En Comida para trasnochados exploramos la comida nocturna de México, porque no queremos que comas cualquier cosa cuando necesites bajarte la borrachera.
Sí, está el Cenit y la Sacristía. También el Cuba Libre, las Pecosas y otras chelerías nocturnas. Pero la batuta, todos lo sabemos, la lleva El Marrakech. Es República de Cuba, el corredor que la banda gay le pidió prestado al primer cuadrante del centro para pasarla chingón, lejos del protofascista defeño.
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No obstante, el hambre no discrimina a ninguna preferencia sexual y por eso existe, en el cruce de Cuba con el Callejón Héroes del 57 un cuadrilátero de portátiles changarros, bicis y locales que sacian el apetito de la clientela de estos centros nocturnos.
Si algo defiende la comunidad que se congrega es su derecho a elegir. La variedad es extensa, no obstante, la fritura es quien gobierna. Esa caricatura del homosexual de ropa entallada que sólo ingiere ensaladas, quesos finos y mimosas es pulverizada por estos lugares y sus comensales.
Los Tacos un Buen Tiempo, a pesar de ser los más cercanos a la salida del Marrakech son el rival más débil de las cuatro esquinas. Suaderos como éste son los que le dan mala fama al tierno corte inguinal de las reses.
La medalla de plata la comparten los tacos de canasta y la Parrilla Sinaloa. Los de canasta son una gran opción para quien extraña la presencia de los madrugadores sudados por la noche.
Ahora bien, no se puede olvidar uno que el ligue es una de las principales razones por las que se levantaron estos bastiones LGTBI. Entonces, después de dos de chicharrón, uno de frijol y uno de papá; quizás tengas pila para seguirla y hasta le hagas un paro al estómago —si es que piensa regresar al Marrakech a pedir algo de su exótica coctelería como ‘Chichifos’ y ‘Mayates’—, pero piensa que sacar unos besos puede complicarse después de esta cena.
La Parrilla Sinaloa es un ecléctico puesto de calle equipado con plancha, despensa, mesas y barras para los clientes. Es el castillo vagabundo de Miyazaki de los puestos taqueros. Y aunque sí ofrece tacos —además de burritos, hamburguesas, molcajetes y baguettes— su mayor atractivo son sus salchichas [el albur se cuenta solo].
Hay hot dogs clásicos con diferentes tipos de condimentos, pero el más chingón por mucho es el de salchicha alemana, de ternera. No solo los fiesteros pasan a comer aquí, familias enteras se acomodan en la mesa para echarse un choripán o una burger antes de ir a casa.
El campeón de este cuadrangular que se juega cada fin de semana en aquellas esquinas adornadas con toques coloniales y toques pachecos que se rolan entre la concurrencia, son los Tacos Bam! Bam!. Tal como lo hicieron en su momento Wham!, el Cha! o los !!!, el corpulento taquero sabe que su taco campechano justifica sobradamente la exclamación en su nombre. El de pechuga es otra sólida opción para cenar. Eso sí, el que sea pero ‘techado’ con papás, cebolla y una salsa a base de chile de árbol de un correctísimo picor.
Desde hace tres años, el buen Bam! Bam! llega a las ocho de la noche y se queda hasta que los antros escupan a los más necios y aferrados por ahí de las siete de la mañana. Le toca de todo: los conatos de detención a los que pescan chupando en vía pública, uno que otro faje y tener que rolar el encendedor de su parrillita a piedreros de la zona. Sin embargo, se mantiene risueño y entretenido con la flora y fauna que le cae por un taco.
Un pequeño grupo de turistas gays se toma una selfie a media calle para captar el potente entusiasmo que República de Cuba encauza. A una semana de la masacre en el Pulse, da gusto ver el exceso de banderas gays colgadas en la calle. Los tubos rojos de neón y los techos bañados con una iluminación rosada aplacan la oscuridad. Por encima de los ruidosos borrachos, el “let’s do it like they do on the discovery channel” suena a todo volumen. Son las tres de la mañana y la calle está repleta. Queda rato de fiesta para todos, todas y txdxs.