Artículo publicado originalmente por Broadly Estados Unidos.
El verano después de graduarme de la secundaria, mis amigas y yo tuvimos una cena en casa de mi padre. Planeábamos ver películas, comer mucho, bailar, hacer Vines, todo lo que te imaginas hacer en una pijamada. A pesar de que yo había organizado esta noche divertida para mis amigas, estaba frustrada por una discusión que había tenido con otra amiga cercana. Ella me había estado ignorando, y cuando la confronté al respecto, actuó completamente como si no hubiera pasado nada, lo cual me molestó aún más. No sabía qué hacer porque no podía ser grosera; no le podía gritar. No podía reaccionar, porque ella estaba fingiendo que no pasaba nada. No podía pasar el resto de la noche tratando de convencerla de que estaba actuando de manera distante si ella misma no lo admitía.
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Sabía que si ignoraba el tema en cuestión o no me expresaba de alguna manera, no iba a poder divertirme el resto de la noche, solo seguiría hablando con mis otras amigas sobre el problema. ¡Simplemente, no hubiéramos podido comer pasta y ver The Purge en paz! Entonces, cuando recibí un mensaje de ella, que decía, “No sé de qué estás hablando”, entré a la cocina, saqué algunos vasos viejos, salí y comencé a tirarlos contra la pared. Estaba oscuro, así que realmente no vi el desastre que había hecho. Solo escuché el sonido fuerte de los cristales rotos.
El alivio que sentí fue increíble. Nunca antes había pensado en romper vasos, era nuevo y emocionante. Y lo había resuelto yo sola, no tuve que pedirle consejos a mis amigas ni involucrar a nadie más. Solo era yo, liberando mi ira y frustración.
Mi padre y su novia bajaron corriendo y gritando; estaban convencidos de que algunos niños habían aventado botellas de vidrio a nuestro patio trasero. Ni siquiera puedo describir la confusión en sus rostros cuando dije: “Fui yo, solo aventé un vaso”. Por suerte, no me metí en problemas y mis amigas no me juzgaron. Mis amigas no preguntaron qué había pasado o por qué estaba molesta, simplemente continuaron haciendo la comida mientras yo limpiaba.
Esa noche, me di cuenta de que me resulta difícil hablar cuando tengo un problema. Antes, trataba tanto de lidiar racionalmente con los problemas para no herir los sentimientos de nadie, que rara vez me permitía expresar enojo o frustración por cualquier cosa – a menos que en realidad quisiera lastimar a alguien. Tal vez sea el Géminis que llevo dentro, pero puedo ser muy mala cuando me provocan, o en situaciones en las que siento que no me escuchan o no me entienden; siempre me ha resultado difícil encontrar un equilibrio entre no ser mala, pero tampoco ser indiferente. Mis reacciones siempre son extremistas: voy a destruir a esta persona, o sabes qué, me voy a quedar callada. Siempre elegía entre dos extremos en cada situación: cuando trataba de esforzarme por mantener la calma al no hablar, las frustraciones se quedaban reprimidas dentro de mí y me molestaban durante años, y las cosas malas que les he dicho y hecho a otros se han quedado con ellos, y siempre tenía que recoger los pedazos después.
Romper cosas se volvió un término medio. Ya adopté el poder de ser destructiva con las cosas. Eso me deja transferir todos mis sentimientos negativos a un objeto sin sentido y destruirlo instantáneamente, y tener una reacción extrema sin que haya alguien más de por medio. Una vez que termino, limpiar me da tiempo para pensar. Es como si hiciera catarsis y luego lo limpiara, mientras pienso y y empiezo a ser más racional.
Después de que rompí los vasos esa primera vez, pude volver, sin decir nada, servirme comida y ver una película en la cama con mis amigas. Dejé ir mi enojo con la amiga y ya no forcé las cosas. Simplemente esperé a que estuviera lista para hablar sobre por qué estaba actuando de la forma en que lo hacía.
Desde entonces, he roto muchas cosas. Velas, jarrones, mesas, incluso he desgarrado camisas y sábanas viejas. Romper las cosas nunca resolverá automáticamente mis problemas, pero me permite liberar mi ira en lugar de dirigirla hacia los demás. Después de canalizar mis sentimientos en objetos que puedo lanzar contra una pared y terminar, puedo seguir adelante y sentirme más completa.