Hay un momento en la vida de todo mamador (y uso ese término como un cumplido) cuando él/ella desabrocha un par de pantalones y se encuentra, no con un marinero bien pelado, sino con un monje encapuchado. Sí, estoy hablando de ese momento tan extraño (al menos en Estados Unidos e Israel) cuando terminas con un prepucio en tus manos. Y, eventualmente, en tu boca.
Como todos sabemos, no todas las salchichas son creadas iguales, y lidiar con una de las variedades no recortadas ofrece retos y placeres únicos. Entrevisté a una bola de gays no circuncidados (el único grupo demográfico que ha dado y recibido los placeres de esta particular actividad) y me ofrecieron algunos consejos sencillos para darle a ese güey la mamada de su vida.
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Lo primero que hay que recordar es que el tamaño SÍ importa. No sólo el largo del salchichón, sino también el tamaño del prepucio. Algunos prepucios se estiran como piel de tambor cuando hay una erección, mientras que a otros les cuelga un poco de papada guajolotera incluso cuando el mástil está tieso. Qué tanta piel tienen determinará lo que puedas hacer con ella. Asegúrate de no estirar de más a uno apretado, y de masajear con pasión a aquellos con espacio de sobra.
La clásica respuesta de un mamador no experimentado en el manejo de esta carga extra, es levantar el prepucio, hacerlo a un lado, y pretender que no está ahí. Error. “Mi cabeza es muy sensible”, dice Richard de San Francisco, quien, como muchos güeyes no circuncidados, es más sensible que sus hermanos despellejados (eso es lo que pasa cuando tu cabecita no pierde su sensibilidad de tanto frotarse contra el interior de tus jeans durante tantos años). “Cuando levantan la piel es un sentimiento muy intenso y se siente bien, pero a veces es demasiado intenso. Lo hacen como si fuera un pito circuncidado y puede ser muy doloroso. Tienen que pausar más y variar las cosas”. Cuando el pito se agita, lo mejor que puedes hacer es darle un descanso y volver a tapar la cabeza con la piel”.
¡Pero no demasiado! advierte Adam de Philadelphia. “Tienes que jalar el prepucio un poco. No se siente nada si estás chupando la piel sobre la cabeza”. Así que tienes que volverlo a tapar, pero sin convertirlo en una trampa china para dedos. ¿Entendido?
Ahora entiendo por qué todos se asustan cuando ven un prepucio; esas madres son complicadas. Jálala, pero no demasiado; empújala, pero no demasiado… y la lista sigue y sigue. Lo más importante que debes recordar es que, a diferencia del pito circuncidado, a estos caballeros encapuchados puedes agarrarlos con fuerza y trabajar con la piel.
“Me gusta cuando alguien usa sus manos mientras me la chupa y jala el prepucio por encima de la cabeza repetidas veces. Tienes que destaparla y volverla a tapar. Se siente como masturbarse y eso hace que me venga”, dice Adam. No necesitas que tu lengua trabaje sobre la cabeza cuando la piel ofrece la fricción necesaria. Sólo recuerda: cuando hay fricción, puede haber dolor. “Hay que mantener la cabeza húmeda. Hay un punto en que sólo duele de tanto frotar”, dice Manny, de Nueva York.
Ahora que ya repasamos las bases, he aquí algunos consejos avanzados de tu mejor amigo homosexual.
Esta es una técnica que se mencionó repetidas veces en el foro: “Empieza por meter tu lengua y darle vueltas. Eso los vuelve locos”, dice Adam, y todo los otros caballeros encapuchados estuvieron de acuerdo. Al parecer esta es una parada obligada para todo mamador que se respete.
Después de meter tu lengua por todos lados, préstale más atención a la piel de tu hombre. Si el gorro es grande, chúpalo y muérdelo con tus labios, pero ten mucho cuidado. “Me gusta ser agresivo y estar en control así que muerdo un poco más de lo normal”, dice Richard. “Empieza suave, y según su reacción avanza un poco más. Es como con los pezones; algunos son sensibles, otros no”. Adam dice que morder el prepucio no es algo para el primer encuentro, y que quizá sea mejor preguntarle al güey antes de mordisquearle ahí.
Ahora que si realmente quieres llevarte el premio mayor, Manny tiene una sugerencia muy complicada pero realmente increíble. “Algo que me gusta es hacerle lo OPUESTO al prepucio de lo que les estoy haciendo a lo demás. Por ejemplo, cuando estás bajando por el pito, jala el prepucio hacia arriba, y cuando estés subiendo, jala hacia abajo. Si lo haces bien, es genial”.
Estos consejos son un buen punto de partida, pero con todas las cosas sexuales, la comunicación es clave. Si no tienes idea de lo que estás haciendo, pregúntale a la persona del otro lado del pito qué es lo que quiere. Y recuerda, la práctica hace al maestro, perra.
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