Catalunya: la película

Y tras meses que parecen siglos anunciándose el estreno, por fin llegó a las carteleras españolas Independence Day Catalunya. Tras el estremecedor “Consulta como puedas” del 1 de Octubre (precuela de acción policiaca), el público general, esos que observamos la vida política con ideología e interés, pero sin carnet ni escaño, esperábamos el gran día con ganas de que el guion de esta segunda entrega de la saga fuese algo más tranquilo que el de la primera. El público salió contento en general.

La opinión a las puertas de la sala fue casi unánime: no habíamos asistido a una declaración unilateral de independencia filmada por Tarantino, sino a una peli de autor, a algo así como cine europeo, una de esas cintas para reflexionar que le dejan a uno mensaje final. En este caso el mensaje era “hemos llegado hasta aquí, pero damos un paso atrás para que nos sentemos a hablar”. La percepción mayoritaria al salir del estreno ha sido esta, pero no nos precipitemos: aún falta la opinión de la crítica española. Y mucho cuidado con la crítica con carnet y escaño. Nunca hay que subestimarla.

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La crónica oficial que a partir de hoy se decida escribir desde los grandes despachos marcará el futuro de esta saga catalana. E incluso puede hacer cambiar la opinión de lo que el público general creyó haber visto ayer. Es la magia del cine.

La escena principal

Carles Puigdemont, protagonista absoluto del día, pedía un retraso de una hora sobre el horario previsto antes de comparecer ante el Parlament de Catalunya para pronunciar un discurso que sería, según coincidían todos, crítica y público, histórico. ¿Usar la última hora para arreglar los últimos flecos en un día histórico? ¿Se puede ser más español que eso? Estoy seguro de que el chascarrillo se escuchó más de una vez por los pasillos del Parlament durante la espera. Tras lo exótico del retraso, el president de la Generalitat y cara más visible del procés, aparecía con la típica sonrisa relajada que tiene quien no sabe si en un año será presidente de una nueva república o preso español y comenzaba a leer los folios de esa carpeta que podía romper España por el noreste del Ebro o no hacerlo.

Parte del público salió del cine con ganas de más. Iván Alvarado/REUTERS

Como marcan los cánones del cine, Puigdemont se ciñó a la estructura clásica de Introducción (llevamos toda la vida aceptando las reglas del juego y no ha habido manera de que España sacase una tarde libre para hablar de lo nuestro), Nudo (por eso hemos hecho un referéndum de aquella manera cuyos resultados son estos) y Desenlace (nos independizamos a lo Panenka, es decir, dando todas las opciones para que se pueda evitar en los próximos días).


El momento Panenka

Antonín Panenka fue un futbolista que se hizo mito para siempre tras decidir que, en una final de Eurocopa, en el momento más importante de su vida, lanzaría el penalti definitivo con un suave toque que hizo que el balón se elevase a penas unos metros hacia el centro de la portería casi a cámara lenta. Lo de Panenka acabó en gol y su selección ganó el torneo, pero desde aquel preciso momento, los porteros aprendieron para siempre a detener este tipo de lanzamiento-regalo.

Panenka, además de futbolista era checoslovaco y eslovaca fue la forma decidida por Junts Pel Si para dejar la independencia en manos del portero Rajoy. Va suave y a las manos, Mariano, hubiera gritado Puigdemont de haberse celebrado el acto histórico en el Camp Nou tras anunciar que, como hiciese Eslovaquia en los 90, Catalunya declaraba la independencia durante 3 minutos para después declararla paralizada a la espera de un diálogo que llevase a un referéndum pactado y con garantías. La CUP protestaba en la grada. Al parecer salieron del vestuario esperando un chute directo y sin miedo.

El reparto

Dejamos el fútbol y volvemos al cine. El reparto de la saga no estaba entero en el Parlament de Catalunya. De hecho, la mayoría de actores que protagonizan la secuela estaban fuera de allí, viendo el estreno de ayer por televisión y con los papeles muy aprendidos para las siguientes entregas. Tanto que no improvisarán y es previsible que no cambien el guion tras la declaración de independencia unilateral convertida en penalti de Panenka.

La siguiente ficha le toca moverla a Rajoy. Y será complicado explicarle a sus fans que tras lo de ayer, la historia se queda en cine europeo con largos diálogos cuando quienes han pagado la entrada están esperando cine de acción en nombre de la ley

El cine es un espectáculo y como tal hay que entenderlo. Un espectáculo con sus fans que piden acción, comedia, romance o tragedia en función de sus gustos y el momento. La siguiente ficha le toca moverla a Rajoy. Y será complicado explicarle a sus fans que tras lo de ayer, la historia se queda en cine europeo con largos diálogos cuando quienes han pagado la entrada están esperando cine de acción en nombre de la ley. En España es lo que vende últimamente y al público hay que darle lo que pide. El Gobierno y el rey Felipe VI llevan una semana promocionando teasers del artículo 155 de la Constitución, ese que te deja la autonomía tan seca como secos dejaba Clint Eastwood a sus rivales en los westerns. Y cierto público, que se ha vuelto más amplio y ruidoso en los últimos tiempos, parece estar deseando ver el artículo estrella en acción.

Un artículo, el 155 que deja tanto volar la imaginación que bien podría entenderse como cine fantástico. “Se podrán establecer las medidas necesarias para reestablecer el orden”. Las medidas necesarias, cualquiera del mundo del cine coincidiría en esto, quiere decir “todos los efectos especiales que nos permita el presupuesto”. Esto incluye desde suspensión del Parlament, hasta encarcelamientos y control de cuentas bancarias, pasando por adelanto de elecciones en las que participarían los títeres que queden con cabeza en Catalunya. Un Piolín Legal en toda regla, digno de las mejores producciones de la Warner. En fin, lo dice bien claro la Constitución: todo lo que dé el presupuesto.

Los secundarios

Los actores secundarios no lo son tanto. De hecho, el PP necesita de ellos para la aplicación de cualquier medida Piolín que se aplique en los próximos días contra el Govern de Catalunya si la solución, como parece, no es sentarse a hablar. Los necesita por matemáticas y por estética. Por matemáticas porque el artículo estrella necesita de mayorías en el Senado.

El PSOE está dispuesto a hacerse la foto si no le queda más remedio y Ciudadanos ya ha ido a la peluquería deseando salir guapo

El PSOE está dispuesto a hacerse la foto si no le queda más remedio y Ciudadanos ya ha ido a la peluquería deseando salir guapo. Y por estética de cara a Europa. Para que al norte de los Pirineos vean con buenos ojos la peli de acción después de la propuesta de diálogo, es más que necesario que en esa foto no sólo aparezca el partido de Gobierno, sino los socios y parte de la oposición.

Escenas descartadas

Como en toda saga, hay escenas y páginas de guion que, gusten más o menos, se quedarán fuera. En este caso, todo apunta a que, a pesar de la sensación de mano tendida desde Catalunya a España, serán, efectivamente, las de diálogos. A la propuesta de Puigdemont de dejar aparcada la DUI no le seguirá una mesa para sentarse a hablar de cómo, cuándo y con qué condiciones podrán los catalanes decidir su futuro. España lo tiene tan prohibido como a Tom Cruise que le pregunten por la cienciología durante los rodajes. Sentarse a hablar, hoy, no es una opción. Catalunya depende de una Europa que desde el 1 de octubre observa lo que está pasando. Una Europa que dejaría fuera a Catalunya en caso de declararse independiente. Catalunya depende del éxito internacional de esta película. España, de momento, apuesta por el modelo Cine de Barrio.