Esta historia forma parte de ‘Hostias entre caballeros’, el reportaje de DIARIO VICE que se emite hoy a las 00:05h en #0, el canal exclusivo de Movistar+.
Por mucho que te lo cuenten, el primer contacto con este deporte impresiona. Solo con el sonido de las espadas, hachas y alabardas chocando brutalmente contra las armaduras ya te haces una idea bastante aproximada de que esto duele. Y si cada dos por tres el speaker del torneo tiene que pedir asistencia médica para alguno de los luchadores, la imagen es bastante completa.
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Fuimos al campeonato del mundo del combate medieval, un deporte bastante joven y que consiste, básicamente, en ponerse una armadura de la edad media, con su yelmo y su escudo, coger una espada de kilo y medio y pegarse a hostia limpia como si no hubiese mañana. Gana el último que quede en pie.
Este año el campeonato mundial, que lleva el épico nombre de “La Batalla de las Naciones”, se ha celebrado en Barcelona. Y para darle un toque como a circo romano, la organización del torneo ha alquilado la plaza de toros Monumental, un coso que ha sido invadido por los cerca de 800 luchadores que han llegado de todo el mundo para participar en la cita.
“Al principio nos llegaba al equipo mucha gente fascinada por las recreaciones históricas, pero duraban muy poco. Al final lo que necesitamos son luchadores de verdad”, explica Cristián Bernal, el capitán del equipo español. Según nos cuenta, tras cinco o seis años de rodaje, se han ido filtrando los luchadores y en el equipo ahora abundan sobre todo los deportistas que, tras pasar por otros deportes de contacto como las artes marciales mixtas o el taekwondo, han acabado en esta disciplina.
Antes de empezar el torneo, todos los luchadores tiene que pasar un exhaustivo control, algo así como el pesaje en el boxeo. Lo único que aquí se miran son las armaduras, las espadas y los mazos. “Por un lado miramos que tengan una concordancia histórica”, nos cuenta Laurence Lagnese, un americano que hace de juez en la competición. Por lo visto no puedes llevar un escudo italiano del siglo 16 y una armadura portuguesa del siglo 14. “Pero también velamos por que todo el equipamiento sea seguro, al menos todo lo seguro que puede ser tratándose de armas”.
Espadas en alto, empieza la competición. En la arena de la Monumental se enfrentan luchadores de varios países en duelos uno contra uno. Y pronto tienen que bajar las asistencias médicas hasta la zona de liza. “Realmente nos protegemos hasta los testículos, está prohibido golpear ahí pero a veces se escapa un golpe, imagínate lo que es que te den un hachazo en esa zona”, nos cuenta gráficamente Cristián Bernal.
Pero esto no es solo un deporte de hombres. Aunque siguen siendo una minoría, empieza a haber algunas mujeres, que tienen su propia disciplina, donde se enfrentan tres luchadoras de un país contra tres luchadoras de otro. “Cuando te dan la primera hostia es cuando sabes si este deporte te gusta o no”, señala Celia Torrent, la líder del equipo femenino español, entre sudores, con el yelmo en la mano, después de haber perdido contra el equipo de luchadoras polacas.
Este deporte es bastante joven, surgió hace unos 20 años entre Rusia y Ucrania, que hoy por hoy siguen siendo los países más fuertes. De hecho moverse por la arena y los alrededores de la competición acaba convirtiéndose en un ejercicio de sortear a bigardos, en su mayoría rusos y ucranianos.
Y llega el plato fuerte, la disciplina reina de la competición: el 21 contra 21. Es decir, 21 luchadores de un país contra 21 luchadores de otros en una verdadera batalla campal. El equipo español se concentra antes de iniciar su participación en esta modalidad, para repasar la estrategia pero también para animarse. “Vamos a demostrar lo que somos, que la gente vea al equipo y digan, joder, qué huevos tienen estos españoles”, arenga Cristián Bernal a sus compañeros antes de cerrar su alocución con un sonoro “Santiago y cierra” que es coreado por todos. El lema no es otro que el que utilizaban los Tercios de Flandes antes de la batalla.
La cosa va rápido y España es eliminada tras tres enfrentamientos, le ha tocado un cuadro duro. “Desde el principio tenemos claro que nuestra función es la de hacer de rompehielos, crear afición para que cada vez más españoles se sumen a este deporte”, explica Cristián.
Nada mejor que acercarse hasta las ambulancias del retén médico para entender las dimensiones de la dureza de este deporte. José Mallul, médico y jefe del dispositivo sanitario, está sorprendido. “Habíamos estado en competiciones de muay thai, de kárate, de taekwondo, pero no llegan a este nivel de lesiones, yo por lo menos en mi experiencia que es dilatada es donde he visto más cantidad en poco tiempo”.
Mallul nos explica que ha visto de todo en esta competición: “luxaciones, rodillas clavadas, hombros dislocados, heridas abiertas que ha habido que suturar. Lo más grave ha sido un chico que por un golpe parece que tiene una hemorragia interna, le hemos mandado al hospital para valorar”. También nos cuenta que uno de los luchadores rusos, con el brazo roto, no ha querido ser trasladado al hospital porque no tiene seguro. Prefería aguantar y hacer todo el viaje de vuelta como pudiese.
Van cayendo los equipos y en la final, como no, se enfrenta Rusia contra Ucrania, han ido arrasando ronda tras ronda. 42 torres con sus armaduras y sus espadas en alto se dan cita sobre la arena de la Monumental. Empieza la competición y pronto queda a las claras que el público apoya mayoritariamente a Ucrania, quizá porque Rusia es la actual campeona o quizá por eso de Crimea y de la guerra en el este de Ucrania. Tras dos empates llega la batalla final, luchadores extenuados resisten los mazazos de los contrincantes. Hasta que caen todos los rusos y dos luchadores ucranianos quedan en pie. La explosión de júbilo es tal que uno de los combatientes de Ucrania se lesiona en la celebración. Es la última baja de un torneo brutal.