Esta nota fue co-creada con Escudo
Cuando Rubio empezó a cobrar vida en el imaginario de Fran Straube, se fue a vivir a la montaña y entró en profundo estado de sanación natural. En ese mismo periodo fue a la selva y se apegó a la introspección –dice que es así desde chica, por su mamá, un ser muy espiritual. Y hay dos cosas que la artista sabe desde temprana edad: que en la naturaleza y la música, está su salvación.
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Si los primeros años los pasó entre canciones de Charly García y colarse a fiestas de sus papás para tocar la batería, los más recientes los entregó a formarse en distintos proyectos musicales chilenos que la hicieron crecer a punta de frustraciones y viajes. Estudió música y desde hace diez años resalta por muchos motivos: sus percusiones, las ideas, el ritmo, el carácter compositivo.
La multiinstrumentista habitó bandas de gran alcance. Fue parte clave de los cimientos de Fármacos -donde estuvo hasta el 2015-, y se pegó el salto en Miss Garrison, un trío en constante mutación que le dio la posibilidad de desenvolverse en impensados contextos, como grabar en Estados Unidos o viajar a un ritmo que jamás imaginó. Dos bandas a las que agradece, a pesar de todo. No hay cosa en vano, y todo pasa por algo son normas en la cabeza de la artista.
En junio de este año, Miss Garrison anunció un receso indefinido. “La vida tira y sentimos que es momento de parar un rato y llenarnos de otras cosas”. Justo ese limbo, en la confirmación de desprenderse de ocupaciones que pueden sentirse agotadas, es que Straube se entregó a la montaña y a las pulsaciones: su cuerpo y mente hoy se disponen a este ente llamado Rubio.
La historia parte un poco antes, a comienzos del 2017, cuando la chilena empezó a desenvolverse de las capas de experiencia y polvo que le fue dejando la vida y la música, un proceso de salir del capullo, el acto de crecer, la necesidad de encontrar el quién se es.
El año pasado, la baterista, productora y cantante, lanzó el corto homónimo que le dio comienzo a esta historia; pero fue este 2018 que la chilena logra conformar un proyecto que ya no es tal y es más bien un ser; una honesta y necesaria extensión de ella. Y aunque pareciera que Rubio cobró vida estos últimos meses, fue un proceso que se hizo de a poco.
En abril del 2017, se develó R, el primer epé de cinco que mostró a cuentagotas esta historia que terminó convirtiéndose en uno de los discos más importantes del año para Chile. Un ser que tomó la forma de Pez, y pasó de los rincones oscuros y ocultos del bosque, a la punta de una montaña en la que el sol es experimentación y riesgo, condiciones que Fran abraza para, por fin, enraizar con un pop exquisito, tan elegante como angustiante.
Rubio es ser de estudio, micro-individuo que fue alimentado con paciencia por la artista y Pablo Stipicic, el productor con quien hace estos pasajes húmedos y frescos. “Somos alquimia creativa, pasamos horas en el estudio y lo pasamos tan bien, siempre quedo con una sensación de felicidad”. De ahí vino la banda, la satisfacción de poder salir de la responsabilidad rítmica de las percusiones y darle rienda suelta a otros tópicos, como la interpretación vocal. Así, Andy, Gus y Lego llegan a esta aventura que ha mutado como un todo, al mismo tiempo en el que Fran muta por sí sola, una personalidad humana llena de dualidad que no obvia que estamos compuestos de energías de todas las frecuencias, en todos los tonos.
NOISEY: ¿Cómo estuvo la experiencia de ir presentando Pez mediante los cortos R, U, B, I & O?
Fran Straube: No lo pensamos como una estrategia pero fue súper bueno. Tenía el miedo de que no fuese algo nuevo, que quedara repetido, pero todo lo contrario. Se formó como un hijo y mucha gente lo valora porque conoció el recorrido con este formato, fue bacán eso.
Estamos en la era de la inmediatez, del poco tiempo, y en ese sentido me gustó poder dar a conocer las canciones con el tiempo que se merecían. Si hubiese sacado el disco de una, las 12 canciones, muchas pasan coladas; y te gusta una o dos o tres pero como lo fuimos tirando de a dos, había que detenerse a escucharlas.
También está la gracia de que lo fui haciendo a la minuta, cada tres meses se trabajó uno, entonces tiene ese gusto de incertidumbre, de no saber cómo va a ser lo que va a venir y se cumplió porque hay canciones súper folk, otras electrónicas, más experimentales, más pop. Fue increíble para mantenerme creativa, fue catártico todo el tiempo.
¿Cuál fue el gran desafío y la ganancia de dar vida al disco a goteo?
Me fui poniendo exigente en el proceso pero fui soltando, no poniendo tanta mente porque es bacán la creación, ese gran misterio de la vida de no tener nada, y de pronto, haber inventado una canción, y sentir que está lista, todo ese proceso tan invisible que es la creatividad.
A veces invitas algo y te para los pelos, pero si dejas pasar mucho tiempo, le empiezas a poner cabeza, ‘esto no debería ser así, la estructura se la voy a cambiar, voy a dar vuelta esto’, y le pones sobre-mente, que a veces es bueno pero ahora decidí hacerle caso al instinto y hacer un ejercicio más espontáneo.
Aprendí a desprenderme, a ser fiel a esa parada de pelos. La ganancia es el trabajar en armonía, sin el estatus de ser estrella. Nunca he disfrutado el concepto del estatus, me siento una artesana de la música, y como está el artesano que hace el pan, yo hago canciones. Trabajar en equipo me dio el desafío de convertir todo en horizontal y que vayamos todos donde mismo. Si cada persona está en su luz y en su pasión, no va a competir con otro. Quiero que crezcamos juntos, ha sido un desafío muy orgánico.
¿Cómo lograste afinar este doble estado entre la oscuridad y la luz?
Me impresiona la humanidad. Las energías, las señales, las voces, la intuición po. Ser humano lo encuentro muy loco, soy media existencialista entonces Rubio tiene mucho de eso. Técnicamente, la música con tonalidades menores me encanta, no me gustan tanto las mayores, tan contentas. Lo frígido, uf, me fascina. Eso tira a la nostalgia, para algo más “”oscuro””, pero todas las letras -y mi misma voz, cómo canto- es bastante luminoso, expansivo, entonces se hace esta dualidad.
Me siento libre con mi voz porque puedo hacer voces de ultratumba o muy líricas. Es como cuando vivía en la montaña pero venía a trabajar a la ciudad, de noche, con ajetreo y redes sociales. Eso es muy tierra, tiempos modernos, y me encanta el techno y la rapidez, pero también está lo étnico, la naturaleza debe ser lo que más me gusta de estar viva.
Esa dualidad está en mí, el aire, lo espiritual, también la tierra, lo oscuro. Esos procesos se reflejan en la música. Me suelen preguntar por mis influencias y me cuesta mucho definirlo en bandas, prefiero definirlo en estados: en lo aéreo y eterio, mi mundo; y en la tierra, las reuniones, la ciudad, moverse, la noche.
Y ¿cómo llegaste a esta especie de triada de la experimentación pop chilena que quedó en el álbum con las colaboraciones de Carlos Cabezas, de Electrodomésticos, y el trapstar, Gianluca?
Fueron muy orgánicas. Una vez toque sola, estaba Carlos Cabezas -con quien teníamos buena onda por otras tocatas de Miss Garrison y Electrodomésticos-, y se acercó a decirme que le había encantado el proyecto. Él, para mí, ha sido uno de los más fieles a su estilo en Chile, me siento un poco identificada en ese sentido, a veces puedo sentirme media sola en la escena chilena porque no veo muchos pares parecidos al nicho que yo hago, y siento que él vive algo así.
Con Gianluca pasó parecido. Son extremadamente distintos, generaciones distintas, pero también siento algo especial con él. Nos conocimos en febrero de este año y me llamó mucho la atención el cómo vive el trap, lo sentí honesto, natural. Encontrar eso es difícil pero con él pasó, así que hicimos buenas migas y lo invité.
Siento que hay cosas en común, entre los tres tenemos algo que no sé si es lo emo o la profundidad de entender la vida. Las letras de Gianluca tienen una misticidad que también encuentro en Carlos. Son estilos distintos, generaciones mega distintas, pero funcionó. Eso es lo bonito de Rubio: todo ha sido medio mágico.
Más allá de la obviedad de que este es tu proyecto ¿qué grandes diferencias ves entre este proceso y los pasados que has vivido dentro de la música?
Llevo 9 años en la música y por primera vez siento que estoy enraizándome. Rubio empezó hace tres años en mi cabeza, y desde ese momento entré en mucha profundidad, me saqué muchos velos, hubo mucha autosanación, y las canciones son eso, el destape.
Aquí hablé sincero. En Miss Garrison, por ejemplo, me privé de conceptos o palabras por no querer sonar cursi, pero ahora que cree sola hablé sincero, me expresé a corazón abierto por la honestidad que quería, y por mí también, porque la música es mi terapia. Rubio fue salir de un capullo, por eso le puse Pez al disco, todos los epés hablan de salir y entrar, de un ser que busca la comodidad tal como yo la busco en el arte, que es algo que no me había pasado hasta ahora. Pez es introspección, con humildad frente al mensaje y a lo que quiero comunicar, por fin estoy en paz y a corazón abierto.
Lo que me pasa con Rubio, es que nací. Todo lo demás fue un aprendizaje increíble: con Miss Garrison fue una exploración de muchos errores, alegrías, frustraciones, viajes, pero con Rubio como que, uf, salí del capullo. Ahora siento confianza en mí, algo que nunca me había pasado antes.
Siento algo en mí, confianza, intuición, me siento fiel a intuición y yo nací para hacer música. Lo siento adentro. Agradezco el pasado que ha costado, lo he pasado más o menos, pero en general ha sido increíble, todo lo que ha llegado -incluida la frustración- ha sido por algo. Todo es por algo. Para mí esto es la vida, y viviré al 3 y al 4 muchas veces pero si no es esto, no tengo el fueguito, este es mi fueguito, y por algo no se me ha callado esa vocecita interna. La historia recién parte.