Tengo una buena noticia y una mala. Habitualmente en estos casos se empieza por la mala y se continúa con la buena para que esta última haga de efecto placebo. No esta vez. Primero la buena: la generación swagger ya tiene su “Mujeres y Hombres y Viceversa”. Se llama “Chicos y Chicas”, un programa que solo se emite por YouTube, y llega con una de las ideas más radical y placenteramente perversas de los últimos meses: adaptar el formato del programa de Telecinco al universo adolescente –¡alguna candidata incluso tiene 14 años!– con denominación de origen swagger. Ya sabéis: la chavalada que se agolpa en la puerta de la Apple Store de Plaza Cataluña, Barcelona, para rapiñar wi-fi gratis, que va a discotecas como Famee y que luce estilismos ad hoc. No os hagáis los tontos porque sabéis perfectamente de qué estamos hablando. “Chicos y Chicas” lo plagia absolutamente todo: una grada con ganchos y cómplices, un presentador que va y viene, dos consejeros del amor y, por supuesto, dos tronistas que tienen que ir conociendo a sus pretendientas. Todo ello, conviene recordar, en el terreno de los swaggers menores de edad.
El vídeo de presentación de Chicos y Chicas
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A priori la noticia mala podría ser la calidad del producto. Es indudable que técnica y televisivamente “Chicos y Chicas” está muy por debajo de lo que podríamos exigirle a un programa de televisión incluso en un día en que nos sintiéramos especialmente benevolentes. Pero ni el presupuesto, cuatro euros mal contados, ni el concepto general del mismo, el auténtico hallazgo de esto, me permiten sacar a pasear la guadaña. Nah. El programa es infumable y ya nos va bien que sea así, sería absurdo reprocharle fallos técnicos o problemas de sonido del mismo modo que la afición del Eibar no le exige a su equipo que se clasifique para la Champions. La mala noticia es otra, de un alcance mucho más profundo e interesante. Amigos, aunque nos carcoma por dentro hay que aceptarlo: “Chicos y Chicas” ha llegado para trastocar todos nuestros planes y concepciones, para cambiar por completo nuestro organigrama intelectual, social y cultural, para proponer un reset con el que no contábamos.
¿Hasta ahora has vivido con la idea de que los tronistas de “MYHYV” representan el escalafón más bajo y degradado de la especie humana? ¿Creías que el futuro de España no podía ser más negro si los referentes del momento para las nuevas generaciones responden a los nombres de Labrador, Rafa Mora, Noel o Santana? ¿Te preocupaba dejar en manos de esta troupe las pensiones de tus hijos? ¿Te sentías cómodo y satisfecho con tu esquema ya muy pautado y estructurado sobre qué es telebasura y qué no lo es? ¿Creías que ya no podíamos caer más bajo? Bien. Ya puedes ir olvidándolo. Borrón y cuenta nueva. Toca partir de cero. 2015, ahora sí el fin del mundo. “Chicos y Chicas” está aquí para dinamitar todos tus prejuicios, clichés y apriorismos y para darte el mayor bofetón de realidad de la temporada. No vale mirar para otro lado como si no pasara nada ni tampoco esbozar una sonrisa irónica, como riendo la gracia y finiquitando el tema lo antes posible. Aquí hay algo, y nosotros hemos decidido abordarlo cargando con todas las consecuencias.
Cada semana veo “Salvados”, de Jordi Évole, pero cinco minutos de “Chicos y Chicas”, y no me gustaría que esto sonara a boutade, contienen más retrato social y generacional que muchos de sus programas. Y encima sin ninguna intención de que sea así, lo que todavía le da más valor. Seguramente lo que vemos no representa a la mayoría del universo adolescente, o eso es lo que nos decimos todos, entre tics nerviosos, para sentirnos aliviados, pero sí a una parte relevante del mismo, y ahí estriba su grado de absoluta perversidad. Si lo que hace Évole podría llegar a ser una película de Ken Loach, “Chicos y Chicas” se acercaría a una de Ulrich Seidl. Esto es una película de terror, del terror que no necesita sangre, casquería, torturas ni fantasmas, del terror que te va carcomiendo por dentro y provoca una angustia existencial difícil de dejar atrás, del terror que te fulmina por su cercanía. Echa un vistazo a los comments de alguno de los dos vídeos que componen el primer programa y te darás cuenta de que la gente tiene miedo: los insultos, la desaprobación, la indignación, la histeria y la negatividad que genera el programa en la gente que comenta, y que además se ha tragado enterito el vídeo, como el que afloja la marcha en la autopista cuando ve un coche accidentado, es la prueba más fehaciente del pánico absoluto que despierta su contenido.
El conflicto que plantea “Chicos y Chicas” es múltiple: por un lado, el más inmediato y frívolo, como por ejemplo que ahora Rafa Mora nos parezca un tipo cabal, con neuronas y ambicioso; o que “Mujeres y Hombres y Viceversa” nos parezca un magacín de la BBC; o que le veamos un futuro más que esperanzador a la Generación Ni-Ni si establecemos comparativas. Por otro lado, aquí subyace un trasfondo social a tener en cuenta: no solo está cambiando el role model a seguir para el sector adolescente, seguramente ahora representado por la figura de famosos de la tele, vividores de diverso pelaje y fauna inclasificable, sino que se está imponiendo una suerte de versión swagger del No Future, cada vez más consolidada a escala social y expresada en toda su dimensión estética y conceptual en este programa, que no preocupa tanto por su estética o sentido de tribu como por su filosofía de vida y visión de futuro. El pelo escoba, los joggers, los minishorts tejanos, las gorras al revés o las sneakers vienen a ser lo de menos en una historia que provoca hilaridad, llorera y pavor por otros motivos. Y es que si en la actualidad teníamos asumido que “MYHYV” es la cantera de los reality shows de Mediaset, qué cara nos ha quedado al descubrir que “MYHYV” ya tiene su propia cantera, futuribles tronistas que empiezan a foguearse en estas categorías inferiores con la esperanza de dar el salto al primer equipo a corto plazo. Demos la bienvenida al “Mujeres y Hombres y Viceversa B”.
La preocupación que puede suscitar “Chicos y Chicas” no es lo que se diga o se vea en él, aunque haya muchos hits a tener en cuenta –”Tengo 14 años, me gusta el rap y el reggaeton y de Dani me gusta su aire pijito”–, sino la idea de que entre un sector de nuestras generaciones jóvenes surja la necesidad imperiosa de formar parte de ello, de que tenga pleno sentido llevarlo a cabo y de que no haya más alternativas para adquirir notoriedad. Niñas de 14 años que supuestamente están “buscando el amor” y que, con toda probabilidad, acumularán más experiencias con chicos que muchas mujeres de 35. Pimpollos de 17 con los huevos ya pelados en esto del flirteo y el coqueteo. Incapacidad manifiesta para hilar dos frases con un mínimo sentido. Ganas de ser famoso y célebre sin tan siquiera haber obtenido el graduado escolar. Recreación en versión teenager de todos los tics que vemos en las versiones adultas de este tipo de programas. La televisión, aunque en este caso sea vía Internet, como exposición, en crudo y sin aditivos, de nuestra sociedad. Otro mazazo de realidad para desconfiar del futuro de las nuevas generaciones, que en cierto modo también será el nuestro. Esto, grosso modo, es “Chicos y Chicas”: otro dolor de cabeza más en la España del siglo XXI.