Tony Cicoria, nacido al norte del estado de Nueva York en 1952, dice que cuando era niño le interesaba mucho más la pesca que la música. “Mi madre insistió en que tomara clases de piano cuando tenía siete años”, cuenta. “Pero estuve tocando un año y le dije: ‘No voy a hacerlo más’”.
Tony no volvió a pensar en el piano hasta casi 40 años después. Estudió Medicina, se graduó en Cirugía Ortopédica, trabajó duro durante muchos años y formó una familia. Un día, en 1994, estaba de picnic familiar en Sleepy Hollow Lake, en Athens, Nueva York. Estaba en la parrilla asando carne cuando se percató de que no había hablado con su madre en mucho tiempo, así que se fue a una cabina de teléfono cercana y la llamó.
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Mientras hablaba, y sin percatarse, una gran nube se cernió sobre el lago. Cuando estaba a punto de colgar, un rayo cayó del cielo, sacudió la cabina y surgió por el teléfono directo hacia Tony. Salió disparado y lo encontraron en el suelo.
Catorce años más tarde, Tony salía a un escenario en la ciudad de Nueva York para tocar su primera composición enfrente de miles de personas. La pieza se llamaba “The Lightning Sonata [La Sonata del Rayo]”.
Hemos entrevistado a Tony para que nos cuente cómo pasó de ser un médico completamente desinteresado por la música a ser un pianista clásico profesional.
VICE: Hola, Tony. Cuéntanos qué ocurrió cuando te despertaste tras el accidente.
Tony Cicoria: Me desperté enfadado, porque era muy doloroso y no quería estar allí. Pude levantarme y caminar, así que mi familia me metió en el coche y me llevó a casa. Eso fue el comienzo de todo.
¿A qué te refieres con el comienzo de todo?
Estaba un poco ofuscado al principio, pero a las semanas se me pasó y empecé a sentir un deseo enorme de escuchar música clásica. Así que compré un CD de Vladimir Ashkenazy, un pianista ruso famoso, en el que interpretaba su pieza favorita de Chopin, y comencé a escucharlo sin parar. Luego hice que todo el mundo lo escuchara. Estoy seguro de que se hartaron. Pero luego me di cuenta de que necesitaba más. Tenía que aprender a tocarlo.
Te compraste un piano y empezaste a tocar. ¿Cómo fue al principio?
No sabía qué hacer con las manos y me costaba entender los detalles. Fue duro, pero empecé a aprender por mi cuenta. Poco después, tuve un sueño alucinante. Estaba caminando y me veía en un escenario tocando. Y mientras cruzaba el escenario, me daba cuenta de que no estaba interpretando canciones de otros, estaba tocando mis propias composiciones. Y la música terminó con un fuerte impacto que me despertó.
¿Soñaste con tu canción?
Sí. Me levanté y fui al piano del salón. Comencé a tocar algunas de las notas que había escuchado, pero no sabía cómo escribirlas, así que pensé, a la mierda, y me volví a dormir. Pero desde entonces, cada vez que tocaba el piano, tenía la canción en la cabeza y era siempre la misma. Si trataba de ignorarla, sonaba más fuerte. Así que me obsesioné.
Cuéntame más sobre esa obsesión.
Me despertaba a las cuatro en punto y practicaba hasta que tenía que irme a trabajar, a las seis. Pasaba doce horas en el trabajo, volvía, estaba una hora con los niños -que era una especie de ritual- y volvía a practicar hasta medianoche, cuando no podía ver más.
¿Y siempre intentabas tocar la cancion de tu sueño?
Exacto. Cuando me sentaba al piano, escuchaba la canción del sueño. Solía escribir medidas o una línea y lo guardaba en un cajón, pensando, bueno, alguna vez volveré a ello. Finalmente, un día, cogí todos los trozos de papel que había acumulado en los cajones, me senté y pasé los siguientes siete meses componiendo la canción de mi sueño de una forma que alguien pudiera leerla.
¿Y qué nombre le pusiste?
“The Lightning Sonata.” Pero cuando se lo enseñé a mis amigos musicólogos, me dijeron que no podía ser una sonata, porque no tenía la forma correcta. Pero puedes ponerle el título que quieras a tus canciones, así que la llamé: “Opus One: The Lightning Sonata”.
¿Cómo empezaste a tocar en público?
Un día, Oliver Sacks me llamó y me dijo: “Quiero publicar tu historia en mi libro. Saldrá en the New Yorker el 23 de julio”. Y de repente, el teléfono no paraba de sonar. Una de las personas que me llamó fue el jefe del departamento de música de la Universidad Estatal de Nueva York. Me dijo: “¿Te gustaría tocar en el Performing Arts Center?”, y me convenció. No tenía ni idea de en lo que me estaba metiendo.
¿Cómo te preparaste?
Llamé a mi profesora de piano y estuvimos ensayando cuatro horas al día: cómo salir al escenario, ir hasta el piano, prepararme y memorizar la música. Era muchísimo trabajo. La noche del concierto, en enero de 2008, vino la BBC y la televisión nacional alemana. De repente, teníamos a varios equipos de televisión correteando por todas partes. Había, calculo, miles de personas.
Háblame de aquella noche.
Cuando salí al escenario, vi las luces que asomaban entre un mar de gente. Fue terrorífico. No sé cómo no salí corriendo, de verdad que no. La música era exáctamente como la de mi sueño. Me senté y toqué como la había escuchado. Por fin había conseguido tocar “The Lightning Sonata”.
Este artículo se publicó originalmente en VICE Australia.