Black Flag: Anatomía de una querella

Keith Morris y yo somos amigos desde hace un millón de años, desde el día, allá en los años 70, en que di con mis huesos en el suelo de su casa después de otra noche de borrachera en L.A. En los 80, cuando yo trabajaba en SPIN, le pedí prestado un ejemplar de Hardcore California(un libro sobre la escena punk del sur de California) y nunca se lo devolví. Cada vez que veía el libro, me encogía de hombros. El año pasado finalmente se lo envié de vuelta junto con mis más sinceras disculpas, y esto más o menos hizo que reanudáramos nuestra amistad. Como siempre he tenido un montón de dudas en torno a su etapa en Black Flag, los Circle Jerks y la escena del hardcore californiano al completo, se me ocurrió que qué mejor para disiparlas que entrevistar a Keith y dejar que él mismo me lo explicara. Hablamos cuatro o cinco horas por teléfono y Keith se explayó con toda la historia de la escena hardcore. Es probable que fuera de ayuda que yo empezara diciendo, “Háblame como si fuera un cretino y no supiera un pijo de nada de esto”.

Un mes después de que hiciéramos la entrevista, Greg Ginn, el tío que cofundó Black Flag con Morris, interpuso una demanda legal contra Keith, Dez Cadena, Chuck Dukowski, Bill Stevenson y Stephen Egerton por haber estado de gira con el nombre de Flag, dándoles a los fans a probar a qué sabe el verdadero hardcore punk rock. También se menciona en la demanda a Henry Rollins. Puesto que los Black Flag de Greg Ginn se han convertido en un hinchado y monótono cadáver de todo lo que odiamos del rock’n’roll, Flag se juntaron para pasarle la antorcha a una nueva generación de headbangers y dejar en ridículo al grupo de Ginn enseñándole al mundo cómo se debe tocar el ruido.

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Mientras la querella va de juzgado en juzgado, tomaos unos minutos mientras viajamos hacia el pasado hasta aquellos oscuros días de los años 70 en los que el mundo era un gigantesco rostro feliz hecho de macramé y el teenage angst se ahogaba en el lodazal de un mortífero folk rock, los tiempos en que unos cuantos descarriados se atrevieron a desafiar el status quo…

“El hombre del Departamento de Parques nos dijo posteriormente que jamás permitiría que esto volviera a suceder. Aquel fue probablemente uno de los mayores cumplidos que nunca nos hicieron”. – Keith Morris, hablando de una actuación primeriza en Polliwog Park. Imagen vía.

LAS SEMILLAS DEL DESCONTENTO

Conocí a Greg Ginn a través de su hermana menor, Erica, cuando yo estaba trabajando en una tienda de discos, Rubicon, en la avenida Pier de Hermosa Beach, en 1975. El caballero que poseía el establecimiento, Michael, estaba encoñado hasta las cachas de Erica, así que Greg Ginn se pasaba por la tienda con su hermana y Erica y Martin se marchaban a hacer lo que sea que hicieran los jóvenes amantes, cogerse de la manita y ver volar a las gaviotas, o a los surferos de Hermosa Beach. Pillaban el almuerzo, o cerveza y cigarrillos, y me dejaban a mí para que me ocupara de la tienda mientras Greg Ginn se quedaba por ahí, esperando a su hermana.

En la tienda siempre tenían sonando a Joni Mitchell y Linda Rondstadt, y a los Eagles, y los tres primeros discos de Bruce Springsteen, y Lindsay Buckingham y Stevie Nicks, y a mí no es que me entusiasmara tener que escuchar aquello. Lo que pasaba, con esta música sonando, era que las semillas de mi rebelión musical estaban empezando a germinar.

Pensé, A mí no me mola nada de esto. Necesito estar escuchando a Black Sabbath, necesito estar escuchando el Raw Power de Iggy y los Stooges, necesito estar escuchando a los New York Dolls, ¡y necesito estar oyendo power trios a toda castaña intentando arrancarme la cabeza!

Así que una vez Michael y Erica se fueron, quité a Joni Mitchell y puse Uriah Heep y Deep Purple, ya sabes, cualquier cosa que tuviera volumen y fuera abrasiva. Greg no podía elegir porque el que estaba detrás del mostrador era yo, pero me gustaba Greg. Me gustaba hablar con él. Molaba pasar el rato con él. Parecía un buen tío. Le gustaba la mayor parte de las cosas que yo ponía, y los comentarios que hacía se parecían bastante a lo que yo mismo pensaba. Así fue cómo nos juntamos. Ahí fue donde se plantaron las semillas de Black Flag, en aquella tienda de discos en Hermosa Beach.

MINIDISTURBIOS

Michael había comprado entradas para el concierto de Journey y Thin Lizzy en el Centro Cívico de Santa Mónica. Los tres –Michael, Ginn y yo– fuimos al concierto en mi Chevy Impala. Más tarde Greg dijo, “Tengo unas cuantas canciones. ¿Por qué no montamos un grupo?”

Mira, éramos un par de pardillos. No formábamos parte de la escena musical local. Sólo éramos dos tipos que se estaban metiendo en eso a ciegas. Yo no sabía tocar ningún instrumento, pero quería aprender. Tocaba un poco el bajo, pero no lo bastante bien para llegar a nada. Así que todavía no nos pusimos a ensayar. Teníamos que encontrar gente que tocara con nosotros. Probamos a tres bajistas antes de que se nos uniera Chuck Dukowski, y fue entonces cuando Black Flag se convirtió en un grupo, porque Chuck Dukowski se trajo con él una ética de trabajo. Ahora ya podíamos empezar a ensayar, ¿sabes? ¡Vamos a aprendernos estas canciones! ¡No vamos a ir a tontas y a locas como gallinas sin cabeza!

Ahora lo que tocaba era encontrar un verdadero batería, así que pusimos un anuncio en Pennysaver, el semanario local de leer y tirar. Uno de los que respondieron fue Robo (Roberto Valverde), que se trajo con él su arma secreta, la cumbia.

Y así empezamos a hacer ensayos de tres y cuatro horas. Parecíamos más o menos un grupo, pero lo que hacíamos no le gustaba a ninguno de nuestros amigos. Lo mejor que podíamos conseguir era tocar en un garaje de un patio trasero, pero aquellos conciertos se convertían en minidisturbios con todas las de la ley. Ahí estaban los moteros, y los jugadores de fútbol, y las animadoras, y los camellos, y los surferos, ya talluditos todos hostiándose delante de nosotros sobre el parterre.

De vez en cuando se pasaba algún colega músico, como Juan, el bajista de Ratt, que simplemente se reía y decía, “¡Esto es para mondarse!”

PUNK ROCK

El rollo del punk justo estaba empezando a hincharse aquí en Los Ángeles, con gente como los Germs y las Runaways. Nosotros no teníamos la oreja lo bastante pegada al suelo como para darnos cuenta. Todavía íbamos al estadio de Anaheim a ver a Ted Nugent y Lynyrd Skynyrd, cosas así. Íbamos a cualquier cosa que nos interesara, pero  acabamos enamorándonos de los Ramones. Los Ramones fueron una influencia enorme, y no sólo los vi cuando tocaron en el Whiskey sino que montaron una fiesta, en plan fiesta toda la noche en el Tropicana Motel. Había tanta gente que en la fiesta que me sorprendió que el Tropicana lo permitiera. Había un mínimo de 100 ó 150 personas allí. Los Screamers estaban, y los Germs también. Y estoy seguro que también había gente de los Dickies.

Y ahí estábamos nosotros, estos tíos de South Bay, y si conocí a los Ramones o hablé con ellos es algo que se me escapa debido a mi estado: completamente borracho. Y fue entonces cuando me corté el pelo. Encontré unas tijeras de las de podar setos y me corté con ellas el pelo, dejándomelo de punta, casi plano por arriba, un poco en plan skinhead. Me sentí muy orgulloso de mí mismo.

Por supuesto, al día siguiente fui a trabajar con resaca y ese espantoso corte de pelo. Mi viejo estaba cabreadísimo. Quería saber qué estaba pasando. El socio de su esposa me acusó de ser un real pecador al que nunca le permitirían entrar en el cielo. Ya sabes, todas esas mierdas idiotas y sin sentido.

Greg Ginn, Imagen vía

LA MÁSCARA

No sabíamos dónde ir para conseguir conciertos, así que tras un par de años en el local, después de un ensayo, Gregg Ginn y yo fuimos al Masque, en L.A., el bastión del punk rock, y acorralamos a uno de mis héroes, Brendan Mullen. Éramos tipos de aspecto bastante desaliñado (yo no me había cortado todavía el pelo), así que parecíamos roadies de Peter Frampton o algo así.

Brendan nos impresionó porque el Masque nos impresionaba. Allí era donde habíamos ido a ver a los Germs y a los Weirdoes. Le dimos la brasa a Brendan hasta que simplemente se rindió. Dijo, “Vale, os dejaré que toquéis, podéis ser el primer grupo de la noche de clausura”.

Así que tocamos en la noche de la clausura del Masque original, pero no me acuerdo porque a mí me encantaba abrir con regularidad un pack o dos de seis cervezas y esnifar un poco del Polvo de la felicidad de Hollywood. Salía con Derf y Philo y Spit, de Fear. Nos habíamos hecho amigos y compañeros de cogorzas. Y puede que también Darby Crash se apuntara de vez en cuando. Yo no pensaba en echar un polvo, estaba demasiado borracho para preocuparme por lo que iba a hacer con mi pene. A mí me interesaba más pillar un pedo de los grandes.

Vamos, que yo era uno de esos tíos que se sentaban en el aparcamiento de delante del Hollywood Bowl bebiendo jarabe para la tos con sabor a melocotón antes de colarse en el Bowl para ver a los Allman Brothers, ¿sabes?

BANDERA BLANCA

Greg Ginn y yo empezamos a alejarnos. Nuestra amistad se empezó a disolver más o menos hacia la mitad del segundo año de estar en el grupo. No estábamos dando muchos conciertos. Todo lo que hacíamos era ensayar, ¿pero para qué ensayábamos? Mira, era como si sólo tocáramos para nosotros mismos. Hicimos un par de viajes a San Francisco y moló bastante, pero en el grupo hubo una especie de desplazamiento de las placas tectónicas. Lo que quiero decir con eso es que cuando Gary entró en el grupo, la gente empezó a tomar partido. Ya no era, “¡Todos para uno y uno para todos y vámonos de fiesta!” Ya sabes, “¡Tíos, seamos hermanos! ¡Fiesta!”

Lo que había pasado era que se había convertido en un tres contra uno. Yo, por lo visto, estaba impidiendo su progreso con mis costumbres beodas y porque ellos querían aprender más canciones. Mi punto de vista era éste: Todo muy bien, cojonudo, ¿pero por qué hemos de aprendernos más canciones? ¿Para qué?

Llegó un punto en el que yo ya no me divertía. A ver, salíamos por ahí y tocábamos, y cuando estábamos tocando, mientras estábamos en el escenario, yo me lo pasaba de puta madre, pero todo lo demás, lo que venía con eso, me estaba empezando a pesar. Y había una lucha de poder de por medio y yo no quería tener nada que ver. Cada vez que nos metíamos en alguna discusión o teníamos una charla de grupo, yo era como el niño de carita desamparada, ya sabes, el huérfano. O sea que un día simplemente les dije, “Tíos, lo dejo”.

Resultó, porque yo pasaba mucho tiempo con Chuck Dukowski, que pude saber todas las historias que hubo en los Black Flag post-Keith Morris. Chuck me contó que Greg Ginn me iba a echar del grupo porque yo estaba impidiendo que salieran adelante. Eso era algo que yo nunca me hubiera esperado de Greg Ginn. Nunca le vi como alguien especialmente ambicioso, o el rey de un imperio en el que con el tiempo se convirtió.

Pero las cosas no empezaron a ponerse feas hasta que Circle Jerks empezaron a tocar en directo.

MASTURBACIÓN EN CÍRCULO

Después de dejar Black Flag estuve viviendo en una iglesia baptista abandonada en Hermosa Beach, en la esquina de Pier y la avenida Hermosa. Cuando sus fieles la abandonaron, unos hippies se mudaron allí y se pusieron a alquilar secciones de la iglesia para soplar botellas y hacer baratijas y cosas así. El tío que estaba al cargo era uno llamado Red, que le pasaba LSD a los Grateful Dead. ¡Ja, ja, ja! Y una de las cosas que pasaban en la iglesia era que los Redd Kross ensayaban allí.

De modo que los Redd Kross estaban en el sótano un sábado por la tarde y yo me topé con Greg Hetson y Keith “Lucky” Lehrer, que se dirigían al sótano para que les hicieran una prueba. Redd Kross estaban probando baterías y Lucky era el batería al que ese día iban a probar. Estuvieran ahí abajo cerca de una hora. Yo estoy sentado en medio del pasillo bebiendo cerveza y Greg y Lucky son los dos primeros en salir, y los dos están meneando la cabeza.

Puedo ver que Greg Hetson está realmente decepcionado, así que le dije, “¿Cómo va? ¡Sonaba como si estuviera funcionando!” Y Greg dijo, “Bueno, sonaba de cojones, sonaba muy bien, pero a los hermanos no les ha gustado Lucky porque era demasiado bueno. Un batería demasiado bueno…”

Entonces fue cuando se me ocurrió y dije, “Mira, tenemos un cantante, un guitarrista y un batería. ¡Lo único que necesitamos es un bajista!” Y un par de semanas más tarde me encontré a Rodger Rodgerson enfrente del Anti-Club, en Hollywood, y lo enrolé. Así más o menos fue cómo se formaron los Circle Jerks.

RAYMOND PETTIBON

Raymond Pettibon es el hermano menor de Greg Ginn, y ha sido parte de esto desde el mismo principio. Fuimos juntos al instituto. A ver, sí, ni siquiera íbamos todos a las mismas clases, pero hubo un momento en el tiempo en el que todos estábamos en el instituto de Maricosta en Manhattan Beach. Todos éramos Mustangs; el verde y el oro eran nuestros colores escolares, igual que los Green Bay Packers.

Y Raymond siempre había sido fan de Black Flag. Mira, antes de llamarnos Black Flag nos llamábamos Panic, pero entonces un grupo francés llamado Panic sacó un single. Cuando nos enteramos, nos miramos unos a otros y dijimos, “Nos tenemos que cambiar el nombre, no nos podemos permitir que nos pongan una querella”.

Y es que, ¿qué abogado nos iba a defender? Como que, “¿Alguno siquiera conoce a un abogado? ¿Qué es un abogado?”

Así que Raymond fue el tipo al que se le ocurrió lo de Black Flag. También diseñó el logo del grupo, ya sabes, las cuatro barras que forman una bandera ondeando. Es un gran diseño. Un diseño que perdura. Y el nombre, los Circle Jerks, fue otra creación de Raymond Pettibon, porque a nosotros se nos habían ocurrido otros seis o siete, Plastic Hippy, The Runs, White Hassle… Como en “¡No me toques los huevos, hombre blanco!”

Bueno, el caso es que no nos gustaba ninguno de esos nombres y un día estábamos con Raymond en uno de los dormitorios de casa de sus padres en Hermosa Beach. Y Greg Hetson y yo nos estábamos mirando el uno al otro porque necesitábamos un nombre para el grupo. Yo saqué un libro de la estantería, el diccionario de slang americano, y nos pusimos a hojearlo. Estoy mirando a todos los diferentes nombres y de repente ahí está Circle Jerk. Y voy y pienso, bueno, los Rolling Stones, ése es un nombre bastante pésimo…

Siempre parece que los peores nombres, los nombres de pena, son los que más se recuerdan. Así que pensé, Circle Jerk, no, Circle Jerks, en plural, porque somos cuatro. Greg asintió con la cabeza y así se quedó. Así que casi podemos echarle la culpa otra vez a Raymond Pettibon.

Raymond fue uno de los tres primeros bajistas que tuvimos antes de Chuck Dukowski. Era uno de esos bajistas que no saben tocar el bajo.

Éramos colegas de fiestas. Una noche estábamos en un concierto de John Cale / Zeros en el Whiskey y él estaba de un borracho que ni veía, pilló a una chica y se pusieron a frotarse ahí, en el suelo del Whiskey a Go Go. Raymond nunca estuvo metido en el funcionamiento interior de Black Flag, sólo era un fan, ¿sabes? Creció con nosotros. Se llevaba bien con su hermano Greg, pero ahora no se hablan porque uno de ellos es una persona increíblemente horrible, y no hablo de Raymond.

¿PERO QUIÉN ES EL CANTANTE?

Hubo dos vocalistas en Black Flag embocadillados entre Henry Rollins y yo. Mucha gente, cuando piensa en Black Flag, piensa en Henry Rollins, porque Henry estuvo en todos los discos. O en casi todos. Esa es una de las cosas de Black Flag que te dejan asombrado, que hubo cuatro cantantes diferentes y cada uno de nosotros aportó un sabor distinto a la fiesta, ¿sabes?

Henry llegó después de Dez, y Dez llegó después de Ron Reyes, y Ron llegó después de que me fuera yo. Ron sólo estuvo seis meses en el grupo. Simplemente no le llenaba. No sé cuál fue su excusa o sus razones para marcharse, pero me dijeron que las del EP que Black Flag sacaron con Ron, el Jealous Again, fueron las mejores canciones que Black Flag hicieron nunca.

Henry Rollins usó a Black Flag como trampolín para todas las cosas que ha hecho, y yo le paludo de todo corazón. A Greg Ginn no le gusta el hecho de que Henry tenga más éxito que él. Me sorprende que Henry se quedara tanto tiempo con Greg Ginn, porque Greg siempre estaba diciendo, “¡No puedo tenerle en el escenario acaparando más atención que yo! ¡Oh, está dando todas las entrevistas!” Pero es que Henry iba a atraer más miradas que él sólo con subir al escenario. Henry era un sex symbol del punk-rock. Así que creo que Greg estaba contento de tenerlo, pero también resentido.

Tienes que comprender que Greg se volvió muy egocéntrico. Se volvió en plan, “Bueno, tengo este sello discográfico de puta madre con todos estos grupos. ¡Están pasando todas estas cosas y yo tengo el control!” Así que Greg Ginn dejó el grupo. Cuándo, no lo sé. Todo lo que sé es que Greg dejó a Henry con Black Flag y fue entonces cuando Henry decidió hacer lo suyo propio con la Henry Rollins Band. Pero la verdad es que no sé nada de lo que pasó en esos tiempos.

Sólo sé que Greg Ginn nunca fue un cantante y nunca lo será. Pero como guitarrista, yo pondría a Greg a la altura de Jeff Beck, Jimmy Page y Jimi Hendrix. Ha sido uno de los grandes guitarristas de todos los tiempos.

Yo fui el primer vocalista, pero tampoco es que sea un cantante. Yo era el gritador solista. No voy a ser el tío que va a una boda y le piden que cante algo.

Iba a estar en el primer disco que sacaron Black Flag, el Nervous Breakdown EP, pero dejé el grupo. Estoy en Everything Went Black. Salgo en una de las tres caras y también en otra recopilación, creo que se llama Wasted Again. Hay bastante material grabado y eso me acreditaría como beneficiario de una buena porción de derechos de autor. Pero nunca he recibido compensación económica alguna de Black Flag.

Ginn no paga derechos económicos. Una vez me invitó a subir al escenario y cantar cuatro o cinco canciones con él. Miré a Greg a los ojos y le dije, “Claro, hazme un cheque por 75.000 dólares en concepto de derechos atrasados”. Eso habría sido sólo una parte de lo que me debe, pero él se limitó a reírse en mi cara.

LAS REUNIONES SON UNA MIERDA

Los Circle Jerks salimos de gira en 2003 y tocamos en un gran festival por aquí, en el LA Coliseum. Un par de chicos de Golden Voice, los promotores con los que hemos tratado en la mayoría de nuestros conciertos, me dijeron, “Keith, necesitamos tu ayuda, vamos a hacer dos noches con Black Flag en el Hollywood Palladium…”

Yo dije, “Ni siquiera me contéis los detalles, sólo hacedme saber cuándo lo vais a hacer. Por supuesto que estaré allí; voy a ser parte. ¿Qué tengo que hacer?”

Cuando me pidieron que participara en el concierto del Hollywood Palladium se estaba anunciando como “Black Flag: los primeros cuatro años”. Es una de esas situaciones en las que quizá se van a sacar unos cien mil dólares en el transcurso de dos noches cuando se suponía que iba a ser algo altruista. Así que lo que yo pensaba era, “Guau, ¡también van a estar Ron y Dez y Chuck y Robo! ¡Voy a poder estar con unos cuantos amigos míos!”

De modo que fui al primer ensayo y fue bastante brutal. Estos otros tipos –no Dez ni Ron o Chuck o Robo– estaban tocando las canciones y ni siquiera sabían qué canciones eran. Se miraban unos a otros, esperando que sonara el riff unas cinco o seis veces. Era bastante ridículo. Yo moví la cabeza. Ya era bastante. Estaba perdiendo el tiempo. Aun así, quise saber cuándo iba a aparecer Chuck Dukowski, porque sabía que si aparecía Chuck, aquella mierda iba a funcionar. Así que llamé a Greg y le dije, “¿Cuándo va a venir Chuck para los ensayos?”

Greg dijo, “Todavía no he hablado con Chuck…”

Entonces hablé con el mismo Chuck en Amoeba Records, en Hollywood, durante un acto benéfico con los Tres de Memphis, y le pregunté, “¿Sabes ya lo de la reunión de Black Flag en el Hollywood Palladium?”

Chuck dice, “No, nadie me había dicho nada…”

Y yo dije, “Vaya, pues parece que te enteras ahora…”

Esa noche me marché del ensayo pensando que no iba a volver hasta saber cuándo estarían allí Robo y Chuck Dukowski. Llamé a Dez para ver si alguien había contactado ya con él, para ver cuándo iba a venir. Pero no me devolvió la llamada, le dejé un mensaje en el contestador. También hubiera llamado a Robo, de haber sabido cómo dar con él.

Entonces me llamó Ginn por teléfono para apretarme las tuercas. Me dijo, “Te llamaré cuando sea la hora de ensayar, deja de hablar mierda a espaldas de los demás, deja de intentar liarlo todo…”

Yo dije, “Bueno, ¿ya has hablado con Robo? ¿Cuándo se nos unirá Robo?”

Greg dijo, “Eso no es asunto tuyo. Te llamaré cuando sea tu turno…”

Fue entonces cuando me di cuenta de que Greg nunca tuvo intención de dar un concierto con el grupo original.

EL GRAN CONCIERTO

El promotor me llamó y quería saber, “Bueno, ¿pero quién va estar en el escenario? Ya hemos vendido todas las entradas para la primera noche y tenemos que completar la segunda. Vamos a poner algunos anuncios, así que, ¿quién está en el grupo? Queremos anunciar a todos los que van a tocar”.

Le dije, “No te lo puedo decir, no lo sé, me han dejado a oscuras…”

Él, “¡Bueno, se supone que tendrías que saberlo!” Y aquello empezó a ponerse cada vez más y más feo. Recordé por qué, en primer lugar, había abandonado yo el grupo. Al principio estaba más que contento, más que dispuesto, pero luego tuve que tratar con toda esta gente y oír las conversaciones y que me apretaran las tuercas por cosas que no estaba haciendo y dije, “¿Pero me estáis tomando el puto pelo? ¡Para empezar, estos son los motivos por los que decidí largarme del grupo!”

Así que el promotor me llama un par de semanas antes del concierto y dice, “Greg me ha dicho que en un par de ocasiones has estado creando cizaña y esparciendo rumores y hablando mierda a espaldas de los demás, así que tus servicios ya no van a ser necesarios”. Al principio quise sentirme chafado, pero entonces solté un suspiro de alivio y le di las gracias.

Dos días antes del concierto, el promotor me vuelve a llamar y dice, “Keith, hemos reservado un par de mesas en la platea, puedes invitar a todos tus amigos, estar con ellos en la platea, y si te apetece bajar al escenario y cantar unas cuantas canciones, eres libre de hacerlo”.

Yo respondí, “Bueno, gracias por el ofrecimiento, pero no voy a ir”.

Unos días más tarde recibí una llamada suya para disculparse por la forma en que me había hablado por teléfono. En realidad no me había preocupado mucho porque a cosas así ya estoy acostumbrado, pero al final de la conversación me dijo, “Espero que sigamos siendo amigos, ¿no?”. Le dije, “Rick, siempre vamos a ser amigos. No importa lo que pase, todas estas mierdas que ocurren, siempre seremos amigos”.

Lo triste es que Rick murió poco después por mezclar medicación.

De manera que no, no fui al concierto pero oí todos los rumores, oí todas las críticas. Se arrojaron papeleras al escenario. Gente que había comprado entradas para las dos noches tratando de revender sus entradas para la segunda. No oí más que historias horribles.

¡ONDÉALA!

Gary Tovar, el tío al frente de Golden Voice, le pidió a Chuck Dukowski que fuera a su fiesta de aniversario y diera un discurso ante 4.000 personas. Chuck se lo pensó y dijo, “Hostias, no, yo soy músico, deja que intente otra cosa”.

Así que me llamó a mí y a Billy Stevenson. Accedimos a tocar el Nervous Breakdown EP en la fiesta del trigésimo aniversario de Golden Voice antes de la actuación de los Descendents, los cabezas de cartel ese domingo por la noche. Tocamos en la fiesta de aniversario y todo el mundo se puso como las cabras. Y ahí estábamos en el camerino, yo, Chuck, Billy, Stephen y Dez Cadena, todos mirándonos. Nos lo habíamos pasado en grande, y entre nosotros cuatro decidimos que quizá deberíamos tocar juntos como grupo.

Nos pusimos de nombre Flag y empezamos a tocar por ahí, y todos nuestros conciertos han sido estupendos. Disfrutamos tocando juntos. Disfrutamos con la compañía unos de otros. A ver, es cierto, ya somos todos tíos mayores, y de vez en cuando alguno se pone gruñón y quejica, pero eso es lo que hace la gente mayor.

KARMA

No hace mucho, Raymond Pettibon y yo estábamos sentados dispuestos a comernos unos bocadillos y él me mira y me dice que sabe que su hermano mayor ha tratado a todo el mundo con que ha tenido tratos como la mierda. Me dijo que sabe que Greg no se ha portado bien con nadie. Yo le dije, “¿Es que ha pasado algo nuevo?” Entonces Raymond me dijo que si alguna vez estoy en un aprieto económico o tengo algún problema de salud, tengo libertad para ir a su estudio, coger lo que quiera y venderlo.

Ahí tenemos a uno de los más grandes artistas de nuestros tiempos, ¿y me está haciendo una invitación de ese calibre? No sólo me sentí halagado, sino que también me di cuenta de que tiempo atrás estuvimos muy unidos, ¿sabes? En el círculo en el que estábamos en aquella iglesia –y en Black Flag, y en toda la escena underground de la South Bay–, Raymond y yo teníamos muchas cosas en común. Los dos éramos seguidores de los Dodgers y los Angels, los dos éramos fans de Superman y Batman. Estábamos muy unidos.

Pero nunca he aprovechado su propuesta. No he tenido la necesidad. Siempre he estado en la situación financiera de poder pagar mis facturas. Tiro adelante por los pelos, pero no necesito mucho dinero después de descubrir la grandeza de los mercados de granjeros.

En 1975, Legs McNeil fue el cofundador de Punk Magazine, y esta es en parte la razón de que tú sepas qué significa esa palabra. También es el autor de Por favor, mátame, lo que le convierte en algo así como en el Studs Terkel del punk rock. Además de su columna para VICE sigue escribiendo en su blog personal, pleasekillme.com

Síguelo en Twitter – @Legs__McNeil