​Conoce a Erik Munday, el skater que se convirtió en mercenario

Todas las fotos cortesía de Michael Cirelli.

El mes pasado, mi socio y yo celebramos el duodécimo aniversario de nuestra tienda de skate, NJ Skateshop. Tener una tienda de skate en 2015 es un suicidio. La gente ya no hace colas interminables para comprar el último modelo de Nike por 150 dólares porque las marcas venden sus productos directamente online, y por cada tabla que vendes te llevas solo 10 dólares de beneficio. Por culpa de la recesión y lo anteriormente comentado, muchos de mis colegas se vieron forzados a cerrar sus tiendas de skate.

Una de las bajas más trágicas fue la de Skate Lair, una tienda de skate en Einfield, Connecticut, que cerró en 2001 después de 12 años de estar en el negocio. El dueño de la tienda era Erik Munday, un hombre muy particular que llevaba mucho tiempo patinando. Munday es una leyenda en el mundo de las tiendas de skate. Cuando lo conocí hace 10 años, me dijo que en su tienda vendía cinco marcas distintas de tablas para patinar, que ninguna era popular por aquel entonces y que insultaba a cualquiera que le pidiera otra marca; que obligaba a los niños a que boxearan en la tienda por diversión; que tenía armas en la tienda; que una vez rompió el teléfono del manager de Zumiez por comparar los precios de su tienda y que luego le dio una paliza… Y así una larga lista de historias.

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Al principio pensaba que todo era mentira. Pero cuando empecé a preguntar por ahí, todos los que habían visitado Skate Lair juraban que Munday decía la verdad. Y aunque sus tácticas parecen un poco intensas, resultó alentador. Actualmente, el skate es tan convencional y se enfoca tanto en “entrenar” que la gente olvida que los skaters nunca se han caracterizado por seguir las reglas. Hoy más que nunca, el skate necesita un tipo como Erik Munday.

Pero Munday siguió adelante y encontró un nuevo trabajo, un trabajo que hace que ganes más pasta en un año que en doce años vendiendo tablas de skate. En los últimos 24 meses, Munday ha viajado por todo el mundo contratado como mercenario. Su tarea es asegurarse de que los materiales importados en zonas de guerra lleguen a su destino sin que los roben.

Me reuní con Erik para hablar sobre cómo pasó de vender tablas de skate a recibir disparos de unos piratas somalíes.

VICE: Eras el dueño de Skate Lair. ¿Cómo gestionabas ese lugar?
Erik Munday:
Era un espectáculo. Skate Lair no era solo una tienda de skate; es una pandilla que existe desde hace casi 20 años y por mi forma de hacer las cosas, todos me decían que no iba a funcionar. No vendía ninguna marca popular. Vendía las marcas de mis amigos: Natural Koncepts, Shut, Zoo York, 5Boro, Traffic… las marcas underground. ¿Por qué iba a vender mierda cuando tenía lo mejor?

Recuerdo cuando me contaste que si alguien te preguntaba por otras marcas que no tenías, les gritabas hasta hacerlos llorar.
En la tienda siempre tuve una tabla de la marca Girl y si preguntaban por ella les decía, “si quieres comprar esa tabla tendrás que boxear durante dos minutos conmigo”.

Ya me habían hablado de las peleas de boxeo en la tienda y de que siempre tenías armas en el mostrador. ¿Cómo lo hacías para no tener problemas?
Por supuesto que tuve problemas. La policía vino a investigarme, pero la verdad es que me la sudaba. También hice demos para una banda de moteros cuando instalaron su sede en la ciudad. Yo no soy motero. Parezco más un policía que un motero, pero me identifico con ellos porque la gente también ve a los skaters como basura. En conclusión, me importaban los chavales de mi zona y esos tipos lo respetaban. Cuando alguno iba a la cárcel, yo era el cabrón que se encargaba de cuidar a sus hijos. Pero los policías nos veían y pensaban, “¿Qué coño hacen?”. Tal vez nuestros métodos eran cuestionables pero todo lo que hacíamos era por los chavales.

Hablemos sobre tu trabajo actual y sobre cómo lo conseguiste. ¿Cómo pasaste de vender tablas de skate a ser mercenario?
Mi titulo real es contratista militar privado. En 2001, cuando la industria del skate empezó a joder a los pequeños comerciantes, tuve que cerrar mi tienda. Primero me puse a trabajar de segurata en un bar porque sé pelear y porque pagaban bien. Uno de los seguratas con los que trabajaba en el bar fue Marine y un día fuimos a disparar. Yo tenía mejor puntería que él. Siempre le decía, “¿Y tú eres el que protege a nuestro país?”. Otro día fuimos a una galería de tiro donde practica la policía y también les pateé el culo a todos. Al final resultó que el tipo conocía a mi primo, que también es militar y tiene una empresa privada. Me contrataron porque tenía buena puntería, estaba en forma y sabía pelear. Eso es todo lo que se necesita. No es un trabajo muy complicado.

¿Cuánto gana un mercenario? No tengo ni la menor idea.
Depende de lo que hagas y de tu contrato. En mi caso, me pagan más que a un doctor. Evidentemente, cuanto más te expongas y más puedan confiar en que estés dispuesto a hacer todo lo que necesitan, más te pagan. Pero créeme, te ganas cada puto centavo.

¿Y en qué consiste exactamente tu trabajo?
Yo no formaba parte de la infantería. Estaba en la escolta armada. En mi primera misión, mi trabajo constitió en vigilar la mercancía que enviaron por barco. Recorrimos toda África para entregar el material en los puertos: caucho, metales y maquinaria. Esa zona es muy peligrosa y unos piratas atacaron a la empresa para la que trabajaba, y tuve que enfrentarme a un montón de piratas en mi primer despliegue en un buque de carga. La zona a cubrir es muy amplia, por eso sabes que estás jodido cuando los piratas invaden el buque. Los piratas saben lo que hacen y no tienen nada que perder. No les importa nada.

Nuestro barco iba a diez nudos. Pusieron una trampa, esperaron a que cayéramos en ella y entonces nos asaltaron. Teníamos altavoces e intentamos mantenerlos a raya haciéndoles saber que no éramos uno de esos barcos que podían asaltar, pero aún así lograron entrar. Fue una locura. No era la primera vez que me disparaban, pero esta vez fue diferente. Cuando te encuentras en mar abierto, en una zona tan amplia, cuando alguien dispara a la lejanía es como ver una linterna. Estábamos a ocho pisos sobre el nivel del mar. Recuerdo ver las luces y escuchar el sonido metálico de las balas golpeando contra el barco. Habíamos recibido entrenamiento para ese tipo de situaciones, pero lo único que podía pensar era, “Hace seis meses vendía tablas en una tienda de skate”. Había estado metido en muchas peleas pero nunca contra piratas somalíes.

¿Cómo reaccionaste al estar en esa situación por primera vez?
Si se me acercan, me los cargo. Y esa vez se acercaron más de lo normal. Querían subirse al buque. Se notaba que esos tipos eran novatos. Si se suben a un barco, no deben quedarse ahí. Lo que tienen que hacer es matar a unos cuantos tipos, tomar prisioneros a los tripulantes e ir a la orilla a pedir rescate por ellos.

Puede que esté equivocado pero tu trabajo consiste en proteger el dinero que lleva el barco a bordo más que los propios materiales, ¿no?
La política oficial de la mayoría de los gobiernos es no pagar rescates, ya que eso animaría a la toma de rehenes. Pero eso es una tontería. La mayoría de los barcos llevan x cantidad de dinero en efectivo para que los piratas sepan que van a recibir una paga si logran subir a bordo y tomar algún rehén. Durante una misión antes de mi primer viaje, los piratas lograron subirse al barco, tomaron como rehén a uno de nuestros compañeros, se lo llevaron al puerto y después llamaron para pedir pasta por el rescate. Si te llevan a la orilla estás jodido. Si no les pagan, te matan. Pero en sí, mi trabajo consiste en no dejar que se suban al barco. Siempre llevo conmigo una M240; un arma grande que dispara 700 rondas.

¿Cómo puedes dormir por las noches sabiendo que has matado por tu trabajo?
No es algo de lo que esté orgulloso. Tampoco presumo de ello. Por lo general es un tema del que intento evitar hablar, pero tú me has preguntado.

Háblame de cuanto te measte en la piscina de Saddam Hussein.
Para mí fue algo personal porque mi familia ya había estado en ese lugar. Dije, “Voy a mearme en la piscina de ese tío.” Me dio igual que me criticaran cuando me saqué la polla para mear. Que se joda aunque ya no esté. Fue una cuestión de principios.

He visto fotos de soldados patinando en sus palacios. ¿Tú también patinaste ahí?
No sé cómo no fueron castigados por ello. Soy skater de corazón pero hago esto por dinero. No puedo permitirme el lujo de torcerme un tobillo en una misión. Durante dos años y medio no toqué una tabla.

¿Crees que aguantarás mucho más tiempo trabajando de esto?
Cuando cumplí 14 años supe que nunca iba a poder trabajar en una oficina. Después de cerrar la tienda de skate, estuve trabajando en una fábrica durante 60 horas a la semana. Lo odiaba. Por eso me puse a trabajar de segurata; prefería golpear a alguien en la cara que chuparle el culo a un jefe. Seguiré en este trabajo hasta que sea necesario. Es como si tuviera una personalidad dividida. Ahora estoy bromeando sobre mi trabajo pero cuando estoy currando, lo hago en serio. Gracias a este trabajo y al skate conocí a un tipo llamado Johnny Hickey que hizo la película Oxymorons. En octubre empezará a grabar su nueva peli y me dijo que más vale que no me peguen un tiro en la cabeza porque quiere que salga en la película haciendo el papel de skater que patea culos. Y esa es mi intención. Es mejor que ganarse la vida recibiendo balazos. También voy a trabajar con mi viejo amigo Josh Zickert. Le voy a ayudar con su marca de tablas Natural Koncept. No pienso desconectarme del mundo del skate.

¿Y cuando dejes de ser mercenario olvidarás todo lo que has vivido? ¿O crees que hay cosas que nunca podrás olvidar?
Mis ojos son como cámaras. Hay cosas que desearía no haber visto y no voy a poder olvidar. Si viviera otros 300 años, estoy seguro que seguiría recordándolo. Si alguien intenta matarte, es evidente que lo vas a recordar. Pero tengo la capacidad de no dejar que eso me afecte.

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