trabajadora sexual del Barrio Rojo. Está aliviada de volver al trabajo y está tomando precauciones para mantenerse a salvo a ella y a sus clientes. La pequeña mesa en su espacio de trabajo contiene una botella de Yakult y un pequeño paquete de galletas, además de una bolsa de mascarillas, desinfectante y un termómetro infrarrojo en el que invirtió para detectar fiebre en sus clientes. “Ayer, un cliente presentó 36,5 grados centígrados cuando entró. Cuando terminamos su temperatura era de 36,7”, se rió.
Para minimizar el riesgo, Anna solo tiene relaciones sexuales con sus clientes en la posición de perrito, por el momento. “Tan pronto como llega un cliente, él y yo nos lavamos las manos juntos”, explicó. También les pide a todos sus clientes que usen mascarilla. También dijo que algunos de sus clientes le piden que haga lo mismo.
Por su parte, Van Burk explicó que el instituto nacional de salud de Países Bajos ha introducido protocolos personalizados para las trabajadoras sexuales durante la pandemia. Los imprimió y los colocó en la puerta de cada habitación, para que las trabajadoras puedan revisar los pasos con cada cliente: “Primero deben preguntar sobre la salud de sus clientes. Si alguien está enfermo, tienen que rechazar el servicio”.
Las mujeres también tienen que lavarse las manos después de cada interacción, mientras que cualquier cosa que el cliente haya tocado se limpia a fondo después. Pero la desinfección siempre ha sido un pilar en estas habitaciones. Las mascarillas faciales también están disponibles en los cuartos que alquila Van Burk, pero ni las trabajadoras sexuales ni los clientes están legalmente obligados a usarlas.
En Bélgica, el gobierno ha prohibido temporalmente a las trabajadoras sexuales y sus clientes realizar ciertas posiciones sexuales. Pero aquí, cualquier cosa es válida siempre que no haya besos ni respiraciones cara a cara.
“También hemos decidido suspender el uso de nuestras bañeras, porque me parece algo inseguro”, dijo Van Burk. Ducharse después de ver a un cliente no es un requisito legal y Van Burk no le pide a sus inquilinas que lo hagan. “Si tienen que ducharse después de cada cliente podría terminar duchándose 80 veces por semana. Es terrible para su piel y su salud en general”, dijo. “A menudo ni siquiera es necesario: reemplazamos la toalla de cada cama entre clientes. El sexo oral es el servicio más popular en el Barrio Rojo. Siempre hemos mantenido una muy buena higiene aquí”.
Aunque las habitaciones de las trabajadoras sexuales podrían estar actualmente entre los espacios más limpios del centro de la ciudad, las nuevas medidas de seguridad han traído problemas. “Algunos clubes de sexo no pueden reabrir porque no pueden garantizar la distancia de un metro y medio”, dijo Foxxy. Ahora también están pidiendo que tanto los clubes como las trabajadoras sexuales registren los nombres y números de sus clientes. Según, Foxxy eso viola la privacidad del cliente.
Pero el mayor problema, dijo, es el futuro del Barrio Rojo de Ámsterdam. Las trabajadoras sexuales han luchado contra el gobierno local durante años para impedir el cierre de De Wallen. La pandemia y la subsecuente crisis financiera para el área podrían impulsar esos planes a toda velocidad. “Ámsterdam se formó alrededor de esta zona”, argumentó Foxxy. “El Barrio Rojo es el corazón palpitante de la ciudad. Espero que no usen el coronavirus como una excusa para prohibir el trabajo sexual aquí”.
*Nombre cambiado.