“Ya tenemos una nueva forma de llamarnos entre nosotras: CHARO”. Lo escribía el sábado Barbijaputa en Twitter, y acompañaba la frase de una captura de Forocoches. En ella un usuario explicaba minuciosamente de qué habla la llamada “alt-right” tuitera española cuando habla de Charos.
El ejemplo al que aludía el “shur” era Barbarella Buchner, una británica que, según contaba Russia Today, habría contraído matrimonio con sus gatos Lugosi y Spider y se habría ido con los animales de luna de miel a Canarias. La alerta sobre el término, que lleva ya meses siendo usado por la derecha tuitera —que a memetización de arquetipos no le gana nadie—, saltó cuando la periodista María Sánchez Díez notificó, también desde cuenta de Twitter, que le habían salido varios trolls en su timeline llamándola “Charo”. “Un concepto que era nuevo para mí. He tenido que documentarme en la enciclopedia de la misoginia (o sea, Forocoches y Burbuja.info, para enterarme de qué iba la cosa”, decía.
Videos by VICE
A continuación, la periodista lanzó un hastag, #JeSuisCharo, con el que invitaba implícitamente a reapropiarse del término. A hacerle una opa hostil de sentido, como en su día hicieron con el “facha” desde VOX: los “sambenitos y los insultos de Pablo Iglesias, de Pedro Sánchez y de Quim Torra nos los ponemos como medallas en el pecho” de ayer son “los arquetipos de los shures y guasones spainball nos los colocamos como chapas en la chaqueta vaquera” de hoy. El chariarcado como irónico antídoto contra la ironía. El “no ofende quien quiere sino quien puede” como estrategia.
Una Charo vendría a ser, en el imaginario creado o recreado por la alt- right española, una mujer de mediana edad, normalmente divorciada, que cree que tener un satisfyer es una personalidad y que el PSOE es de izquierdas. La Charo es un arquetipo al que, como buen arquetipo y subiéndose al carro de los Starter Packs, que no nacen originalmente y gracias a Dios en la extrema derecha en nuestro país, le han hecho un starter pack.
Pero la relación de la alt-right con los arquetipos no es de ayer ni de anteayer: la autodenominada derechita no-cobarde española lleva ya tiempo echando mano de Carl Jung para hacer meme y sangre entre lo que llaman y consideran la dictadura progre, con la reinterpretación en clave nacional de el virgin y el chad como mejor ejemplo.
Además, entre esta alt-right española que vive en internet y VOX, parece haber una relación indirecta pero fluida. En el partido de Abascal llevan tiempo utilizando los mismos memes y la semana pasada, sin ir más lejos, desde la cuenta oficial de VOX colocaban el sticker de “Chad Abascal” en un discurso de su líder.
Hace más de un año, el periodista cultural Víctor Lenore ya advertía sobre “el giro pop” de Abascal en redes: cuando el candidato de VOX, recién reelegido entonces líder de la formación “todavía era visto como un señorito de derechas clásico” ya empezaba a coquetear con la memetización. La solvencia con las redes del manchego Manuel Mariscal, nacido en el 92 y nombrado en 2016 vicesecretario de Comunicación del partido —ahora diputado por su provincia, Toledo— también ha sido analizada por no pocos medios. No es casualidad que VOX tenga el Instagram con más seguidores de todos los partidos nacionales, ni que la mayoría de hombres menores de 30 años que han votado estas elecciones hayan votado a VOX.
“VOX le está dando una lección de comunicación política al resto de partidos. Están sabiendo meterse en nichos de población muy poco politizada siguiendo el ejemplo de lo que hizo Steve Bannon en Estados Unidos o la Lega de Salvini en Italia. El uso de Instagram en particular y de las redes en general que está haciendo Vox es, y así se ha visto en sus resultados, realmente formidable”, explicaba el experto en derecha identitaria Guillermo Fernández hace unos días, preguntado, precisamente, sobre el dato de voto al partido de Abascal entre los menores de 30 en nuestro país.
Un poco antes, en la —fallida- manifestación por los memes de derechas convocada por la tuitera Sofía Rincón—, Ernesto Castro hablaba del paralelismo que, a su juicio, había entre la memetización de la realidad sociopolítica de la derecha española y cómo la vanguardia se convirtió al fascismo en España hace no tanto, entre “la manera en la que el expresionismo alemán se pone al servicio del nazismo y los futuristas al servicio del fascismo italiano y en cómo, de manera similar, en España sucede lo mismo con la Generación del 14, con los compañeros de Gómez de la Serna e incluso con algunos miembros de la generación del 27, que se pasan al fascismo porque es algo gracioso, porque les parece divertido. Lo mismo está sucediendo a día de hoy con los memes. Al fin y al cabo, lo verdaderamente transgresor y edgy es ahora la cultura fascista”.
Puede que por su edgyzación, puede que porque, como no le rinde pleitesía a filtro ni moral alguna, la alt-right española empieza a marcarle la agenda a lo que ellos llaman “la izquierdita cobarde”, obligándola, incluso, a reapropiarse de sus términos. A crear un orgullo charo y una chariarcado por la imposibilidad de generar discursos meméticos propios que vayan más allá de sus fronteras. “¿Cuál es su importancia? ¿Qué nos dicen de los jóvenes actuales? ¿Pueden ser semilla de algo o solo son solitarios con retranca en un mundo de normies y pastillas azules?”, se preguntaba Hughes en una de las pocas columnas dedicadas —aún— al fenómeno en nuestro país. Las respuestas no son sencillas. Pero ateniéndonos a los números del 10N parece que lo que pasa en Internet no se queda —a veces— solo en internet.
Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.
Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacado.