Los vídeos de Bazar Fátima nos gustan porque representan la España que nunca se ve

Bazar Fatima

“En mi pueblo hay un bazar chino que tiene una página de Facebook en la que no paran de subir videos promocionado todas las novedades que les llegan. La dependienta es la protagonista de todos y los vídeos parecen sacados de un episodio de Paquita Salas”. Lo escribía Lino Renato, un usuario de Twitter. Su pueblo es Güímar y está en Santa Cruz de Tenerife y el bazar chino es el Bazar Fátima, situado en el 105 de la Avenida Venezuela de esta localidad de casi 20.000 habitantes. La página de Facebook a la que se refiere es esta.

El tuit iba acompañado de uno de los vídeos de la página, con el que quizá Lino Renato quería demostrarnos que, efectivamente, la dependienta del Bazar Fátima, Susana, podría formar parte del reparto de la serie de los Javis. Y vaya si podría. “¿Dónde estamos? En Bazar Fátima Fashion Week. Seguimos con los modelos para esta fiesta. Avenida Venezuela número 105”, dice Susana mirando a cámara. Tras un ligero desencuadre tembloroso y lo que parece el sollozo de un niño fuera de campo, arranca el desfile, que Susana va locutando hasta cerrarlo con un “el cuerpo lo ponen ustedes, la moda nosotros”.

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Para piezas audiovisuales como esta -hay decenas en la página- Susana cuenta con la ayuda de Alejandro, un niño de 10 años que es como Clint Eastwood: lo mismo se pone tras la cámara que delante de ella, lo mismo dirige que actúa. Y siempre lo hace bien. Es él quien suele ocuparse de la promoción de artículos infantiles, que enuncia siempre sin olvidarse de los descuentos y de mencionar, como Susana, la dirección del local. Y se han hecho virales, claro.

“El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer”, dejó escrito Antonio Gramsci. “El realismo mágico, en el fondo, no es más que la sublimación mitológica de un imaginario rural evocado desde las grandes ciudades por un público urbano que está viviendo una gran transformación”, escribió Sergio del Molino más recientemente, en La España Vacía. Y es por eso que Susana, Alejandro y el Bazar Fátima nos han conquistado: representan todo aquello que estamos dejando morir, sin poder evitarlo y sin entender muy bien por qué. La espontaneidad, la autenticidad y la ausencia del imperativo de pose constante.

Los tres existen, como existe Güímar, los tres son. Susana probablemente tenga una casa alquilada desde la que se ve el mar y abra cada día el cierre metálico del bazar pensando en si ha cerrado la puerta o no. Alejandro seguramente vaya al colegio y acabe de aprender a restar llevando. Pero sus vídeos, que estarán precedidos por largos ensayos y llenos de risas que no aparecen en plano porque no tienen tomas falsas, nos llegan como piezas casi míticas, como pequeños metrajes que solo pueden haber surgido de la imaginación de un equipo de guionistas.

Por eso nos gustan y por eso su existencia nos parece un poco inverosímil, casi mágica: porque el mundo en el que viven, el de las tardes largas en un bazar en las que hay más ratos muertos que clientes, el de la naturalidad ingenua y genuina fenece mientras que lo nuevo, el cartón piedra desde el que miramos sus vídeos en las pantallas de nuestros móviles, aún tarda en nacer. Y se adivina con menos plástico (¡el planeta!), con discursos aparentemente más elaborados y planos más profesionales, sin desencuadres ni temblores. Pero también bastante más aburrido.

Sigue a Ana Iris en @anairissimon.

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