La extraña desaparición sin resolver del fotógrafo español Borja Lázaro

Borja Lázaro desaparecido

Hace unos días se cumplían cinco años de la desaparición de Borja Lázaro en Colombia. Algunas personas se concentraban en la plaza de los Celedones, en Vitoria-Gasteiz, para pedir que no se olvidara que el joven vitoriano continúa aún desaparecido. La gente allí congregada demandaba que la desaparición de Borja no continúe siendo una incógnita. Entre las personas que se reunieron allí el día 8 de enero, sosteniendo una pancarta, estaban sus familiares. La madre de Borja, Ana Herrero, era clara en sus manifestaciones: “Ahora lo que queremos es saber qué pasó”. La esperanza, dicen, es lo último que se pierde, pero la desaparición de un familiar desgasta. Los familiares se aferran a lo pequeño, a los detalles, en un intento por no desmoronarse del todo y, guiados por esa necesidad tan humana que es conocer la verdad, se niegan a olvidar.

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Concentración para recordar a Borja en Vitoria

Borja Lázaro desapareció en Colombia en una zona conocida por su geografía salvaje, es un lugar inhóspito. Me dice Sergio, su hermano: “No tiene nada que ver con Cartagena de Indias. El desierto es de piedra y la zona es bastante complicada. El cabo donde desapareció Borja es además zona fronteriza con Venezuela”. Borja Lázaro era ingeniero de profesión, llevaba un tiempo viviendo en Luxemburgo, en el centro de Europa, viajaba muchísimo, solía irse los fines de semana a hacer turismo. En las conversaciones que he tenido con Sergio me ha transmitido la inquietud que tenía Borja por la vida, ese deseo de conocer culturas, de estar comunicándose continuamente con la gente. Era muy abierto, quería viajar y sacar fotografías. Un viaje exprés fue el que realizó el 11M, para fotografiar aquellos días en Madrid. Un día de otoño del 2013, Borja decide irse. No quiere continuar con su vida diaria, con la rutina. Quiere parar y viajar. Decide entonces que quiere irse a México. Su viaje no estaba planeado, viajaría sin guión, donde le llevara el destino. Lo único que Borja sabía al despegar hacia allá era que volvería en mayo del año siguiente para asistir a una boda que tenía en Barakaldo. Recorrió México durante casi dos meses, pasó por Ciudad Juárez, la zona de Yucatán, México DF, y desde allí decidió pasar a Colombia.

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Borja llega a La Guajira, un sitio exótico promocionado en Fitur por Colombia aquel mismo año. Un enclave que atrae a mucha gente mochilera y a aficionados al kitesurf. De hecho “El conquistador del fin del mundo”, el programa de ETB, se ha grabado en esa zona en los últimos años. En La Guajira, termina empatizando con los indígenas de la zona, los wayús. Los wayús son uno de los grupos indígenas más cerrados que existen en Sudamérica. Son, además, el pueblo indígena más numeroso de Colombia y Venezuela, representan más del 10 por ciento de la población del estado en Venezuela y el 45 por ciento del departamento de La Guajira. La población conjunta de ambas poblaciones supera los 400 000 wayús.

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Es una sociedad que habla su idioma tradicional y está organizada en clanes. De entre las incógnitas que rodean la desaparición de Borja Lázaro, una que se plantea es cómo pudo Borja Lázaro fotografiar el rito de los huesos. ¿Cómo logró entrar en la comunidad? Sergio Lázaro me cuenta que en el traslado de Santa Marta al Cabo en una pick-up, se desplazaba una chica wayú con la que Borja entabló amistad. Ella lo invitó a participar en el ritual, y después de fotografiarlo, desde allí marchó a pasar las Navidades con unos conocidos de Bogotá.

Borja Lázaro prometió a los wayús entregar las fotografías, por eso pasada la Navidad, vuelve a la Guajira a cumplir su promesa de entregar las fotos.

La última noche, Borja Lázaro estaba alojado en la posada Pujuru. Allí estuvo cenando con unos amigos alemanes, chilenos y colombianos, y entre cervezas y comida se les hizo tarde. El dueño del establecimiento les pidió que se trasladaran a otro lugar para seguir conversando. Después de charlar y cenar, el grupo se dirige hacia la habitación que tienen alquilada. Ni siquiera era una habitación, no había camas, había unas hamacas colgadas. En mitad de la noche, nadie sabe por qué, Borja abandona su hamaca y, descalzo, sale de la habitación. Su calzado está bajo la hamaca y sus pertenencias en la taquilla: documentación, mochila y cámara.

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La posada donde desapareció Borja, un cartel de desaparecido y su familia

Nadie sabe por qué Borja Lázaro, en la madrugada del 7 al 8 de enero del 2013, se levantó de la hamaca. En la habitación había once personas más, uno de ellos recuerda ver salir a Borja con una linterna hacia las 4 de la madrugada. Como se comprueba más tarde, de su equipaje faltan dos linternas y su teléfono móvil, que permanece apagado desde entonces. En ese instante no vuelve a saberse nada de él. Su familia no interpone la denuncia en la Ertzaintza hasta veinte días más tarde. “Era habitual que estuviera algunos días sin cobertura; de hecho, nos había avisado de que era un sitio con mala recepción de señal. Al principio no le dimos importancia, pero después la ausencia de noticias ya no era normal.”

En un principio se valoraron varias hipótesis, la primera de ellas, el secuestro. De hecho, Reporteros Sin Fronteras pidió en aquel momento que se tomara muy en serio la posibilidad del secuestro, ya que en la zona de La Guajira operaban bandas criminales armadas paramilitares vinculadas al narcotráfico. No hay que olvidar que en el mismo año una pareja de asturianos habían sido secuestrados cuando iban en coche al Cabo de la Vela. Sin embargo, nadie pidió ningún rescate, y este tipo de desapariciones suele resolverse casi de manera exprés.

Me pregunto cómo se puede seguir adelante cuando tu hermano lleva cinco años desaparecido

La segunda hipótesis era la de que hubiera podido ahogarse. La posada estaba a pocos metros del mar, pero el mar, como me transmite Sergio, tampoco ha devuelto ningún cuerpo, en caso de un posible ahogamiento, las autoridades creen que habría aparecido ya. Mientras hablo con Sergio en mi cabeza se multiplican las incógnitas. ¿Era posible que quizá alguien de los wayús no hubiera visto con buenos ojos que un extranjero, un extraño a la comunidad, hubiera participado en y sacado fotos de un ritual que los indígenas guardan con tanto escrúpulo? “Los policías interrogaron a la chica, pero no dijo nada. No sé si por miedo. No sabemos nada, lo único que sé es que mi hermano continúa desaparecido y no quiero que se olvide, lo hemos pasado muy mal”.

Mientras lees este artículo hay alguien desapareciendo. Las cifras son escalofriantes. De acuerdo con los datos de Amnistía Internacional, los diez países con mayor número de desaparecidos registrados desde 1980 son Irak (16 560), Sri Lanka (12 349), Argentina (3446), Argelia (3168), Guatemala (3154), Perú (3006), El Salvador (2673), Colombia (1260), Chile (907) y Filipinas (786). Cada día desaparecen en el mundo cien personas. Me cuenta la familia que durante aquellos meses, no solo fue muy dura la desaparición, también el vacío legal. La familia se vio sola, no sabían qué hacer ni a quién acudir. No existían protocolos internacionales ni nacionales que dieran cobertura a las familias de los desaparecidos, ni siquiera existe una forma de actuar cuando las desapariciones son internacionales. Este tipo de casos exige la colaboración de diferentes agencias, ministerios y policías, y como me apunta Sergio, la celeridad en estos procesos es crucial, y en este caso se tardó años en poder enviar policía española para investigar. Los primeros años fueron muy duros, no dábamos con la tecla, no sabíamos a quién acudir. Después del cuarto año conseguimos que desplazaran a un par de agentes a la zona, pero desde luego, era muy tarde.

Gracias a la presión de las familias y de asociaciones de personas desaparecidas como la de Paco Lobatón, se ha conseguido avanzar. En diciembre del 2018 se inició la elaboración de un estatuto para personas desaparecidas. Es un intento de cubrir el vacío legal que rodea a las familias cuando alguien desaparece. La recién constituida mesa dio su aprobación a un calendario de sesiones con el propósito de que el Anteproyecto de Ley del Estatuto de la Persona Desaparecida quede registrado coincidiendo con el 9 de marzo.

Cuando termino de hablar con Sergio, me pregunto cómo se puede seguir adelante cuando tu hermano lleva cinco años desaparecido. Cuando no hay un rastro que seguir, cuando no hay piezas que se puedan juntar, cuando has estado solo durante años luchando por no olvidar y porque la gente no olvide. Intento recomponerme a mí misma en el proceso mismo de la escritura, si no podemos darle sentido, al menos, hagámosle justicia. Le pido a Sergio que me mande algunas de aquellas fotos que Borja Lázaro sacara en su último viaje, fotos que fueron expuestas el año pasado en el Centro Cultural Montehermoso de Vitoria. Fotos en las que él no sale, pienso. Fotografías que le llevaron a dejar su vida en Luxemburgo, fotografías que le hicieron recorrer el mundo. Nepal, Marruecos, México, Colombia… fotografías en las que aún la familia tiene algo a lo que aferrarse para poder continuar.

Nota: Las fotografías tienen la marca de agua porque fue como quedaron tras la desaparición de Borja.

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