Música

Caifanes: una fijación mística por la fauna y la muerte

Ya estuvo bien de hablar de Soda. 

Es tiempo más que justo de hablar del otro progenitor del sonido de la América perdida. Este ascendente del rock latinoamericano suena místico, sombrío, mortal, tiene el poder de hablarle a los Dioses protectores de la selva latina, y a las ánimas que custodian la muerte, y a los espíritus que coquetean con lo devastador del amor cuando pasa y deja cicatriz; y usa ese poder apalancado en una bellísima mixtura musical y lírica. 

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Este padre nuestro nos dejó bien criados. Siempre será justo poner ese viejo casete o disco compacto de Caifanes para agradecerles con cantos perpetuos a la juventud por todo lo recibido.

En pocas palabras, Caifanes es cosa seria, una muy seria para mí especialmente. Hace unos 17 años en mi baño reposa una vieja grabadora de CD y casete, esa grabadora nos hizo a mi hermano y a mí musicalmente hablando, y hoy constituye una herencia material e inmaterial de mi papá para nosotros. Ya trajinada por los años, el compartimiento de CD está dañado, por lo que lo único que le quedó sirviendo al aparato fue la radio y la casetera. En esa casetera nunca dejó de estar una cinta, el grandes éxitos de Caifanes (Lado A), compilado que tampoco paró de retumbar por toda la casa hasta la fecha. Ese álbum suena absolutamente todo los días en mi casa, como el himno nacional.

Así fue como escuchando y escuchando las mismas 11 canciones, y de darle, y darle vueltas a esa cinta, caí en cuenta de que existía un punto común en varias de las canciones de este álbum recopilatorio. Referencias claras y desgarradoras a la muerte, a la enfermedad y al suicidio se combinan a la perfección con referencias a animales como gatos, perros y aves.

A continuación veremos en detalle algunos de esos casos en los que estos príncipes de las tinieblas latinoamericanas revelaron su lado más obscuro para dar con la raíz de esta lúgubre motivación estética, y comprender un poco la obsesión de la primera etapa de estos antiguos zombis mexicanos.

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“Mátenme porque me muero” 

“Cuando me muera y me tengan que enterrar 
Quiero que sea con una de tus fotografías 
Para que no me de miedo estar abajo 
Para que no se me olvide como es tu cara 
Para imaginar que estoy contigo 
Y sentirme un poquito vivo”

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“Cuéntame tu vida” 

“No sé cuánto tiempo llevo hundido aquí 
Ya no sé ni cómo usar los pies
No sé qué es lo corre por mis venas
Todo el cuerpo se me entume al respirar
Cuéntame tu vida
Cuéntamela todaDime si estoy vivo
Si todavía respiro

Veo perros que se arrastran al ladrar
Me acuesto en el suelo y me dan ganas de morder
Esa angustia de tenerte cual corazón
Cuéntame algo que si no voy a enloquecer”

Un nuevo escenario hipotético en relación a la muerte es plantado aquí. ¿Qué sería de nosotros si de repente volvemos a la vida estando tres metros bajo tierra en nuestra tumba? ¿Qué tan confundidos nos levantaríamos? La imagen es clara: zombis intentando entender de nuevo cómo funciona la vida, cómo funcionan sus partes, qué corre por sus venas si no es sangre y preguntando insistentemente si al fin viven o no. Aquí percibimos por primera vez una presencia animal, es un perro, uno que se “arrastra al ladrar” como en señal de súplica para que algo o alguien de la resolución de las cuestiones anteriores.​

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“Amanece”

“Nunca nadie me podrá parar
Solo muerto me podrán callar”

La consigna en esta es clarísima: la música sigue y estos cantos solo cesan cuando me maten como matan al que protesta y al que piensa distinto en estos países de estas latitudes. Punto.

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“Perdí mi ojo de venado”

“Perdí mi ojo de venado, nadie me va a proteger;
Vuelo mi cuerpo entre tinieblas.
Doña macabra viene a ver,
Por las noches me platica de la magia de la soledad,
Me congelan las orejas, creo que me quieren llevar”

Cuando la suerte se ha ido y la contra a las ánimas del más allá se ha roto, la muerte hace presencia y ronda seduciendo a los vivos para que se vayan con ella a los fríos aposentos del descanso eterno.

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“La Célula que Explota”

“Hay veces que no dejo de soñarte
de acariciarte hasta que ya no pueda
hay veces que quisiera morir contigo
y olvidarme de toda materia
pero no me atrevo
Hay veces que no sé lo que me pasa
ya no puedo saber qué es lo que pasa adentro
somos como gatos en celo
somos una célula que explota
y esa no la paras, no la paras”

La más bonita de las canciones es la más lúgubre de todas también. Esta parece hablar de un amor obsesionado de esos que cruzan pensamientos suicidas, de esos que se bañan de momentos en los que las ganas de inmolarnos de una buena vez junto a ese amante no sobran y al contrario abundan, para dejar todo lo conseguido atrás, porque igual no importa. Pero, no nos atrevemos. Lapsos ambiguos que vuelven al punto recurrente en el que las fronteras de vida y muerte se disuelven. Como gatos en celo sufrimos, porque herimos al amar y la manifestación más pequeña de nuestro ser termina detonando por la agitación.

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“Los Dioses Ocultos”

“¿Por qué no puedo resignarme Y aguantarme hasta la risa?
¿Por qué uno quiere lanzarse desde lo alto Y al bajar buscar olvido?”

Esta estrofa parece un reclamo muy serio hacia lo establecido y arroja entre líneas una pregunta pesada: ¿por qué nos obligan a vivir? Toca un tema sensible como lo es el suicidio y nos limpia el camino para entender la causa esencial de un acto como este… al final es olvidar.

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“De Noche Todos los Gatos son Pardos”


“Hay perros que no ladran
Pero te lamen los huesos
Hay gatos que maúllan
Hasta exprimir su vientre
Hay gente que no ladra
Pero te exprime el alma
Hay gente que te odia
Pero te lame las manos

Hay gente que no arriesga
Le tiene miedo a la muerte
Hay gatos que no mueren
Le dan la vuelta al cielo”

Aquí hacen un paralelo entre humano y animal que nos lleva irremediablemente a pensar en la falsedad del primero. Esta misma hipocresía no deja al pobre hombre a aventurarse por miedo a morir. Al final nos recuerdan que hay gatos que son eternos, y los que han tenido gatos saben que es verdad.

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“Antes de que nos Olviden”

“Antes de que nos olviden
Haremos historia.
No andaremos de rodillas;
El alma no tiene la culpa.
Antes de que nos olviden
Nos evaporaremos en magueyes,
Y subiremos hasta el cielo
Y bajaremos con la lluvia.
Antes de que nos olviden Romperemos jaulas,
Y gritaremos la fuga;
No hay que condenar el alma.
Aunque tú me olvides,
Te pondré en un altar de veladoras,
Y en cada una pondré tu nombre,
Y cuidare de tu alma”.

Para terminar, esta canción de bellísimo nombre que nos hace pensar en el último olvido, en la muerte, al fin de cuentas el olvido definitivo. ¿Qué estamos dispuestos a hacer antes de morirnos? ¿Dejaremos un gran legado histórico? ¿Nos dedicaremos a purgar las penas del alma dejando pasar la vida? ¿Volveremos a la vida en un ciclo natural? ¿Conoceremos la verdadera libertad? Y si se muere el amor de la vida pues nada… rezarle, rezarle mucho.​