Bite Club: el club de víctimas de ataques de tiburón más exclusivo del mundo

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Dale Carr surfeaba en Port Macquarie (400 km al norte de Sydney) en agosto de 2015 cuando un tiburón blanco le mordió parte del glúteo y la pierna. En pocos minutos perdió más de dos litros de sangre, pero consiguió remar dos cientos metros antes de perder el conocimiento y ser rescatado. Horas después, tras ser intervenido en el hospital, recibió una llamada del “Bite Club” (Club de la Mordedura). “Malditos lunáticos, como os pille os reviento” dijo Carr a su familia, pensándose que se trataba de una macabra broma.

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Al otro lado del teléfono estaba Dave Pearson, superviviente y miembro fundador del Bite Club, quien comprendió que debía cambiar de estrategia para contactar con otras víctimas de ataques de tiburón. Pero ¿quién es el pirado de Dave Pearson y por qué llama a la gente desde el Bite Club? La primera norma del Bite Club es hablar del Bite Club. Así que vayamos a ello.

Más surf: Surfeando las olas más peligrosas del mundo

Dave Pearson no es muy alto, pero cuenta con una espalda ancha y brazos moldeados gracias a incontables horas de surf. En uno de ellos se intuye una enorme cicatriz, vagamente tapada por un tatuaje en el que se lee: superviviente de un tiburón toro de 3m. 23-3-2011. Pearson fue atacado esa mañana mientras surfeaba Crowdy Head -cerca del mismo lugar donde Dale Carr. Un ejemplar de 300kg le mordió la tabla y el brazo izquierdo, además de partirle el cráneo con el golpe inicial.

Segundos después, el tiburón sumergió a Pearson bajo el agua, encajados en un baile sangriento. El surfista, con el brazo aún atrapado en la mandíbula del escualo consiguió liberarse tras luchar y patear todo lo que pudo y reconoce que si no fuera por su tabla de surf -que amortiguó parte del mordisco-, hoy no tendría brazo, ni mucho menos estaría vivo.

Dave Pearson, fundador de Bite Club, tras la operación en la que pudo salvar el brazo. Todas las imágenes cedidas por Dave Pearson

“Nadas como puedes, el tiburón te rodea, te rescatan, alguien te dice que te mantengas despierto, pero tu brazo no para de sangrar y piensas que este es tu último atardecer”, recuerda Pearson. “Pero de golpe te despiertas en el hospital: has sobrevivido a un ataque de tiburón.” ¿Un final feliz? “No del todo. Te quedan secuelas mentales tras un incidente tan traumático. Darte cuenta de que formas parte de la cadena alimenticia es aterrador. Muchos de nosotros revivimos el ataque tan pronto nos acercamos a la orilla del mar. Y eso que para mi el océano es el lugar al que acudo para solventar mis problemas, aunque de golpe se convirtió en mi principal preocupación”, asegura Dave.

“Encontrar a alguien que pudiera entender lo que me había sucedido parecía imposible. Justo entonces en el mismo hospital se ingresó a otro superviviente y hablamos de cómo nos sentíamos. Entonces decidí salir a buscar al resto de supervivientes”. Fue en ese momento cuando surgió de manera inconsciente el infame Bite Club.

En el hospital, las enfermeras se referían a Dave como “el paciente cebo”, y no le quedó otro remedio que unirse a la broma macabra. Siguiendo esa línea de optimismo a marchas casi forzadas, decidió llamar a esos encuentros entre supervivientes The Bite Club. Desde entonces, este exclusivo club cuenta con unos 300 miembros, entre víctimas, familiares y rescatadores. Historias que parecen sacadas de cualquier peli de serie B, listas para alimentar las pesadillas de todas las generaciones traumatizadas por Jaws.

El brazo de Dave necesitó más de cien puntos para cerrar la mordedura del tiburón

“Estoy muy orgulloso de lo que hemos conseguido. Empecé con esto porque quería un lugar seguro para que las víctimas pudieran hablar de cómo se sentían sin ser atacadas o ridiculizadas”, asegura. Os sorprendería leer la cantidad de comentarios haters que abundan en las noticias de víctimas de ataques en la prensa australiana… “Después de hablarlo con otros supervivientes, nos dimos cuenta de que los hospitales sólo tratan las heridas físicas; te dan calmantes y te envían a casa, no exploran el aspecto mental del mismo. Por eso trabajamos con el gobierno para desarrollar un tratamiento total”.

Cada vez que se entera de un ataque, Dave llama al hospital y les deja sus datos. Lo mismo hace el departamento de industrias primarias (quien realiza la investigación), ofreciéndoles a la víctima su información. “Incluso los familiares o amigos del superviviente nos contactan vía Facebook. Por desgracia, empezamos a ser muy conocidos en la comunidad surfer”.

Polémica por la instalación de redes para frenar los ataques

Y es que la franja costera de Byron Bay y alrededores concentra dos ataques mortales y más de once heridos en tan sólo dos años. Picos de ataques a los que no se les atribuye una sola explicación y que tienen a la comunidad dividida. “Necesitamos entender por qué suceden de golpe todos estos ataques. Empezamos a proteger el tiburón blanco hace veinte años y su número se ha incrementado; además hemos endurecido las leyes de pesca… Creo que deberíamos tener una pesca limitada y sostenible de tiburones (especies relacionadas) para no sólo eliminar algunos de ellos, sino también proporcionar una fuente de alimentos saludable y de bajo coste”.

La instalación de redes antitiburones en la costa de Byron, así como grandes anzuelos que emiten señales cuando algún ejemplar se queda atrapado en ellos, son algunas de las iniciativas que el gobierno de Nueva Gales del Sur ha puesto en marcha de manera urgente para disminuir el riesgo de ataques en plenas vacaciones de verano. Sin embargo, el riesgo a que los tiburones y otros animales (delfines, tortugas, ballenas) se queden atrapados y acaben muriendo, es uno de los principales argumentos en contra de dichas medidas.

Dave surfeando tras el primer aniversario del ataque de tiburón en 2015, que casi acaba con su gran pasión

“Todos los supervivientes que conozco quieren evitar la matanza indiscriminada de tiburones”, afirma Pearson. Surfistas, buceadores, padres, ecologistas, nadadores… La polémica está servida y la comunidad se haya divida entre los que quieren disfrutar de la playa con ciertas garantías y los que defienden el derecho a las criaturas marinas a no ser molestadas en su hábitat natural.

Australia es un país cuyo ocio se haya íntimamente ligado al mar y tras visitar las playas de Byron Bay, Port Macquaire y Coffs Harbour, empiezo a palpar el miedo en la costa por por primera vez, así que nos metemos a surfear con ellos para entender qué sienten. Muchos reconocen que nunca antes habían pensado en la posibilidad de un ataque. Algunos incluso terminan por comprarse los carísimos dispositivos antitiburones como las pulseras Sharkbanz o Sharkshield, una especie de leash (cuerda) que crea campos electromagnéticos de corto alcance para persuadir a los tiburones. Otros ya ni se meten a no ser que las condiciones valgan la pena.

En casi todos hay resquemor en sus palabras, aunque otros terminan por resignarse, “si te toca, no es un mal lugar para morir”, aseguran. “Ahora todo el mundo piensa en tiburones cuando se mete en el agua. Buscas constantemente una aleta. Los surfers ya no nos separamos a lo largo de la playa, sino que nos mantenemos en grupo.

Detalle del tatuaje en el que se lee: superviviente de un tiburón toro de 3m. 23-3-2011

“Cinco años atrás esto no era así”, lamenta Dave. “Desde mi ataque, he tenido más de diez encuentros con tiburones, uno de ellos, un toro, vino directo hacia mi cuando estaba remando una ola. Conseguí llegar a la orilla, tiré la tabla y me puse a llorar. Pensé que era el final de mis días surfeando”. A Dave le costó años “superarlo”, pero volvió a surfear en el lugar exacto donde fue atacado y fue entonces cuando perdonó al océano por lo que le había pasado.

“Me gustaría que llegara un día en el que dijera, ‘estoy curado’. Pero cada día sufro terribles dolores en el brazo, lo que me recuerda constantemente el ataque. Soy muy optimista y siempre digo que desde ese día, aprecio cada día como un regalo extra, porque estuve a punto de morir pero aquí estoy”. Habrá contado su historia más de un centenar de veces: prensa, blogs, documentales, incluso a pie de playa a todos aquellos que le reconocen. ¿Por qué? “Ese pánico a que te despedacen como en la peli ‘Tiburón’, ha hecho que muchas personas tengan miedo y fascinación por los tiburones.

Dave posa junto a Aaron, uno de los dos surfers que estaba con él en el momento del ataque mientras surfeaba Crowdy Head

Aprovecha cualquier oportunidad para compartir con los bañistas y surfistas consejos sobre cómo evitar un posible ataque. Saber leer las condiciones del mar y los animales que en él habitan: salir del agua si hay un banco de peces, si las gaviotas se sumergen a pescar, si el agua está turbia, si es atardecer o amanecer… Condiciones que hasta hace muy poco ningún australiano tenía en cuenta porque están hechos de otra pasta o sufren de una inmunidad psicológica que el resto de los mortales no. Basta recordar el incidente del surfista Mick Fanning con un tiburón en plena competición en Jeffrey’s Bay. A nosotros aún no se nos ha ocurrido eso de darle puñetazos a un tiburón, aunque puede salvarte la vida.

Dave Pearson, el lunático que al otro lado del teléfono le dijo a Dale Carr: “no te preocupes, saldrás de esta” nos ha enseñado que significa sobrevivir a un ataque de tiburón. Reconoce que algunos de los miembros del Bite Club tocaron el fondo de una botella antes de poder salir a flote gracias en parte a la ayuda del club.

“El gobierno nos ha pedido que participemos en unas jornadas para hablar del impacto que tiene un ataque en las familias y la comunidad”. Aunque es cierto que no hay tantas víctimas de ataques de tiburón comparado con otros eventos traumáticos, no significa que no les aflija la ligereza con la que se trata a menudo el asunto.

Su ataque afectó de manera directa a más de veinte personas. “Cuidar de todos ellos es importante para mi”, sentencia.

Sigue a la autora en Twitter @marta_xurfer