Después de la historia del New York Times donde confirmaron los rumores acerca de que Louis CK había acosado mujeres, masturbándose frente a ellas a través de los años, la comediante y escritora Nicole Silverberg tuiteó lo siguiente:
Me dijeron que borrara un tuit sobre los abusos de Louis CK antes de aplicar para un trabajo como comediante de alto perfil, porque era posible que a las personas a cargo del proceso de contratación no les gustara. Las mujeres que han alzado la voz son muy valientes y les debemos mucho.
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El tweet, que recibió más de 30,000 likes, generó muchas preguntas sobre cómo controlamos y protegemos a las mujeres, medidas que a menudo sirven más para proteger a los perpetradores. “Algunos amigos me dijeron que borrara ese tweet, me decían que era para protegerme por alzar la voz”, explicó Silverberg en un tweet posterior.
La doctora Kim S. Ménard, profesora en Penn State y autora de Reporting Sexual Assault: A Social Ecology Perspective (Denunciando el Acoso Sexual: Una Perspectiva de Ecología Social) le dijo a Broadly que este tipo de control sobre mujeres, si bien tiene la intención de protegerlas, al final sólo habilita a los perpetradores. “Por desgracia, protege a ambos [a las víctimas y a los victimarios]”, dice. “Protege al perpetrador y en cierta medida protege a la víctima. Si conservaba el tweet, probablemente no habría conseguido el trabajo y hubiera recibido muchas reacciones violentas, pero sirve para silenciar a las víctimas y permitir que los perpetradores continúen sus abusos una y otra vez, porque la gente no los denuncia y nadie apoya estas denuncias”.
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Si bien el consejo que recibió Silverberg de sus amigos fue teniendo en mente su carrera, las mujeres que comparten experiencias de abuso con seres queridos en ambientes privados, también pueden ser recibidas con intentos por controlar su comportamiento y sus reacciones.
El año pasado, Zelda*, quien pidió que utilicemos un seudónimo, fue a las afueras de la ciudad para visitar a un hombre con el que apenas había empezado a salir. Dice que mientras ella estaba bajo la influencia del alcohol y el xanax, él se quitó el condón durante el sexo. Un par de semanas después de que regresó a casa, cuenta, descubrió que la había contagiado de clamidia.
Confundida, molesta y enojada, Zelda recurrió a su amiga, una estudiante de una universidad liberal a quien considera “despierta” y comprensiva, así que le contó lo sucedido. La amiga de Zelda le ofreció un consejo: “Es abogado, arruinará tu vida si lo denuncias”.
Si bien Zelda admite que no es correcto decirle eso a una persona que acaba de ser violada, sabe que su amiga sólo estaba tratando de protegerla cuando la desanimó a continuar la denuncia. “Ella estaba pensando en mí y tratando de protegerme de lo que percibió como una mayor amenaza”, explica Zelda. La “mayor amenaza” era la posibilidad de que no le creyeran, que fuera etiquetada con la reputación de ser “una mujer problemática” y que sus acusaciones quizá fuesen utilizadas en su contra en un futuro.
Las preocupaciones de su amiga realmente no son infundadas: el acoso sexual es el crimen violento menos denunciado en Estados Unidos y por razones sólidas. Según la Coalición Maryland Contra el Acoso Sexual, muchos sobrevivientes “sienten que el sistema de justicia criminal las vuelve a victimizar en sus procesos”. Según el Departamento de Justicia, 344 de cada 1000 ataques sexuales son denunciados a la policía, mientras que sólo siete casos conducen a una condena por delito y seis a un encarcelamiento.
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Zelda atribuye la reacción de su amiga a su experiencia con la femineidad. “Es una mujer que tiene muchos temores y ha visto a tantas mujeres más en la misma situación que yo”, explica. “Sabe cómo tratan a las víctimas en la sociedad y el poder injusto que tienen los hombres”.
De acuerdo al Instituto Australiano de Estudios Familiares, “las parejas femeninas, las amigas y las madres parecen describir y/o experimentar un trauma secundario relacionado con el acoso sexual de forma diferente que los hombres”. Definen el trauma secundario como el trauma que experimentan los familiares y amigos de las víctimas/sobrevivientes del ataque sexual. La doctora Ménard coincide en que el género juega un papel importante en cómo reacciona la gente ante la noticia de que un ser querido fue agredido. “Por lo general, los hombres quieren ‘resolver’ problemas”, dice, “pero quizá no estén muy conscientes de las consecuencias de la denuncia. A diferencia de las mujeres, a ellos no se les cuestiona en contextos cotidianos (por ejemplo, las mujeres a menudo son ignoradas en las reuniones laborales), ya no digamos en un evento extraordinario como una violación o cualquier otra forma de agresión sexual”.
Zelda sabía que su amiga sólo estaba tratando de ayudarla, pero hubiera deseado que comprendiera cómo sus palabras la silenciaron y habilitaron al perpetrador. “No es el papel de todos ser un mártir”, dice Zelda, “pero si quieren hacerlo, deberían”.