El año pasado un tren alemán llegó a la ciudad de Dresden con un mensaje: un mural con la palabra “Bienvenidos” escrita en árabe y extendida sobre uno de los laterales de un vagón. Los responsables de la obra era una pareja de grafiteros anónimos que dijeron a un periódico local: “Nuestra misión es hacer que los refugiados sean bienvenidos aquí”.
Es uno de los ejemplos de cómo se está tratando en el mundo del arte la crisis de refugiados que está llevando a millones de sirios y habitantes de otros países de Oriente Medio a escapar de la guerra y del terrorismo. Pero, ¿en qué punto el arte se convierte en la explotación de una tragedia para el beneficio personal? Y lo que es más importante, ¿cuándo se convierte en un obstáculo más que en una ayuda?
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Artistas de diferentes orígenes que trabajan con todo tipo de medios han utilizado esta crisis como inspiración para sus obras. M.I.A., en su vídeo musical para “Borders“, lo hizo directamente recreando varias formas de intentar cruzar una frontera, el artista sirio Hassan Jarbou creó una obra donde envolvía a la Mona Lisa con el material que la ONU utilizó para los refugios sirios y el colectivo de diseñadores Embassy for the Displaced creó un escáner 3D de la isla de Lesbos, donde cada día llegan miles de refugiados. Pero los que más han llamado la atención sobre el asunto, aunque sea únicamente por su popularidad, son los artistas de mayor renombre.
Ai Weiwei es una de las figuras más polémicas que ha tratado el tema. Fue noticia por llevar un piano a un campo de refugiados y pedir a un pianista sirio que tocara por primera vez en años, o por desplegar cientos de chalecos salvavidas sobre las columnas frontales del Konzerthouse de Berlín, pero sus obras no se han escapado de las críticas, sobre todo tras difundir imágenes de la élite adinerada que asistió al Konzerthouse posando y haciéndose selfies con mantas térmicas enrolladas alrededor de sus esmóquines y vestidos de noche, o tras haber recreado la foto del niño sirio ahogado, Alan Kurdi. Estas acciones generaron un torrente de críticas que acabaron eclipsando cualquier debate interesante sobre su obra y en lugar de lograr una concienciación sobre el problema, lo único que consiguió fue la ira de los espectadores.
Otro de los artistas que ha convertido la crisis en uno de los temas centrales de su trabajo es Banksy, y lo ha hecho con mucho éxito y mejores críticas. Cuando pintó a Steve Jobs en un campo de refugiados en Calais, dio pie a un gran debate sobre el hecho de que el propio Jobs es hijo de un inmigrante sirio e incluso la gente que no aprueba sus acciones aprobó el mensaje de esta obra. El artista ha realizado otras acciones similares, como una obra donde denuncia el uso de gases lacrimógenos en el campamento de refugiados por parte del gobierno francés o su donación de materiales de la instalación de Dismaland.
Hace poco se perdió una buena oportunidad para tratar el tema cuando Kanye West presentó su línea de ropa Yeezy en Madison Square Garden el pasado febrero. La pasarela sobre la que desfilaron las modelos era una recreación de un campo de refugiados de Ruanda, y aunque se habló algo de explotación, los comentarios fueron muy sutiles y discretos. Entre los medios que hablaron del tema, Time entrevistó al fotógrafo que había hecho la foto en la que se basó el decorado de la pasarela, Jezebel dio con una modelo que no estaba del todo contenta por haber participado en el desfile y PRI habló con una experta en atrocidades en massa que mostró su desaprobación. Vanessa Beecroft, la diseñadora de la pasarela, dijo a Art News que quería llamar la atención sobre la pobreza en Estados Unidos, pero también fue una oportunidad de denunciar cómo África se enfrenta a una crisis de refugiados mucho mayor que la de Europas, fuera o no esa la intención.
Kanye podría haber utilizado su inmensa popularidad como plataforma para llamar la atención sobre el tema, pero no lo hizo. Quizás fue un fallo de la prensa, quizás hubo un error en la ejecución del artista o quizás es que a la gente le incomoda que se utilice la moda para tratar ciertos temas delicados, pero lo que está claro es que fue un fracaso.
Puede que algunos artistas sean unos explotadores y que sus intenciones sean dudosas, pero en última instancia deberían ser juzgados según el impacto que tenga su obra sobre estos temas. Si alguien obtiene un beneficio por utilizar la crisis como tema central para su trabajo artístico, ¿qué más da si al final está dando pie a un debate y acciones necesarias? Sin embargo, tratar un tema delicado sin el tacto que requiere no ayuda a nadie, y hace falta mucha reflexión y cuidado a la hora de crear una obra artística si se quiere llegar a conseguir una concienciación colectiva y acciones futuras.
Trad. Rosa Gregori
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