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El cártel de ‘el Chapo’ ha transformado una costa paradisiaca mexicana en un infierno

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La capital del estado mexicano de Baja California Sur se llama La Paz. A lo largo de los años, La Paz se ha ganado una merecida reputación por su tranquilidad, sus crepúsculos, por ser un enclave estratégico para los avistamientos de ballena y por sus restaurantes junto al paseo marítimo. Durante mucho tiempo, pareció que La Paz era inmune a la violencia del narcotráfico que ha gangrenado los cercanos estados de Sinaloa y de Sonora — a través del golfo de California — o más al norte, en la ciudad fronteriza de Tijuana.

Pero ya no es así.

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“La Paz ya no es La Paz. Ha perdido su nombre después de todo lo que ha sucedido”, explica Gerardo Zuñiga Pacheco, corresponsal en la capital de Baja California Sur de la revista Zeta. Zeta es una publicación semanal que se ha hecho con un nombre por su cobertura de la guerra del narcotráfico.

Zuñiga se refiere al periodo de 14 meses en que La Paz ha sido el inesperado escenario de 183 asesinatos. 23 se produjeron en agosto y 29 más en septiembre de este mismo año. La ciudad, en la que viven unas 200.000 personas, llevaba años promediando una o dos muertes al mes.

El problema, según parece, descansa, como siempre, en quién controla el narcotráfico en la ciudad. Durante mucho tiempo el poder había estado en manos del cartel de Sinaloa. Sin embargo, desde la captura de su líder, Joaquín ‘el Chapo’ Guzmán, en febrero de 2014, se abrió una lucha por dirimir quién se quedaba con el control de la ciudad. Después de que el Chapo huyera flagrantemente de prisión durante el pasado mes de julio, la vida en La Paz se volvió mucho más peligrosa.

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En octubre, la ciudad recuperó de nuevo su proverbial tranquilidad. Y parece que noviembre ha seguido idéntico curso. Toda apunta a que uno de los bandos enfrentados ha ganado; al menos, por ahora. Lo que ha quedado claro tras los derramamientos de sangre es la poca influencia de las fuerzas de seguridad en la paz de la ciudad. En La Paz, de hecho, quienes dictan que la ciudad viva o no de acuerdo a su nombre, son las fuerzas del hampa.

“Estaban luchando por Baja California Sur porque es un lugar estratégico, un trampolín. Sinaloa está justo por encima del agua, de manera que sus cargamentos de droga desembarcan por aquí antes de salir rumbo a Tijuana”, explica Zuñiga, quien salió a la calle provisto con un chaleco antibalas durante los peores meses del conflicto. “La información que tenemos ahora y que ha circulado entre la policía federal y los militares, es que la guerra la ganaron quienes están con Mayo Zambada”.

Zuñiga añade que Ismael ‘el Mayo’ Zambada — conocido por compartir las riendas del cartel de Sinaloa junto a ‘el Chapo’, aunque de una manera mucho más discreta — se hizo con el control de La Paz tras la captura de El Chapo. Sin embargo, más o menos entonces, un joven y ambicioso líder del mismo cartel, Dámaso López Serrano, conocido como ‘el mini Lic’, tuvo claro que aquel era su momento para hacerse con el control del territorio.

López, que había sido apadrinado por ‘el Chapo’, se había hecho fuerte en el seno de la organización criminal desde que su líder fuese encarcelado en febrero de 2014. Su padre, Dámaso López Núñez, conocido como ‘el Licenciado’, se había convertido en uno de los hombres de confianza de ‘el Chapo’, gracias a una relación que se forjó en 2001. Entonces ‘el Licenciado’ era el alcaide de la prisión de máxima seguridad de la que ‘el Chapo’ huyó espectacularmente en 2001.

Sin embargo, si ‘el Mini Lic’ creía que podía hacerse con el control de La Paz tan fácilmente, se equivocaba. Uno de sus hombres de confianza — a quien se conoce como La Pantera — fue asesinado tan pronto como llegó a la ciudad en julio de 2014. Entones arrancó la guerra entre el Mayo y el Mini Lic.

“La violencia alcanzó su punto culminante poco después de la detención de el Chapo, en febrero de 2014. Entonces empezaron a verse muchos ataques entre ambas facciones, entre los operadores locales que trabajaban para Mayo Zambada, y aquellos que lo hacían para los Dámasos”, relata Reggie Thompson, un analista en seguridad latinoamericano que trabaja para la firma Stratfor. “No me queda ninguna duda de que las consecuencias de este cisma habrán alterado la cadena de suministros de el cartel de Sinaloa”.

Visitamos el final del túnel por donde “El Chapo” consumó su flagrante evasión. Ver aquí.

Según Thompson, el cartel de Sinaloa siempre ha funcionado como una holgada federación de organizaciones. Cada una tiene sus propios líderes y entre todas ellas comparten tanto información como el apoyo del gobierno y de la policía para desplegar el tráfico impunemente por las rutas establecidas. Se cuenta que ‘el Chapo’ fue el primero en organizar la federación, y el vínculo entre todas las organizaciones. Sin embargo, después de que fuera arrestado, se abrió un vacío de poder y muchos se hicieron la misma pregunta: ¿quién controla ahora La Paz?

No queda del todo claro en qué medida la fuga del achaparrado preso en julio de 2015 ha desencadenado la guerra que ha vivido La Paz este verano. Lo que está claro es que nunca antes se había derramado tanta sangre para dirimir en manos de quién iba a caer el territorio.

“Es difícil determinar si la huida de ‘el Chapo’ tuvo un efecto en la violencia de La Paz. Podría ser una coincidencia. O podría no serlo”, cuenta Javier Valdez Cárdenas, autor de varios libros dedicados a la violencia y a la cultura del narcotráfico en Sinaloa, además de periodista del semanario local Río Doce. “De hecho, desde que escapara, lo que se ha producido es un silencio. Se ha ocultado y ninguno de sus hombres de confianza ni de sus asociados tiene permitido hablar ni referirse a él”.

Si el regreso de ‘el Chapo’ contribuyó o no a apaciguar las ansias de poder de ‘el Mini Lic’ todavía es un misterio. Lo que sí está claro es que los meses de agosto y septiembre fueron frenéticos. Entonces, un grupo de asesinos vinculados a el Mayo y popularmente conocidos como los Ántrax, irrumpieron en La Paz. ¿Su misión? Arrebatar a el ‘Mini Lic’ y a los suyos, sendas bandas de criminales conocidas como Los Pepillos y Los 28, la distancia que habían tomado en el control de la ciudad.

El curso de la batalla fue un misterio hasta que en septiembre la policía detuvo a la peligrosa líder de Los 28, una asesina muy buscada, popularmente conocida como ‘la China‘, presuntamente vinculada a ‘el Mini Lic’. Tras su detención los medios de comunicación filtraron la noticia de que ‘la China’ habría confesado a las autoridades que las decisiones sobre el conflicto desatado en La Paz estaban siendo orquestadas desde Culiacán, la capital de Sinaloa. ‘La China’ fue arrestada mientras se dirigía presuntamente a Culiacán para conseguir más refuerzos.

Ahora los índices de asesinatos de La Paz vuelven a ser los mismos que antes de la masacre. Los turistas más jóvenes desfilan junto al agua en bañador y con la piel quemada, y sujetan sus valiosas cámaras descuidadamente. Los viejos beben cerveza y se desgañitan sumándose a los estribillos de las bandas de mariachis locales. Los residentes, por su parte, parecen haber recuperado el pulso de la normalidad.

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Sin embargo, una ligera sensación de inquietud sigue recorriendo la ciudad. La violencia de los últimos meses ha dejado a varios residentes traumatizados. Muchos cuentan historias de cadáveres desmembrados arrojados en mitad de la calle, o la de salvajes tiroteos a plena luz del día. Se han quedado con la angustiante sensación de que pese a que las aguas hayan vuelto a su cauce, pueden volver a hervir en cualquier momento.

“Yo me vine a vivir a La Paz desde Ciudad de México hace más de 20 años. Me cansé de ver cadáveres cada día en las portadas de los periódicos”, cuenta Miguel González, un comerciante que tiene un quiosco para turistas en el paseo marítimo. “Ahora es lo mismo acá. Cada día veo muertos en las portadas de los periódicos. Es un muerto detrás de otro”.

La sensación de fragilidad subyace bajo las ruedas de cada una de las patrullas militares que recorren la ciudad constantemente. El rugido de sus motores es casi tan inquietante como la estampa de los camiones, donde los soldados aguardan aferrados a sus armas automáticas.

Max Rodríguez está sentado en un restaurante del paseo marítimo, mientras el sol se pone por el océano Pacífico. Rodríguez está reclinado sobre su teléfono móvil al otro lado de la mesa. Es periodista y trabaja para el blog Colectivo Pericú. Lleva viviendo e informando desde La Paz desde 1973.

“¿Te acuerdas de la imagen del cadáver del niño sirio? ¿El refugiado que se quedó tendido en la orilla de Turquía, en septiembre? ¿Recuerdas cómo su viaje dio la vuelta al mundo? Bueno, pues al día siguiente aquí sucedió algo peor”.

En la pantalla líquida del móvil de Rodríguez se ve a un niño pequeño arrodillado en la parte de atrás de un auto, con una expresión de terror. Le falta toda la parte dorsal del cráneo. La masa encefálica de su cerebro yace esparcida sobre el charco de sangre en que se ha convertido el asiento; tiene los ojos cerrados, surcados por los orificios de salida de las balas.

“¿Y por qué no es esta la foto que sobrecoge al mundo?, se pregunta Rodríguez. “Porque esto es lo que pasa cuando las drogas lo controlan todo. Esto es lo que hacen”.

Incluso las autoridades locales han asumido que la tranquilidad que recorre ahora las calles de La Paz podría ser provisional.

El gobernador de Baja California Sur, Carlos Mendoza Davis, declaró a la prensa en octubre que había pedido la ayuda del departamento de Estado de Estados Unidos. Dijo que espera que la ayuda llegue acompañada de equipamiento, entrenamiento para sus hombres y de un análisis pormenorizado de lo que está sucediendo.

“Esto es un trabajo a largo plazo para el que necesitaremos fortalecer a nuestras instituciones”, declaró. Todavía se ignora si la propuesta del gobernador ha sido recibida positivamente por las autoridades estadounidenses.

Mientras tanto, Thompson, el analista en seguridad, considera que todavía es pronto para que el cartel de Sinaloa haya reconstruido su unidad, ni siquiera ahora que ‘el Chapo’ ha vuelto a tomar las riendas de la organización desde su paradero desconocido.

“El cartel de Sinaloa estaba mucho más unido hace algunos años. No creo que recuperen aquel poder”, explica. “La Paz ha vivido el embate de toda esta actividad criminal. Y son solo las luchas territoriales que se están librando en todos los escenarios que controla el Cartel”.

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