Perder la virginidad es una experiencia crucial en la vida de muchos jóvenes (y a veces no tan jóvenes). Dado el enorme valor que se le da al sexo en nuestra cultura ⎯y que la información al respecto que nos llega a la mayoría de nosotros es escasa, pobre e imprecisa, en el mejor de los casos⎯, la primera vez puede acabar siendo una experiencia violenta, dolorosa o muy poco satisfactoria.
Pero para eso estamos, para ayudar. De jóvenes, nos hicimos muchas preguntas para las que no teníamos respuesta. A continuación, encontrarás una lista de las más habituales, así como explicaciones que desmontan los principales mitos sobre el tema.
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Empezaremos por la idea que tienen muchas personas heterosexuales de que perder la virginidad implica necesariamente practicar sexo con penetración del pene en la vagina. Esta mentalidad, por supuesto, no deja mucho espacio para todas las otras formas de practicar sexo y conectar físicamente con la pareja, e implica también que muchas personas queer se sigan considerando “vírgenes”, sin tener en cuenta todo el sexo oral, anal o de otro tipo que hayan podido tener.
Aunque en esta guía nos centramos en el sexo con penetración, que sepas que hay infinidad de maneras de “tener sexo” y todas ellas son perfectamente válidas según tu concepto del sexo y el placer.
El concepto de “perder” la virginidad tampoco es muy apropiado. No pierdes nada. Estás relacionándote con otra persona y compartiendo algo íntimo, así que, si acaso, deberíamos decir que estás ganando. Así es como se gana a la virginidad
La preparación
Puede parecer obvio, pero tanto tú como tu pareja debéis aseguraros de que queréis hacerlo. Es normal sentir nervios y ansiedad ante algo que no has hecho nunca antes, pero no deberías sentir presión ni que estás sacrificando una parte de ti. Tampoco hace falta que estéis “enamorados” para querer practicar sexo. Lo importante es tratar con respeto y cuidado a la persona con quien lo vayas a hacer. Si una persona te transmite inseguridad, probablemente no deberías confiarle tus genitales / tu corazón.
Incluso cuando creas que lo tienes claro al cien por cien, has de saber que siempre puedes echarte atrás y cambiar de idea en cualquier momento, aunque eso provoque frustración a tu pareja (¡o a ti!). Escucha a tu cuerpo y tus instintos antes, durante y después. Te avisarán si algo no va bien.
En cuanto al material, necesitarás condones. Si tú eres la persona con pene, estaría bien que practicaras a ponértelo y quitártelo antes. Si no sabes hacerlo y no tienes a quién preguntar, deja que YouTube sea el maestro que nunca tuviste. Practica a oscuras y después de haber dado unos cuantos saltos para darle más realismo a la situación.
También deberías comprar lubricante, no solo porque mola, sino porque reduce la fricción, el dolor y las posibilidades de que se rompa o rasgue el condón. Los lubricantes con base de aceite deterioran el látex, por lo que mejor no usarlos.
Otras cosas que no son necesarias pero pueden mejorar la experiencia: usar elementos que os hagan sentir cómodos y relajados, como el uso de luz suave, música para ambientar, velas, agua (es importante hidratarse) y un par de toallas, porque con el sexo ensucias y luego nadie quiere dormir sobre la parte manchada de la cama.
El momento en sí
El término “preliminares” es un poco engañoso porque implica que es algo que se hace antes de la acción de “verdad”. En esta categoría entrarían los morreos, los abrazos, masajes, el sexo manual y oral, la masturbación mutua, etc.
La mayoría de gente necesita de estos juegos previos para disfrutar del sexo, tanto antes como durante e incluso a veces después del acto. Por eso es mejor no pensar en esta actividad como algo que debas hacer exclusivamente antes.
Cuando ambos os sintáis excitados para la penetración, es el momento de ponerse el condón y cubrirlo con una dosis generosa de lubricante y aplicarlo también alrededor del clítoris y el interior de la vagina, incluso aunque ya esté humedecida. Con el lubricante, no existe la palabra “demasiado”. Quizá hasta debas usar más durante el sexo: ¡es normal!
Puede que con una mano tengas que apartar los labios vaginales para poder acceder a la abertura. No tengas miedo de penetrar por accidente la uretra (por donde sale la orina) porque el conducto es muy pequeño. Eso sí: cuidado con penetrar el ano, que también está cerca y duele horrores si se penetra sin previo aviso ni lubricación. Por eso va bien tener algo de luz.
Lo mejor para la primera vez es ceñirse a una o dos posturas como máximo. El misionario (la persona con pene encima) es muy socorrido, pero recomiendo que la persona con vulva sea la que se ponga encima, ya que eso le permite controlar la profundidad, la velocidad y el ángulo de penetración (y, además, la vista es mejor).
Durante el proceso, no tengáis miedo de decir lo que sentís u os gusta, de cambiar de posición o actividad o de tomaros un descanso si sentís que es demasiado u os duele. No hace falta que el sexo se desarrolle de forma ininterrumpida. ¡Podéis parar y volver a empezar! ¡O picar algo y luego volver al tema! ¡Ir al baño! ¡Podéis reíros! No olvidéis que ha de ser una experiencia divertida. Que nadie se lo tome demasiado en serio.
La penetración
Cuando estéis preparados para la penetración, empezad lentamente, colocando la punta del pene en el interior de la vagina y parando para ver cómo os sentís. Si todo va bien, se puede entrar un poco más. Si duele, probad a usar más lubricante. Lo bueno de ir poco a poco es que puede aumentar el deseo y hacer que os excitéis aún más. Mientras vais aumentando la profundidad y el ritmo, hablad y decid lo que sentís cada uno: ¡la idea es que ambos estéis disfrutando a tope! Así que, si os sentís mal o notáis que duele, decidlo. Hay que ser pacientes. El sexo es un viaje de exploración de toda una vida en el que no habéis hecho más que embarcaros. No va a ser perfecto desde el momento cero.
¿Dolerá?
El coito no debería ser un acto doloroso, pero muchas personas (sobre todo las que tienen vulva) aseguran que sus primeras veces lo fueron. Si experimentas dolor o sangrado, tal vez se deba a que el himen (una fina membrana cerca de la abertura vaginal) no se ha retraído mucho y se haya estirado durante la penetración. Por lo general, el himen cede con la edad debido a la actividad física, la masturbación o simplemente a los cambios hormonales. Se suele creer erróneamente que el himen es una especie de barrera que se “rompe” durante la penetración y provoca el sangrado. No es cierto.
Si sangras durante el sexo, lo más probable es que no se trate del himen, sino de que no estés lo suficientemente relajada, excitada o lubricada, o de que tengas una pareja un poco bruta. En cualquier caso, existe un porcentaje muy bajo de personas cuyo himen no se retrae con facilidad y requiere atención médica. Si es tu caso, quizá también tengas problemas incluso introduciéndote un dedo o un tampón.
¿Llegaré al orgasmo?
Puede que sí o puede que no. Es muy normal no correrse las primeras veces (de hecho, solo el 25 por ciento de las personas con vagina llegan al orgasmo a través de la penetración). Si te corres, genial, pero no sientas presión por llegar al clímax porque te estresarás y te costará aún más.
No es necesario fingir el orgasmo. Si alguno o ninguno de los dos no consigue correrse, no significa que el sexo haya sido “malo”, que hayáis fracasado o que ya no vais a gustarle más a vuestra pareja. Por otro lado, las personas jóvenes con pene suelen correrse muy rápidamente, incluso antes de llegar a la penetración. ¡Tampoco pasa nada! Suele ocurrir. Y eso no tiene por qué querer decir que “se acabó el sexo”: si a tu pareja le apetece seguir, haced otras cosas que no impliquen la penetración del pene en la vagina.
¿Qué pasa después?
Una vez practicado el sexo, a veces puedes necesitar ciertos cuidados: que te abracen, hablar sobre lo que sentís o incluso sentir la necesidad de estar a solas. Claro, si una persona quiere mimos y la otra estar sola, habrá que llegar a un compromiso. También es bueno acostumbrarse a orinar después del sexo, ya que se eliminan las bacterias que pueda haber cerca de la abertura de la uretra y se reduce el riesgo de sufrir una infección del tracto urinario.
Desde el punto de vista emocional, puedes sentir muchas cosas: excitación, alegría, preocupación, cercanía con la otra persona, tristeza, sueño, hambre o indiferencia. Y es que le damos tanta importancia al coito que, si la primera vez no nos flipa o provoca un cambio en nosotros, podemos a llegar a sentirnos decepcionados. Todo eso es normal. El sexo es genial, pero no te cambia como persona. Seguirás siendo tú, con todas tus contradicciones, alegrías, preocupaciones y cosas especiales.
Recuerda que la primera vez no es más que eso: una vez. Habrá muchas más oportunidades de descubrir qué te gusta, qué te hace sentir bien, mal, etc. Es como conducir: el hecho de ponerte detrás del volante de un coche no te convierte en experto o experta de la conducción. Hace falta tiempo y práctica. El sexo es un viaje de toda una vida, así que ponte el cinturón y disfruta del recorrido.
Este artículo se publicó originalmente en VICE EUA.