(Las fotos son de Carlos Molina para Noisey MX, excepto donde se indique).
Sentados sobre uno de los muros perimetrales del Parque O’Higgins, a cientos de metros de cualquiera de los siete escenarios de Lollapalooza Chile, figuraban varios metaleros mirando serios un punto fijo, matando el tiempo, bajo un sol solar solísimo. De fondo sonaban bandas duras, de riff intensos, agrupaciones realmente rudas como The 1975 o Bomba Estéreo. Pero estos metaleros se mantuvieron ahí, sobre esa pared, con cara de póker.
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Son los mismos que cuando se anunció el cartel 2017 del festival Lollapalooza, se extrañaron de ver a Metallica, la banda que han seguido por décadas, como headliner de un evento para un público que es otro. Pero tal cosa, después de todo, no hizo mella y llegaron sobre el mediodía del sábado 1º de abril al Parque O’Higgins, presumiendo camisetas negras del Ride the Lightning y chaquetas con parches de Judas Priest, introduciéndose en una fiesta a la que nunca habían sido invitados.
—¿Cuánto falta? — preguntó uno de estos metaleros, reposando sobre la muralla, estudiando el entorno.
—Caleta— respondió otro.
—¿Y qué hora es?— interpeló el primero.
Nos acercamos de forma amigable y luego consultamos si querían participar en esta nota.
—Ándate a huevear a otro lado— contestó uno de ellos.
Metros más allá, en la misma muralla, insistimos con otro seguidor de Metallica. Lucía una espléndida cola de caballo rizada, de tonalidad irlandesa, acaso similar a la que ostentaba James Hetfield hace casi treinta años.
Noisey: ¿Qué haces sentando acá, tan lejos de todo, perdiéndote el festival?
Metalero: Esperando por Metallica.
¿No te llaman la atención las otras bandas?
No.
Acá, en esta zona del parque, está todo muy aburrido.
…
El metalero se levantó de la muralla y se retocó la cola de caballo. Buscaba algo en sus pantalones de cuero negro y luego prendió un cigarro. Después contempló la inmensidad del parque. Entonces, tal vez afectado por nuestros comentarios, se dirigió hacia el festival.
Con esa cola de caballo y un culo como ese, no se justifica que haya estando perdiendo el tiempo en la indiferencia general de Lollapalooza, cuando podría haber estado causando un tremendo revuelo en la Fausto, o en cualquier otro antro gay, pensamos al verlo alejarse.
Continuamos intentando interactuar con fans de Metallica que se aburrían mientras se desarrollaba el festival. Cerca de este muro fronterizo, ubicados en un sector con pésima visibilidad, reconocimos a un trío de ellos. No requiere mayor esfuerzo identificarlos: sobrepasan la edad promedio del público, a decir verdad, bordeando los 40 años. Y también, y esto es clave, evidencian falta de preocupación en sus outfits.
Empezamos el diálogo con el que asomaba como líder del grupo: Ramón, de 44 años, con cierto parecido a Slenderman, y oriundo de Buin, un pueblo ubicado 35 kilómetros al sur de Santiago.
Noisey: ¿Desde hace cuánto tiempo sigues a Metallica?
Ramón: Desde hace casi 30 años.
¿Cuántas veces los has visto en vivo en Chile?
Esta es mi quinta vez
[Metallica ha tocado cuatro veces en Chile sin contar Lollapalooza. Eso significa que Ramón ha estado en todos los conciertos: 1993, 1999, 2010 y 2014].
¿Has podido ver otra banda o sólo vienes a ver a Metallica?
Pantera, Slayer, Mai…
No, acá en Lollapalooza, Ramón.
Con mi hijo fui al escenario de allá —dijo, señalando algo que podría ser Kidzapalooza— y vimos un grupo de lolos, Hammer se llamaba; y estuvo Robert Trujillo con ellos, estuvo ahí apoyando con el bajo [Trujillo es el papá de Tye, de 12 años, bajista de The Helmets y no de Hammer].
¿Cómo es para un metalero ver a Metallica en un festival tan poco metalero como es Lollapalooza?
Penca. Lo único bueno es que vine con mi hijo. Él estaba entusiasmado con venir a Lollapalooza. La entrada se la regalé para la Pascua.
¿Algun tema que quisieras escuchar en especial?
Bueno, el más común y el más clásico.
¿”I Disappear”?
No, no… “Master [of Puppets”]. Y también “Seek and Destroy”.
Andrés: A mí me gustaría que tocaran “Am I Evil?” —sumó Andrés, de 47 años, amigo de Ramón, también de Buin. —Pero yo creo que no la van a tocar —razonó.
Danilo: Yo quiero escuchar “Nothing Else Matters”. Es un clásico —compartió Danilo, quien no quiso revelar su edad, pero se acerca a los 40, siendo generosos.
¿Ha podido ver otras bandas, Danilo?
Danilo: ¡Si poh! Maiden… Bruce Dickinson; Slayer… ¡Tom Araya!
¿Y en Lollapalooza?
Danilo: Sólo escuché a la anterior [Rancid] y no me gustó. Te digo al tiro: ¡Fome! Deberían haber metido un Criminal o, no sé po, un death metal: ¡Taca-taca-taca-taa! —gritó Danilo, agitando su greña y haciendo el signo de Satán con los dedos. Una pestilencia se esparció. Una mezcla de Baltica y Agua Brava emanando de sus axilas.
Danilo: A mí me gusta más el ¡Tucutun-tucutun-tucutun-tucutun-! Ese toque.
Admitimos, avergonzados, que no entendimos del todo la diferencia entre el ¡Taca-taca-taca-taa! y el ¡Tucutun-tucutun-tucutun-tucutun-!
¿Por qué a los metaleros no les gusta el punk?
Ramón: No nos nace. No nos gusta.
Andrés: Es muy simple. Muy pegado. El punk es como comer mantequilla todos los santos días: aburrido.
De fondo sonaba Rancid haciendo “Time Bomb”.
¿Les aburre Rancid?
Danilo: Mira: de principio, ya, que toquen sus temas, se respeta. Pero después… nada.
¿Están muy impacientes para Metallica?
Danilo: Por supuesto hermano. Estamos tomando whisky, como piratas, como corsarios, como vikingos, y queremos quedar raja.
Seguimos recorriendo este parque ubicado en medio de Santiago, mientras se desarrollaba Lollapalooza, a horas de que tocara Metallica.
Noisey: ¿Qué haces sentado en esta pared? ¿Por qué no estás disfrutando de las bandas que están tocando?
Eduardo: Estoy esperando que terminen. Preparándome para Metallica— confesó Eduardo, de 29 años, oriundo de Santiago.
¿No te llama la atención el resto del line-up?
La verdad es que no.
¿Primer Lollapalooza?
Primero. La causa es Metallica.
¿Has visto antes a Metallica en vivo?
Sí, dos veces. El 2010 y 2014
¿Y qué tema te gustaría escuchar hoy en vivo?
“Battery”.
¿En qué disco Metallica se fue a la mierda?
¿A la mierda? Musicalmente, te diría que en el del 2003, con el St. Anger ¿Por qué? Porque el Load y el Reload, si bien no me gustan, musicalmente son bastante correctos: igual tienen buenos temas. Pero el 2003, intentaron hacer otra cosa que en verdad no era de ellos. Y ahí sí que no era Metallica. Para eso mejor le cambiaban el nombre a la banda y ningún problema.
Encontramos correcta la respuesta de Eduardo e intentamos desarrollarla para llenar algo de espacio en este informe.
Tras varios años de confusiones después de Load y Reload, en donde grabaron un disco de covers —Garage Inc.— y otro con una orquesta sinfónica —S&M—, Metallica creyó que entrarían por anga o por manga en la nueva generación de jovencitos que alucinaba con los sonidos del nuevo metal. Por eso, en el verano del 2001, junto con parte de las bandas que más discos vendían por ese entonces (léase KoRn, System Of A Down y Kid Rock), recorrieron Estados Unidos de costa a costa en el Summer Sanitarium Tour.
En esa gira, precisamente, Lars Ulrich pondría atención a dos características claves del estilo: la ausencia de solos en las guitarras y el sonido seco de la batería. Particularidades que ocuparía después en St. Anger, el disco nu metal de Metallica. Pero esta bajada de pantalones no resultó cómo se lo esperaban. El 2003, cuando finalmente se publicó ese disco, el nu metal ya iba de salida. Más bien, se encontraba en un rotundo declive. St. Anger, así las cosas, vendió poquísimo. Por una parte, nadie quería escuchar más ese tipo de sonidos y, por otra, los antiguos fans, que crecieron con “Fight Fire With Fire”, no entendían qué estaba pasando.
Terminamos esta jornada interceptando a otro trío de metaleros que figuraban sentados cerca de las tiendas de merchandising del festival.
¿Han visto a otra banda este sábado?
Marcelo: Venimos solo a ver a Metallica— respondió Marcelo, de 42 años.
Juan: Metallica nomás —dijo Juan, de 37.
Sebastián: Sólo Metallica —reafirmó Sebastián, de 36.
¿No se animan ir a ver a The xx? Están tocando ahora.
Juan: No lo conocemos.
Sebastián: La verdad es que no ubicamos a ninguna banda más de las que tocan hoy.
Ser bonachón nunca fue tan hardcore
Los fans de Metallica, en el fondo, son tipos honestos y sensibles. Su mundo interno puede estar cayéndose a pedazos, volviéndose un infierno, pero por cada tragedia, existe una balada al respecto. Desde “Fade to Black” hasta “Unforgiven”. Para ellos estar obligados a situarse en un festival, con el cual no comparten nada, forzados a toparse con los mismos tipos que les hicieron bullying en el colegio, no les calienta la cabeza. Pero en sus vidas, marcadas por la oscuridad, han forjado una gran costra que los ayuda a enfrentar situaciones descolocantes como la de un Lollapalooza, una perfomance con Lady Gaga en los Grammy, o la publicación de un Load, un Reload o un St. Anger.
Se trata de seguidores de una banda que escribió sin tapujos sobre sus obsesiones, sobre sentirse moribundos, sobre contemplar el mal que los rodea, sobre su incapacidad de mantenerse sobrios. Sobre, básicamente, la ineptitud de vivir en sociedad.
Abajo más fotos de Metallica en vivo, para todos mis metaleros atrapados en los 90.